miércoles, 25 de marzo de 2009

UNA DE TANTAS HISTORIAS...










Para culminar esta serie de entradas alusivas al pasado reciente de mi pais, les dejo un cuento (total ficción, aclaro) que si bien no podría decir que está entre mis mejores logros, fue escrito (hace ya bastante) buscando contar cómo la Historia colectiva de una sociedad, marca a fuego, e incluso destruye las pequeñas historias personales de quienes son protagonistas (quizás involuntarios) de nuestros pasados más negros.

Aprovecho para agradecerles muchísimo por sus comentarios y su constante compañía.





HISTORIAS DE DESAPARECIDOS
(versión libre sobre la historia de un país)

Detrás de una verja se levantaba la casa. Estaba ya bastante despintada, era evidente que en ella había hecho estragos el paso del tiempo.


Tal vez en otros años habría sido blanca, y azul fueron sus ventanas y sus puertas.

De los rosales del jardín, tan sólo quedaba uno, muy alto y desgarbado por los años que llevaba sin podar.

Apenas alguna rosa amarilla se alzaba al cielo despegándose en vano sobre el muro medianero, allí donde se adivinaba que en otra época estuvieron colgados prolijos maceteros con crisantemos y petunias.

Sólo un hombre mayor habitaba ya la casa; apenas se lo veía salir cerca del mediodía, cuando llevando en la mano un viejo bolso descosido, se dirigía hasta el almacén de la esquina para comprar alguna cosa y después, casi sin cruzar saludo con los vecinos, volvía a encerrarse solitario, en el caserón entristecido.

Pero no siempre había sido así; hacía tiempo, el jardín se poblaba de flores en primavera: perfumadas y coloridas, las macetas alegraban las paredes y la galería, y sobre la verja, enmarcando los rosales, trepaba una inolvidable madreselva.

Era quizás, la casa más linda de la calle, no sólo porque estaba bien pintada y cuidada, sino sobre todo, por la alegría de las personas que la habitaban: un matrimonio con hijos ya grandes y casados que esperaban los domingos para reunirse en la casa todos juntos, llenando los rincones con la risa de chicos que no paraban de jugar y correr. Eran cinco, tres varoncitos y dos mujeres. Dos de los varones eran hermanos, y las nenas y el otro varón más pequeño, eran sus primos.

Los dos abuelos parecían ensancharse de felicidad y orgullo cuando llegaban sus nietos, se preparaban desde el día anterior, comprando golosinas y hasta algún pequeño juguete para agasajar a los chicos.

Los días más cálidos, el hombre se animaba y hacía un asado en la parrilla del fondo y el olorcito hacía despertar las ganas de invitarse solo y así sumarse a aquella fiesta dominguera.

Durante diez años más o menos se mantuvo invariable el ritual festivo, los chicos crecían y los mayores acumulaban canas pero rejuvenecían por dentro.

Después vinieron los años difíciles. Los chicos se hicieron jóvenes inquietos, idealistas y soñadores. Cuatro de ellos siguieron estudiando, el menor comenzó a trabajar temprano, mientras crecía su preocupación por las injusticias que veía en las calles y en el trabajo.

Siempre solidarios entre ellos, cualquier problema que uno tuviera, entre los cinco lo enfrentaban, discutiendo y compartiendo, haciendo un frente común, no había quien pudiera separarlos.

La vida siguió su curso, sus estudios, sus parejas y sus trabajos comenzaron a exigirles más tiempo, menos domingos con asado, más días sin verse.

La vida en el país se puso difícil, eran los llamados “años de plomo”; las injusticias reclaman resolución, los ideales urgían para transformarse en lucha cotidiana.

Los juegos y risas de la niñez pasaron a ser charlas en el café o en la facultad; la política se les hizo carne, un calidoscopio de ideas los fue transformando y por fin un día, los cinco se vieron separados en bandos diferentes.

Los dos menores aumentaron su compromiso con sus ideas, bueno o malo, apostaron a todo o nada, y por pertenecer al bando de los que perdieron, sin nada se quedaron; el más pequeño perdió hasta la vida y de su hermana no quedó ni el rastro.

La casa se entristeció hasta los cimientos, fue ahí que perdió los colores, de repente, como cae un rayo, un día se tiñó de grises y quedó apagada para siempre. Igual que la abuela, que una mañana de invierno se cansó de los dolores de la vida y se negó a despertar.

La madreselva se secó, también lo hicieron dos rosales, uno por cada nieto.

