RETRATO
UNO
Tarde
de lluvia serena, más bien garúa. Fin de siesta de pueblo adormilado. Paredes
descascaradas de pieza de pensión. Olor a naftalina disimulada tras la colonia
de lavanda. Vestido verde con flores blancas de cinco pétalos, parejitos.
Cadena y cruz de oro al cuello. Un solo anillo con pequeña perla en anular
derecho. Taza de té humeante recién preparado. Algunas masitas de coco
haciéndole compañía. Rítmico paso del tiempo remarcado por el tic tac del reloj
de péndulo. Ansiosa espera, con la certeza de no ser recompensada. Novelón
cursiento aguardando, sobre la carpetita tejida al crochet de la mesita de la
entrada. Página marcada con cinta ancha de raso prolijamente recortado.
Revistas varias, de modas y variedades. Sillón de pana descolorido heredado de
tía venida a menos. Un par de cuadros con bailarinas sempiternas pasadas más de
una vez de madre a hija. Lejanos pensamientos desplegados ante el ventanal
mojado. Imagen de lo que quiso ser y no ha sido, colgado en la pared en forma
de retrato. Lágrimas de un cielo que sabe de soledades y un tiempo que se quedó
en la nostalgia. Suspiros entrecortados en la tarde resquebrajada, aguardando
lo que nunca llegará ni se anima a ser buscado.
RETRATO
DOS
Peinado
a la gomina, cuidadosamente extendido el cabello de frente hacia la nuca, con
raya al costado, tan derecha que parece trazada con ayuda. Camisa irreprochablemente
blanca, almidonada. Gemelos dorados con detalles de nácar, no muy discretos,
pero elegantes. Traje de domingo, recién planchado. Ni una pelusa en la solapa.
Le cae como pintado. Corbata con
rayitas de cuatro colores, única fisura en su impecable traza. Apenas una
hilacha delata la historia de sus años cumplidos. Jazmín en el ojal
estratégicamente colocado para tapar la sombra que alguna vez le imprimiera una
lágrima inoportuna. La tez recién afeitada, acicalado con unas gotas de aquel
perfume que alguien le trajera de la capital. Manos sin durezas, predispuestas
a las caricias Uñas cuidadas… de manicure.
Reflejo confortante en el espejo del recibidor. Impecable estampa de galán
forjado, reconocido y envidiado. Encendedor de oro…otro regalo…memoria de una
historia que hace mucho culminó. Cadena en el llavero con iniciales enlazadas,
registro de otra fecha que ya pasó. Billetera de cuero, esperando ser llenada,
aguardando sobre un mármol en la estancia principal. Musiquita de ayeres que
vuelven por la radio se hacen el silbido que elige el ganador. Últimas gotas de la lluvia que agoniza en la vereda le
anuncian que está pronto el sol en su esplendor. Con paso displicente y bríos
renovados, la billetera cargada, y aires de gran señor.
COLLAGE DE DOS RETRATOS: Aquel primer encuentro
Paso displicente, cigarrillo en la diestra, sonrisa
socarrona, mirada seductora que juega a dejarse llevar.
Vestido verde con flores blancas de cinco pétalos,
parejitos. Aroma de lavanda en vuelo, acompañando su andar. Tarde de domingo de
fiesta. Aniversario de pueblo que invita a festejar.
Peinado a la gomina, cuidadosamente alisado hacia el
costado. Traje recién planchado que cae como pintado. Manos suaves, varoniles,
predispuestas al hábito de acariciar.
Rítmico juego de andar pausado alrededor de la plaza.
Esperado recreo, con el deseo de recompensar.
Jazmín en el ojal. Recién afeitado… impiadoso aroma del perfume
que atestigua impecable estampa de consumado galán.
Aventurados pensamientos desplegando un sueño posible.
Retrato proyectado de lo que quiere ser y quizás, de su brazo, pronto
alcanzará.
Corbata con rayitas de cuatro colores, apenas un detalle que
no logra conciliar.
Lágrimas olvidadas bajo un cielo sin soledades, tiempo que
se abre lejos de la nostalgia que se va.
Musiquitas de ayeres que vuelan por la calle, se van
haciendo el silbido que elige el ganador.
Novelón romántico aguardando ser autografiado. Mil suspiros ansiosos por dejar de ser sueño
y amar.
Excitante reflejo de sí mismo proyectado en los ojos de
ella, quien con disimulo, no para de mirar.
Últimas gotas de sol en la vereda, el día que agoniza
anunciando ya la noche, que en su esplendor, está por comenzar…
Antesala de infiernos fue en ella ese verano: promesas
incumplidas que nunca sanarán.
Pasarratos distante, para él, el mismo tiempo. Muy pequeño
recuerdo… uno más para guardar.
Me dejaron la intriga estos relatos. ¿Hubo encuentro o no lo hubo? ¿Acaso ese encuentro produjo luego desilusiones?
ResponderEliminarUn magnífico collage. Besos
ResponderEliminarSalud y República
tres relatos en uno, y el dejo porteño en el chamuyo,
ResponderEliminarllega, me llega
saludos