Sumándome a la convocatoria que nos hace Gustavo, proponiéndonos escribir sobre la eterna ciudad de Roma, les dejo mi aporte. Para leer todos los textos participantes, pasar por aquí.
SU ALEPH (inspirado en el vínculo emocional que mi marido tiene tanto con esta iglesia como con la obra de Borges)
Cuando lo menciona, según sea el
conocimiento literario de su interlocutor, el significado profundo de su declaración
no es interpretado en su verdadera magnitud: hay que haber leído a Borges para comprender
la honda emoción y el valor existencial que aquella expresión involucra: “San
Carlino es mi Aleph”
Y es que así lo parece
experimentar cada vez que tiene la fortuna de visitar “la ciudad eterna”. Desde
que la descubrió -allá por sus épocas de arquitecto recién graduado y becario
de un prestigioso instituto que fomenta el intercambio cultural Italo-
Latinoamérica- San Carlo alle Quattro Fontane logró conmoverlo hasta el punto
de hacerle asomar las lágrimas.
El embelesamiento no fue sólo una
impresión inicial sino que se reproduce –quizás con mayor profundidad al sumársele
la expectativa de un nuevo reencuentro- cada vez que sus pasos se sienten
bendecidos al regresar a suelo romano. Apenas arribar -ya fuese en verano con calor
agobiante o soportando el viento gélido que desalienta largas caminatas- uno de
su primeros destinos a la hora de recomponer su conexión íntima y profunda con
la ciudad, es visitar la pequeña iglesia barroca sobre el monte Quirinal. A medida
que se esfuerza en sostener el ritmo trepando por la calle empinada, su corazón
se acelera emocionado por el reencuentro.
Como si fuera un abrazo, las
cuatro fuentes labradas en las esquinas parecen esperarlo, poniendo siempre su agua
la cuota de regocijo que la bienvenida merece. Se siente extasiado. Atravesado entero
por un profundo sentimiento que no logra explicar con palabras.
Ensayando todas las posibles
perspectivas que permiten las estrechas veredas, desafiando autos, buses y
motociclistas romanos, el entusiasta observador comienza su rito exaltado de
regocijo vivencial: a través de las formas voluptuosas de la dinámica fachada intenta
decodificar el principio generador por el cual el genial Borromini logra
traspasar el tiempo y el espacio manteniéndose vivo aún en medio de la agitación
circundante.
Conteniendo la respiración, atraviesa
al fin las puertas pesadas hacia la blancura del interior contundente. La pequeñez
del espacio no disminuye la majestuosidad del ambiente que vuelve a sublimarlo.
Sus fibras más íntimas se sienten transportadas hacia una realidad paralela que
aún no logra descifrar por completo pese a la evidencia de las formas.
Confirma una vez más que ese
lugar trascendental es “su Aleph” el punto en donde confluyen todas las cosas y todos los significados: el espejo y el centro del Universo aguardando allí con
su vital latido, esperando por él ser descubierto.
(Fotos de mi autoría)
Creo que a Borges le gustaría tu relato. No es nada fácil encontrar el Aleph, sobre todo si te ha tocado uno al que le gusta cambiar de forma y atravesar dimendiones.
ResponderEliminarUn abrazo. Estupenda prosa.
Muy aguda observación, Esther, muchas gracias 😁. Un abrazo
Eliminar¡Qué maravilla! Me parece que has retratado de forma muy hermosa estos encuentros que tiene tu esposo. Un abrazo.
ResponderEliminarEsa fue mi intención, muchas gracias, me alegra que te haya gustado 😀 un abrazo
EliminarEs genial. Me encanta como relatas la emoción de la visita de tu marido al lugar...
ResponderEliminarBss
Muy amable Sylvia, muchas gracias 😁
EliminarQue bonito lo has explicado, se nota la emoción!!
ResponderEliminarsaludos^^
Muchas gracias 😊 me alegra que así lo hayas sentido
EliminarHasta aqui ha llegado la emoción, no vemos igual las mismas cosas unos que otros, en este caso has descrito unos encuentros que aun habiendo leído a Borges yo no lo viví igual. Recuerdo las fuentes la ultima vez que fui estaban muy sucias, espero que tu marido no lo vea. Un abrazo
ResponderEliminarEs cierto, cada quien lo vive distinto.bedta última vez el slogan había ensuciado nuevamente las fuentes y la fachada, es que los suyos psan muy cerca. Un abrazo 😊
EliminarMuy buena la descripción que has hecho de esos lugares, se nota la emoción que pones.
