jueves, 27 de febrero de 2020

CADA JUEVES, UN RELATO: Mi encuentro con...

Esta semana el amigo Demiurgo nos propone narrar un encuentro improbable con alguien de cierta trascendencia. Primeramente se me ocurrió una coincidencia con el inmortal Borges, después cambié de objetivo y me quedé con la inquietud de intentar emular (con todo respeto) la experiencia ficticia que narra en su famoso cuento El otro. Quise incluir en mi relato referencias explícitas a las de su historia pero enmarcadas en mi propia realidad, gesto que pretendió ser sumamente respetuoso. Espero así lo interpreten.
Para leer todos los relatos jueveros participantes, pasar por el blog de Demiurgo.





(la imagen no resulta muy apropiada con el relato
ya que corresponde a un día lluvioso, pero es de mi autoría)


LA OTRA (con perdón de Borges)

El hecho ocurrió el mes de febrero de 2020 en la ciudad de Rosario, frente al Paraná. Lo escribí inmediatamente ya que para esa fecha tenía pendiente participar de un encuentro juevero cuyo título era “Mi encuentro con…” y la extraordinaria situación me venía perfecta como excusa para intentar narrar algo medianamente interesante. Siempre me han atraído las historias cargadas de cierta cuota de irrealidad que haga sentir que el mundo sigue teniendo esa arista mágica que sólo alcanzamos a intuir con naturalidad cuando somos muy pequeños y de adultos, tan sólo logramos percibir si entrenamos mucho los ojos del alma.

Serían las diez de la mañana. Yo estaba recostada en una banca frente al río dejándome acariciar por la tibieza de un sol veraniego que no molestaba. A unos quinientos metros a mi derecha se erguía, aun entre andamios de limpieza, el Monumento a la Bandera, aguardando sin demasiada expectativa los próximos festejos del año belgraniano.

El agua marrón transcurría sin más interrupción que la leve estela producida por una lancha que cruzaba hacia las islas mientras que algunos pocos camalotes se deslizaban corriente abajo. Como siempre que contemplo un río, la milenaria imagen de Heráclito rescatada por Borges hizo que pensara en el tiempo y su fluir, en la humanidad y su continuidad a pesar de la mortalidad de cada individuo.

Justo en el instante en que advertí que una joven se había sentado en el otro extremo del banco, tuve la certera sensación de haber vivido ya ese momento. La otra, distraídamente se puso a tararear. Reconocí enseguida la melodía. Se trataba de  “Necesito” del legendario Sui Géneris. El tema me retrotrajo a otras horas de verano, cargadas de viejos fantasmas. Un sabor agridulce en la garganta coincidió con la humedad de una lágrima recorriendo mi mejilla. Noté, sin sorpresa y por el rabillo del ojo, que la otra también lagrimeó.

-Nos pone sensible la misma música- arriesgué.
-Feliz coincidencia- contestó casi sin pensarlo.
-Pese a la diferencia de edad- aclaré como pidiendo disculpas por mis inviernos a cuestas
-El disco (me animé insólitamente a demostrar lo arcaico del concepto) ¿Te lo regalaron para una navidad?
-Para ésta última- confirmó sin resultarle prehistórico el término “disco”.

Ahí confirmé que algo en la línea temporal de nuestras historias se había alterado y en forma tangencial, pasado y futuro (mi presente) estaban coincidiendo inexplicablemente allí, en ese banco ribereño jugando con dos momentos de una sola identidad. Esa otra era yo misma, pero mucho más joven.

Más allá de lo insólito de la situación, aproveché la oportunidad para recordarme de cerca en mis lozanos diecisiete años. Noté, en cambio, que la otra mostraba cierta inquietud al percibirme tan vieja como aún niego verme.

-Perdona que te pregunte, pero quisiera saber la razón por la que, después de tantos años sigues aquí, frente al mismo río- buscó averiguar mi antigua versión, motivada por nuestros siempre presentes deseos de recorrer el mundo.
-Sigo aquí porque éste es mi lugar, pese a todo. Pero he podido viajar, afortunadamente. Y pienso seguir haciéndolo mientras pueda- le contesté con la convicción suficiente para otorgarle la tranquilidad que necesitaba.
- ¿Te arrepientes de algo?- buscó averiguar sin demostrar que tuviera alguna duda específica.
- De nada importante- le contesté con total honestidad.

