sábado, 30 de octubre de 2010

HALLOBLOGWEEN
















MIEDOS

Noche de tormenta cerrada. Truenos y relámpagos hacen estremecer hasta al más avezado. Apenas cubierta con un periódico viejo no logro impedir empaparme de pies a cabeza. No veo la hora de llegar a casa, darme un baño tibio y descansar. Ha sido un día agotador. Desde los detalles más simples todo ha salido mal desde la mañana. Parecería que alguien hubiese estado disfrutando con perversa satisfacción de complicar, anular o interrumpir cada cosa que había programado. La entrevista, las copias de los planos, el malentendido con una buena amiga, el griterío de una manifestación frente a la ventana del estudio, la rotura absurda de una costosa lámpara en el hall del restaurant, la cancelación de la cena…y ahora la lluvia. El diluvio. Por suerte conseguí un taxi, aunque me dejó en la esquina y me empapé como si hubiese venido caminando. Pero bueno. Al fin en casa. La luz del palier titila en forma muy molesta. Amenaza con interrumpirse en cualquier momento. No sería raro que se cortara algún cable y todo el edificio se quedara sin luz. Suele pasar cuando el viento sopla con tanta intensidad. Prefiero subir los cinco pisos por la escalera antes que quedarme encerrada en el ascensor por falta de electricidad. A estas horas y con el ruido de los truenos nadie me oiría y no quiero arriesgarme, así que inicio lentamente la subida. 
Primer piso. Silencio absoluto ni siquiera se escucha el habitual sonido de los televisores. Quizás por previsión los viejitos del 1ºA se han ido a dormir temprano sin quedarse, como suelen hacerlo, mirando películas hasta altas horas de la noche. No sería raro. Las luces siguen parpadeando en forma sospechosa. En cualquier momento se interrumpe el flujo de una buena vez y me quedo totalmente a oscuras avanzando por la escalera. Fue un acierto no haberme arriesgado en el ascensor. Con la mala suerte que he tenido hoy, seguro me quedaba atascada en medio de dos pisos. 
Segundo piso. Extraño zumbido de origen no identificado. Suena débil, pero persistente. No logro determinar si se acerca o si se aleja, pero es casi seguro que provienen de algo que está en movimiento. Quizás lo provoquen los artefactos de luz que siguen parpadeando. No sería raro que por el bajón de tensión se quemaran las bombitas. Continúo subiendo lentamente. Estoy muy cansada y las piernas me están pasando ahora la factura por el esfuerzo de este día agotador. Sigue el silencio. Sospechosamente tampoco se escuchan ruidos en el 2ºB. Los muchachos que lo habitan suelen armar jolgorio indefectiblemente todos los sábados por la noche, pero por alguna extraña razón hoy no lo han hecho. Quizás la tormenta les ha hecho suspender la fiesta. Se comprende. Con esta lluvia los invitados no podrían llegar. Las calles ya estaban comenzando a anegarse desde temprano y a estas horas el agua ya debe haber inundado el boulevard. 
Lo dicho. Se cortó la luz. Debo subir los tres pisos que restan a tientas, tratando de guiarme por el pasamano con cuidado de no pisar en falso. Un trueno impresionante parece resquebrajar la tierra. Me sobresalto aunque no quiera. La sugestión comienza a hacer de las suyas y hasta tengo la sensación que alguien me observa. No debo dejar que la estupidez me domine. No hay nadie por el palier ni, por lo que se aprecia, tampoco en los departamentos de este piso. Parece que todos se hubiesen puesto de acuerdo para irse a dormir temprano. O quizás salieron. Extraño. ¡Quién va a salir en medio de esta tormenta! 
Cuarto piso. Ya estoy cerca. De improviso me tropiezo con algo. No logro ver de qué se trata y me golpeo bastante fuerte en las piernas. El sorpresivo golpe me ha hecho pegar un leve grito, no quiero asustar a los vecinos, pero por lo visto tampoco en este piso hay señales de gente despierta. Esto sí que me resulta especialmente insólito ya que el gordo del cuarto no sale nunca y jamás apaga la tele antes de las dos o tres de la mañana y en caso de corte –ya pasó en el último- enciende una vieja radio a pilas a todo volumen escuchando música de jazz. Pero esta noche todo está en absoluto silencio y eso me hace pensar, más que extrañada, cuál será la causa de esta quietud abrumadora. Mientras palpo a ciegas mi pierna, a la altura donde me acabo de golpear, siento otra vez esa turbadora sensación de estar siendo observada. Apuro entonces mi paso avanzando en la oscuridad tratando de no perder la calma. Sé que la mente puede hacer creer cosas que no pasan, suponer cosas que no existen, e intento nuevamente apelar a mi lado racional, que insiste siempre en hallar una razón lógica para lo que aparenta no tenerla. 
