Esta semana, Verónica, de Censura SXXI, ha tomado la posta de parte de Lucía, quien ha tenido que ceder la batuta juevera a causa de un adelanto en una cirugía programada (mis mejores deseos para superar este trance). El tema propuesto nos remite a los juegos infantiles y esta vez las musas que vinieron en mi rescate resultaron ser bastante melancólicas. Les agradezco igual, por supuesto.
Recuerdo que alguna vez fui niña.
O quizás lo haya sido en un mundo paralelo que aún queda suspendido en mi memoria,
no lo sé con exactitud. Pero tengo aún rastros nítidos de lo vivido en algún rincón
de mi yo más profundo. Lo que sé con
certeza es que el tiempo y el espacio tenían, por ese entonces, otras dimensiones:
el resquicio bajo la máquina de coser de mi mamá podía ser una cabaña cálida
para guarecerme durante las tormentas, el altillo de la casa de mis abuelos una
cueva inexplorada donde se hallaban los más increíbles tesoros, u oficina
pública, o tienda, o biblioteca o restaurant donde los más exquisitos platillos
se preparaban con palitos de la ropa, celofanes abollados o restos de algún
adorno desechado por dudoso gusto, a la
vez los inviernos duraban siglos y los veranos, minutos.
En ese universo ya lejano de
realidades diferentes no era raro adquirir de improviso super poderes, de hecho
podía transformarme fácilmente en Fantasma -la mujer invisible- mientras mi
prima resultaba ser Batichica y mi primo mayor Superman, requiriendo apenas un
trapo a modo de capa y una terraza llena de malvones como escenario para
combatir a los malvados. Durante ese estadio de situaciones increíbles, un
puñado de pelotas de colores se transformaba en bochas de helados listos para
ser vendidos mientras, bajo el sol de la siesta, yo pedaleaba entusiasmada en
el triciclo de mi hermano, forzando mis piernas -algo largas para aquel rodado-
en una postura bastante cómica. Tampoco era imposible que mis muñecas alineadas
prolijamente en aquel mueblecito con estantes que mi papá construyó con un
cajón de gran porte, respondieran a mi llamado desde su silencio cuando las
requería, a cada una por su nombre, para sumarlas a mis juegos.
Todo era fácil, dúctil, sencillo.
Nada me resultaba dramático ni, mucho menos, definitivo. Mi casa era el más
seguro de los refugios; mis mayores, mis pilares incondicionales; mi inocencia,
una carga ligera; la curiosidad, un motor certero que me llevaba a descubrir
nuevos mundos.
No sé qué pasó. No recuerdo ni
entiendo cómo y cuándo se cerró el portal, el libre acceso a todas aquellas
maravillas. Sólo sé que sucedió y al evocar aquel tiempo fecundo de ilusiones y
fantasías, un nudo triste aprieta mi garganta y una lágrima escurridiza quiere
escapar a veces resbalando por mis mejillas. No siempre lo consigue, pero
cuando lo logra, hace que la realidad me pese torpemente y ansíe con fuerza
atravesar de alguna forma esa frontera impalpable que separa a quien alguna vez
fui, de lo poco que hoy queda de ella.
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Que preciosa inocencia, esa carga ligera, como tu dices... Añoranza y ternura para jugar con las palabras.
ResponderEliminarUn abrazo
Preciosas palabras. Fíjate que la niña que fui se difuminó cuando me toco ejercer de madre y resurgió con pujanza a partir de romper con el entorno que me rodeaba. Seguramente se hartó de haber sido invisible durante demasiado tiempo.
ResponderEliminarLa niñez dulce donde todo sirve para jugar, los adultos son comparsas y los objetos cobran vida, recuerdos preciosos de días y felices, luego despacio vamos cambiando de juego, y poco a poco crecemos. Así he visto tu descriptivo y encantador relato. Un abrazo
ResponderEliminarCuentas ese paso de tiempo con dulces palabras, palabras cargadas de nostalgia, de lo que fue, pero fue feliz y eso es lo que queda, lo que uno puede transmitir y lo que siempre podrá sentir. Precioso Mónica.
ResponderEliminarUn abrazo de regreso(o al menos eso intento)
Creo que logras hacerlo con frecuencia. De ahí esa capacidad creativa que tenés.
ResponderEliminarMe ha hecho mucha ilusión encontrarme con que tú también te metías a jugar bajo la máquina de coser de tu madre, haciéndola tu cabaña... ¡qué cosas!