Superada la perplejidad del primer momento, la otra, desde su juventud de intactos ideales, esquivó la tentación de averiguar qué alegrías y tristezas le deparaba el futuro. Por la misma razón yo me negué a brindarle cualquier dato que señalara futuros festejos y duelos. Tanto ella como yo sabíamos que la vida perdería su sentido si de antemano conociéramos los resultados de nuestros mejores esfuerzos. Por esa razón nuestra conversación apuntó a reafirmaciones y recuerdos gratos, jamás a advertencias o a frustraciones que pudieran detenerla en su derrotero, que, obviamente, venía resultando ser el mío.


Algo más allá de las diferencias aparentes nos sostuvo cercanas en ese breve encuentro y me sirvió, más tarde, para reencontrarme con la raíz que me hace ser quien soy, que quizás de otro modo, a estas alturas hubiese estado totalmente perdida.

jueves, 20 de febrero de 2020

CADA JUEVES, UN RELATO: Video vigilancia

Esta semana Juan Carlos nos propone abordar el tema de las video vigilancia y seguridad privada. Esta vez las musas acudieron con una historia bastante disparatada que, espero, sepan interpretar con buen humor. Para leer todos los aportes jueveros, pasar por el blog y qué te cuento?.



CÁMARA DE SEGURIDAD

Recién tuvo oportunidad de confirmarlo hace unos veinte años, cuando un hombre de aspecto muy sufrido y bastante confundido llegó una tarde a su agencia de investigaciones solicitando sus servicios para esclarecer lo que aparentaba ser sólo una desaparición y que, más tarde y luego de semanas de lidiar con pistas falsas, versiones y testimonios contradictorios, logró esclarecer como un vil asesinato, siendo al fin enjuiciados los autores y reivindicada la victima… que no era otra que aquella sufrida alma en pena que llegó a su agencia reclamando postrera justicia. Fue por ese caso que lo que desde chico había sospechado terminó ratificándose: era un médium y los fantasmas acudían a él para que les ayudara a sacar a la luz las mentiras y las maldades que habían provocado sus muertes, impidiéndoles su tranquilo paso al más allá.

Esa virtud –o desgracia, según se vea- se aunaba con su clara vocación investigativa que profesionalizó a través de una de las más afamadas firmas de detectives de la ciudad. Pero como es de imaginar, semejante cuestión generó en más de una oportunidad, ingratas confusiones, ya que lejos de poder identificarlos desde un principio, sus clientes fantasmas se le confundían con su clientela normal (digamos más bien de seres vivos) que resultaba ser, obviamente, los únicos que le proveía los ingresos monetarios de los que su agencia subsistía. 

Fue así que decidió un día instalar cámaras de seguridad en el pasillo al que da el ingreso a su oficina.  De este modo, apenas termina una entrevista en la que llega un eventual cliente presentándole un caso, el solicitado detective los observa retirarse por la pantalla de control apenas traspasar la puerta.  Si la cámara capta la salida del personaje, se queda más tranquilo y calcula en forma aproximada cuáles serán sus honorarios, pero si a nadie ve retirarse luego de cerrarse la puerta de su oficina, comprende sin lugar a dudas que ese no será un caso sencillo y que además, nulo será el cobro de sus servicios.

jueves, 13 de febrero de 2020

CADA JUEVES UN RELATO: Sucedió en el bus (colectivo, por aquí)

Esta semana Alfredo nos propone armar relatos ambientados en un bus. Sé que me he extendido más de lo sugerido pero no pude cortarlo más. Me disculpo.
Para leer todos los relatos jueveros, pasar por La plaza del diamante.



He odiado los largos viajes en colectivo desde que debía levantarme a las cinco y media de la mañana para llegar a tiempo al colegio que se encontraba a más de una hora desde mi casa. Los detesto, más aún en esos momentos en que la gente viaja apiñada como sardinas en lata, resignados y dolientes hacia el monótono destino al que cada quien ha apostado en su vida. Ya sea de ida como de vuelta, sumergirme dentro de un mar de extraños bostezantes en su letargo mañanero o su regreso claudicante me ha resultado siempre tan fastidioso como deprimente. Sólo el rítmico reflejo de las luces mortecinas que se apagan o se encienden sobre los vidrios empañados logra sacarme de la pegajosa futilidad que me envuelve en esos momentos.

