ENTRE LAS RUINAS DEL TIEMPO
Esa noche durmió profundamente. Ignorando miedos (a fuerza de convivir con ellos, los temores tienden a acrecentar las fortalezas), repasando obstáculos, atesorando recuerdos. Cobijada entre los resaltos de aquella torre, vigía de mejores épocas, la mujer logró alejar de su mente las inquietudes propias de quien habita desde siempre un mundo hostil de peligros constantes, de soledades eternas…
La certeza de poder casi tocar su ansiado sueño hizo que se sintiera más fuerte, más cercana a lo que alguna vez debió ser un ser humano en su integridad.
La leve tibieza de la luminiscencia matinal se coló por el ventanuco de la torre, haciendo las veces de sol mañanero – algo absolutamente perdido y olvidado en aquellos entretelones del tiempo -.
No hubo pájaros, por supuesto, ni brisa matinal ni azul de cielo…una eterna niebla gris unificaba los días y las noches desde aquellos arcanos días en que la gran explosión hizo tronar la tierra. Divisar las leves diferencias entre ellos era quizás su único distracción en los momentos de mayor quietud, cuando la noción de ser única entre bestiales sobrevivientes la invadía y le tendía la trampa de dejarse llevar hacia los espejismos de sus fantasías.
Hubiese querido ser niña. Infante alegre como decían fueron alguna vez las criaturas que acababan de nacer. Por otros tiempos el nacer era motivo de alegría, de amor, de regalo celestial, de promesas cumplidas. En lo que ella recordaba, el nacer, además de rara circunstancia era apuesta de supervivencia, un intento más de la especie por sobreponerse al ultimátum de la muerte. No se era niño por lo tanto, sólo inexperta cría intentando pasar otro día acurrucado en su recelo.
Le hubiese gustado conocer aquellos extraños animales que, alguna vez, alguien le contó que poblaron el planeta, cohabitando con los humanos sobre la superficie terrestre, dando testimonio, con su existencia, de la magnífica diversidad que la naturaleza prodigaba por aquellos tiempos.
Aunque carente de afectos fuera de los que refiriera la propia supervivencia, los pocos semejantes que alcanzó a conocer alguna vez le hablaron de otras circunstancias, otras realidades que se dieron en el pasado. Hubo un tiempo en que la tierra era próspera y vitales las aguas. Los humanos eran muchos y poblaban los cuatro rincones del planeta. Se fueron enfrentando unos a otros y acabaron exterminando lo que antes abundaba y ella sólo conoció por referencias.
Intentar soñar con aquellos lejanos tiempos en que ella ni existía había consistido hasta ahora en su principal sustento. Haber llegado desde tan lejos hasta esas ruinas, inspirada quién sabe por qué fuerzas, resultaba ser ya en sí mismo un triunfo, una hazaña tan increíble que todavía la hacía estremecer por dentro. Y ahora que estaba allí, recorriendo la imponencia de aquellas reliquias volvía a sentirse desorientada, perdida…sin saber en realidad qué buscar, dónde indagar…
Lo primero que debía proveerse era un sitio con más reparo, algo más oculto que los despojados muros del ingreso donde había pernoctado. Dedicó muchas horas a remover escombros, despejando como pudo lo que debió ser una habitación principal. Aquella estancia le resultó apropiada y estaba semioculta atravesando un abra central cubierta de tablones y restos de una estructura de madera. Aprovechó lo que pudo para proveerse de fuego dentro de su refugio.
Inmediatamente se dedicó a recorrer con la mirada los magníficos relieves de aquellos muros. Aún debajo del polvo y el desgaste acumulado, aquellas figuras tan extrañas y de bella apariencia lograban impresionarla. Sin duda se trataba de animales que alguna vez habían andado los rincones de
Había en la habitación también algunos restos de muebles y se preocupó por reinstalar los que podían ser aprovechados. Las exquisitas tallas en esas maderas le recordaron que había habido tiempos en que las manos humanas estuvieron dedicadas a destrezas ya desconocidas. Acarició un trozo que le agradó especialmente. Se trataba de la representación de una flor, con muchos pétalos y hojas que la coronaban. Decidió ponerla a la vista, sobre una cornisa que cruzaba a lo largo uno de los muros. La contempló embelezada: la luz rojiza del fuego encendido le otorgaba un encanto inusitado. Se sintió cómoda en ese rincón, por primera vez en tanto tiempo lograba alejarse por unos instantes de su permanente angustia de supervivencia. Sin darse cuenta, se dejó caer sobre una saliente en la pared del fondo del salón presionando sobre ella con brusquedad.
Para su sorpresa, determinado por ese movimiento, parte de ese mismo muro se entreabrió, dejando ver los escalones pétreos de una escalera angosta. Mientras su corazón latía más agitado por el presentimiento de haberse topado con un secreto guardado por muchos siglos, su instinto de preservación le aconsejó que bajara muñida de lanza y antorcha.
Ya acostumbrados a la oscuridad, sus ojos no tardaron en adiestrarse para andar en aquella penumbra inquietante. Afortunadamente alcanzó a ver varias teas sujetas a los muros laterales; las fue encendiendo una a una, por lo que la luminosidad se fue incrementando a medida que avanzaba. Al final del pasadizo se alzaba una gran puerta. Dos hojas de sólida madera engarzada con herrajes de hierro cedieron ante la presión de su mano temblorosa que no pudo resistirse a girar el aldabón.
(continuará)
ESpero ansiosa ese continuará Neo..me ha encantado!!
ResponderEliminarbesos y abrazos
sara
La segunda entrega nos sumerge en un mundo lleno de misterio, pero que se va haciendo verosimil y previsible: es le futuro que está ya casi al alcance de la mano.
ResponderEliminarVamos a por la tercera...
Cuantas cosas ocultas parecen vislumbrar por esa torre. No se pero se viene la gran revelación?
ResponderEliminarBueno de cualquier modo tengo que esperar.
Ay, Neo.
Un abrazo.
más... más... más....
ResponderEliminarSaludos y un abrazo.
Hola Neo
ResponderEliminarAcabo deleer las dos partes de tu relato y me he quedado completamente intrigada por su continuación, me encanta ese halo de misterio en el que se desembuelve la protagonista.
Un beso de Mar
Sigo con todo el interés este nuevo relato. Eres buenísima narradora.
ResponderEliminarGracia por dejarnos participar y disfrutar de tu pluma.
Un beso
Eres una narradora muy buena... cómo no seguirte? un abrazote y buen domingo.
ResponderEliminarVaya Neo, entre tantisima desolación, espero que este descubrimiento fortuito la lleve a grutas donde habiten más personas, y que no sea ella la última superviviente... ese no poder resistirse a la aldaba, abre una puerta enorme a ello... cruzaré los dedos y me voy a la otra entrada, para ver como definitivamente se desarrollan los hechos y que es al fin de esta mujer, si en verdad está sóla o no.
ResponderEliminarUn besote superenorme, reina.
Creo que de las trilogías tuyas que he leído, ésta es la que más me ha gustado... Sospecho a donde irá, pero ahora mismo lo confirmo...
ResponderEliminar¿Qué hay detrás de esa puerta por dios?!!!!!!!! jajaja, me voy a leer la parte final YA ...
ResponderEliminarEncuentro fascinante el contexto en el que se ubica al personaje... me conmueve ese afán de supervivencia, afán que pervive a pesar de la desolación, la soledad y la falta de sentido que parece tener sobrevivir en estas circunstancias. Interesante narrar desde esa perspectiva lo que la tierra y sus moradores han sido.
ResponderEliminarVoy a la parte final, ¿que habrá tras la puerta?