lunes, 13 de abril de 2015

HISTORIAS EN PARALELO

Con motivo del interés despertado a causa del texto publicado para este pasado encuentro juevero, transcribo en forma completa el primero de los tres relatos que narran la misma historia según el punto de vista de cada personaje. La idea surgió a consecuencia de una película basada en un cuento de Dickens, Great Expectation. Mañana subiré la segunda parte y el miércoles la que corresponde a la visión del tercer personaje.
Espero les guste y no les resulte demasiado largo.

HISTORIAS EN PARALELO 

Parte 1: UN EXTRAÑO PARAISO
 
Era un pueblo con mar. Manu recién cumplía los catorce y ya ansiaba levantar vuelo. Conocer nuevos rumbos…despegar con el viento.  

Desde que tenía memoria vivía con su hermana en una casucha cerca de la playa, sobreviviendo como podían. Apenas recordaba a su madre y de su padre sólo tenía una foto gastada.  

Pasaba sus horas mirando los pescadores y dibujando los cangrejos, peces y pájaros que solía contemplar con la avidez de quien está dispuesto a maravillarse con la variedad de las formas, los colores y las líneas que regala la Naturaleza.  
    
Su talento en el dibujo era algo instintivo, explorado en soledad, abriendo todo su espíritu para ser capaz de entender aquello que está por detrás de las formas. Lograba captar no tanto la exactitud fotográfica de lo que dibujaba sino aquello que pocos logran ver pero que todos presienten. Cualquier trozo de papel que caía en sus manos, la arena de la playa, una madera arrojada por el mar, todo era usado como excusa y testigo de su afición al dibujo.  

Para sobrevivir, se las arreglaba ayudando al viejo jardinero que trabajaba en las grandes mansiones de la colina, rincón del pueblo que contaba con la mejor vista y escondía grandes misterios.  

Entre las viejas casonas sobresalía una… la de aspecto más tétrico y abandonado, pero sin duda la que siglos atrás había sido la más lujosa. Sobre su dueña, desde que él recordaba, se decía que estaba loca. Muchas historias fantásticas se tejieron alrededor de su persona pero una de todas las que había escuchado le pareció desde siempre la más confiable: la mujer, había sido en su juventud, una de las herederas más solicitadas, con infinidad de pretendientes que se diputaban su belleza y fortuna. Sólo uno había logrado despertar el amor y la pasión de la otrora bella joven quien perdiera la razón el mismo día de su boda, cuando el novio decidió huir con su mejor amiga. Desde aquel funesto día, la mujer renunció a todo contacto con el exterior, sumergiéndose en sus fantasías y su despecho, dedicándose a sobrevivir en su locura. Con los años, sus padres y demás familiares fueron muriendo quedando solamente una sobrina que desde muy pequeña fue recibida en aquella mansión de tristeza y abandono.  

Manu nunca había transpuesto aquellas enormes rejas de hierro ni el inexpugnable muro que rodeaba la propiedad. A pesar de ello siempre se sintió especialmente atraído por aquel mundo irreal que adivinaba era su interior y en sus tardes de exploración y dibujo más de una vez se vio tentado de reproducir las volutas y los festones de aquel magnífico portal.  

Un día, el deseo de conocer lo que realmente había tras de aquellos muros se hizo realidad: el viejo jardinero con el que trabajaba había recibido el encargo de desmalezar el enorme parque que rodeaba la vieja casona, por lo que ambos se dirigieron hacia allí, no sin bastante recelo por lo que podrían hallar.  

Cuando el viejo se anunció haciendo sonar el timbre del portal, alguien desde el interior accionó un mecanismo de apertura y las enormes hojas del portón se abrieron con un chirrido casi escalofriante. Ante los atónitos visitantes, una frondosa selva desordenada se interponía entre la entrada y el viejo caserón. El bosquejo de lo que sin duda fuera el sendero principal apenas se abría paso bajo un enmarañado techo de enredaderas desprolijas y secas. Varios árboles añosos se abrían camino hacia el sol, sin duda buscando alejarse de aquel jardín que más parecía un cementerio.  

Avanzando entre el lodazal que se había formado entre la espesura, los dos visitantes se aventuraron hasta llegar a la vieja mansión, tan descuidada y tétrica como el exterior que la rodeaba.   

Una vieja criada que apenas susurraba entreabrió la puerta principal y le dio al viejo jardinero las instrucciones del caso. Mientras el viejo se ponía de acuerdo en los pormenores, Manu aprovechó para detenerse en los detalles de aquella casa que sin duda, en otra época, había albergado grandes lujos.  