Por fin el 5º piso. Mis piernas tiemblan notoriamente por cansancio o por temor…no quiero averiguarlo. Me apresuro por encontrar la llave entre los papeles y demás extras que llevo en la cartera. Como siempre, lo último en aparecer es lo que se necesita y tardo más de cinco minutos en encontrarla. Ahora caigo en la cuenta que precisamente el llavero tiene una pequeña linterna para estas ocasiones. ¡Qué tonta! ¿cómo no lo recordé antes? Si bien es una luz muy tenue, ilumina lo suficiente como para andar sin el riesgo de llevarse algo por delante -como me acabó de suceder- de paso alcanza a alumbrar lo necesario como para comprobar que estoy sola en el palier y nadie me observa ni me sigue. Me tranquilizo un poco, pero igual me apuro a entrar. No veo la hora de sentirme cómodamente instalada en mi casa. Cierro la puerta rápidamente con llave y pongo el pasador. Intento inútilmente encender la luz del departamento y compruebo que el corte es general. Por suerte tengo velas y una buena linterna. Enciendo todas las que encuentro ubicándolas estratégicamente como para mantener iluminado lo mejor que puedo el pequeño departamento. Afuera la tormenta arrecia más aún y el viento produce extraños silbidos al colarse por las hendijas de las ventanas. Ahora se cae una maceta de las que cuelgan en la terraza. Se hizo añicos. Una lástima. Mañana trataré de recuperar los gajos de la planta pasándolos a otro macetero. Me doy un baño caliente. Sin proponérmelo vienen a mi cabeza las escenas de esas películas de Hitchcock donde el asesino ataca a la mujer en el momento que ella se baña…y entonces me apuro por salir de la ducha. A estas alturas mi cabeza es un manojo de nervios y mis pensamientos se apretujan unos con otros en implacable duelo. No logro dominar las alocadas ideas que la sugestión va sembrando en mi mente a pesar que mi raciocinio se esfuerza en demostrarme que todo está bien, que no hay nada que temer, que la tormenta es sólo una contingencia natural y el corte de luz una lógica consecuencia. ¿Pero el silencio desacostumbrado? ¿la sensación de asechanza?...sugestión! simple sugestión!...a ver!... a buscar alguna cosa que me distraiga, música, algo de música…no tengo radio, todo es eléctrico, no hay nada que funcione sin electricidad y el corte parece que va para largo. Entonces será leer. Alguna lectura liviana, divertida, algo que me distraiga y aleje mi cabeza de esas absurdas elucubraciones fantasiosas. Lo extraño de la mente humana es que una vez que deja nacer la semilla del miedo es muy difícil controlarla para que no siga creciendo. Si la dejamos, puede llegar a tomar proporciones gigantescas al extremo de hacernos perder la cordura. Increíble lo delgado que puede ser el límite entre la razón y la locura y hasta un hecho inexistente puede provocar que caigamos en el abismo del terror. 
Consigo un libro adecuado. Uno de Woody Allen, tan delirante como divertido y por suerte me aleja de esa irracional inquietud que casi logró dominarme. Me vence el sueño. Por suerte. Me voy a la cama apagando las velas. Me llevo, eso sí, la linterna por cualquier imprevisto. Uno nunca sabe…pero no quiero dejarme otra vez atrapar por esa maraña de miedos infundados y me apresuro a dormir. No falta mucho para el alba y con la luz todo se verá diferente. Siempre es así. Así que me dejo llevar por el sueño blando que por fin viene en mi rescate…me relajo…me hundo en la quietud que busca ser seguridad y calidez…me tranquilizo…me libero…
¡Un rayo!…¡de repente!…¡tremendo!…me sobresalto…el corazón parece querer saltarse por mi boca…me descubro otra vez despierta… atontada aún por la pesadez del sueño quebrado por el estruendo. Tardo unos minutos en ubicarme en la realidad. Uno a uno, vuelvo a tener conciencia de mis sentidos…pero algo está mal…un frio helado me corre por la espalda…Alguien o algo... respira sobre mi nuca…


