Perspectiva 1. DESCUBRIENDO SU LUGAR
Decidió que era mejor no mirar atrás desde el camino. Cuando se toma la decisión de partir es más sano no reconsiderarlo estando ya con el equipaje preparado y una lágrima a flor de piel.
No eran una familia modelo, los tres lo tenían muy presente. Hombre, mujer e hijo, cada cual más ensimismado que el otro en sus propios juegos…que más juegos solían ser conflictos.
Cuando supo de la propuesta del traslado ella pensó que un cambio de aire les haría bien. Vivir en un pueblo tendría sin dudas sus complicaciones, sobre todo para gente que ha nacido en ciudad y ya tiene incorporado como indispensable el ruido del ajetreo cotidiano, el humo urbano, las aglomeraciones, los griteríos. Pero por eso mismo pensó que desacelerar un poco el ritmo de sus vidas y sus exigencias repercutiría en bien de la familia y poco a poco llegaría la adaptación.
El último tramo del largo trayecto lo hicieron en auto, desde la estación hasta las cercanías del pueblo, donde los esperaba la que sería su nueva casa.
Rodeada de amplio jardín les resultaría, quizás, demasiado el espacio a su disposición, tanto como para mantener aseado como para llenarlo. Pero no quería adelantarse con sus preocupaciones. Ya llegaría el momento para reconsiderar la magnitud de todo aquello.
Sus pensamientos en esos momentos estaban dedicados a intentar recomponer los lazos de afecto entre ella y su familia, tratar de buscar el origen de aquella incomunicación y apatía que los había envuelto desde hacía tanto que no lograba rememorar épocas felices de alegrías familiares compartidas.
Apenas al llegar fue cuando tomó definitivamente conciencia de que ya no habría vuelta atrás. Aquella sería su casa por los próximos cinco años al menos.. y la imponencia y el descuidado estado de aquellos muros lograron atravesar todo su ser con franca inquietud. ¿Cómo haría para enfrentar semejante desafío, semejante casa, semejante soledad, semejante diferencia con lo conocido…?
Sin embargo, se contuvo para no poner en evidencia su preocupación ante su marido y sobre todo, ante su hijo.
La mudanza fue más caótica de lo que pensaba. Varias cajas con libros se perdieron en el traslado y otras tantas con platos y copas se maltrataron al desembalarlas.
Si bien demoraron bastante en instalarse, la comodidad de la espaciosa casa compensó en algo el disgusto de saberse alejados de la poca vida social que se adivinaba en aquel pequeño poblado.
El primero en tener que habituarse al nuevo ritmo de su rutina fue su hijo. Al otro día de haber arribado debió retomar sus clases en la pequeña escuela del pueblo, absolutamente diferente del especializado colegio en el que cursaba en la ciudad. Su solitaria naturaleza habitual quizás se viera incentivada por los juegos más inocentes de los chicos de aquellos parajes, acostumbrados al contacto con la naturaleza y lejos de las competencias y modalidades urbanas.
Enseguida su marido fue quien debió debutar con sus nuevas asignaciones laborales. Si bien tenía tiempo suficiente como para retornar al atardecer eran muchas las horas en que ella dispondría, por los menos en los comienzos, a solas, en la casa que recién comenzaban a hacer suya.
Desde el principio, algo muy especial e impalpable le brindó sus efluvios a modo de bienvenida: un dulce olor a almizcle mezclado con canela se desprendía del interior de aquella acogedora casa. No lograban identificar muy bien la causa del aroma, ni el lugar desde donde provenía, ya que en todos los ambientes se percibía suavemente su presencia. En ningún sitio en particular su intensidad se acentuaba o desaparecía totalmente. A veces le parecía descubrir que era la madera de ventanas, puertas y escalera el origen de aquel suave perfume. Otras, identificaba directamente al aire como portador de tan sutil mensaje olfativo. Lo cierto es que a ella le resultaba muy grata esa fragancia y al poco tiempo desistió de buscar su origen limitándose simplemente a percibirla y disfrutarla.
Se sentía particularmente cómoda entre aquellos muros, como si algo especial la invitara a relajarse y hallar entre sus rincones la buscada felicidad.
A medida que iba logrando acostumbrarse a los recovecos de cada habitación, a las curvas de cada moldura, las particulares perspectivas que se obtenían desde cada estancia, aumentaba su interés por hacer aún más acogedor cada rincón, por refaccionar los detalles de puertas y revoques, por renovar las pinturas descascaradas.
Se le ocurrió que había sido la propia casa quien había decidido aceptarla como parte del lugar, mientras, gracias a sus cuidados, la casona iba recuperando el brillo que por la desidia y el olvido había perdido.
Una mañana, sin que hubiese sucedido algún hecho especial que lo determinara, se sintió profundamente feliz y satisfecha, un indefinible bienestar interior le fue brotando por los poros, comprobándole a ciencia cierta que al fin había descubierto su lugar en el mundo…
(continuará)
Un hogar no es una casa no. Pero es verdad que hay casas que sintonizan con uno y otras a las que uno nunca termina de acostumbrarse. Y supongo que eso debe influir en construir el concepto "hogar".
ResponderEliminarA esta mujer la casa le transmite paz, que era lo que buscaba para recomponer los lazos con su familia. Y ya no le importa vivir en un pueblo. Y ya no extrañará la ciudad seguramente.
Veremos que piensan los otros integrantes de la family.
Un beso vecina.
Y priiiiiiiiiiiiiiii
Neo un amigo me dijo que a veces mudarse de casa implica nuevos proyectos, a veces las casas están marcadas por problemas, me encanto la descripción que haces de los olores es como si estuviera allí,esperemos un final reconfortante para los demás miembros de la familia y para nosotros un abrazo Neo {o.o)
ResponderEliminarEso me pasó a mi cuando dejé mi piso de la ciudad y me vine a la aldea.
ResponderEliminarBuena tu historia...es cierto, hay que dar a veces un paso hacia lo nuevo para recomponer el ambiente familiar.
ResponderEliminarTe dejo muchos saludos desde un Berlín vestido de harta lluvia otoñal (ya casi invierno).
revolver la frase tópica "una casa no es un hogar" tal como has hecho es una estupenda idea. Me siguen fascinando las formas de expresión tan distintas de las de España, pero mucho más concretas y sobre todo poéticas. Gracias. Un beso
ResponderEliminarBonito sentimiento ese de pertenecer a algún lugar.
ResponderEliminarBesos, guapa.
Un placer leerte.
Renovarse es vivir!!!
ResponderEliminarCreo que el olor que desprende una casa (que así lo pude comprobar cuando tuve que mudarme) es parte de lo que nos enamora del lugar.
Continuaré
Besos dobles
Qué cierto es que el hogar es una vivencia.
ResponderEliminarentre los olores de una casa, entre las luces y sombras que por las ventanas entran, estamos, somos.
ResponderEliminarAún recuerdo cuando nos mudamos de casa, a la actual, mi hermano pequeño en unos meses cumpliría 4 años.
Todos estabamos entusiamados con la nueva casa.
Nadie había contado con él, y se manifestó, Vaya si se manifestó !!
Decoró una de las paredes de su dormitorio con heces.
Debe ser la vena artística de la familia
Era su manera de protestar,`por perder la seguridad que le daba su anterior habitación, en la casa anterior.
Por el momento te saludo y te sigo, volveré para disfrutar de tus letras, un abrazo desde Rep. Dominicana,
ResponderEliminarAndri
Me alegro por la protagonista, acertar con la casa elegida es muy importante para conseguir sentirla como el hogar soñado.
ResponderEliminarMagnifico relato.
Besos.