EL BLANCO MANTEL BORDADO
Desde la cocina llegaban los aromados
vapores culinarios anunciándonos que pronto el blanco mantel bordado sería
extendido sobre la larga mesa de la galería.
Mientras el distintivo tintineo
de la cubertería alertaba a los más chicos para ir dejando de lado los juegos
improvisados en el escueto patio de baldosas, el chismorreo incesante de las
tías más jóvenes parecía tomar un giro más dicharachero a medida que las numerosas
sillas variopintas eran rescatadas de sus rincones por tíos y primos,
alistándonos todos para el ansiado almuerzo en aquel soleado mediodía.
Apenas ubicado en mi sitio
ocupando una de las sillas destartaladas de la cocina, recuerdo con inusual
nitidez que me perdí por varios minutos recorriendo con la vista y con mis
dedos, los pequeños ramilletes bordados que adornaban aquel preciado mantel de
hilo que la abuela reservaba para festejos especiales como el que nos había
convocado.
Mientras los platos se trasladaban
en un continuo ir y venir sobre las cabezas de los más chicos, mis ojos se
extasiaban en las puntadas de aquella maravilla, pieza destacada dentro de un
nutrido ajuar de sábanas y manteles que mi abuela había bordado para su boda. Para
mí, infante poco afecto a las tareas de concentración y paciencia, tratar de
dimensionar la multitud de horas dedicadas a aquellas delicadas puntadas me
resultaba inaudito, algo incomprensible para mi mente inconstante y lábil, por
lo que la sola idea de suponer que alguna gota de salsa podía llegar a manchar
aquellos hilos primorosos se me antojaba una afrenta hacia la abuela misma, una
especie de anatema capaz de llevar al culpable a la exclusión del grupo
familiar. Pero no me expulsaron. La gota cayó, pero seguí formando parte de
aquella tropa bulliciosa y festiva. Sucede que lo que nos parece trascendente
en un momento después se vuelve apenas una sombra diluida y todo termina
ubicándose en su verdadera dimensión cuando el tiempo pasa.
Después de muchos años, llego
nuevamente a la vieja casa familiar y aún evoco aquella celebración como un
hito en mis recuerdos. Me llegan de lejos las voces, los aromas y los sabores
dormidos. De repente un impulso me lleva a abrir un cajón del viejo comedor
descascarado y lo veo. Lo reconozco sin dudar entre humedades y moho: el primoroso
mantel bordado aún sobrevivía… como sobrevive aún algo del infante que fui, soñando
bajo mis canas.
El moho y las humedades, el transcurso del tiempo haccendo su trabajo de envejecimiento aunque todavía sobrevivan. Tiempo trranscurrido hacia cuyos orígenes retrocedemos para recordar detalles de nuestra infancia, detalles aparentemente sin importancia, cuya suma va cofnformando lo que somos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Importantes momentos preservados en objetos que aún conservamos. Una estrategia para sobrevivir. Un abrazo Pepe. Gracias por leer
EliminarRecuerdo que año tras año se repiten en mi interior, que me dejan ensimismada y que a la voz de mis hijas ¿mamás en qué piensas?, vuelvo a ese presente tan distinto y a la vez tan igual.
ResponderEliminarQuién más, quien menos, todos los que tuvimos una infancia feliz solemos refugiarnos en los buenos recuerdos. Un abrazo Tracy. Gracias por leer con atención y sentimiento
EliminarEsos manteles de hilo y vainica que se guardaban para los días de fiesta o algún acontecimiento importante familiar.
ResponderEliminarYa no se ven esas mantelerías hechas a mano con tanto cariño, como bien dices para el ajuar de la novia. Y esas servilletas con las iniciales del novio y la novia. Un bonito recuerdo que tenemos en nuestra memoria.
Un besote.
Tesoros que solemos conservar como reliquias. Tengo varios heredados que, a su vez, heredarán mis hijas. Gracias por ser parte de la convocatoria Campi. Un abrazo
EliminarUn texto cagado de infanca en el recuerdo. Hay filigranas en algunos bordados, que darían para una reflexión y un largo ensimismamiento.