(más relatos tenebrosos en lo de Teresa)

jueves, 28 de octubre de 2010

ESTE JUEVES UN RELATO: Hoy tema libre (casi anárquico)




Mi tema: UNA EXTRAÑA SENSACIÓN



Había algo que no encajaba. No sabía qué, pero algo estaba mal. Quizás esa extraña sensación en las cercanías de la boca de su estómago, quizás esa sequedad inusual en sus manos…

La noche anterior había cenado solo. Comió mal, apenas logró encontrar sobras en una heladera tan desierta como su cama y antes de acostarse la soledad lo atrapó sin piedad entre los pliegues de las sábanas gastadas.

Esa mañana se mostraba más fría que lo habitual para esa época del año. El sol ya estaba alto sobre el horizonte pero no lograba sentir la tibieza matinal que solía endulzarle los prolegómenos de sus días. Esa breve sensación que precedía a las que siempre resultaban ser ingratas jornadas laborales tras su escritorio poblado de pilas de facturas esperando ser despachadas.

Mirándose en el espejo del ascensor no lograba reconocerse. Algo en su mirada le producía la extraña sensación de hallarse frente al reflejo de un desconocido. Una inmensa vacuidad interior descendía desde su garganta haciéndole presentir que un hecho extraordinario había sucedido o estaba a punto de acontecer. Quizás sólo fueran suposiciones suyas pero en su interior despoblado ya de sueños y expectativas lograba percibir que algo en su entorno estaba cambiando, o quizás lo que había cambiado fuese él mismo y aún no lograba entender de qué se trataba.

Ensimismado en sus pensamientos se dirigió como todas las mañanas hacia el kiosco de la esquina. Miró impávido los titulares de los principales diarios, como de costumbre. Como de costumbre no lo sorprendieron los títulos catástrofe sobre hechos de violencia y guerras lejanas.

Pese a esmerase en intentar reconocer como habituales las cosas y la gente que lo rodeaba, esa rara sensación que lo embargaba crecía más y más a medida que avanzaba hacia su trabajo y el tiempo parecía estirarse a su alrededor como un chicle pegajoso.

Sobre el empedrado sucio de las callecitas malolientes esa mañana sus pasos no sonaban como todos los días. Aunque no lograba entenderlo, algo en su andar le resultaba ajeno, irregular, distinto. La gente misma, que iba y venía como todos los días apurados por sus urgencias, parecía ignorarlo, cruzando frente a él con displicencia, como si no lo notaran, como si de improviso habitara un mundo paralelo en el que él resultaba ser menos que una sombra.

La ansiedad por llegar a su oficina y sentarse al fin frente a su acostumbrado nido de papeles le resultaba sospechosa, extrañamente reconfortante. Saberse protegido entre los rincones de su rutina en ese momento se le antojaba más que agradable, quizás hasta imprescindible. Intentando infructuosamente mirar a los ojos de los eventuales transeúntes con los que casi se tropezaba, no hizo más que confirmar lo que estaba sospechado desde el momento en que comenzó a sentirse hueco por dentro, deshabitado, fatuo, ajeno: algo a su alrededor –o en su interior – (no lo sabía aún con precisión), había alterado su relación con el mundo y aunque pareciera irreal, tenía la convicción que pronto iba a lograr dilucidar de qué se trataba con exactitud.

Al fin el temor se apoderó de él. Un frío inmenso lo recorrió íntegramente desde la base de la nuca a lo largo de toda su espalda. Intuyó que la verdad estaba a punto de estallar frente a sus ojos y supo también que esa verdad le iba a doler.

Mala señal fue ver a Molina revolviendo impunemente los cajones de su escritorio. Peor aún fue lo que presintió cuando escuchó cuchichear, irreverentes, a las chicas de contaduría mencionando una y otra vez su nombre frente a él, como si nada. Terrible sensación fue la que lo traspasó cuando otro de sus compañeros, haciendo un guiño y señalando su escritorio ya vacío de expedientes y papeles comentó con sorna –“lo vamos a extrañar”-

Pálido se quedó –más aún de lo que ya imaginaba estar-cuando de reojo logró ver en el diario que leía su jefe, entre los obituarios del día, su propio nombre junto a la fecha de su reciente defunción.


Más anárquicos participantes en lo de Gustavo

miércoles, 27 de octubre de 2010

ESE BREVE ÍNTERIN





















Entre el nacer

y el morir

está lo del medio

…y es

lo que hacemos

con ello

lo que marca

la diferencia.

martes, 26 de octubre de 2010

INVITACIÓN SIESTERA

Hola a tod@s!


