Esta semana Alfredo nos propone armar relatos ambientados en un bus. Sé que me he extendido más de lo sugerido pero no pude cortarlo más. Me disculpo.
Para leer todos los relatos jueveros, pasar por La plaza del diamante.
Para leer todos los relatos jueveros, pasar por La plaza del diamante.
He odiado los largos viajes en
colectivo desde que debía levantarme a las cinco y media de la mañana para
llegar a tiempo al colegio que se encontraba a más de una hora desde mi casa. Los
detesto, más aún en esos momentos en que la gente viaja apiñada como sardinas
en lata, resignados y dolientes hacia el monótono destino al que cada quien ha
apostado en su vida. Ya sea de ida como de vuelta, sumergirme dentro de un mar
de extraños bostezantes en su letargo mañanero o su regreso claudicante me ha
resultado siempre tan fastidioso como deprimente. Sólo el rítmico reflejo de
las luces mortecinas que se apagan o se encienden sobre los vidrios empañados logra
sacarme de la pegajosa futilidad que me envuelve en esos momentos.
Fue durante uno de esos tramos de
intrincadas elucubraciones que la vi por primera vez, hace ya mucho tiempo. Y
aclaro que digo “la” por pura intuición, ya que, si me pongo a pensar, sólo un leve
gesto de femenina suavidad que alcancé a percibir bajo su inalterable mirada me
hace suponer que pertenezca a ese sexo. Por todo lo demás, nada en su exterior
denota algún género. Ni su vestimenta, ni sus movimientos, ni su voz, que jamás
he escuchado. Totalmente rapada, sin cejas ni pestañas advertibles, según sea
la luz del sol que incida en el momento, un dejo breve de cabellera rojiza
enmarca su cabeza que se alza desafiante sobre el elegante cuello que evoca al
de un cisne. Una sonrisa indescifrable a modo de Mona Lisa llevan sus labios
finos, siempre inmutable ante lo que pase a su alrededor. Sólo yo parezco
percibirla camuflándose entre los demás rostros, observándolo todo, como si el evaluar
la conducta de la gente fuera su única intención.
He llegado a pensar que no es
humana. Tal vez sea un ángel o un extraterrestre. Una vez le descubrí un
tatuaje en el antebrazo izquierdo, una especie de código qr impreso sobre su
piel, por lo que comencé a fantasear con que se trataba de un androide -o quizás
fueran varios, idénticos- intercalándose entre la gente para observarnos. Tan
sólo en una oportunidad la vi demostrar empatía con alguien a quien le habían
sustraído la billetera y ella, sin que nadie más lo notara, se las ingenió para
provocar la caída del ladrón desbaratando así el robo. En esa oportunidad
descarté que fuera un ser maléfico, idea que, confieso, se me cruzó en un
principio. En otra ocasión la vi observar un accidente callejero sin inmutarse.
Su pasividad en esa circunstancia me hizo mirarla con cierta reprobación que sin
duda advirtió. Esa fue la única vez que cruzamos directamente nuestras miradas
por unos segundos. Los suficientes como confirmarme que algo extrasensorial la
rondaba, pudiendo percibir los pensamientos ajenos. Esa idea me descolocó de
raíz, lo reconozco, volviéndome totalmente vulnerable frente a ella.
Lo cierto es que desde hace mucho
tiempo la vengo encontrando en mis largos trayectos interurbanos, a veces de
día y otras, por la noche. Siempre disimulando ambos que notamos nuestras
respectivas presencias. Siempre cuidando de no dar una señal equívoca por la
que el otro pueda acercarse demasiado.
Así nos hemos manejado hasta hoy,
en este extraño y solitario trayecto en el que sólo ella y yo -más allá del
chofer autoexiliado en su música- compartimos viaje.
Creo que no fue casualidad que al
subir se sentara justo detrás de mí, próxima su insondable sonrisa a la zona
más sensible de mi nuca, que ahora se eriza por el temor que, más allá de toda
lógica, su íntima cercanía me provoca anunciándome un fin trágico. No sé bien
si será el de ella o el mío.
Inquietante, el trayecto, tan largo, la señora, o ser ambiguo, que acaba por ponerse detrás del narrador. Creo que el narrador tiene su destino muy negro. Esa sonrisa de Mona lisa, no augura nada bueno. :-)
ResponderEliminarBuen texto, me ha encantado. Un abrazo
Te agradezco Albada por pasar y leer con atención. Un fuerte abrazo
ResponderEliminarInquietante pero creo que ese pasajero piensa demasiado. Yo que he pensado, simplemente, en que es una persona enferma y que hace su viaje siempre de ida y vuelta metida en su mundo. Y así es feliz, sabiendo que produce esa curiosidad, es inquietud... Disfruta cuando capta la atención de alguien.
ResponderEliminarPero quién sabe...
Un beso enorme, Moni. Y gracias por compartir este texto que me ha encantado con ese halo oscuro en el fondo.
