Luego de releer el relato que escribí para este jueves, se me ocurrió continuar la historia en retrospectiva, ahondando en la culpa que el personaje fue reviviendo a causa de esos misteriosos llamados telefónicos. Si las musas me ayudan -y el público me acompaña (jejeje)- intentaré luego completar la trilogía con los sucesos que dieron origen a los otros dos.
Gracias desde ya por su constante compañía.
Gracias desde ya por su constante compañía.
LA CACERÍA
Ese fin de semana sería la
cacería. Luego de varios intentos al fin pudieron ponerse de acuerdo sobre los
detalles y lograron combinar el día. El pequeño grupo saldría muy temprano hacia
las montañas, acamparían, y desde allí se dividirían en dos. El Tuerto y un
fulano del pueblo irían río arriba y él y el Manso bajarían hasta el lago para
probar –de paso- suerte con la pesca. Él se llevaría al Dingo -ya confirmado
como avezado rastreador- de ese modo se aseguraría lo que en realidad buscaba:
toparse con el oso que varios campesinos habían estado viendo por las
cercanías, atacando incluso a dos ovejas que pastaban en las afueras del
bosque.
Pese a lo que en un principio
había temido, no estaba nervioso. Más bien se reconocía ansioso por poder llevar
adelante su plan tal cual lo venía armando desde que le dieron la nefasta
noticia.
Como si desde ese instante nada
más hubiera tenido sentido, se dedicó los siguientes días y noches a elucubrar
la manera en que pudiese vengarse de aquel desgraciado. Fantaseó con gran
placer mil y una maneras de matar al susodicho con sus propias manos, llegando
incluso a imaginar con nitidez la expresión que tendrían en ese momento sus
ojos vidriosos.
La sola idea de poder aniquilarlo
le resultaba íntimamente satisfactoria, llegando incluso a mitigar las
laceraciones de antiguos resentimientos. Pero la imagen avergonzada de sus padres
y de su hermana se le cruzaba en sus ensoñaciones de venganza, logrando ese
hecho cambiar el rumbo de sus pensamientos. No. La revancha no debía realizarse
abiertamente. Debía diseñar con gran cuidado lo que debería parecer un
accidente y en realidad sería un frío asesinato.
La eventualidad de la aparición
de aquel oso por los alrededores le despertó la idea y su merecida fama de
cazador experto le dio la fuerza como para organizar, con gran tino, la excusa
de esa cacería como velo para ocultar sus verdaderas intenciones: matar al
Manso haciendo que parezca un lamentable infortunio.
………..
Llegó por fin la madrugada tan
esperada, los cazadores estaban listos, al igual que los perros. Se dividieron
los grupos, se alistaron los pertrechos. El Manso siempre le había confiado a
él la provisión de sus rifles, no por nada lo llamaba, bromeando, “el gran
experto”. Fue durante un breve descuido que cambió los cartuchos: sustituyó municiones buenas por salvas. Como era de esperarse, nadie lo advirtió.
La habilidad del Dingo como
rastreador apresuró el encuentro, ambos hombres ubicaron esa misma tarde su
presa cerca del lago, en las afueras del bosque, tal cual él lo había
conjeturado.
El oso era inmenso, bravo y ágil.
Cualquier cazador de aquellos parajes lo consideraría un muy digno oponente.
Confiado por sentirse respaldado por su colega de caza, el Manso se adelantó
unos pasos intentando ser quien abriera el fuego. Varios fueron los disparos
que dio antes que por su mente pasara la sospecha de que algo estaba mal con
los cartuchos. Una y otra vez, gatilló en vano antes de gritar desesperado al
ver que aquella fiera enorme se le abalanzaba sin contemplaciones. La
incredulidad fue más grande que el terror al comprobar que su compañero
observaba desde cerca sin dignarse a disparar. Sólo lo hizo cuando la fiera
salvaje había realizado ya su faena descuartizando a quien –sin imaginárselo siquiera-
había sido presa de un muy bien calculado asesinato.
Gracias por un blog interesante!
ResponderEliminarAmiga, la presa siempre tiene miedo...
ResponderEliminarSaludos y un abrazo.
Me he quedado muda.
ResponderEliminarY esperé que el oso fuese pacífico con los humanos...esa era mi venganza con el traidor compañero de caza.
Odio la caza. Cada día más.
nunca mataría un animal, no entiendo el matar por matar y si comprendo en cazar o pescar para alimentarse.
ResponderEliminarLa presa, como siempre queda en un eslabón más de la cadena alimenticia
es una historia muy cruel, usar como pretexto la cacería, que es inhumana hasta los huesos, para matar a alguien tratando de camuflar un crimen para que quede impune y así lograr una cuartada perfecta, además que culpa tiene el oso? tiene que comer por dios! es por ello que tiene que robar las ovajes, es un animal depredador, y somos nosotros los que invadimos su hábitad, para colmo de malos con la naturaleza somos perversos, no te culpo, es una historia que se basa en la coducta real del humano, pero me jode que sea así, sólo espero que el día final de la humanidad, sólo ese día estaré convencido de que el mundo se habrá librado de un ser diabólico y perverso
ResponderEliminarEsta precuela le da sentido a la historia. Explica a que fantasma le temia el protagonista. Puedo agregar que algunos consideran fantasma a la proyeccion de los temores humanos, no algo sobrenatural. Tiene sentido que alguien capaz de cazar por deporte sea capaz de una venganza tan friamente planeada.
ResponderEliminarLas musas te han inspirado, tal vez por eso hoy estoy trabado al escribir, estan muy ocupadas. Fue un chiste. Muy bien escrito.
Tal vez hayas cometido un error en lugar de salvar por cargas buenas, sospecho que iba cargas buenas por salva.
Estaría logres termninar la trilogia.
gracias demiurgo por marcarme el error!
ResponderEliminarMe encanta cuando un relato no termina, sigue vivo en nuestra mente y la historia va adquiriendo sentidos, a la vez que genera otras inquietudes. ¿De qué se quería vengar el protagonista?
ResponderEliminarMe gustó, estoy atrapado por la historia.
Besos.
¡Pronto seguimos! A trompicones, con sobresaltos, o como la vida nos deje.
ResponderEliminarMientras tanto, no me olvides.
Un abrazo, compañera. :)