ResponderEliminarNostalgia....Ya desde los primeros acordes con que acompañas tu relato, es lo que se respira. Yo resumiría esa sensación en algo que tiene que ver con esta época del año: los veranos eran veranos, y bastaba con ir a la playa y jugar. Se van perdiendo muchas cosas en el trayecto, pero creo que algunas cosas se pueden recuperar y el deseo de "jugar" a lo que sea, lo podemos recuperar (teniendo nietos por ejemplo. Siento que es algo que voy a repetir en muchos comentarios,.;)
ResponderEliminarbesos que intentan jugar en tu cara y poner una sonrisa de niña traviesa (que la tienes)
¡Hola! Cuanta nostalgia. precioso relatos y recuerdos que nos has traído.
ResponderEliminar¡Un abrazo enorme!
Este relato Roxana te ha salido de alma , en el solo veo la ilusión de tus días de niñez , en la que tuviste una fantasía e imaginación que te llevo a explorar debajo de la maquina de coser de tu mamá y como no la casa de los abuelos era una fuente inagotable de secretos y aventuras .
ResponderEliminarNunca se pierde del todo esa inocencia aunque a veces creamos que nos ha abandonado .
Un fuerte abrazo y muy bonito relato ...besos
Muchas gracias!
ResponderEliminarSiempre he estado sobrevolando por aquí.
Mis mejores deseos para el año que comenzamos.
Un abrazo.
Entre tus palabras existe la nostalgia de un tiempo donde los niños eran inocentes, jugaban sin miedo por todas partes y descubrían un mundo a través de las múltiples experiencias vividas.
ResponderEliminarBesos
Que dulzura y que lindo! Me encanta la forma en la que revives tu infancia que seguro que aun pervive en ti. Precioso relato, besos.
ResponderEliminarHermosa evocación de tus juegos infantiles...me hiciste recordar cuando jugaba solitaria y me inventaba también muchas historias...que bueno tener tantos recuerdos hermosos porque eso nos hace tener un madurez mas feliz...besoss..
ResponderEliminarMe ha encantado tu forma de contarnos tus recuerdos, esa nostalgia de un tiempo y de una niña que no sabes cuándo fue desapareciendo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Brillante y poética manera de describir la infancia. Me ha impresionado tu relato. Todos perdimos en no se que momentos, esa llave que abría la puerta a aquella irrepetible felicidad que fuimos.
ResponderEliminarEnhorabuena y besos.
Con cuánta nostalgia evocas tus recuerdos infantiles. Me has hecho retroceder también a mi niñez, son verdaderamente memorias imborrables. Original y emotivo relato.
ResponderEliminarBso
Ay, qué precioso Mónica! Me ha emocionado la forma en que lo has contado, con melancolía y tristeza por no poder recuperar aquella época, el paso a aquel portal donde todo era posible...pero, no sufras, tienes ahora otra manera de pasar a ese portal, y es sin duda con tus letras, que es otra manera de jugar y de soñar.
ResponderEliminarUn beso
No Mónica, no se ha ido, sólo tienes que rascar un poco en la superficie y aparece. Nunca dejamos que desaparezcan esa etapa
ResponderEliminardonde teníamos padres, hermanos con los que convivíamos y amigos para jugar. Sigue ahí, sólo tienes que abrir la puerta y aparecen de nuevo
Entrañable y precioso relato amiga mía. La niñez, la edad de la inocencia, donde nada ni nadie nos puede hacer daño; pero amiga siempre guardaremos esa niña dentro de nosotras.
ResponderEliminarUn abrazo
Buenas nohes: Me he deleitado como nunca con tu relato. Es la historia que me hubiera gustado contar de mí ,que aunque con los mismos ingredientes los vivi de otra manera mas triste bastante menos gozosa.
ResponderEliminarFelicidades amiga!!! recibe mi admiración y un beso.
Me queda mucho más cercana la infancia de mis hijos y en ella mis recuerdos están más frescos y tus imaginativos escenarios infantiles los veo en ellos. Las cabañas hechas en literas, los superhéroes con algún trapo viejo, la escoba como caballito sobre el que cabalgar, los coches con una simple caja de cartón, etc. La inocencia infantil que es así de grandiosa y envidiable. Luego, adormecemos al niño y cuesta volver a hacerlo salir.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Todo era fácil,dúctil,sencillo...me ha encantado el relato pero me quedo con la conclusión de esa frase...vamos complicando las cosas conforme nos vamos haciendo mayores y yo sigo opinando que el mundo no debería ser un lugar tan complicado...¡juguemos!
ResponderEliminarBesos
Me ha gustado mucho la recreación que has hecho de aquel mundo infantil, me identifico mucho con tu narración.
ResponderEliminarA veces, como noto en tus letras, resulta triste pensar que aquello se haya ido, pero también queda el consuelo del vivo recuerdo de aquello.
Un fuerte abrazo.
A veces me pregunto sobre esas puertas que se cierran sin darnos cuenta.
ResponderEliminarbellas letras, Mónica. Ductiles y sencillas como los mundos de la infancia!
Un abrazo, Bonita!!
Me fascino tu historia.
ResponderEliminarUn abrazo.