¿Es la
solidaridad un instinto primario o una virtud adquirida, bendecida por
religiones y costumbres?
¿Existe
en realidad una inclinación natural y subyacente que nos hace, como especie,
reaccionar en forma solidaria ante la necesidad del otro?
¿Nacemos
con ese impulso latente que nos hace reaccionar y se manifiesta cuando vemos al
prójimo en momentos de dolor o necesidad extrema? ¿Es real y sostenido o se
trata solo de un reflejo condicionado ante el llamado puntual y solidario que
se lanza en forma grandilocuente?
¿Es
espontánea e inherente esa empatía? ¿Se incrementa ejercitándola y por el
contrario, se atrofia por falta de uso?
Ya sea
natural e intrínseca o impuesta por credos y costumbres, lo cierto es que
mientras no tengamos a la solidaridad como premisa de nuestra acción social, no
lograremos construir naciones donde la equidad y la justicia sean los elementos
directrices que marquen nuestro rumbo.
Mientras
no aprendamos a ponernos en la situación del otro, mientras miremos para otro
lado cuando se nos presente algo que lastime, en lugar de pensar cómo intentar
solucionarlo, mientras despreciemos a los que llegan por el solo hecho de ser
foráneos, nunca cimentaremos sociedades justas y estables, autosuficientes y
armoniosas. Porque a la larga, las carencias de los que son marginados
terminarán también afectando de una u otra manera el bienestar y la
tranquilidad del resto.
La organicidad
de nuestras sociedades nos hace funcionar como una verdadera red donde todos
nuestros intereses están relacionados, donde lo que nos afecta a algunos,
seguramente luego afectará la estabilidad de los otros. Es así de integral la
estructura de nuestras sociedades. Es así de fundamental la necesidad de
entender que nadie es capaz de vivir solo ni independiente en medio de un mundo
poblado de “otros”. Otros con iguales afanes y debilidades, tan dependientes y
necesitados, tan valiosos e irrepetibles como lo somos también nosotros.
Más textos sobre la Solidaridad, en lo de Carmen Andújar
Preguntas que en ellas mismas está la respuesta. El párrafo final es genial no vivimos solos y nos necesitamos aunque sea para discutir y tomar decisiones. Un abrazo preciosa
ResponderEliminarEs de las mejores reflexiones que he visto. La empatía es lo que falla, el egoísmo es lo que prima. La sociedad ha de cambiar mucho para que la solidaridad sea primordial, porque como tú dices, de momento es puntual y funciona por impulsos, según la tragedia que suceda.
ResponderEliminarUn abrazo
Totalmente de acuerdo con todo lo que dices. Has hecho todo un estudio de lo que es la solidaridad.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho.
Mil besos
Es cierto, podría plantearse como ningun hombre es una isla.
ResponderEliminarConcuerdo con lo necesario de la empatía.
A veces las religiones, o una forma de interpretarlas, en lugar de promover el ayudar a otros, los hacen ver como distintos, ajenos, al tener otras creencias.
Me ha gustado lo que aquí he leído Mónica. En mi opinión, la solidaridad es algo con lo que nacemos, y perdurará en nosotros siempre que tengamos abierto el corazón al prójimo y caminemos con él poniéndonos en su lugar. Buenísima tu entrada. Un fuerte abrazo y buen fin de semana. @Pepe_Lasala
ResponderEliminarEsto de la solidaridad... Sí, sentimos un grado de empatía, pero dudo que se produzcan cambios estructurales ni a corto, medio o largo plazo en nuestra sociedad. El carácter humano, u otros factores, lo hace así. Esto no quiere decir que ayudemos al prójimo en casos muy extremos, pero, repito, hasta cierto grado. Saludos. Pablo.
ResponderEliminarBuenos días, Mónica:
ResponderEliminarMuy interesante tu texto, su lectura lleva a reflexiones que se llegan a alejar de la que sería una primera respuesta.
Centrándome en tu primera pregunta, creo que la solidaridad un instinto primario y desvirtuarlo es un vivio adquirido.
De niños somos generosos, sonreímos a la vida y compartimos lo que tenemos. Ningún niño deja de jugar con otro por ser de una raza diferente o balbucear un idioma ajeno.
Somos los adultos los que inculcamos la desconfianza al diferente, disimulándola como “prudencia”. Si hasta mandamos a nuestros hijos con su nombre marcado en un boli bic para que no vuelva sin él. El sentido de propiedad material, el de identificarse con unos símbolos y rechazar a quien no los comparte, o el de relacionarse con nuestros iguales” es algo que nos inculcan desde el momento en que nuestras relaciones van más allá del núcleo familiar.
Un abrazo, Mónica.
Muy buena introspección.
ResponderEliminarEl dolor ajeno se ha modificado en un poderoso instrumento de provecho personal, y la solidaridad colectiva para las víctimas, muchas son falsas. Las estafas millonarias de algunos de sus miembros directivos deja claro que no les importa el dolor y sufrimiento ajeno, y olvidan que los grandes problemas sociales del mundo nos afectan a toda la humanidad.
Muy buena reflexión Mónica. Muchas preguntas sin respuestas taxativas. Yo diría que la solidaridad depende de la empatía que cada ser humano sea capaz de desarrollar y eso es algo con lo que se nace pero que también se puede modificar con la educación.
ResponderEliminarEnhorabuena por tu texto, da para reflexionar.
Un beso
Pienso que la solidaridad es un instinto primario, de especie. Pienso igualmente que son los gobiernos y las naciones los que no son capaces de favorecer el camino hacia una igualdad efectiva entre los pueblos.
ResponderEliminarUn abrazo.