Lo que fueran magníficos vitrales hoy sólo eran vidrios sucios tapizados de mugre acumulada y de hojas resecas. Los bancos del jardín parecían sepulcros vacíos poblados de fantasmas, y bajo la pérgola lateral que daba hacia lo que había sido un pequeño lago artificial, se veían apenas, bajo un espeso manto de hojas muertas y moho, los rastros fastuosos de lo que parecía haber sido una gran fiesta. Varias mesas cubiertas por harapos de manteles raídos quedaban aún luciendo los restos de una valiosa vajilla totalmente destruida por las inclemencias del tiempo. Las mudas estatuas aumentaban la sensación de dolor perpetuo. Parecían llevar ahí siglos, mudos testigos de lo que por algún motivo que no alcanzaba a comprender, le producía una extraña atracción.  

Aprovechó que la discusión entre criada y jardinero se extendía bastante y tomando la libreta que siempre llevaba consigo, se puso a garabatear sus dibujos, tratando de imitar los restos inquietantes de lo que alguna vez fuera una gran fiesta. Con su natural destreza logró captar toda la rancia belleza de aquellos cadáveres de loza y cristal arrumbados sobre la mesa mugrosa, mientras danzaba al viento el mantel desgastado, luciendo el antiguo encaje a modo de mortaja perpetua.  

Abstraído por aquella singular imagen Manu no notó que unos inquietantes ojos lo miraban con desprecio. El crujir de unas ramas al romperse le advirtió que alguien o algo se ocultaba entre las sombras de aquella jungla encantada. Sobresaltado, dejó de dibujar, buscando infructuosamente aquella presencia que, sabía, lo observaba.  

No sin sorpresa descubrió que una chica de más o menos su edad lo contemplaba con marcada insolencia desde el fondo de la galería. Por educación, la saludó con la cabeza, casi sin pronunciar palabra. La joven, disimulando su interés, apenas avanzó unos pasos y lo increpó con soberbia preguntando qué estaba haciendo allí. Notablemente nervioso, Manu se esmeró en responder explicando el motivo por el que allí se encontraba, pero pronto se dio cuenta que en realidad a la muchacha no le interesaba su justificativo, sino que esa era la mejor excusa que había encontrado para acercarse a ver sus dibujos.  

Con mucha displicencia y fina elegancia la hermosa joven se le acercó sin perder el aire de superioridad que brotaba de cada uno de sus poros y sin aparentar brindarle mucha atención, su mirada se posó en los inacabados dibujos que Manu intentaba ocultar.  

El llamado del viejo jardinero interrumpió aquel mudo duelo de miradas y el novel artista se retiró luego de saludar con cortesía.  

Mientras doblaba sus papeles el corazón de Manu se aceleró al punto tal de hacerle temblar la voz cuando intentó explicar su retraso. Aquellos ojos claros y provocadores habían atravesado de una vez y para siempre su corazón recién estrenado.  

La tarde transcurrió completa entre ramas secas, hojas crujientes y podadoras, y por más que se esforzaba no lograba apartar su pensamiento de aquella hermosísima mirada color agua.     
                               
Cansado y bastante sucio, cuando se encontraba guardando las herramientas que estaban a su cargo, la vieja criada se le acercó sin pronunciar palabra y extendiendo hacia él su mano le entregó un fino papel rosado impregnado en sutil fragancia femenina.  

Sorprendido, tratando de no ensuciar aquella joya con sus manos terrosas, lo abrió y descubrió que se trataba de una nota. Las dueñas de casa le habían hecho una formal invitación para tomar el té la tarde siguiente encomendándole que trajera también los implementos para realizar un retrato.  

Cuando se dispuso a pedir detalles, la criada ya había dado por completada la misión y se retiró hacia el interior de la mansión, cuidando de cerrar fuertemente la puerta de servicio.  

Esa noche, al llegar a su casa, le comentó a su hermana la extraña experiencia en aquella casa y la invitación que le habían hecho. Notoriamente sorprendida, quien fuera casi su madre desde que la verdadera muriera, le recomendó que no dejara de asistir a aquel evento tan inusual.

Sabía que aquella excéntrica millonaria era muy rara y que no solía invitar a nadie a su casa, menos aún a un novato artista-jardinero totalmente desconocido. Así mismo le sugirió que fuera cauteloso y prudente porque sabía que cualquier actitud que la dama encontrara fuera de lugar sería motivo suficiente como para que le hiciera pasar un mal momento.  

Evaluando los pros y los contras, Manu decidió aceptar la inusual invitación, seguramente alentado por la idea de volverse a encontrar frente a frente con la portadora de aquella inolvidable mirada.  

Esa mañana se levantó inquieto deseando que el reloj acelerara su paso y enseguida se cumpliera la hora en que retornaría a aquella mansión detenida en el tiempo. Ese extraño ambiente entre tenebroso y magnífico le atraía enormemente y cobraba una nueva claridad cuando en las escenas de sus sueños recordaba a la también mágica anfitriona.  

