miércoles, 24 de enero de 2024

CADA JUEVES, UN RELATO: A la luz oculta del faro

Me sumo con este relato a la propuesta juevera que nos deja Mag desde su Trastienda



LA LUZ OCULTA DEL FARO

No sé por qué te escribo, tal vez no puedo llevar conmigo tanto peso en la mochila, pero tampoco deseo que te hagas responsable de unos actos que no te competen. Casi seguro añadiré un peso sobre tu conciencia, pero también sé que sabrás qué hacer.

Aunque jamás volvimos a hablar del tema después que ocurrió aquello que nos unió en secreto para siempre, ahora vuelvo a reabrir la vieja herida para aclarar del todo el motivo de mi partida. Espero sepas comprender y no me odies más de la cuenta.

Cuando tu marido nos siguió hasta el faro en obras aquella noche terrible, después que lograste escapar hacia el pueblo y yo me quedé enfrentándolo como pude bajo la lluvia torrencial, las cosas no sucedieron como luego te las conté. No se fue ofuscado manejando su auto bordeando el acantilado para después caer desde lo alto. La verdad es que le partí la cabeza. Aun respiraba cuando lo metí por un hueco abierto en la pared que habían dejado los obreros. Apenas gemía mientras me miraba sellar el muro que pronto sería su tumba.

Después, tomé su auto y simulé el accidente que a todos contamos. El coche estaba vacío y fue por eso que nunca hallaron sus restos. La fuerte tormenta fue la excusa perfecta que me ayudó a cubrir mis huellas y la desidia del albañil borracho sirvió para que nadie sospechara que el viejo cabrón yacía entre las paredes supuestamente levantadas el día anterior.

Te preguntarás por qué me tomé el trabajo de armar ese ardid para emparedarlo vivo en lugar de subirlo al auto y dejar que cayera también él desde lo alto. La verdad es que aún hoy no lo sé. Supongo que esa opción no me pareció suficientemente macabra. No puedo darte una razón justificada, pero así fueron las cosas.

Ahora que estoy lejos y la Parca me ronda, al enterarme de la noticia que habías heredado la propiedad, sentí la necesidad de advertirte: si no quieres que el asesinato de tu marido salga a la luz después de tantos años, no dejes que tiren abajo el faro.  Aunque quieran endilgarme su muerte yo ya no estaré. Sólo serás tú la que vuelva a padecer las miradas acusatorias y quisiera evitártelo.

Al fin de cuentas, no sólo por dinero fue que me acerqué a ti. Pese a haberte engañado para robarte, aunque no lo creas, a mi manera también te quise.


jueves, 18 de enero de 2024

CADA JUEVES UN RELATO: EN UN ABRIR Y CERRAR DE OJOS, UNA FRASE ME INSPIRA

 


Atendiendo al juego que este jueves nos propone Cecy como tema narrativo, opté por abrir al azar el libro Misteriosa Buenos Aires, de Manuel Mujica Lainez. La página me llevó al comienzo del cuento El Vagamundo, del que seleccioné la frase resaltada para inspirar mi relato, al que, con todo respeto, quise titular de igual manera. 



EL VAGAMUNDOS

“Llegó a Buenos Aires hace cuatro días, sólo cuatro días, y siente que no podrá quedar aquí mucho tiempo. El amor, su viejo enemigo, le acecha, le ronda, le olfatea, como un animal que se esconde pero cuya presencia adivina alrededor, con uñas, con ojos ardientes.”

Sin rumbo camina escuchando el eco de sus pisadas sobre el empedrado mientras en algún boliche despoblado suena un tango. Callado y pensativo recuerda viejos rostros sin nombre que creía olvidados: la pelirroja de ojos adormilados de Amberes, la rubia angelical de los fiordos nórdicos, la fogosa napolitana de curvas cimbreantes, la sumisa muchachita de ojos rasgados… diabólicas -sin excepciones- que en su momento simularon prometer todo y nada cumplieron. De improviso se dibujan ante él con la crudeza de quien se complace hurgando una herida no cerrada.

Una gitana alguna vez le dijo que su desgracia surge de una vieja maldición heredada de la que jamás logrará desprenderse, pero aun aceptando la contundencia de ese designio se ha dejado llevar por algo parecido a la esperanza. Pretendiendo escabullirse de ese nefasto destino viene inventando justificaciones inverosímiles para sus descontroles, y hasta ahora han servido para calmar su conciencia.