Fue durante uno de esos tramos de intrincadas elucubraciones que la vi por primera vez, hace ya mucho tiempo. Y aclaro que digo “la” por pura intuición, ya que, si me pongo a pensar, sólo un leve gesto de femenina suavidad que alcancé a percibir bajo su inalterable mirada me hace suponer que pertenezca a ese sexo. Por todo lo demás, nada en su exterior denota algún género. Ni su vestimenta, ni sus movimientos, ni su voz, que jamás he escuchado. Totalmente rapada, sin cejas ni pestañas advertibles, según sea la luz del sol que incida en el momento, un dejo breve de cabellera rojiza enmarca su cabeza que se alza desafiante sobre el elegante cuello que evoca al de un cisne. Una sonrisa indescifrable a modo de Mona Lisa llevan sus labios finos, siempre inmutable ante lo que pase a su alrededor. Sólo yo parezco percibirla camuflándose entre los demás rostros, observándolo todo, como si el evaluar la conducta de la gente fuera su única intención.

He llegado a pensar que no es humana. Tal vez sea un ángel o un extraterrestre. Una vez le descubrí un tatuaje en el antebrazo izquierdo, una especie de código qr impreso sobre su piel, por lo que comencé a fantasear con que se trataba de un androide -o quizás fueran varios, idénticos- intercalándose entre la gente para observarnos. Tan sólo en una oportunidad la vi demostrar empatía con alguien a quien le habían sustraído la billetera y ella, sin que nadie más lo notara, se las ingenió para provocar la caída del ladrón desbaratando así el robo. En esa oportunidad descarté que fuera un ser maléfico, idea que, confieso, se me cruzó en un principio. En otra ocasión la vi observar un accidente callejero sin inmutarse. Su pasividad en esa circunstancia me hizo mirarla con cierta reprobación que sin duda advirtió. Esa fue la única vez que cruzamos directamente nuestras miradas por unos segundos. Los suficientes como confirmarme que algo extrasensorial la rondaba, pudiendo percibir los pensamientos ajenos. Esa idea me descolocó de raíz, lo reconozco, volviéndome totalmente vulnerable frente a ella.

Lo cierto es que desde hace mucho tiempo la vengo encontrando en mis largos trayectos interurbanos, a veces de día y otras, por la noche. Siempre disimulando ambos que notamos nuestras respectivas presencias. Siempre cuidando de no dar una señal equívoca por la que el otro pueda acercarse demasiado.

Así nos hemos manejado hasta hoy, en este extraño y solitario trayecto en el que sólo ella y yo -más allá del chofer autoexiliado en su música- compartimos viaje.

Creo que no fue casualidad que al subir se sentara justo detrás de mí, próxima su insondable sonrisa a la zona más sensible de mi nuca, que ahora se eriza por el temor que, más allá de toda lógica, su íntima cercanía me provoca anunciándome un fin trágico. No sé bien si será el de ella o el mío.

jueves, 6 de febrero de 2020

CADA JUEVES UN RELATO Paremias

Esta semana Mag nos propone el tema de las paremias, aforismos o frases hechas. Confieso que he tenido que recurrir a la web para ahondar un poco más el tema, y allí me enterado que dentro de los distintos subgrupos con que nos encontramos en ese rubro, existe uno denominado wellerismos, en relación a un tipo especial de frases al que un personaje de Dickens (llamado Weller) solia recurrir, por lo que he querido rendirle homenaje desde mi humilde relato. Espero les guste.
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Weller y su amigo caminan sin rumbo por los campos intentando sobrevivir otro día sin demasiado esfuerzo. Ven una cabaña a lo lejos y hacia allí se encaminan.

-Tal vez la habite un alma generosa- dijo esperanzado el amigo

-Vamos a ver… dijo un ciego, mientras se frotaba los ojos- satirizó Weller

-¡Buenos días!- saludó el amigo mientras daba unos golpes suaves en la puerta

-¡¿Quién anda molestando a estas horas?!- se escuchó, gritando desde dentro, una voz intimidante.

Los dos caminantes se miraron sin mayor expectativa después de esa inhóspita respuesta.

-Ya es tarde para volver atrás…- susurró el amigo.

-…, dijo el verdugo después de cortar la cabeza equivocada- completó, irónico Weller, tratando de matizar la incomodidad del momento.