ResponderEliminarUn precioso texto. Un abrazo fuerte.
Me alegra que te gustara Albada. Muchas gracias por leer con atención
EliminarEl poder y la magia de un mantel, que evoca recuerdos, son joyas que pasan de generación en generación, mis hijas han puesto fin a esta herencia no quieren nada del comedor, de la vitrina, de ningún cajón. Pero puede que les de a leer tu relato. Un abrazo
ResponderEliminarQué responsabilidad! Jeje. Sería lindo que logrará hacerles cambiar de opinión 🤭. Un abrazo
Eliminarn9 te deshagas de ellos porque el día siguiente a que lo hagas ya habrán cumplido la edad suficiente y te los pedirán
Eliminarabrazooo
Muy cierto!
EliminarCuántos recuerdos puede traernos a la memoria un simple mantel! Pero así se tejen nuestros recuerdos de la infancia...Buen texto Neo. Un abrazo!
ResponderEliminarlady_p
Muchas gracias lady. Me alegra que te gustara. Un abrazo
EliminarEn alguna caja del trastero, se conservan manteles, servilletas con nuestras iniciales bordadas.
ResponderEliminarLa vida y sus "mareas" las han arramblado a esa playa donde van a parar las cosas que, aun siendo bellas, han perdido el compás de los tiempos.
Uno termina por acoplarse a la modernidad de la celulosa y sus ventajas.
Eso de usar y tirar, parece que no se conjuga con la belleza.
Besos.
Concuerdo, Juan. Las cosas antiguas tienen una singular belleza. Un abrazo y feliz cumple!
EliminarA mi como a tu personaje, siempre me llamo la atención el tiempo y delicado trabajo que se realizaban sobre esas telas. Así recuerdo a mi abuela, que me sentaba en la puerta de casa con un sillón chiquito a su lado, mientras la veía bordar.
ResponderEliminarLindo relato que vez hasta las puntadas.
Un abrazo Moni :)
Viste? Es un arte digno de ser realzado y conservado, además, en cada puntada se quedó engarzado un pensamiento de quien lo realizó. Gracias por leer con sensibilidad, Cecy. Un abrazo
EliminarHola Mónica, evocar el encuentro familiar y esos manteles de antaño algunos con olor a naftalina, es incluso abrumador. Cuantos recuerdos despertaste en mi. Gracias por este emotivo y melancólico relato. Un abrazo
ResponderEliminarCelebro haberlo provocado. Aunque suene algo triste, recordar siempre fortalece. Un abrazo y muchas gracias
EliminarHola Mónica, cuántos recuerdos atesoran esos manteles. Con esta propuesta nos has llevado a muchos a la nostalgia de otros años, a los recuerdos, es necesario recordar para subsistir, pero sin quedarnos en el pasado, siempre mirar hacia delante para que esos recuerdos sean la base de otras historias. Buen micro y buena propuesta.
ResponderEliminarUn abrazo. :)
Coincido. No es bueno olvidarse del presente por pensar en el pasado, pero tampoco lo es negarse a recordar ni a valorar lo que pasó y dejó huella. Me alegra que la propuesta haya sido bien recibida Merche. Un abrazo y muchas gracias por ser parte
EliminarEstuve apunto de escribir algo sobre mi abuela a razón de esa mantelería de hilo bordada pero al final me frenó el moho; tengo una pieza de hilo blanquísima con puntilla de croché que me regaló mi abuela, hecho por sus manos, me basta tenerla en las mías para evocar, para materializar todo su cariño. Por eso, entiendo muy bien, las emociones que transportan el relato, cuando me lo regaló era una adolescente y me pasó un poco como al protagonista del relato, entonces era incapaz de dimensionar todo el amor y el trabajo invertidos. Magnífico relato, Mónica, muy emotivo. Besos
ResponderEliminarCelebro que te haya emocionado Esther. Muchísimas gracias por leer con atención. Un abrazo
EliminarQue bonito homenaje a la infancia y los recuerdos familiares, con un cierto toque de nostalgia! Algunos objetos del pasado se anclan en nuestra memoria paara siempre! Un abrazote Neo y gracias por organizar esta estupenda propuesta juevera!