Tiembla la luz del farol bajo el que divisa a una muchacha. La joven camina de aquí para allá, balanceando indiferente su desdén mientras busca venderse sin pretensiones. Nunca le han gustado esas infelices que ni disimulan su falta de escrúpulos. Pese a sus malas experiencias, prefiere a las hipócritas: edulcoradas muchachitas que tienden sus redes y fingen lo que no sienten engañando a los ingenuos que como él aún creen en el amor sin límites. 

Pese a no quererlo se acerca a la morocha e intercambia unas palabras. Un destello en esos ojos transparentes logra conmoverlo mientras una caricia aletea cerca de su corazón y de inmediato su instinto se pone en alerta. No quiere caer en la trampa. Debería escapar, salir corriendo, pero el monstruo que lo persigue desde siempre disfrazado de amor ya lo acorrala y se hace presente.

Pobre muchachita despreocupada. Desde mañana -cuando ya esté muerta- pasará a ser para él tan sólo la morocha de ojos transparentes de Buenos Aires, ya que al evocarla, ni siquiera le importará su nombre.


domingo, 14 de enero de 2024

CIERRE DE CONVOCATORIA

 


Agradeciendo la nutrida asistencia y participación a este nuevo encuentro juevero que me ha tocado conducir, doy formalmente finalizado el evento y cumplo en darle el pase a la querida Cecy, quien desde su blog será la encargada de conducirnos la semana que se inicia. 

Aprovecho para reiterarles la invitación para ofrecerse como anfitriones jueveros en las fechas libres que podrán encontrar explicitadas en el siguiente enlace.

Los espero!

jueves, 11 de enero de 2024

CADA JUEVES, UN RELATO: Rastros de una existencia - Mi aporte

 


Me sumo con esta historia a mi propia convocatoria. Ir al post anterior para leer todos los relatos.

Imagen tomada de la red


EL BLANCO MANTEL BORDADO

Desde la cocina llegaban los aromados vapores culinarios anunciándonos que pronto el blanco mantel bordado sería extendido sobre la larga mesa de la galería.

Mientras el distintivo tintineo de la cubertería alertaba a los más chicos para ir dejando de lado los juegos improvisados en el escueto patio de baldosas, el chismorreo incesante de las tías más jóvenes parecía tomar un giro más dicharachero a medida que las numerosas sillas variopintas eran rescatadas de sus rincones por tíos y primos, alistándonos todos para el ansiado almuerzo en aquel soleado mediodía.

Apenas ubicado en mi sitio ocupando una de las sillas destartaladas de la cocina, recuerdo con inusual nitidez que me perdí por varios minutos recorriendo con la vista y con mis dedos, los pequeños ramilletes bordados que adornaban aquel preciado mantel de hilo que la abuela reservaba para festejos especiales como el que nos había convocado.

Mientras los platos se trasladaban en un continuo ir y venir sobre las cabezas de los más chicos, mis ojos se extasiaban en las puntadas de aquella maravilla, pieza destacada dentro de un nutrido ajuar de sábanas y manteles que mi abuela había bordado para su boda. Para mí, infante poco afecto a las tareas de concentración y paciencia, tratar de dimensionar la multitud de horas dedicadas a aquellas delicadas puntadas me resultaba inaudito, algo incomprensible para mi mente inconstante y lábil, por lo que la sola idea de suponer que alguna gota de salsa podía llegar a manchar aquellos hilos primorosos se me antojaba una afrenta hacia la abuela misma, una especie de anatema capaz de llevar al culpable a la exclusión del grupo familiar. Pero no me expulsaron. La gota cayó, pero seguí formando parte de aquella tropa bulliciosa y festiva. Sucede que lo que nos parece trascendente en un momento después se vuelve apenas una sombra diluida y todo termina ubicándose en su verdadera dimensión cuando el tiempo pasa.

Después de muchos años, llego nuevamente a la vieja casa familiar y aún evoco aquella celebración como un hito en mis recuerdos. Me llegan de lejos las voces, los aromas y los sabores dormidos. De repente un impulso me lleva a abrir un cajón del viejo comedor descascarado y lo veo. Lo reconozco sin dudar entre humedades y moho: el primoroso mantel bordado aún sobrevivía… como sobrevive aún algo del infante que fui, soñando bajo mis canas.

sábado, 6 de enero de 2024

CONVOCATORIA JUEVERA PARA EL 11 DE ENERO: Rastros de una existencia

 


Hola amig@s!