Infructuosa fue la búsqueda desde comisarías a juzgados, la desaparecida no fue vista, decían los funcionarios. Poco apoco la familia perdió la nada que les quedaba de esperanzas y así, de aquellas fiestas de encuentros domingueros solamente quedaron las fotos.

Pasaron algunos años, el país siguió sangrando, dos de los nietos mayores se casaron y dejaron las raíces para remontar en vuelo por otros cielos, allá en España, donde habían quedado enterrados los abuelos del abuelo.

Domingo tras domingo se instaló el invierno y aquella casa de ensueños perdió toda su vida. Siguieron su paso los años, las canas se instalaron en las sienes de todos, el abuelo quedó esperando, como quien espera un imposible, que un día una carta llegue con noticias de su nieta, la que nunca aparecía.

-Está loco, decían los vecinos- la chica está muerta, como su hermano. Pero el hombre pasaba sin escuchar, haciendo oídos sordos a la desesperanza.
Los tiempos difíciles se llevaron nombres y destinos. Parecía por fin que comenzaba un nuevo principio aunque para el viejo, los mañanas no tuvieran ya mayor sentido.

Una tarde cualquiera de aquella primavera sonó el teléfono. –Será uno de los chicos, desde España- soñó el abuelo; no era su cumpleaños ni pascua ni navidad, ocasiones singulares en que le teléfono sonaba felizmente, trayéndole las voces de su pequeños, pero igualmente algo dentro suyo saltaba inquieto sin poder controlarlo.

Tuvo que sentarse, le temblaban tanto las piernas que estuvo a punto de caer. De inmediato reconoció esa voz, la de su otra nieta, la que sabían desaparecida. Las palabras ni brotaban por el llanto, la alegría le respiraba por los poros y no le dejaba hacer preguntas…y tantas tenía!!! - dónde estás?- apenas alcanzó a decir. – estoy bien, quedate tranquilo!! – su pequeña le respondió, - estoy viajando de vuelta, llego mañana!!!
De la emoción quedó llorando aún después de terminar la llamada, solo, sentado frente a la ventana del comedor, la que da al jardín. Recordó de improviso aquellos días felices, cuando todos estaban juntos alrededor de aquella mesa tan chica entonces, tan enorme ahora.

Por un momento sintió que el tiempo dejaba de jugarle sucio, soñó que tal vez, algún día no muy lejano, pudiera reunir otra vez a su familia en aquella casa, la que nunca estaría igual de feliz, porque faltaban algunos, pero se consolaba en que ahora sí podría recordar los días lejanos con esperanza y buenos recuerdos.

Esa noche fue interminable, se conjugaban la alegría por el próximo encuentro, la ansiedad de que se hiciera por fin de día, la angustia de saber y suponer todo lo que su nieta habría sufrido y el deseo, ese enorme deseo de que la felicidad que alguna vez tuviera, volviera otra vez a aquella casa.

Pasó la mañana y no hubo noticias, luego las primeras horas de la tarde, sin animarse a dormir su habitual siesta por miedo a no escuchar el teléfono o el timbre de la puerta. Caminaba de un lado al otro inquieto como un animal en una jaula. -Cómo no le había pedido un número telefónico dónde ubicarla!, - pensó- y al segundo corrigió- pero si está en viaje!!, a dónde podría llamarla!.

En esos pensamientos estaba cuando de repente suena el timbre. Se levantó de un salto tirando casi la silla donde estaba sentado. Se dirigió hacia la puerta intentando ver algo desde la galería, pero era inútil, la verja interrumpía la silueta que se adivinaba y nada podía suponer. Unos ojos queridos le sonrieron inmediatamente, una sonrisa cálida que parecía regresar de otro tiempo le hizo brillar el alma. Era su nieta!!, la tan amada, la que infructuosamente buscaron por tanto tiempo, las palabras sobraban en aquel momento de abrazos, el ritual de miradas comenzó en seguida, buscando respuestas de aquellas preguntas que no se animaron a pronunciar.

Siguieron las risas, los besos, los recuerdos gratos, no quisieron que los miedos empañaran el momento. Hablaron de todo lo bueno que se perdieron de compartir. Quisieron que el reloj festejara con ellos, desde ese momento las horas volverían a ser esperadas, sería deseado el día cuando finalizara la noche y desde ahora ella dejaría de estar poblada por los fantasmas desmembrados del tiempo que se fue.