ResponderEliminarMe alegra que te entusiasme. Un abrazo y muchas gracias por participar Marifé
EliminarYo es que no puedo dejar un comentario a Lady P, no me deja y mira que lo intento
ResponderEliminarSi, a veces cuesta
EliminarDetalles que en su momento no pensamos trascendentes y ahí volvemos, avejentados como los objetos, pero con la mente tan vívida como aquellos tiempos.
ResponderEliminarUn abrazo
*Disculpa, te dejé el anterior comentario en el lugar equivocado.
No hay problema Camila. Otro abrazo
ResponderEliminarTengo un mantel bordado en punto de cruz, regalo de una tía y pienso en la cantidad de buenos momentos compartidos con él en la mesa. Fueron muchas las gotas caídas y sus cuidados (limpieza a fondo, plancha...) No puedo permitirmelo de hacer. Tu relato precioso y evocador me ha llevado a mi mantel, ahora que ya soy la abuela que prepara eventos familiares. Besos.
ResponderEliminarCuánto me alegra haberlo logrado, Moli! Qué bueno! Te agradezco por compartir tus emociones. Un abrazo y muchas gracias por leer con atención
Eliminaryo creo en el anatema y en la culpabilidad ( el castigo que imaginaba era excesivo). la certeza de lo importante y poco importante, se debe medir en el momento. en esa máxima concentración. lo que consideramos luego, como que el tiempo pone en su lugar es un acomodamiento a la realidad como mecanismo de defensa. El infante era culpable y él lo sabe, y lo recuerda, y el salto del corazón cuando vio caer la gota es la pura realidad. lo de después son acomodamientos.
ResponderEliminarcreo que no se entiende nada de lo que he puesto.
abrazooo Monica
Jay si creo interpretarlo! La dimensión real de la falta era la que provocaba la culpa del momento, después, con el tiempo, la mente trata de disminuir la gravedad de la falta para acallar esa culpa jajaja muy propio de tus comentarios lograr una variante interpretativa de lo que otros pasan por alto! Jajaja siempre tan original! Un abrazo y muchas gracias por leer con atención
Eliminar
ResponderEliminarAún conservo la mantelería de mi abuela, la heredó mi madre y yo la usé cuando nacieron mis cuatros hijos y cuando celebramos las Bodas de Plata, todos juntos.
¡Qué nostalgia! Son mis joyitas del tiempo.
Me gusta la propuesta.
Os leo a todos ¡Faltaría más!
Un abrazo.
Se agradece Maricarmen. Me alegra y valoro tus visitas y lecturas. Un abrazo
EliminarLavamos la mancha de la culpa
ResponderEliminarpues el tiempo trae disculpas
Por suerte, diría yo jeje. Un abrazo Julio. Gracias por sumarte
EliminarUna evocación que casi se volvió presente.
ResponderEliminarY el mantel sobrevivió como algo de su yo infantil sobrevivió en el personaje. Lograda analogía.
Un abrazo.
Muchas gracias Demiurgo. Me alegra que te gustara. Un abrazo
Eliminarobras populares de arte encajes y bordados con primor, que te sientes culpable si derramas una gota, pero para el mantel esa gota es una condecoración. Un abrazo
ResponderEliminarPuede que lo viera así jeje. Gracias por leer, Rodolfo y por participar siempre con entusiasmo. Un abrazo
EliminarLos manteles bordados también me recuerdan a la casa de mis abuelos <3
ResponderEliminarAhora no se compran, sino que se heredan.
Un preciosidad de convocatoria, Neo. Sigo leyendo y comentando ;)
Un besazo