Por fin llegó la hora, y vistiendo su humilde ropa de domingo, tomó sus lápices y el mejor papel del que disponía y se encaminó hacia la ruinosa mansión.
 
A los pocos minutos de tocar el timbre, las enormes hojas del portón de hierro se abrieron sin que él tuviera que explicar de quién se trataba. Con paso firme recorrió otra vez aquel sendero umbroso poniendo esta vez más atención en observar lo fantasmagórico que resultaba conservar por tanto tiempo los restos de aquel fatídico y lejano banquete. Adivinaba la intención de quien por dolor y despecho perdiera la razón y pretendiera detener el paso del tiempo en el que fuera quizás, su último momento de felicidad.  

Se le ocurrió pensar que había también en ello mucho de auto castigo, porque condenarse a ver por siempre a aquellos restos debería ser una tortura muy difícil de sobrellevar.   

Cuando se detuvo frente  a la puerta principal, la criada le indicó el camino hacia el piso superior sin pronunciar siquiera una palabra.  

Apenas transpuesto el umbral, Manu sintió que otra vez su corazón iba más aprisa que sus pies, urgido por ascender esa escalera fantástica que parecía unir la pesada y dolorosa estancia en el suelo de los recuerdos con la grácil y etérea luminosidad de la fantasía y de la locura.      
                       
La cúpula de cristales multicolores que coronaban el hall del piso superior estaba semi oculta por cantidades imposibles de hojarascas y mugre acumulada por siglos, pero aún así conservaban el maravilloso poder de trastocarse por el sol de la tarde que desbordaba su luz y calidez en aquella increíble estancia. 

Bajo ese juego de colores y cristales aguardó, inseguro, por un largo rato, esperando que alguien viniese a recibirlo. Su inquietud se transformó en duda pensando que quizás hubiese entendido mal las señales de la poco comunicativa criada.  

En esos divagues estaba cuando de improviso traspuso una de los numerosas puertas que rodeaban el hall, quien había sido la inspiración de su último sueño.
 
La luz natural, que se descomponía en mil tonalidades hizo que la bella muchacha pareciese salida de un cuento de hadas, mágica dulzura que contrastó con la frialdad con la que lo recibió.  

Poniendo en evidencia su molestia y tras un breve - buenassss tardesssssss – que alardeaba de sus “s” de manera de recalcar su presencia, con un mohín de su cabeza le indicó que la siguiera.  

Luego de golpear suavemente con su puño de ángel una de las puertas, muy decidida giró el lujoso picaporte de bronce torneado y dejó ver ante él una gran habitación con dos grandes ventanales y cortinas de pesado terciopelo. Sobre el valioso y abundante mobiliario infinidad de botellas de perfumes, adornos, jades, estatuillas, lámparas de cristal tallado, abanicos, collares, libros, antiguos discos y gran cantidad de un exagerado vestuario dieron la bienvenida al joven que encontraba en aquellos tesoros mil excusas para justificar una pausa e intentar reproducir aquellas formas y colores. 

En medio de aquel caótico lugar, duplicada por su propio reflejo, una excéntrica mujer de edad indefinida bailoteaba al ritmo de una vieja canción melosa y demodé. 
 
Una de esos viejos tocadiscos, que Manu sólo había visto en revistas y libros antiguos, brindaba su melodía recortada entre las imperfecciones que le dejó con su paso el tiempo.  

En medio de uno de los giros, la mujer, aparentemente ajena a la presencia de los dos adolescentes tomó al muchacho por sus manos y lo sumó a su rítmica danza.  

Unos minutos después, quizás advertida por su sobrina, la mujer se detuvo de improviso, sorprendida por la presencia del muchacho que tenía frente a sí, rodeando con la mano indecisa su cintura.
 
Casi con rechazo, de repente lo alejó para contemplarlo, curiosa por saber la identidad de aquel improvisado bailarín.  

No tuvo que preguntar para ponerse al tanto de quién era. Su sobrina le explicó que se trataba del jardinero, aquél que al día anterior anduviese curioseando por los alrededores de la casa y a quien la mujer se encaprichara en invitar a tomar el té.  

Haciendo un esfuerzo para mostrar su desaprobación, la muchacha se sentó con pesadez sobre uno de los suntuosos sillones de la sala, cuidándose que el muchacho se percatara de su desdén.  

Como por arte de magia la dueña de casa pareció despertar de un sueño recobrando su ubicación en el tiempo y su memoria, porque luego de dar la orden para que trajesen la merienda lo encomió para que sin más trámite el joven comenzara a retratar a su sobrina.  

Como si la tarde anterior no se hubiera percatado de la capacidad del joven artista, la muchacha se mostró displicente, dudando de que el jardinero devenido a dibujante tuviese el suficiente talento.  