Sea cual fuese la hora a la que lleguen por aquí, los invito a tomarse una siestita en el Blog del Sur. Sonrisas y buena compañía serán la excusa para un reparador descanso!  : D





domingo, 24 de octubre de 2010

ESPÍRITUS LIBRES (o ángeles encontrados)





















(imagen AnnaOM)



Inspirado en un texto de Javier


Frente a las alas


de un espíritu libre,


los que volamos bajo


-quienes desde siempre


añoramos


mejores vuelos-


solemos caer en la trampa


de enamorarnos de ellas


para intentar luego


atraparlas...


pretendiendo


que al fin cesen


de ser lo que son.


Pero -como es previsible-


esos ángeles


jamás dejan


de lado sus sueños


y es por esos vuelos


que al final


...se vuelven a liberar.

jueves, 21 de octubre de 2010

ESTE JUEVES UN RELATO: Robótica



























(Como siempre, más relatos en lo de Gustavo)










Ni de robótica
ni cibernética
entiendo nada
pero sí puedo asumir
que sería grave
que la humanidad
hacia el abismo
de la deshumanización
total, se encaminase.
No es que las virtudes
de los humanos nos sobren
o alcancen para hacer
de este mundo
un lugar mágico
justo, pacífico
y sin fronteras,
pero peor
-mucho peor-
sería un mundo
sin corazón
sin improvisación
sin discrepancias
sin claroscuros
sin genialidades
sin sorpresas…
Sincronizado
aséptico
previsible
unánime
e indiscutible.
Híper eficiente
ultra calibrado
híper racional
súper programado
…en definitiva
Perfecto.



miércoles, 20 de octubre de 2010

HISTORIAS CON PASADO PRESENTE Y FUTURO (parte final)


















3º Parte: LAURA Y FLORIÁN – PRESENTE CON FUTURO

La mujer se despertó con un sabor agridulce en sus labios después del sueño. Una lágrima y una sonrisa se mezclaban en su rostro y abriendo la cortina de su ventana dejó que la mirada se perdiera por unos minutos entre las pocas nubes de aquel cielo de primavera.

Pensó en Leonor, en Federico…les agradeció infinitamente que se hubieran presentado así, tan íntimamente, retribuyéndole quizás por el haber reunido otra vez aquellas ofrendas de amor intercambiadas hacía tantos años. Fue feliz al haber comprobado que ambos pudieron conocer el verdadero amor, ese al que muchos jamás encuentran.

Pensó también en qué hacer con el escarabajo y la cigarrera, cuál sería el mejor destino para ellos. Supo que deberían estar siempre juntos, por supuesto, y entendió que no sería la venta el final que ellos merecieran.

Se le ocurrió que quizás pudiese ubicar la tumba de Leonor, y allí dejarlos, como póstumo homenaje. Conocía la familia, la estancia; si había sido enterrada allí o en el cementerio del pueblo no sería difícil saberlo. No era lejos, a penas unas horas de viaje por la ruta y lograría estar cerca de quien fuera la propietaria de su bello escarabajo. Pero la idea no terminaba de convencerla. Testimonios de un amor tan grande no deberían terminar bajo tierra, en una tumba, con sólo uno de los amantes …de esa manera la ceremonia no estaría completa. Quizás las dos joyas merecerían un mejor sitio para descansar juntas. Tal vez el lugar mismo que vio nacer y crecer tan profundo sentimiento fuera el mejor marco para su posteridad…pensó entonces en Paris…en esos momentos era otoño allí…como cuando Leonor y Federico se conocieron…y la idea de la ribera del Sena, el viejo Montmartre, las plazas doradas por la alfombra de hojas, la plateada melancolía de las nubes y el agua la enternecieron aún más.

Eso terminó por decidirla: París sería entonces!
Frente al empleado del aeropuerto, mientras él chequeaba su pasaporte, fue la primera vez que tomó conciencia de la asombrosa coincidencia.

Increíblemente nunca, en tantos años desde que tenía el escarabajo, había tomado nota que las iniciales de su propio nombre coincidían con las de Leonor. Quizás contribuyó a ello el hecho que siempre decidió ignorar su segundo nombre: siempre detestó llamarse como aquella odiosa tía que amargara tanto su infancia…pero esa era otra historia…

“LMA”, decía sobre el reverso del escarabajo…”Laugra Magría Agrmas”, leyó en imperturbable intento de español el empleado de migraciones. Y aquella tan obvia declaración, cobró, de improviso, el carácter de un nuevo signo por descifrar…

¿Qué fue lo que hizo que nunca antes aquella mujer tan atenta para resolver los secretos de otros jamás se hubiese percatado de aquella extraordinaria ocurrencia del destino? ¿Qué nuevo ingrediente se agregaría al sortilegio de escarabajo y cigarrera?...Con la mente casi obnubilada por el sorpresivo descubrimiento la anticuaria recibió sin pensar sus papeles de desembarco, luego de arribar a aquel Paris otoñal, mágico y eterno, que la recibía con otra maravillosa incógnita dispuesta a ser interpretada.

