Me sumo con un texto ya publicado a la convocatoria de esta semana, a la que nos convocan los chicos de Il Vici Solitari. Me disculpo si ya lo leyeron. Un abrazo
ENTRE LIBROS
En la soledad nocturna de una
gran biblioteca, cada noche de luna llena, cuando la luz selenita incide de
determinada manera, ciertos personajes asoman su realidad virtual entre los
libros que acumulan polvo desde hace tiempo.
Entre los más tempraneros suele
estar la Maga, reclinada en su brocal
de grises espiando el cielo terso de la noche que a esa hora ya se puebla de
estrellas. Melancólica como siempre recuerda alguna de sus vidas delineadas
dentro de la rayuela trazada por aquel gigante de ojos azules con el que solía bucear
el cielo y del que -a veces- hasta olvida el nombre.
Observándola desde lejos, y admirado
por su inconsecuente actitud, un personaje postrado entre hojas amarillentas no
oculta cierta envidia incontenida al comparar la volatilidad de la muchacha con
la pesadez de su propia condena: recordarlo todo, absolutamente todo en un
compendio mental en el que el solitario Funes
vive sumergido desde su accidente. Coincidiendo con ellos, la extraña
naturaleza de Gregorio Samsa suele
responder al estímulo especular con el que la luna reflejada acaricia el lomo
del libro en que se esconde y por unas breves horas su complicada metamorfosis
se retrotrae, dejando de ser cucaracha para asumir otra vez su humanidad
alienada.
Intentando descomprimir sus
pesares se acerca un Alonso Quijano comedido
dispuesto a consolarlos. Cabalgando su Rocinante
les propone salir por los caminos a impartir justicia, olvidándose de las penas
personales en nombre de una utopía capaz de transformar el mundo, haciéndoles
mejores mortales.
—¿Mejores mortales? —se
escucha preguntar, cínico, a Sancho —¿ha vuelto a perder la razón o se
olvida que somos sólo personajes inventados por almas que ya han partido?
—Puede que seamos inventados —se animó a susurrar Julieta
abrazada a su Romeo —pero no estamos muertos nosotros y aún somos
arma poderosa que no se debe callar. Quien nos lee, abre su corazón y su mente
arrimándose a la vida desde nuevas perspectivas, y eso ya justifica nuestra
existencia. Nos empodera. Nos da significado. Nos mantiene vivos pese al tiempo
que nuestras páginas permanezcan selladas.
—Pero si no nos leen, no somos nada —se escuchó gemir a Safo
lamentándose desde el último estante —Al
final, sólo seremos recuerdo y algún día… ni eso —acotó su voz sin rostro, desde lejos.
—Pero aún nos leen —enfatizó
Cándido, siempre optimista, asomando
entre un tomo de Voltaire —y
eso nos hace inmortales. No será la inmortalidad que han buscado sabios y
filósofos, pero aún nos evocan, pese al paso del tiempo y las nuevas
modalidades que han pergeñado desde la modernidad.
—Aunque nos repliquen diluidos y deformados en sus murales
tecnológicos, todavía se registran nuestros nombres, se reconocen nuestras
historias entre la enormidad del universo que se ha creado a partir de nuestros
sueños, miedos e ilusiones —afirmó
un tímido Sr. Pickwick satisfecho del
tenor de sus palabras.
—Ayudar a crecer a las personas, sea cual sea el medio por el que
se lo haga, es una forma piadosa de acercarse a Dios —sentenció con grandeza Jean Valjean, ojeando páginas ajadas.
Y mientras las dudas se disolvían
en el silencio de la noche, a través de la ventana de la biblioteca, una luna
inmensa los instaba a resistir.
Personajes, obras y autores
aludidos
La Maga, Rayuela de Cortázar
Funes, Funes el memorioso de Borges
Gregorio Samsa, Metamorfosis de Kafka
Alonso Quijano, Rocinante y Sancho Panza, El Quijote del Mancha, de
Cervantes
Romeo y Julieta, ídem, de Shakespeare
Safo, Último Canto de Safo, de Leopardi
Cándido, El optimismo, de Voltaire
Sr. Pickwick, Los papeles póstumos del club Pickwick, de Dickens
Jean Valjean, Los Miserables, de Víctor Hugo