Sin duda que el pasajero es quien lleva a cuestas su enfermedad, esa que le genera tanto el miedo como las delirantes fantasías. Muchas gracias Mag por tu comentario. Un abrazo
EliminarMuchas veces la mente, suele hacer extraños compañeros de viaje. espero que ese final no sea tan drástico.
ResponderEliminarBesos.
Jeje cierto Juan. Los miedos y delirios están en nuestra mente. Un abrazo y muchas gracias por pasar y leer con atención
EliminarFinal inquietante !.
ResponderEliminarSaludos ;)
Me suelen gustar los finales abiertos jeje. Gracias por tu visita y participación Alfred. Hasta cada rato
EliminarUn viaje sin duda que deja muchas preguntas en el aire, quién será ese extraño ser..la mente o tal vez alguien de carne y hueso ..
ResponderEliminarNo sé por quién inclinarme pero estoy segura que algo extraño hay en esa viajera que solo ella lo ve..
Un buen texto donde nos dejas con esa intriga .
Un fuerte abrazo.
Gracias Campi. Comparto lo de que sólo el protagonista la ve. Y mo se por qué lo imaginé hombre. Un abrazo
EliminarEsperemos que no sea el de ninguna el fin trágico, a ti no que eres mi amiga y a ella tampoco porque me ha caido bien y le ha dado al relato un halo de inquietud. Un abrazo y gracias por tus relatos magníficos
ResponderEliminarTe agradezco mucho Ester por cada visita y comentario. Un fuerte abrazo
EliminarInquietud y curiosidad para llegar a un final abierto que espero no llegue a ser trágico.
ResponderEliminarSa la impresión que la tragedia está aguardando para desatarse...pero bueno, por suerte es ficción jaja. Muchas gracias por pasar y leer. Un abrazo Tracy
Eliminar¡Uyyy me daría un poquito de repeluz encontrarme a alguien así, a menos que fuera mi amiga, la parca!. Muy bueno tu relato querida Mónica.
ResponderEliminarComo estoy de viaje (por Brasil), no puedo publicar y dejé entradas programadas en mi blog. Dejé la compu en Mtv y ando sólo con el móvil y de caipirinha en caipirinha o playa.
(cómo cuesta cumplir años)
Besotes
Creo que el problema no es ella con sus peculiaridades sino el protagonista y sus paranoias jeje. En fin gracias Myriam por hacerte tiempo en medio de tu descanso cumpleañero. Que sigas disfrutando!!😚😁
EliminarPosiblemente, ese fuese el único autobús que tuviera los cristales espejeados hasta el punto de verse, sin saberlo, reflejado en ellos. Uno imagina (o sueña) con tanta intención que su realidad se ve devuelta en una ficción tridimensional fuera de todo lógica explicación. Seguro que en el caso de haberle preguntado algo, su voz habría parecido la tuya. Gracias por participar y por hacerme pensar e imaginar. Besos
ResponderEliminarUna reflexión muy interesante, Alfredo, que bien puede indicar el origen de los fantásticas divagaciones del personaje. Fue un placer participar, más aún sabiendo que fue una convocatoria surgida de tu mano. Espero que te veamos más seguido!😁 un fuerte abrazo
Eliminarlas percepciones son un hecho Yo tampoco se el porqué con alguien si y no con todos, pero existe.parece pudieras leer su mente o que la tuya fuera un libro abierto para ellos. A veces hasta da miedo ser tan vulnerable, por que la mente en el último rincón ue nos pertenece de intimidad y...ser tan abierto para depende quién nos resulta inquietante
ResponderEliminarAsusta sí. No es sencillo admitirlo, pero pasa. Gracias Rodolfo por leer y comentar. Que tengas una buena semana. Un fuerte abrazo
EliminarPensemos que esta chica sólo pretende poner fin a vuestro distanciamiento, tal vez alargado por aquella reprobación tuya cuando mostró indiferencia por aquel accidente. De cualquier modo, me decanto por pensar que el final de tu relato es el principio de una bonita amistad.
ResponderEliminarUn besote
Sería una jugada arriesgada pensarlo. Me da que el narrador no está lo suficientemente lúcido como para encarar ese encuentro en forma amistosa jeje. Te agradezco por pasar y leer Alberto. Un abrazo
EliminarMuy enigmática la mujer de tu relato. Y un final que a los lectores, nos deja en suspense... ¿Habrá otro viaje en bus que arroje algo de luz sobre esta incipiente relación?
ResponderEliminarBas.
Como pinta el relato, creo que no lo habrá jeje. Gracias Mar por pasar y leer. Un abrazo
EliminarA mí que me encantan los finales abiertos, donde es el lector a elegir lo que sucederá después, me has dejado con una curiosidad que no te explico!!!
ResponderEliminarMuy pero muy buen relato, felicitaciones Mónica!
Muchísimas gracias María, me alegra que te gustara. Un abrazo
ResponderEliminarLa vida es un trayecto sin retorno. Antes o después, nos encontraremos cara a cara con tu personaje.
ResponderEliminarUn abrazo.
Veo que interpretaste quevse trataba de la parca. Puede ser José Antonio, bien podria ser. Un abrazo Y gracias por leer
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