De repente la puerta se abrió con brusquedad y un hombrón con cara de ogro se asomó con evidente gesto de hostilidad.

- ¡¿Qué demonios quieres de mí…?! Le espetó al más pequeño del dúo, que pareció encogerse más ante semejante salvaje.

-dijo el muerto cuando vio al fantasma- acotó socarrón Weller, siguiendo su irrefrenable impulso de completar, pese a lo inoportuno, ese tipo de frases.

Ante la imprevista insolencia, el hombrón, lejos de enojarse, estalló súbitamente en un mar de risotadas, distendiendo la situación al punto que el muchacho logró reencontrar el hilo de la conversación en el punto al que pretendía llevarla en un principio:

-Somos dos viajeros agotados suplicando un poco de misericordia. Cualquier cosa que pueda brindarnos será agradecida- remarcó, buscando inspirar empatía.

-Todo sirve de ayuda… dijo el mosquito y meó en el mar intercaló Weller, alentado por la buena recepción que anteriormente había tenido su arriesgada chanza.

-Les doy un plato de comida caliente con una rebanada de pan a cada uno si terminan de labrar el campo antes del mediodía- les propuso el hombrón algo desafiante.

-¡Que sean dos las rebanadas para cada uno y ya tiene ayudantes!- contestó rápidamente el amigo, sin consultar a Weller que parecía en cambio muy dubitativo.

Mientras los dos caminantes se alejaban en dirección del arado, el amigo quiso alentar a Weller para que intentara ver el lado positivo del acuerdo que tan rápidamente había concertado:

-Algo es algo..- insinuó con prudencia

- dijo un calvo al encontrarse con un peine sin dientes- completó como era su costumbre, un Weller nunca destacado por su laboriosidad.

Luego de varias horas de trabajo al rayo del sol, Weller y su amigo retornan a la cabaña para aguardar su paga.

-Han sido más de cinco horas las que aramos- reflexionó el amigo.
-“Aramos”…dijo la mosca mientras estaba sobre el cuerno del buey!- punzó socarronamente  Wellers haciendo referencia a las largas pausas que el amigo se tomó mientras él conducía con esfuerzo el destartalado arado sobre el suelo pedregoso.

-Aquí está el pago acordado- dijo el hombrón a sus improvisados ayudantes, mientras llenaba dos jarros de agua acompañando los platos de comida y el pan recién horneado.

Mientras su amigo agradecía, Weller, siempre pícaro y lanzado, vio sobre el mesón una media botella de tinto que aguardaba, sola y tentadora.

-En hora buena vengáis”, dijo el agua al vino- rogando que el susodicho patrón captara la indirecta.

Con sonora risotada el hombre sirvió tres jarros con lo que quedaba del vino y con ese último trago compartido dieron por cerrado el trato.

Mientras se alejaban de allí, dispuestos a enfrentar nuevamente lo que el destino decidiera ponerles por delante, el amigo le hizo notar a Weller lo fatigoso que había sido ganarse aquel plato de comida.

Weller, poniendo cara de concienzudo filósofo, sentenció con modales ampulosos:

- El burro, después de haber tirado su carga, del peso del pasado se olvida- y sonrió enigmático, gozando la ocurrencia y la oportunidad de poder decirle disimuladamente burro a su amigo.

Rápido de reflejos y ya entrenado en ese juego de palabras y segundas intenciones en el que siempre retozaba su compañero de aventuras, señalando sin motivo el caserío al que ahora se dirigían, su amigo le espetó:

-Mira allá, orejudo…, dijo el asno al mulo- enfatizando el sarcasmo con una sonrisa.

Y entre cómplices gestos y risotadas, tanto el burro como el orejudo, se dispusieron prestos a continuar viaje.

domingo, 2 de febrero de 2020

TÍTULOS DE LIBROS: cierre de convocatoria juevera



Agradeciendo a tod@s quienes se sumaron, ya sea leyendo y/o  publicando relatos, doy por culminado este nuevo encuentro juevero que me ha tocado conducir. Celebro que la propuesta haya generado interés y entusiasmo dándonos oportunidad de compartir tan diversa selección de textos. 
Cumplo ahora con la formalidad de dar el pase a Mag, quien desde su blog será la encargada de proponer nuevo tema y conducirnos el próximo jueves. 
Muchas gracias por sus aportes y compañía.Tengan tod@s una muy buena semana.