ESTE JUEVES, UN RELATO: MENSAJE EN UNA BOTELLA

Y es que siempre he tenido esa sensación. Ese casi imperceptible hormigueo en la boca del estómago que cobra vida en el momento mismo de lanzar la botella.

Después viene la distensión momentánea, la satisfacción interior de haber conseguido atrapar con palabras lo que antes  fuera apenas una nube.

Más tarde la cosa se diluye en medio de la inmediatez de las rutinas cotidianas. Quizás dos o tres veces a lo largo del día me veo tentada de echar una mirada para ver qué tal, si alguien pasó…pero nada más. No ya aquella impaciencia infantil de las primeras épocas donde la sorpresa por cualquier señal de proximidad provocaba una indescriptible emoción muy parecida a la alegría.

Lo que no ha cambiado es la satisfacción sincera por haberlo logrado, por haber conseguido cerrar el ciclo de mensaje echado-mensaje leído- reflexiones generadas.

Y es que andar publicando en un blog en mucho se parece a eso de enviar mensajes esperanzados dentro de una botella, lanzándolos a un mar inabarcable surcado por millones de navíos y poblado de infinitas islas. Uno va así intentando comunicarse a través de pequeños papelitos con mensajes cifrados, aguardando ser dilucidados por otro alguien que a su vez espera ser interpretado.

Y si se da, si de veras se consigue completar el ida y vuelta -el vínculo real que generan esas botellas intercambiadas en un mar de cercanías- uno se siente bien: acompañado y comprendido en esto, que podría ser nada si se obviaran las respuestas… si  los mensajes envasados en virtuales botellas jamás regresaran con sus reflejadas propuestas.

Más mensajes embotellados, en lo de Encarni