Era un viejo hotel frente al mar. Un lugar solitario que alguna vez fue punto neurálgico de circuitos turísticos, pero que, con los años y gracias a la apertura de nuevas carreteras, la gente ya casi ni recordaba. Erguido aún, pero destartalado y añoso, su imagen invocaba la nostalgia de los tiempos idos, casi una sombra que se negaba a desvanecerse del todo. Era el lugar ideal para escapar, sitio elegido por escritores solitarios, románticos nostálgicos, amantes furtivos, fantasmas o suicidas. Entre los poquísimos huéspedes, uno, fiel a su decisión de alejarse de un mundo de realidades agitadas, eterno portador de una inmensa tristeza, contemplaba el mar desde la ventana de su cuarto. Había perdido la cuenta de los días que llevaba allí, casi aislado del mundo, contemplando ese mar, gris como el cielo, ansiando encontrar lo que intuía, o quizás, no recordaba. Sabía que alguna vez llegó para escribir en paz, lejos de todo, del ruido y de la gente, sumergido en la soledad de aquel hotel perdido blandamente entre los límites del horizonte y del tiempo. Sufría por no haber logrado terminar su escrito. Por alguna razón, no podía acabar su libro, no hallaba el final contundente con el que soñaba. Sus días se alargaban como su espera. Su figura se iba diluyendo como la noción del paso del tiempo. Era ya parte del paisaje, casi del mismo gris que las nubes y el agua infinita. Su relación con los demás seres se reducía exclusivamente a través de los fugaces contactos con el viejo administrador del hotel, cuyos ojos, también grises, contenían la nostalgia misma de aquellos paisajes. Si no hubiera sido por aquel viejo, medido y pausado, su existencia hubiera sido restringida a la mera contemplación del mar, eterno e irreverente, con su rítmico oleaje rompiendo sobre los acantilados. Su trabajo se limitaba, a reescribir constantemente la que debiera ser su más importante obra, quizás, la postrera, y por tanto, la que sirviera para marcar su trascendencia, su huella más destacada en este mundo árido y contradictorio. Buscaba hallar en alguna palabra ese “algo” que le disipara el enigma de la conclusión que no llegaba. Intuía que, al terminar su libro, la razón misma de su existencia se mostraría ante sus ojos como la mayor de las revelaciones, y por ese motivo se justificaba soportar la tortura de la inacabable espera. Se había habituado a la soledad; el silencio casi total no le molestaba ya más. Recordaba sí, que le había costado acostumbrarse; hombre nacido en una gran ciudad, la proximidad de los demás había sido, en otra época, tan necesaria como el aire que respiraba, pero, con el tiempo, llegó a la conclusión de que la autoimposición de aislarse en busca de inspiración, le había resultado sanadora y ahora su alma se había elevado a un estadio superior de purificación espiritual que lo había transformado en mejor persona. Sin embargo algo lo perturbaba: en lo más profundo de su ser sabía que tenía un asunto pendiente imposible de soslayar y aunque no podía descifrar totalmente su naturaleza, comprendía que pronto lo descubriría. Buscando escrutar el horizonte, contemplando el vuelo de las gaviotas que apenas se posaban sobre la arena, él presentía que no estaba allí por casualidad. No era sólo por la búsqueda de inspiración que un día había llegado hasta aquellas costas, alguna otra razón había y quizás pronto la descubriera…o la recordara…porque a veces sentía que algo ya vivido lo amarraba a ese inquieto mar que lo hipnotizaba.
(continuará)
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Cuantas cosas surge en el mar, en cualquier momento, tan inmeso y atrapante.
ResponderEliminarMe intriga este escritor.
Besos.
Excelente introducción Moni, aunque a veces pienso que tiene algo de maléfico eso de dejarnos esperando hasta el próximo capítulo, jajaja, en serio, muy bueno!!!! y me quedo completamente intrigada (esa es la parte que no resisto, soy ansiosa compulsiva, jajaja). Un beso grande.
ResponderEliminarCOMO TODO LO QUE ESCRIBES ..TIENE MUCHA FUERZA..PERO AINSSSS..ESO DE DAJARME CON LA MIEL EN LOS LABIOS...
ResponderEliminarBESOS NEO,TIENES UN REGALO EN MI CASA.
MJ
Conocí un hotel exactamente así.
ResponderEliminarPuedo verlo desde tu relato.
Ahi estaba un escritor.
Y en un viejo piano, aún con velas encendidas en sus candelabros, como los auténticamente viejos pianos, tocaba una misteriosa mujer vestida con encajes negros a quien sólo vi de espaldas.
Afuera, el viento limaba con aspereza salina las antiguas maderas de la galería que daba de frente al mar...
Gracias por el recuerdo.
Ahora vengo por la historia...
Que le pasa a ese escritorrrr!!!!????
Buenos capítulos =)
continua... no nos dejes en el camino que es muy bueno..
ResponderEliminarun abrazo
Mmm... uno de tus relatos es la mejor forma de comenzar la semana. :)
ResponderEliminarYa sabes que me espero al final para comentar.
Abrazooooooooossssss
Lindo inicio de semana, amiga, con un bello relato.
ResponderEliminarUn abrazo...!
Hola Neo, aca me estás acompañando en el café de la mañana. Y me quedé con las ganas de saber como sigue ;)
ResponderEliminarun beso, buena semana
Hola Neo
ResponderEliminarLeida la primera parte es imposible no seguir.
Esperaré, eso sí, con impaciencia.
Buena semana y un abrazo.
QUIZAS TENGA LA SOLEDAD DEL POETA ............
ResponderEliminarESPERO , A VER COMO SIGUE , HASTA ACA, ME ATRAPO¡¡
BESOTESSSSSSS, BIEN GRANDES, MOMI, EXELETNE SEMANA
Ainsss...¿Sabes lo que nos pasa a los provilegiados que ya conocemos el relato? Pues que no queremos decir nada para no desvelar misterios...
ResponderEliminarA tus lectores sólo les digo que es un relato fantástico!!!!
Cosa normal en ellos, por otra parte :P
Un besito
Lala
Ehhh me has dejado a medias!!!!!! Publica pronto el próximo capítulo, besos!
ResponderEliminarQUE BONITO ME DEJASTRES INTRIGADA VEREMOS COMOSIGUE, UN BESITO Y LINDO LUNES QUE ESTES BIEN
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