El hotel era tal como lo había imaginado, los parques, como siempre los soñó, el Sena, tan increíble como en las postales, la magia, como sólo experimentándola se puede sentir…Ella, casi impensadamente, por capricho y fortuna del destino estaba allí, recién llegada desde un sur que se le antojaba de otro mundo, pretendiendo caminar como si supiera hacia dónde dirigirse, pero en realidad, eran de otros los hilos que dirigían su paseo, evocando otros pasos, lejanos ya en la historia, pero sin duda, aún presentes entre aquellas callecitas sin tiempo.

En la mano, un mapa de la ciudad que siempre quiso conocer, sobre su pecho, el escarabajo tan querido que cada vez más se enlazaba a su vida, en la cartera, la cigarrera labrada…y en su corazón, la mágica sospecha de que algo muy bueno ocurriría al final del día.

La mañana se disponía para ella con todo su esplendor. Sus ojos se esmeraban buscando entrever señales, secretos, signos que le dijeran hacia dónde, cuándo, qué… Las horas transcurrieron blandamente. Sin considerar el cansancio que podría sentir, haciendo uso de su empolvado francés y obedeciendo los letreros de las calles, pronto llegó a su inevitable destino: el Louvre…

Con sus contrastes insolentes y su promesa de eterna persistencia, el museo se le presentaba como el sitio ideal para terminar de compaginar y darle un marco adecuado a la ceremonia de reencuentro del escarabajo y la cigarrera. Sabría por fin dónde culminar aquella historia de amor inconcluso y eso la hacía sentir feliz.

Si bien siempre quiso recorrer detenidamente cada una de las galerías de aquel templo del arte y de la historia (para ella, amante de las antigüedades, estar allí era como estar en el corazón del paraíso) sin dudarlo se dirigió directamente al Departamento de Antigüedades Egipcias.

Egipto Copto, Faraónico o Romano…tres posibilidades en que se abría su búsqueda y a las que decidió responder comenzando por Egipto Faraónico, supuso que sería allí donde estaba el original de su escarabajo.

Recorrió varias salas entre estatuillas, utensilios y amuletos. Encontró varios escarabajos de cuarzo pero no eran como el que lucía sobre su pecho. Aquellas maravillas la hipnotizaban y la iban sumergiendo poco a poco en un mar de ensoñación que la fue poblando de un íntimo bienestar. Aquél mundo de reliquias la atrapaba, haciéndole volar la imaginación y la sensibilidad hasta llegar a sentir que podía casi tocar a quienes habían labrado aquellas piedras y pintado aquellos trazos.

De repente, en una vitrina con muchas otras joyas y amuletos, allí estaba, entre las pertenencias del Rey Amenemhat III, hecho de oro, vidrio y madera…el original de su escarabajo, que simbolizaba la reencarnación y las fuerzas del movimiento del sol. Sintió una profunda emoción y una extraordinaria conexión con aquellas dos personas que en ese mismo lugar, varias décadas atrás se habían encontrado frente a aquel mensajero de dioses iniciando juntos la que ya era parte de su propia historia.

Contempló extasiada aquella pieza por largos momentos, buscando atravesar, si hubiera sido posible, el cristal que separaba sus manos de aquellas texturas. Mientras la observaba, acariciaba, en compensación, la lisura de “su” propio escarabajo, que, desde su solapa competía en belleza con su gemelo.

Entre la semipenumbra de la sala, recién advertido por la anticuaria que se despertaba suavemente del encantamiento, un hombre alto, de ojos amables, claros y penetrantes le sonreía como celebrando también por un reencuentro.

- Hermosa y mágica coincidencia – dijo…mientras a Laura le subía imprudente y delatora la sangre hasta sus mejillas.

- Son prácticamente idénticos – se apuró a aclarar el hombre para justificar con inocencia su intromisión.

Con acento claramente compatriota, aquel extraño de aspecto afable y algo entrado en años decidió presentarse sin más trámites, buscando diluir con su simpatía la sorpresa de la mujer.