ResponderEliminarUn abrazo
Muy amable Carmen, muchas gracias
EliminarComprendo perfectamente como se puede sentir tu marido al ver este monumento y más desde la visión de un arquitecto, si los que no lo somos nos emocionamos, los que son entendidos en la técnica arquitectónica... ni te cuento.
ResponderEliminarBuen relato hecho desde la vivencia.
Un abrazo
Muchas gracias Tracy, creo que además de lo profesional pesa fundamentalmente lo emotivo. Un fuerte abrazo 😊
EliminarFue en el 753 Antes de Cristo, cuando por mandato divino, se fundó Roma. Capital de un Imperio que llenó de cultura y obras civiles cada rincón. A cambio, el oro, el vino, el trigo y las mujeres fueron a la Roma que cuando llegó su ocaso de poderío militar y civil, quedó de nuevo encumbrada con ser la sede permanente de una religión monoteísta que hizo que la civilización se extendiera en aquellos pueblos que la iban abrazando
ResponderEliminarRoma es nuestra cuna de alguna manera, nos dio civilización, fue tronco de idiomas universales, y aún se estudia en las universidades su Derecho.
Pero Roma, es además como dices tú: rincones que te sorprenden, puzzle de arquitectura, y de romanos que gesticulan y sonríen
es para tanta gente: La Ciudad Eterna
Por todo eso y mucho más, no debe haber otra ciudad igual! Gracias Rodolfo por leer y comentar. Un fuerte abrazo 😊
EliminarSolo decirte que estupendo lo que acabo de leer me sumo a los comentarios anteriores nos has dejado al menos a mi con la boca abierta , gracias por tan estupendo relato y las fotos impresionantes .
ResponderEliminarUn fuerte abrazo y feliz sábado .
Me alegra haber podido tocar la fibra sensible de quien lea. Muchísimas gracias Campi. Un abrazo 😊
Eliminar... y por si no fuese suficiente, para cuando los recuerdos llaman a los sentimientos, puede contar con el artístico objetivo de esa cámara, que maneja con emoción y certeza la autora de la entrada.
ResponderEliminarBesos.
Muchísimas gracias Juan por ser tan generoso con una actividad que me gratifica enormemente. Un fuerte abrazo 😊
EliminarQué difícil es dar con ese punto en el que todo confluye. No descartaré la búsqueda de mi Aleph tras este emocionante viaje al que me has permitido sumarme y en el que por supuesto me he podido sumir. Abrazos.
ResponderEliminarDe veras espero que lo consigas, Jandres, muchas gracias 😁
EliminarMe gusta la descripción que hiciste a esa fascinación.
ResponderEliminarY esa referencia al Aleph, algo tan borgiano como la idea de los demiurgos.
Un abrazo
Me alegra que te haya gustado Demi, muchas gracias 😁
EliminarBellísimo Aleph. Roma inspira tanto que uno puede imaginar sin límites.
ResponderEliminarBesos
Es muy cierto. Muchas gracias 😁
EliminarBuenas tardes, Mónica:
ResponderEliminarMi más sincera enhorabuena por tu relato: tiene un ritmo narrativo detallado, pero nada lento, y una atmósfera intimista, pero orientada al “nosotros”.
No soy gran aficionado a Borges. Habitualmente me inculca la necesidad de consultar la Enciclopedia Británica a la par que lo leo. Pero, mi limitación lectora no me impide admirar su figura literaria. Aunque, sin ánimo de ser controvertido, prefiero leer obras que transmiten cercanía en sus ilusiones. Ilusiones como las tuyas, Mónica.
Un abrazo.
Muchas gracias Nino por tu gentil comentario y por supuesto, por leer con atención. Un fuerte abrazo
ResponderEliminarEl simple hecho de sentarse y contemplar embelesado el arte (en este caso arquitectónico) dice mucho de la riqueza interior de la persona. A veces no hace falta mucho para ser feliz.
ResponderEliminarUn abrazo.
Es cierto. Nuestra capacidad de contemplación de la belleza nos hace humanos. Muchas gracias por tu visita Jose Antonio. Qué tengas una muy grata semana. 😋 Un abrazo
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