Parte dos: Cierto aprendizaje
Durante el recorrido, la soledad de aquellos parajes le fue templando más el alma. En aquella inmensidad, rodeado sólo de rocas, aves y nubes, el joven se sintió intensamente vivo, ávido de las profundas sensaciones que brotaban de lo más íntimo de sus ser: por primera vez se sintió parte del mundo que lo rodeaba, disfrutó plenamente de la naturaleza que se le brindaba sin recelos, sin malos entendidos. Pudo sentir las maravillas del universo contemplando en silencio la noche y sus magníficas estrellas, la luna mágica que iba guiando sus pasos y el sol, que lo acariciaba, cálido, cada mañana. Por alguna razón que no lograba aún comprender todo aquello le parecía diferente, más bello, más mágico, más propio… Arrobado por ese nuevo cúmulo de emociones, aquel que fuera hasta hacía poco sólo un pobre desdichado, emprendía ilusionado su impensado descubrimiento del mundo. Lo arduo del viaje se le antojó reconfortante. Se propuso sobrellevar los inconvenientes de pernoctar bajo las estrellas, expuesto al frío de la noche y las alturas como pequeño pago por disfrutar tan intensamente de aquello que si bien conocía desde siempre, nunca antes había alcanzado a ver en verdadera magnitud. Soñando despierto bajo aquel majestuoso manto de estrellas, abrigado por la esperanza de poder por fin lograr conocer a aquella mujer de tan fantásticos poderes, el muchacho se dejaba llevar por sus pensamientos intentando en vano imaginar en qué forma se concretaría la ayuda que aquella hechicera le tendería. Por primera vez cruzó por su cabeza la remota posibilidad que aquella mujer no accediera a ayudarlo. ¿Qué pasaría si por algún capricho o algún desatino que él mismo - sin saberlo - cometiera, la anciana se negara a brindarle el beneficio de su magia y su sapiencia? Tal vez, con los años, hubiese cambiado su conducta y esta vez no asintiera a socorrer a un pobre desgraciado, como tan desinteresadamente lo había hecho con aquel hombre que alguna vez le revelara su secreto. Pensó quizás que tal vez debiera ofrecer pagarle. No ya en dinero, porque de eso ya no tenía nada, tampoco podría retribuirle con algún objeto valioso, como era lógico suponer. No creía que sus pocas pertenencias lograran convertirse en pago aceptable para una maga de aquel calibre, pero quizás pudiera convencerla si se ofrecía para ayudarla en algún quehacer que ella, por esas cuestiones de la edad, ya no lograba realizar por su cuenta. El insomnio no se hizo esperar y aquella noche el muchacho volvió a sentirse en extremo inquieto por la cercanía del tan ansiado encuentro. Muy temprano, luego de desayunar con las últimas galletas que llevaba en su bolsa, decidió retomar con ahínco el tramo final de su recorrido. Apenas una hora después el obstinado muchachito alcanzó a divisar el enorme pantano de arenas movedizas que lo separaba de quien, casi podría afirmar, sería su salvadora. El desafío de cruzar por aquel hoyo hediondo y putrefacto hubiese desalentado a cualquier improvisado, pero el joven había llegado hasta allí gracias a su inquebrantable fuerza de voluntad y ese último escollo, por grande que pareciera, no iba a impedirle alcanzar su meta. Alguna vez había escuchado que aquellas ciénagas eran muy peligrosas. Grandes animales habían sido tragados por esos lodos viscosos y malolientes y pensar en atravesarlos caminando se le ocurrió como un suicidio. Así fue que luego de evaluar distintas estrategias para cruzar aquella barrera acuosa y pestilente, el joven recordó sus habilidades recientemente adquiridas y sin dudarlo comenzó, con las pocos herramientas de que disponía, a construir una rústica balsa en al que pudiese cruzar la ciénaga sin peligro. A pesar de su ahínco, requirió de muchas horas para lograr su cometido, pero haciendo gala de una férrea voluntad y mucha maña, logró armar una embarcación bastante sólida y confiable. Con la ayuda de una larga pértiga logró impulsarse por aquel mar fangoso y con mucho de decisión y algo de suerte logró alcanzar la otra orilla