- Florián Dálman Suárez – dijo, extendiendo al mismo tiempo su mano - es una alegría encontrar a alguien a quien le entusiasmen como a mí estas antigüedades. Y además, una satisfacción extra que hable el mismo idioma…el francés no es muy fuerte y para comunicarme aquí, realmente tengo que hacer un gran esfuerzo – agregó con muestras de gran sinceridad.

A estas alturas Laura estaba sonriendo, su corazón maravillosamente agitado, con la mano de Florián entre las suyas, repasando mentalmente las iniciales (F,D,S) del nombre que ya nunca más le sería extraño…mientras pensaba maravillada en los vericuetos que hizo el destino para conducirla hasta ese preciso lugar, en ese preciso momento…

(…de la misma manera que a mí me guió para narrar estas historias…)


FIN


martes, 19 de octubre de 2010

HISTORIAS CON PASADO PRESENTE Y FUTURO - Parte 2
















2º parte: PROLEGÓMENOS DE UN SUEÑO

Corre el mes de octubre de 1913, Europa está convulsionada y Francia es parte fundamental del juego de equilibrio entre potencias. Centro neurálgico del mundo cultural la proximidad de la guerra no logra opacar el movimiento artístico que en ella se genera.

Las galerías, cafés y museos de Paris son el lugar de encuentro de soñadores, artistas y estudiantes. Las vanguardias intentan en vano abrir un paréntesis en ese clima de caos y violencia que se vive en el continente, se habla de ruptura con los cánones clásicos, la revalorización de las formas y equilibrios naturales, el re descubrimiento de la libertad y la fantasía.

Los rincones de bohemios y estudiantes que pueblan sobre todo la zona de Montmartre genera el ambiente propicio para intentar escapar de la guerra que se avecina buscando en el mundo del arte, la liberación y el cambio que no se encuentra en la realidad.


LEONOR Y FEDERICO - PASADO EN PRESENTE

Entre las salas del Louvre, quiso la suerte que frente a las reliquias de un imperio muerto dos corazones se flechan a primera vista. Entre Nefertitis y faraones, entre el misterio de sacerdotes y Osiris, celebrando la vida en el renacer de la muerte, un hombre y una mujer se ven a los ojos por primera vez.

Dos en cien millones…Víctimas y beneficiarios de un mismo azar, dos almas gemelas coinciden en un mismo instante, en un mismo lugar, con las mismas predisposiciones…

Y en aquella sala de museo donde los trofeos de otras vidas muestran que se puede sobrevivir a la muerte, dos jóvenes se seducen el uno al otro, sin que hayan hecho falta demasiadas palabras para sellar esa ofrenda.

La excusa para el acercamiento es un escarabajo. Un diminuto coleóptero dorado y azul que significaba para los antiguos habitantes de los valles del Nilo el permanente renacer desde la muerte. La simbología es atrapante, lo suficiente para continuar en un café la charla y el encantamiento.

Noviembre pasó entero, logrando prolongar con su marco de hojas doradas lo que pronto será una cruenta separación. La guerra es inminente, los dos lo saben.

Ella retornará hacia su sur, él, hacia su Germania de procedencia. Pero el otoño persiste y Paris les regala por un día más su cobijo, y eso sólo importa…nada más tiene presente. Leonor se abre por primera vez al amor, Friedrich pasa, gracias a él, a ser para siempre, Federico.

Pero todo tiene su fin y aunque se evite mirarla, la realidad es omnipresente y conspira contra dos amantes que deben separarse sabiendo que no habrá un “hasta pronto”.

Es el último día antes de la partida. De común acuerdo deciden entregarse en cuerpo y alma el uno al otro, haciendo caso omiso de prejuicios, obligaciones y corduras. Abrazados, despidiendo a su paso la ribera del Sena que fuera testigo de sus besos, los enamorados intercambian sollozantes, promesas de amor eterno.

Ella le regala una cigarrera, él, el mismo escarabajo que les sirviera de excusa para conocerse. Los dos llevan grabadas sus iniciales y su fidelidad por siempre.

Un pequeño cuarto de hotel en su Montmartre fue el “dónde”; desde el ocaso hasta el amanecer el “cuándo”, y con la extravagancia y pureza de su amor joven se puede resumir el “cómo”…

Así, íntegro y cabal, sin limitaciones…con lo mejor que puede construir el amor se entregan y en sus corazones permanecerán el uno para el otro por siempre, intactos hasta que la muerte les trunque el ansiado encuentro.

