Esta semana es Gustavo quien, desde su blog, nos propone el nuevo tema juevero. Para leer todos los relatos participantes, dar clic aquí.
LA MANO QUE DA LA MONEDA
Recién salido de misa, renovado,
purificado en mi interior por la eucaristía dominical recién recibida, extiendo
mi mano con la caridad cristiana que marca el buen hacer y dejo caer algunas
monedas más en las manos mugrosas del harapiento más cercano. Cada vez hay más.
¡Se reproducen como moscas! Aunque el donativo principal ya la he dejado
adentro, con recatada generosidad dentro de la bolsa de las limosnas, cuidando,
eso sí, que la nada desdeñable cifra haya sido bien visible para la mujer que
recorre los bancos recibiendo las ofrendas.
Desde el atrio de la Iglesia, el
buen párroco me despide ahora con efusivos gestos y un cálido apretón de manos
al que correspondo con una de mis mejores sonrisas. Ha aceptado con gusto mi
invitación para tomar el té en casa un día de éstos y eso me halaga. Me retiro
satisfecho del templo habiendo cumplido con mis obligaciones religiosas,
sabiéndome respetado y respetable con la conciencia tranquila y la frente en
alto.
Sostenida de mi brazo va mi
legítima esposa, la madre de mis hijos. Junto
a ella, como Dios manda, camino hacia nuestra casa con parsimonia intercambiando
saludos con los otros feligreses mientras voy haciendo planes para disfrutar el
resto del día en familia, despejando mi mente de urgencias y problemas.
Ya mañana será tiempo de retomar
otra vez las contrariedades cotidianas, los problemas de la fábrica, las quejas
de los empleados amenazando con huelgas y reclamos salariales, los sindicatos
extorsionando con nuevos aumentos, los malabares con el contador para reducir
costos e impuestos. Asuntos tan farragosos agotan a cualquiera y termina uno
pidiéndole a Dios que interceda para resolver todo aquello que se nos escapa de
las manos. Suerte que tengo una buena y entusiasta secretaria que además de
cumplir con sus obligaciones laborales sabe alejarme de las tensiones con marcada
dedicación… y sin demasiadas pretensiones.
Estupendo relato como una heronia exquisita y que verdad más grande , se creen algunos hacendados que con ir a misa y dar unas perras sus culpas están bendecidas y ahíii aquel que como sacerdote las perdona .
ResponderEliminarMe encanto ...Un fuerte abrazo.
Muchas gracias, Campirela, me alegra que te haya gustado. Un abrazo
EliminarUn relato muy interesante e irónico. Incluso sentí una punzada de furia ante el desdén del protagonista hacia sus propios compañeros de la empresa. Una pena que haya personas así.
ResponderEliminar¡Un besazo!
Muchas gracias, Dafne por tu amable comentario. Un abrazo
EliminarEsa doble moral es tan, tan, tan....
ResponderEliminarBesos Mónica.
Coincido... Gracias San, por pasar y leer. Un 😘
EliminarMe has hecho pensar en tantas personas de mi pequeña ciudad clasista y de postureo eclesiastico....Me has retornado imagenes y situaciones, real comoa vida misma te lo aseguro. Es buenisimo!!! Besos.
ResponderEliminarMe alegra haber logrado hacerte revivir recuerdos, Mili. Muchas gracias por tu comentario. Un abrazo
EliminarLavan sus conciencias y se sienten satisfechos, porque lo que tienen más cercanos son incapaces de demostrar esa tan traída caridad cristiana.
ResponderEliminarUn abrazo
Viven de las apariencias, con eso les basta. Gracias por tus palabras, Carmen. Un beso
Eliminar¡Hola! ¡Qué genial relato! Al final, las apariencias no definen a las personas, sino, lo que hacen y es justo ese tipo de personas de las que es mejor alejarse. Te quedó perfecto <3
ResponderEliminar¡Un abrazo!
Muchas gracias, Roxana, me pone contenta saber que te ha gustado. Un abrazo
Eliminarel egoismo es con la envidia uno de los más extendidos pecados capitales
ResponderEliminarSabia reflexión. Un abrazo
EliminarToma ya! Menuda ironía! Me gustó apreciar en la voz de él un registro estirado, repeinado, elegante pero rancio. Un abrazo muy fuerte desde el Mediterráneo. Estoy en un pueblo de la costa de Tarragona de vacaciones.
ResponderEliminarMe alegra que te haya gustado, Mar, que disfrutes tu estancia! Gracias por tu visita 😁
EliminarSí señor, como Dios manda... o será el Demonio.
ResponderEliminarEsplendido relato con una buena dosis de ironía.
Un abrazo.
Muchas gracias,Ibso,me alegra que te gustará.un abrazo 😁
EliminarEsta hipocresía social...
ResponderEliminarBesos.
Sobran los comentarios... coincido, Pedro. Muchas gracias por tu visita.
ResponderEliminar=)
Retrato sinuoso de la silueta de sociedad hipócrita, de doble moral y pésimos resultados, para los más. Muy buen relato que en pocos párrafos nos cuenta toda una historia de vida. (farragoso: palabra que me llamó la atención ayer y la incluí en un relato que escribí hoy... coincidencias geminianas, porque no es una palabra que utilicemos mucho, no? ;) )
ResponderEliminarBesos Mónica, con mucho cariño
Jeje,que observadora,Vivían!muy cierto, no es una palabra que utilicemos mucho, pero se me ocurrió apropiada para el personaje. Te agradezco por pasar y leer con atención. beso grande 😚😙😉😊
Eliminarhuy... el final fue de lo mejor... le añade esa cuota de realidad a tu relato... vivo, palpable, humano... porque en el fondo, todos tropezamos, aunque no todos caemos, algunos hacemos maromas para no darnos contra el suelo... quién esté libre de pecado, que tire la primera piedra...
ResponderEliminarHola Luis! Me alegra tenerte otra vez por aquí. Es así, nadie está libre de pecado, pero hay algunos que piensan que tienen el perdón asegurado! Muchas gracias por tu visita y comentario. Un abrazo
EliminarEl doble rasero y la hipocresia.
ResponderEliminarUn beso.
Muchas gracias Fabián por leer y comentar. 😉
ResponderEliminarMuy buen relato. Me ha gustado mucho. Un saludo.
ResponderEliminarMuchas gracias Maruja por pasar y comentar. Me alegra que te gustara. Un fuerte abrazo
ResponderEliminarHola, Mónica:
ResponderEliminarEnhorabuena por tu relato/retrato.
Somos muchos los que ante la atención ajena vestimos de domingo nuestras vergüenzas diarias, a falta de salidas de misa dominical siempre hay alguna feria de vanidades en la que nos mostramos renovados ante los ojos interesados.
Un abrazo, Mónica.
Nino, muchísimas gracias por pasar, leer y comentar. Un fuerte, fuerte abrazo.
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