RECORTE 3 – EN ALMA Y NOMBRE, SOLEDAD
Se sabe linda, privilegiada, deseada, consentida, frívola, absurda, insegura…Se cree inútil, fatua, tonta, incomprendida, vacía…No quiere sentirse abandonada, odiada, rechazada, controlada, asediada…Teme hallarse sola, traicionada, desesperada, ridiculizada, ignorada…
Por miedo al rechazo y a la soledad optó por sumarse a quienes no pretenden tener otra preocupación que aparentar una felicidad que nada tiene que ver con la verdadera. Es una más de las que van adelante, y con eso le basta. O por lo menos, eso insiste en creer.
Pero cuando está sola en su cuarto, hundida en el silencio de esa casa de lujos y sin vida, en la que las sombras son recuerdos que duelen y no acompañan, suele comprender que no es nada lo que tiene y que no se está menos solo por el hecho de rodearse de mucha gente. Más aún, siente lástima por ser quién es, por ser cómo es y por su destino, tan condenado a la perpetua soledad como a la incomprensión que se le brinda con rostro de risas.
A veces llora en silencio, cuando la tozudez de sus caprichos no es suficiente para ocultar su desolación, cuando el aburrimiento de exigir lo que ni siquiera importa pasa a ser tan necio como el contenido de sus días. Y cuando llora sabe que su reflejo, patética parodia de lo que teme ser, le muestra sin piedad la crudeza de su angustia expuesta en lágrimas, reproches, abandono y tristezas contenidas.
Nadie acude a consolarla. Nadie se entera de sus miedos. Nadie calma sus tristezas. Hasta su nombre parece destinarla a esa angustia: Soledad...
Niña mal mimada que no tiene horizontes, sólo paredes de lujo por los cuatro costados y en la jaula de un destino que no sabe de ternuras ni caricias ella llora mintiendo reír, bailando sola, al compás del ritmo que la desangra por dentro.
A veces se tienta con perderse. Poner punto final a ese “ser y no ser” que la desespera. Pero no puede…o en el fondo no quiere. Y entonces busca, infructuosa otra salida. Algo al pasar, una luz que se encienda y que le muestre que hay algo más para dar y recibir en esta vida.
Tal vez esté enceguecida por luces fatuas, ilusiones vanas que la confunden y no le dejan ver lo verdadero. Si es así, está dispuesta a hacer nuevos intentos, ensayar nuevas perspectivas. Y cuando dice perspectivas se le ilumina el rostro. Recuerda de improviso las maravillosas pinturas de su vecino, ese viejo pintor que suele ver desde su balcón y con quien ha iniciado más de una vez amistosa charla, ese alguien que hizo nacer en ella un interés que nunca antes había descubierto.
Desde esa vez que lo vio trabajar en su atelier intentó muchas veces desahogarse en el papel. Enérgicos trazos. Apenas colores…solo blancos y negros haciendo de terapia y su insolencia se pierde… volcándose en las mágicas líneas que intentan plasmar su pobre alma en pena.
Detrás del ventanal, ahogado ya su llanto, alcanza a ver otra vez a su vecino. Parece que la inspiración al fin ha llegado hasta su puerta. Se lo ve trabajar sin pausa, buscando la mejor luminosidad para su obra, su concentración es grande, se le nota, hasta parece que nacen de sus ojos pequeños chispazos de genio revelado y su satisfacción, por momentos, se deja ver sin pudores en una sonrisa.
Mientras de lejos lo observa trabajar, descubre que no está sólo, alguien más lo acompaña. Es un muchacho algo extraño. Vestido totalmente de negro, parece interesado en algunos de los cuadros más antiguos del viejo pintor. Aquellos que ya le mostró una vez a ella. Esos, en los que se asomaban ráfagas de ira contenida, misterios latentes, nostalgias desgastadas.
Ahora que lo mira bien, ese muchacho no le resulta del todo desconocido. Lo ha visto más de una vez por el barrio, solitario y taciturno, aislado del mundo, con aire de oscura soledad sobre los hombros.
Recuerda también que la primera vez que lo vio creyó sorprenderlo mirándola desde lejos. Cuando sus ojos se cruzaron, ella sintió que su mirada lo intimidó y enseguida busco rehuirla, usando como excusa perderse en sus propios pensamientos.
Su tristeza se le advierte desde lejos, no como la de ella que se disfraza con risas y gritos cuando está entre la gente. Hay algo en él que le atrae, aunque por su aspecto, tan diferente al suyo, quizás debiera sentir rechazo.
Y ahora está allí, extrañamente cerca. Junto al pintor, que también suele ser bastante huraño. No con ella, a quien le contagió cierta inquietud por la magia que esconden los colores, pero sí con el resto de la gente.