A él lo matarán por buscar reencontrarla, escapando para ello de una oscura guerra. Ella morirá en el sur, solitaria y joven, en la estancia donde siempre vivió, presa de una incurable pena.

Sin hijos se extinguirá su amor…o quizás, …tal vez, trascienda a la mortalidad de sus cuerpos.

(continuará)

lunes, 18 de octubre de 2010

HISTORIAS CON PASADO PRESENTE Y FUTURO (segunda reedicion!)

(Con mis disculpas para quienes ya lo hayan leido!)





















1º parte: RELIQUIAS E INICIALES – PRESENTE CON PASADO

No sé hacia dónde me dirigirá este comienzo, no sé el destino de mis palabras. Sólo sé que el relato comienza en el mercado de San Telmo, en Buenos Aires, de esos donde se venden cosas viejas, adornos, libros, ropa usada; todo lo que alguna vez fue y quiere seguir siendo, como el corazón que se niega a morir después de un gran desencanto.

Era una tarde de sol de un día cualquiera, allí, donde todo es válido y nada es ridículo, en ese mar de colores, aromas y rostros distendidos, donde la fortuna guía los hilos de los que se lanzan a la aventura de encontrar algo bueno…

Con temperamento firme, cabello cano y elegancia en las que se han asentado los años, una mujer especial se disponía, como siempre, a mostrar su mercadería, o mejor dicho, sus sueños, porque no era la necesidad comercial lo que le hacía montar allí su campamento. Era otro el intercambio buscado, mucho más sutil, valioso y duradero. Era descubrir la vida en los ojos ajenos, era contrarrestar la apatía de los días grises, esos que no tienen nada que ver con el clima.

Ella había decidido, hacía ya bastante, no entregarse al simple transcurrir del tiempo, quería hacer algo valioso con la porción de vitalidad de la que disponía y así se comprometió todas las tardes a ubicar en su pequeño puesto las cosas más bellas que encontrara, las que atesoraran alguna anécdota, un recuerdo, un pedacito de alguien que sin estar, todavía seguía viviendo en el que fue su jarrón, su cajita de música o su retrato.

Aquella mujer que valoraba la nostalgia y sus testimonios se dedicaba a comprar y vender antigüedades, teniendo la íntima convicción de que en ellas perduraba parte de las almas de quienes poseyeron aquellas reliquias, y conservarlas resultaba ser una manera de honrar a quienes alguna vez, compartieron con esos objetos sus más tiernos e íntimos momentos.

En realidad su actividad no era meramente remunerativo, era mucho más que eso: ella escudriñaba en la mirada de cada paseante buscando intuir sus sentimientos, buscando ubicar a quienes merecían pasar a ser los nuevos propietarios de sus tesoros. Por eso, cuando alguien se mostraba interesado en alguno de sus maravillosos objetos y ella interpretaba que no era esa la persona indicada para llevárselo, se las ingeniaba para desalentarla diciéndole un precio muy elevado o desviando su atención hacia algo que ella considerara más apropiado.

Por el contrario, cuando veía, por algún signo que el destino le mostrara, que alguna persona destinada a encontrarse con algún objeto determinado no le había prestado atención, ella se las arreglaba para entusiasmarla con su compra, incluso, llegado el caso, cediéndoselo por menor valor del que, en su momento, ella había pagado.

Así las cosas, la mujer se consideraba a sí misma la encargada de reubicar en el mundo de los vivos las reliquias de los que ya no lo estaban y esa actividad era apreciada por ella como de extraordinaria importancia.

Entre todos sus tesoros había una que consideraba muy especial porque nunca había logrado encontrarle dueño. Por más que estudiara a sus posibles compradores, por más que advirtiera en ellos real atracción por aquella reliquia, nunca se decidía por ninguno y desechaba, entonces, hasta las más tentadoras ofertas.

El objeto en cuestión era un broche. Un pequeño prendedor de principio de siglo, bastante llamativo, de cerámica esmaltada y oro, con forma de escarabajo. Sobre el reverso, unas iniciales grabadas le daban el toque tan personal que la joya poseía. LMA - FDS, podía leerse, y quizás en esas letras fuera donde se radicaba gran parte de su magia.

Aquella preciosa alhaja había llegado a sus manos por medio de una amiga de su infancia, una triste mujer que decidió desprenderse de todos los recuerdos de su familia con la mezquina intención de reunir dinero para hacer un viaje junto a su amante de turno.

Quizás haya sido esa actitud de total desinterés hacia sus raíces lo que hizo que la anticuaria se encariñara especialmente con aquella pieza que la enamoró desde un primer momento.