No sin una marcada cuota de coquetería, mientras tanto, se acomodó desenfadada en aquel poltrón de pana que debería tener tantos años como la mansión misma. Manu se dio cuenta que la muchacha lo miraba disimuladamente en el gran espejo que tenía frente a sí, aunque aparentaba tener otros asuntos más importantes en su cabeza. Aquella actitud lo convenció de que en realidad había sido ella misma quien persuadió a su tía para invitarlo. Supuso que la vanidad de una muchacha de su posición social le impedía demostrar interés por el mediocre talento artístico de un jardinero devenido en dibujante y quizás por eso decidió no darse por ofendido por aquellos modos altaneros.  

A pesar de lo rústico de sus herramientas de dibujo, Manu sacó de su estuche los lápices que había llevado y los acomodó cuidadosamente, como quien acomoda frágiles instrumentos de precisión.  

Extendió una impecable hoja de papel blanquísimo y se dispuso a iniciar el retrato por el que había sido convocado. No podía negar que estaba bastante nervioso.  

Intentar reproducir las formas y emociones de un rostro no es igual que dibujar un elemento inanimado o alguna flor. Ese tema requería de un especial talento y disposición de espíritu y el joven artista lo sabía.  

Trató de tranquilizarse y distenderse; movió con aire de profesional sus dedos para desentumecerlos y con una particular atención se dedicó a observar en profundidad las formas de aquel rostro entre angelical y perverso que se esmeraba en ignorarlo.  

De improviso, sus ojos se iluminaron, sintió que descubría el hilo esencial que lo podría llevar hacia el interior de su modelo y allí mismo comenzó el retrato.  

La curva del perfil se reprodujo de un solo trazo. La gracia de la nariz se lució en su curvatura. Con decisión comenzó a plasmar las líneas que definirían los ojos y con pocos trazos logró captar la profundidad de la mirada. Ya la tenía atrapada. Ya sabía qué buscar y poco a poco logró captarlo. Su técnica era muy primaria pero su talento era verdadero.  

No sin que algún revelador temblor manifestara sus nervios, logró darle unidad y expresión a la cabellera, marco perfecto para aquel rostro de rasgos finos y delicados.     
                                                
Cuando sintió que había culminado, extendió hacia la mujer el que fuera su primer retrato. Lo complació ver que aquella extraña dama asentía y sonreía; creyó en ese instante que no quedaban ya rastros de lo que antes parecía locura; y mientras de reojo, contemplaba a su bella modelo, una inigualable sensación de satisfacción interior le invadió el corazón poco acostumbrado a aquellas sutiles emociones.
 
Apenas culminada la sesión, la joven, a pedido de su tía, acompañó a Manu hasta la salida. En el camino, en lugar de salir por donde habían entrado, su anfitriona decidió mostrarle otro lugar de la mansión. 

Mientras lo guiaba, la joven, sin siquiera mirarlo, le dijo de improviso su nombre: - Ada…sin “h” y sin alas…- aclaró y sorprendiéndolo otra vez lo condujo frente a una fuente que se encontraba en el medio de lo que alguna vez fuera un jardín de invierno.  

La belleza de aquella rubia cabellera cobró un nuevo fulgor ante la luz del sol que se filtraba en cascada y se fundía con el agua que manaba.

Provocativa y desenfadadamente, Ada se inclinó hacia la fuente y comenzó a beber, sedienta, de aquella agua dorada.  

Con los ojos y apenas con un gesto, lo invitó a beber también…tentación irresistible para un joven recién devenido en artista y en enamorado.

Cuando se acercó a probar aquel frescor, Manu sintió la cercanía de aquellos labios jóvenes y húmedos que se esmeraban en disfrutar sin disimulo. 
 
Apenas un destello de luz especial en aquellos ojos le anticipó lo que vendría…
…y fue así, mezclado con el agua de aquella fuente, que Manu aprendió cómo puede ser de dulce un primer beso.

  

4 comentarios:

  1. Que buena historia. Cuanto se escondía dentro de esa hermosa y joven mujer, con aire despectivo. Tal vez lo qué el vio cuando la pintó.
    Y es posible que ella haya visto algo especial en el protagonista.
    Muy interesante y bien escrito.

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  2. Y pensar que en tan arrogante belleza pueda esconder dulzura?
    Parece que Manu va muy bien en la conquista que lo deslumbro. Pero cuales seran los propios motivos de Ada? MMmm solo el siguiente capitulo lo explicara.
    Genial, Monica.
    Un beso

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  3. Estoy esperando ya la continuación de la historia, que promete grande sorpresas.Un saludo

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  4. Muy bien narrada la historia, estoy ansiosa por continuar....
    voy

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