Más de una vez escuchó decir que se trataba de un viejo medio loco que nunca salió de mediocre. Pero ella no lo creía. O no le interesaba. Lo único importante era la pasión con la que le describió las posibilidades de aquel arte que empezaba descubrir y eso quizás bastaba para mirarlo con afecto.
Tal vez el hecho de que fuera raro le atrajo más e hizo que se sintiera conectada con él. Tal vez tuvieran en común más de lo que se imaginaba. Tal vez él fuera quien le mostrara la luz que estaba buscando, las ganas de encontrarse, la posibilidad de ser algo más que una linda sonrisa.
Si no tuviera tanto miedo de ser rechazada quizás se animaría y fuera a visitarlo a su atelier, si no tuviera tanta inseguridad sobre sus hombros quizás se animaría a empezar a sentir…
EPÍLOGO
Atarse a la soledad es hacerse trampas; negarse a hallar a quien, quizás, ahora mismo nos esté buscando.
Muy cerca, tal vez, dejando de lado las aparentes diferencias que ocultan un mundo de semejanzas, alguien esté deseando extender su mano para tomar la nuestra…
Lo peor no es atarse a la soledad que paradojicamente es a veces una buena compañera, lo peor es atarse y abandonarse a la meláncolia que impide moverse y atravesar la calle que separa de lo real.
ResponderEliminarSaludos, como siempre un buen texto, veo que es trilogía, leeré los anteriores
Hola Mönica:
ResponderEliminarTres historias individuales, tres personas solitarias por diferentes motivos. El anciano y los dos jóvenes. El anciano como nexo de unión en este extraño triángulo, conectando con ambos individualmente y no pudiendo conseguir que ambos conectaran sólamente en la distancia y sin la valentía suficiente para vencer sus miedos a relacionarse.
Así es como yo percibo esta trilogía de soledades.
Un abrazo.
pepe.
www.seyoalal.spaces.live.com
La peor de las soledades me parece la de la chica, los otros dos mal que mal pudieron relacionarse y acompañarse. La chica no parece encontrar la salida de esa jaula que describís. Pero tiene a su favor que es muy joven, está a tiempo creo yo.
ResponderEliminarEn realidad todos estamos a tiempo no?
un beso
Hola Mónica,he pasado a saludarte por tu nueva casa, gracias por abrirme la puerta, me a encantado como siempre, besis.
ResponderEliminarEs muy fuerte esta tercera parte, tan real, me dejas pensando y mucho...
ResponderEliminarMe gusta ver como escribis tan profundo. No es facil.
Besos.
De una forma u otra, cada quien elije sus soledades.
ResponderEliminarConciente?
Inconciente?
Buenas trilogias! =)
MARAVILLOSO NEO.QUERER SUMIRSE EN LA SOLEDAD Y NO ACEPTAR LA MANO AMIGA QUE TE TIENDE COMPAÑIA,ES LA PEOR DE LAS DECISIONES DEL MUNDO.LA RIQUEZA ESTA EN NUESTRO INTERIOR.
ResponderEliminarMIL BESOS.
Neo, y cuando uno no quiere salir de su soledad, por más que le tiendas la mano? Bueno, ya sé que dices que esta en mano de cada uno, pero y si la soledad de uno depende de otro y ese otro no quiere compartirla contigo?, me estoy liando, además es como si creiera que tu tienes la solución, perdona amiga. Me han encantado los tres aspectos de soledad aqui reflejados, y yo voy acabar la historia uniendo a los tres y siendo felices...puedo?, necesito hoy un final feliz.
ResponderEliminarUn petonet
Para no perder la costumbre las dos últimas partes juntas.
ResponderEliminarEsto dela soledad pienso que es bastante complejo.
Soledad en compañía,soledad no deseada, soledad que te atrapa y se adueña de ti...
Nos has dejado una magnífica muestra en este relato y estoy muy de acuerdo con el epílogo, a veces también es trampa.
Un abrazo Neo.
Estas coincidencias entre personas tan distantes en edad me fascinan. A veces aparecen personas en nuestras vidas que marcan una época, o la marcan para siempre.
ResponderEliminarMe ha encantado, Neo.
Un beso grande.
Vaya...esta historia queda abierta!
ResponderEliminarYa empiezo a imaginar los posibles finales para cada uno de ellos, para los tres.
Sí, la soledad sólo te lleva a la soledad.
No tiene puerta hacia otro lugar.
Uno debe salir de ella para conseguir, aún sin esfuerzos, que la vida continue con su paso adelante.
Mmm...creo que mi cabeza, aunque no debe ahora, que estamos de exámenes, se pondrá a imaginar en esta historia tuya.
Un beso
Lala
Me encantan estas historias que son una pero vista desde distintos ángulos, aunque la soledad mires por donde la mires nunca resulta compañera fácil.
ResponderEliminarUn abrazo para la reina de las trilogías