Espero que los Reyes les hayan dejado algo lindo en sus zapatitos o al menos, una tierna sonrisa para compartir.

De mi parte, como me corresponde nuevamente anfitrionar un encuentro juevero, quiero obsequiarles con la oportunidad de dejar volar su imaginación a partir de lo que las siguientes imágenes les sugieran.

Como verán, todas evocan el desgaste provocado por el paso del tiempo y la huella de alguien que alguna vez soñó, jugó, transitó, vivió o murió dejando su rastro en un sitio u objeto concreto.

Con esa premisa de evocar a una persona en relación a un elemento determinado, l@s invito a narrar una historia que nos ubique en esa oportunidad, frente a ese sentimiento que aflora al contemplar la imagen que deberán elegir entre las que aquí les dejo, o, si prefieren, alguna otra que responda a esta misma condición.

Como siempre, intenten no superar las 350 palabras, me dejan su link a partir del miércoles y el mismo jueves publicaré la lista con los enlaces de sus publicaciones. Acompañen con la imagen que encabeza el encuentro y la foto que hayan elegido para narrar. Recuerden enlazar la lista de participantes para invitar a la lectura de todos los escritos.

L@s espero!

IMÁGENES PARA INSPIRAR EL RELATO

Fotos tomadas de la red









miércoles, 3 de enero de 2024

CADA JUEVES UN RELATO: Reyes Magos

 Me sumo con esta historia QUE NADA TIENE DE AUTORREFERENCIAL a la propuesta de Campirela. Pido disculpas por no haber podido acortarla más. 



EL REY MAGO 

Ni rey ni mago. Él sólo era un entusiasta solitario que aprovechaba su condición de único habitante de piel oscura de aquel pueblo perdido en la pampa gringa para asegurarse su rol de Baltasar en la Cabalgata de Reyes de cada año.

En su Lima natal, el Juampa era uno de tantos jóvenes buscando lanzarse al mundo. Allí, en Nuevo Torino, -desde que llegó en el último ferrocarril que cruzó esos campos olvidados- resultaba ser habilidoso carpintero durante todo el año y pintoresca celebridad en los festejos del 6 de enero.

Los Melchores y Gaspares que se fueron rotando durante los años que allí habitó, no lograron nunca opacar su prestancia dentro del trío de majestades. Ni el oropel agregado por la esposa del farmacéutico en el traje de Gaspar que utilizó su marido en los breves años que durara su reinado logró encandilar la natural distinción con la que Juampa interpretaba su rol de rey negro -exótico y misterioso- abriéndose paso entre el gentío que se juntaba en la plaza antes de inaugurar los festejos oficiales del día de Reyes.

Desde siempre fue mi preferido. No sólo por la gracia natural con la que se movía bajo aquel ropaje instaurado como “tradicional” según lo que veíamos en postales y películas. Había algo resplandeciente en su mirada que le daba un aura especial, algo mágico y palpable que hacia evidente su dadivosa majestad al andar parsimonioso durante la cabalgata, atento al pedido de los niños y asintiendo -con una amplia sonrisa- cada vez que alguna madre acercaba su crío para besarle.

En mi caso, recuerdo particularmente la Noche de Reyes en que se inauguraba mi orfandad y mi inocencia crujía a causa de ese dolor inesperado. La expectativa de recibir algún regalo ya venía siendo muy baja cuando mi padre aún vivía y menos lo era en ese momento, cuando mi joven tía quedaba sola a cargo de nosotros. La pobre trabajaba de sol a sol y apenas le alcanzaba para darnos de comer dignamente. Imposible hubiera sido recibir algún juguete de no haber mediado la generosidad de aquel peruano consagrado como Rey Mago a causa de su negritud.

Conmovido por la reciente tragedia familiar que nos destrozaba, aquel hombre de manos hábiles, mirada intensa y corazón gigante había dedicado sus horas libres a fabricarnos un hermoso tren de madera, con locomotora y varios vagones primorosamente pintados que nos trajo –majestuosamente trajeado para la ocasión- aquella Noche de Reyes en la que su magia real nos hizo  tocar el cielo con las manos.