La tarde dejó de llenarse de sol para vestirse de estrellas y mientras una a una de luces se encendían, en la casa que ayer fue tristeza, la alegría dejó de estar ausente porque desde ese momento la soledad se dispuso a morir.







13 comentarios:

  1. Se me han llenado los ojos de lágrimas por el abuelo, por los nietos, por tantas y tantas historias que deslucen la vida (que casi siempre tiene más de cal que de arena)igual que la casa que magistralmente relatas. Como siempre un placer perderse en tus letras, un verdadero placer. Un abrazo bien fuerte Neo

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  2. Me he emocionado profundamente leyendo este cuento y oyendo la musica, amiga.

    Sentimiento puro.

    Si los mandamases pensaran alguna vez que con dos metros nos va a sobrar todo...quizás actuaran de otra forma.

    Bella historia.

    Un abrazo.

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  3. DIFICIL DE LEER, DEBO CONFESARLO , LO HICE CON UN NUDO EN LA GARGANTA, Y UN CUENTO CON MUCHO DE REALIDAD Y DE HISTORIA, UNA MUY TRISTE¡¡¡¡¡¡
    MAESTRA, UN BESOTE ENORME PARA VOS¡¡

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  4. NEO,LO SIENTO PERO NO HE PODIDO TERMINAR DE LEERLA ,ULTIMAMENTE ESTOY MAS SENSIBLE DE LO NORMAL Y SE ME HA HECHO UN NUDO EN EL PECHO QUE ME HA IMPEDIDO LEERLO.
    ME SUPONGO QUE ACABARA BIEN ,PERO DISCULPAME ,ESTAS COSAS ME SUPERAN,SE QUE ES LA REALIDAD,POR ELLO ME SUPERAN MAS.
    LO SIENTO.
    BESOS.
    Mº JOSE.

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  5. Y desde ahora volverá a florecer la madreselva.

    Un relato muy desgarrador y tierno a la vez.

    Saludos

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  6. Es mas duro cuando lo pones asi en familia.
    Y lo mas duro es hubo y hay muchas familias donde esa historia es tal cual.

    Voto por la VIDA!

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  7. Hasta ahora que me he quedado sin personal pequeño, no he podido leer tu historia que por muy de ficción que sea, no deja de emocionar.

    Hermoso cuadro el que has pintado con tus siempre tan acertadas palabras. Triste, pero a la vez con ese brillito de esperanza de poder reconstruirse de nuevo.

    Un placer y como dices tu, hasta cada rato :)

    Un beso

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  8. Ufff me he emocionado pensando que es el reflejo de una cruel realidad y ojalá que todas hubiesen podido terminar con un poquito de luz.
    Un abrazo Neo con cariño.

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  9. Enhrabuena Monica. Gran relato, hermosa historia, tremendo blog.
    Un saludo.

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  10. Es que la historia de un país también es la suma de las historias de su gente...
    Y las historias de la gente, la consecuencia de la historia del país donde vive.
    A mi me ha dado mucha pena este cuento. Siento que es una realidad que estuvo presente en muchas familias.


    Un besito y bienvenida, alegría!


    P

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  11. Mmm, un final feliz para este grupo de relatos que nos has regalado. Todo un detalle, ese poquito de azucar para eliminar el sabor amargo de todo el dolor pasado.

    Un abrazo Moni, nos leemos. :)

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  12. Neo, he venido siguiendo todo los relatos de este entramado oscuro, que vivió tu país, que igualmente vivió el mío, (que aún mantiene búsquedas y reclamos de justicia por tantos desaparecidos y familias que aún sienten sus heridas abiertas.) Ha sido sin dudas, un cierre alentador, ese reencuentro del abuelo con su nieta, sumamente emotivo, contado desde tu sensibilidad que llega a lo hondo para todos quienes padecimos tiempos tan desbastadores.
    Un gusto leerte, visitarte y compartir.
    Besos al vuelo!

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  13. Ay Moni, tu texto es buenísimo, como siempre, y trastorna el alma también ... qué terrible fue la época de la dictadura militar para nuestro país, el tema de los desaparecidos, los exiliados, muertos, torturados, vejados, el desconcierto, las familias destruídas, y la impunidad de un gobierno dictatotial diabólico. Fue una época dura, difícil, espero que todas las personas que la sufrieron a fuego por defender sus ideales, encuentren hoy en nosotros al menos un reflejo del sentido de la justicia que intentaban preservar.

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