Esta semana María José nos invita a inspirarnos libremente en una imagen que ella misma propuso. Para leer los relatos del resto de los jueveros, dar clic aquí.
Mi texto: LA VENTANA
Desde adentro, el mundo se
adivinaba como algo oscuro y peligroso, ajeno, impiadoso, intrigante y frío.
Imaginarse fuera de aquellas cuatro paredes en que subsistía resguardado y a
salvo le hacía estremecer de pavor.
Desde afuera, aquella ventana se
mostraba particularmente tenebrosa e intimidante, como si algún conjuro
maquiavélico la hubiese conminado a pertenecer a un submundo de fantasmas y
monstruos despiadados, incapaz de asimilarse con los colores de la naturaleza o
los sueños cándidos de las criaturas. Imaginar qué ocultaba su interior despertaba
en ella tanto su aceitada fantasía como sus temores más íntimos.
Él desde adentro, huraño y
desconfiado, se acercaba apenas para ver la luna insidiosa y añeja,
caprichosamente fragmentada a través de los vidrios resquebrajados del
ventanal.
Ella, desde afuera, iluminada por
los sutiles rayos lunares, entrecerraba los ojos buscando adivinar si era
cierto que algo se movía sigiloso detrás de aquellos vidrios mohosos,
desgastados por los siglos y las macabras leyendas que les adjudicaban.
Ninguno sabía, con certeza, si el
otro existía. Ambos, pese a ello, se temían mortalmente sin haberse visto jamás.
Sus miedos crecieron sin
necesidad de realidades que los alimenten. La imaginación y la ignorancia
potenciaron los fundamentos de sus temores al punto de creer que todo más allá
de su propia realidad, resultaba ser macabro y perverso. Jamás ninguno de los
dos se animó a abrir la ventana que los separaba. Jamás la luna logró disipar sus
miedos.