justo antes que cayera la noche. El chistido de un búho lo tomó desprevenido y no pudo negar que al verse hundido en medio de esa tenebrosa oscuridad, sólo guiado por la luminosidad de la luna, algo en su interior fue creciendo… y pronto se hizo miedo que intentaba doblegarlo. Pensó que quizás era mejor detenerse bajo algún árbol que le sirviera de refugio durante la noche, intentar hacer una fogata y disponerse a descansar unas horas. A duras penas lo logró. Conseguir ramas secas casi a tientas, en la oscuridad fue otro gran desafío que logró superar y por fin, las cálidas flamas le regalaron su mágica compañía. Intentar evitar que su mente asustadiza le jugara una mala pasada fue otro reto no menos importante. Cualquier pequeño rumor se le antojaba un quejido sospechoso, todo movimiento entre los juncos, algún maléfico ser acechándole entre las sombras. Esa noche duró mil siglos…pero como todo en la vida, también pasó… y fue bueno ver otra vez salir el sol por el horizonte. Apenas la luz se abrió paso ante sus ojos se dispuso otra vez a continuar su marcha. “Siempre hacia el poniente”, le había indicado el hombre, “siempre hacia el poniente” repetía sin cesar como letanía que se recita, como mágica invocación, ante la adversidad. Tras todo un día de andar, al fin alcanzó a ver la cueva. Tal como la había descrito el viajero, la caverna se alzaba sobre el precipicio que enmarcaba el límite del pantano…y hacia allí se dirigió, sin dudarlo…en busca de la magia que sirviera para destejer la tragedia de su infortunio. Agrietándose los dedos hasta que su sangre manchara las piedras por las que debió ascender, con la convicción de quien mantiene firma la esperanza a pesar de todo, el joven consiguió por fin arribar a su destino. (continuará)
|
Hermoso, inquietante, viaje inicíaco del muchacho, en medio de la natura, probándose a sí mismo.
ResponderEliminarEn algo se parece a aquel otro del chico de la selva, a traves de la naturaleza lujuriosa, se abrió paso el futuro chamán...la mágia, la luz, la madurez, la vieja, la cueva...
A ver el final, sensible Neo, bsito quintíl y mío.
Si después de tanta peripecia, la magia no le muestra nada que no conozca...
ResponderEliminarA ver qué jugoso final nos tienes preparado.
Besos
Espero que después de tenerme casi mordiéndome las uñas el final sea mágico...seguro.
ResponderEliminarMil besos.MJ
Eres especialista en mantener la intriga en tus relatos.
ResponderEliminarEspero impaciente esa tercera parte.
Un achuchón preciosa.
Apasionante y bellamente escrito.
ResponderEliminarTe sigo con atención.
Besos...!
Hola Neo, paso a saludarte y decirte que tanto este como la segundo parte, están genial!! eres una verdadera artista..
ResponderEliminarbesoss y abrazos de tu admiradora gallega
sara
Espero que su esfuerzo se vea recompensando, esperaremos el desenlace.
ResponderEliminarAbrazos.
A ver...tanta ilusión, tanta fe, tanta constancia, tanto esfuerzo, tanto tesón y empeño...
ResponderEliminarEso merece una recompensa...
Pero me da por pensar que la recompensa la lleva a cuestas...
Mmmm...
Esperaré!
:P
Un besito
Lala
Vaya, el probre muchacho sigue pasando lo suyo, luchando contra esa naturaleza desbordante, superando los miedos y con el ánimo y la ilusión a prueba de bomba... tanto esfuerzo merece esa recompensa soñada de encontrar a la hechicera y que se haga la magia, yo diria que se lo merece Neo, como decimos por aquí, el chico se lo ha currao.
ResponderEliminarEl relato, muy bonito, se lee con emoción contenida, esperando y deseando que consiga ese sueño.
Espero intrigada ese desenlace Neo, que, estoy segura que nos dejará con una sonrisa en los labios impresionante ¿o será un final triste?...uyuyuy con los nervios y la intriga!
Un besote, como siempre, enormísimo
Un viaje que despierta miles de interrogantes mientras su voluntad va adquiriendo gran evolución.
ResponderEliminarQue bueno.
Besos Noe.
Todo lo que aprendió el muchacho en este viaje ya es un tesoro que nadie puede arrebatarle.
ResponderEliminarBesos Mónica.