Me sumo con esta historia nacida por puro azar, a la original propuesta que nos deja Mari, desde su blog. Dar clic aqui para leer todos los relatos.
VIEJAS VENDIMIAS
Frida se sorprendía a sí misma tarareando alguna melodía inverosímil cuando alguna evocación no deseada se despertaba en su mente disparando añoranzas que decidía ocultar. Era una especie de reflejo, una tensión impulsiva que sin pensar demasiado usaba como estrategia para tapar recuerdos y alinear sus pensamientos en los momentos en que su ego maltrecho buscaba reconstruirse. Sacha no sabía de ese recurso, por lo que más de una vez se preguntaba a que se debía que aquella mujer casi sin palabras, de repente se despachara con un trozo de canción añeja, ya pasada de moda que nada tenía que ver con el momento. Siendo su mascota, la gata malandra debería comprender ese tipo de cosas, sobre todo compartiendo raíces con ella, de su Mendoza natal. Pero no lo imaginaba, como tampoco sabía de aquel viejo amor nacido en otras riberas. La dama había sabido enterrarlo, o por lo menos había intentado ocultarlo bajo la hojarasca de su silencio cotidiano.
Frente al mar bravío, entre cardos, perdices y colibríes, Frida dibuja con una rama sobre la tierra colorada. La gata mira curiosa el dibujo, no alcanza a descifrar los trazos. Por momentos cree reconocer una máscara con la mirada punzante. Parecen los ojos de un puma, entrecerrados, vigilantes. Sacha se siente inquieta y ajena. Como sapo de otro pozo. No sabe por qué pero aquello le suena a preludio, a anticipo de revelaciones antiguas hasta hoy sofocadas. Para darle jaque mate al sortilegio que aquel juego de trazos hubiera podido invocar, ella ahora se expone frente a su ama en su faceta más juguetona, olfatea sus zapatos, rueda y ronronea con gatuna malicia y sin esmerarse en el disimulo, borronea con sus patas cualquier rastro del recuerdo que Frida haya intentado evocar sobre el suelo polvoso. No sabe por qué pero la intuye mejor así, sin remembranzas poderosas que alejen a su dueña hacia otras vendimias, más lozanas, más apasionadas, menos silenciosas.
Sacha siente que si la nostalgia atrapa a la mujer definitivamente, su
espíritu remontará vuelo y se
elevará por las alturas sin que ella
-limitada felina- nunca más pueda alcanzarla.