Este jueves nuevamente nos conduce Alfredo. Para leer más relatos, pasar por su Plaza del Diamante.
Enamorados como estaban no lograban
comprender por qué aquel amor era imposible.
Él, extasiado por la perfección
de ese rostro de facciones tan dulces, no quiso darle importancia a la
naturaleza marmórea de aquella en la que había depositado su amor y su deseo. Sus
manos sigilosas acariciaban anhelantes aquellas curvas pétreas, compensando con
el fuego de su propia pasión la falta de calidez intrínseca de ella, y susurrando
para sí todo lo que soñaba escuchar de aquellos labios recién besados, se dejaba
envolver por el hechizo de la luna que ya se asomaba desde el cielo.
Mientras el enamorado rogaba por
hacerse uno con las formas de su amada y así demostrarle el ímpetu de su
devoción y sentimiento, el alma encerrada dentro de aquella piedra labrada le rogaba
a la luna que, al menos por una noche, su deseo de ser y sentir con la
intensidad del amor y la carne, llegara a transmutarla en ninfa.
La luna, siempre fiel a los
deseos de las almas enamoradas, accedió a hacerles realidad sus pedidos, aunque
con reticencias y fue así que para asombro de uno y otro, la naturaleza propia
de cada ser mutó al unísono, emulando la del otro.
Piedra fue él, cumpliendo ser uno
con el objeto de su deseo, y carne a la vez adquirió ella para sentir y palpar de
la forma en que él la había estado antes acariciando.
Desconcertados ambos por la
resolución inverosímil que la luna le había otorgado a sus ruegos -él contenido
dentro del frío mármol, ella, inquieta de emoción al percibir en su ser la
calidez sus pasiones- continuaron igualmente
abrazados bajo la luz blanquecina del hechizo lunar.
Los amantes así burlados se
consolaron, al menos, al comprobar que efectivamente en ambos había hecho nido
el amor, atravesando a la vez con su saeta, sus dos corazones desbordantes de
deseo.
Una historia bellísima Neo, en su fondo, en su forma, me ha encantado de veras. A esto se llama ponerse en la piel del otro, la mejor forma de sentir.
ResponderEliminarBesos.
Brillante poesía del conocimiento humano, del amor y su fusión. Estremece su calidez y naturalidad, porque no se necesitan ni bombos ni platillos para hablar de la dulzura y entrega del amor.
ResponderEliminarBesos cálidos
tRamos
Peroooo que bonito relato nos has traído hoy en los relatos jueveros, de lo mas tierno, me ha encantado!!
ResponderEliminarUn besazo muy dulce de seda.
Me has recordado a la leyenda del peine, es un relato mágico por lo imposible, bello por la esperanza y digno por el resultado. Un abrazo
ResponderEliminarla alegoría del amor... Intenso, profundo, mágico, sublime. Las pasiones mueven montañas, y le dan alma a las piedras. Percibo algo de la amada y bella Italia. Influencias de viajera, gran observadora y mejor escritora.
ResponderEliminarbesos (dobles, por supuesto)
Mónica, en tu relato surge la profundidad y la empatía...El uno puede comprender la frialdad del otro, llevándola a su propia piel...Sin embargo, por encima de la sensualidad está el amor, comprendiendo, sintiendo y haciéndose poco a poco espíritu...
ResponderEliminarMi felicitación y mi abrazo por tu inteligente relato.
M.Jesús
Es como un hechizo... y es que la luna hace lo que puede o, mejor dicho, lo que debe... No era un amor imposible, solo era amor... Fueron ellos, piedra y escultor, los que hicieron que así fuera...
ResponderEliminarTal vez, siendo artista, debía haber trazado mejor su deseo... pero sí sirvió de algo, para saber qué era lo que el otro sentía.. Y el sentimiento era hermosamente grande.
Un cuento, una historia, preciosa.
Besos enormes.
Bueno, quien no se consuela es porque no quiere. La verdad es que fue una decisión un poco anáquica, pobres amantes.
ResponderEliminarUn abrazo
Un relato LLENO DE MAGIA pero de magia enamorada.
ResponderEliminarHermoso Mónica... un relato con magia, como debe ser el amor.
ResponderEliminarUn beso grande.
Los amantes empiezan siendo amantes y terminan igual, después de todos los problemas.
ResponderEliminarUn beso.
Hermoso relato!!
ResponderEliminarBesos
Genial relato, me ha gustado mucho.
ResponderEliminarUn abrazo.
Bonito relato escrito a modo de leyenda.
ResponderEliminarUn saludo.
Llegar a sentir lo que siente el otro, amor entre carne y piedra, son de esos relatos que me encantan, no es un amor imposible sino AMOR con mayusculas. Precioso, besos.
ResponderEliminarUfff Mónica que relato más bonito, un relato mágico... y es que la luna es caprichosa y cambiante y hay que pedirle los deseos con claridad... aún así el amor sigue en ellos, da igual la forma que tengan, quien sea frío mármol... el amor sigue intacto...
ResponderEliminarMuchos besines...
El amor es tan poderoso que traspasa las piedras, derrite los más imponentes icebergs. La luna participo en esa tan jugosa y desbordante pasión. Precioso relato de amantes, Mónica.
ResponderEliminarAbrazo =)
Y es que la luna es también marmorea. O tal vez sea lo que enamoró de esa mujer fue esa naturaleza marmorea fría de su belleza. Y convertirla en cálida, habría roto algo entre los dos. Planteaste algo interesante, que esas relaciones tienen su costo. Pero parece que los dos están dispuestos a pagarlo.
ResponderEliminarOriginal y curiosa historia, difícil de contar de forma tan sencilla.
ResponderEliminarInteresante reciprocidad en el sentir como el otro. Es una situación perfecta. Nunca tanta ecuanimidad para saber lo que esconde la piedra cuando se es carne, y la carne cuando se es piedra.
Gracias por acudir a mi cita.
Besos
Fabuloso. Tiene toque de leyenda, con su parte de maldición y la mágica de deseo concedido. Un fuerte abrazo, amiga.
ResponderEliminar