Dada su basta experiencia en aquellos menesteres de interpretación de historias pasadas, enseguida intuyó que aquel broche era un especial testimonio de un momento muy particular en al vida de alguien que ya no estaba.

No logró recabar con su amiga algún dato preciso que la guiara hasta el origen de aquella historia, tampoco tuvo la suerte, como tantas veces, de ver en sueños los pormenores de aquel trocito de pasado. Sí tenía la íntima convicción de que en él vivía aún el vestigio de la que había sido una sin igual historia de amor de tiempos idos. En eso sabía que no se equivocaba y por ese motivo, se esmeraba particularmente en emprender correctamente el difícil proceso de hallar el dueño que lo mereciera.

Habían sido ya casi quince los años que habían transcurrido desde que el precioso escarabajo llegó a sus manos y en todo ese tiempo nunca había logrado averiguar algún dato cierto sobre su intrigante historia. Tampoco supo con certeza el nombre de su dueña; sólo escuchó por boca de quien se lo vendió que quizás hubiese pertenecido a una de las hermanas de su abuela.

El rastro del origen del escarabajo se perdía en la primera década del siglo pasado y el lugar probable donde había vivido su dueña era quizás una estancia en el sur de la provincia de Buenos Aires.

El broche había permanecido guardado en un viejo alhajero destartalado que por años cobijó restos de collares varios y aros que habían perdido su par. Allí, casi escondido entre restos maltrechos de la coquetería femenina, el broche pasó desapercibido por generaciones, quizás por su forma, algo extravagante para los gustos más clásicos de quienes no gustan llamar excesivamente la atención.

Quizás fuera que le inspiraba una entrañable sensación de nostalgia y cierta tristeza de amor truncado o no correspondido lo que le hacía sentirlo tan especial. Quizás hayan sido sus propios años de soledad y amores por siempre postergados los que le sugirieran esa cualidad en la joya.


La mujer, que siempre se esmeraba en ubicar con justeza los futuros dueños de sus antiguallas, nunca supo con exactitud qué tipo de persona correspondía conectar con aquel prendedor. En general, nunca había tenido problemas para hacer su trabajo, pero con aquel pequeño escarabajo el asunto resultaba ser mucho más difícil.

El hecho de que representara un insecto era, de por sí, un primer inconveniente: en general, salvo las mariposas, los demás especímenes de esta clase del reino animal no son bien vistos como adornos, es más, producen cierto rechazo, ligado tal vez a la aversión natural que suelen despertar estos bichos en la mayoría de las personas. Así mismo, conocía muy bien el significado que los escarabajos habían tenido para antiguas culturas, principalmente en la egipcia, donde se lo relacionaba con el renacer de la vida. De tal manera que quien calificara para ser su propietario debería ser de gustos muy personales y libre de los prejuicios de la moda y la estética establecida.

Por pura casualidad, aquella tarde llegó hasta su puesto un caballero de aspecto algo enfermizo que le ofreció venderle una antigua cigarrera de plata. No era demasiado valiosa, su factura, si bien bastante elegante, no era muy especial y además estaba algo maltrecha, pero un detalle muy particular llamó poderosamente su atención: “LMA y FDS por siempre” llevaba grabado en su interior y aquella mágica coincidencia la decidió a adquirir inmediatamente lo que el destino había decidido poner en sus manos.


Trató de averiguar algunos datos sobre la historia de la cigarrera, a quién había pertenecido, cómo llegó a las manos de aquel extraño. Según le informó el hombre, había pertenecido a un soldado alemán, muerto en la primera guerra; su padre le había contado que el joven soldado había sido fusilado por desertor y luego, entre los que habían integrado el escuadrón que lo ajusticiara, decidieron jugársela a la suerte. Su padre fue quien la ganó y desde entonces había permanecido en un cajón guardada.


Acotó también, quizás para agregarle algo de intriga, que creía recordar que su padre más de una vez le había adjudicado a aquel objeto la constante mala suerte que lo había perseguido toda su vida. Lejos de amedrentarse por esa historia, la anticuaria retuvo cada mínimo detalle del relato en su mente, convencida de que pronto lograría a armar el rompecabezas que existía entre su escarabajo y esta cigarrera.

Esa noche se fue a dormir muy emocionada, convencida de que pronto lograría descifrar las historia que enlazaba a aquellos dos tesoros, testigos privilegiados de lo que, intuía, había sido una gran historia de amor.

(continuará)