domingo, 25 de enero de 2009

TRILOGÍA DEL PARAISO - Segunda Parte



UN AVE SIN ALAS

Cuando abrió los ojos una luz intensa la deslumbró. No sabía lo que era. Se sentó, tratando de sacudir el infinito sopor que la obnubilaba.

Se incorporó como pudo, sosteniéndose sobre sus pies vacilantes. Se mantuvo erguida por primera vez y casi sin saber por qué, dio su primer paso.

El aire era fresco y eso la hizo sentirse con la fuerza suficiente como para intentar caminar. Una vez que aprendió a equilibrarse los movimientos se sucedieron con naturalidad y dejó de preocuparse. Se dedicó entonces a contemplar lo que la rodeaba.

Había abundancia de plantas y animales, olores y colores. También miró por encima de Ella, y vio que la luz intensa provenía de un punto imposible de mirar directamente sin deslumbrarse. Se descubrió las manos. Con ellas se recorrió entera, palpándose y sintiendo que en un rincón de su pecho había un latido rítmico que no cesaba.

La belleza infinita de toda la Creación la envolvía. Y en medio de ella se sintió vulnerable.

La luminosidad fue cediendo el paso a lo que llamó Noche. Fue allí cuando comenzó a sentirse cansada y descubrió la necesidad de reposar. Buscó algo que le resultó más cómodo y se tendió de espaldas, sobre lo que al fin llamó Suelo, y si lo que estaba bajo Ella así se llamaba, decidió nombrar Cielo a lo que estaba arriba y que ahora se llenaba de bellas luces diminutas; se emocionó cuando supo que era Estrellas cómo debía nombrarlas. Así lo hizo, y se sintió feliz.

Cuando abrió los ojos por segunda vez, se conmovió al reencontrar lo que había descubierto la vez anterior. Experimentó una conexión intensa con todo lo que la rodeaba. Se animó a explorar y conocer lo que aún no había descubierto. Ávida por ver, escuchar, sentir, tocar y probar todo lo que lo rodeaba, continuó poniendo nombres a cada cosa que más la conmovía. Una de las primeras que nombró fue algo pequeño, delicado y perfumado, cuyo intenso color la atrajo en forma inexplicable y de la misma manera hizo que decidiera tomarla y ponerla entre su pelo. Intuyó que debía llamar Flor a esa belleza y se sintió satisfecha.

Mientras otra vez llegaba la Noche quedó extasiada con el gran círculo blanco que se elevaba poco a poco sobre la línea que dividía el Suelo y el Cielo. Antes de cerrar los ojos por última vez ese día, supo que debería ser Luna el nombre de esa luz.

Esa noche soñó con la belleza de la Flor y volvió a emocionarse. Supo sin saber por qué, que no era Ella la única que tenía noción de existencia en medio de aquella inmensidad. Intuyó que en algún lugar al que todavía no había llegado, esa Entidad esperaba que Ella la descubriera y esa certeza hizo que se sintiera plenamente reconfortada.

Fue día otra vez y nuevamente se sintió feliz de sentir y andar. Se detuvo un momento junto a un lago. El Agua que ya había descubierto y nombrado, se encontraba allí quieta y serena, mostrando sobre ella todo lo que estaba por sobre su cabeza. Descubrió su propia imagen reflejada en esa superficie y se estremeció cuando vio que un bello pájaro se duplicaba junto a su reflejo. Se sonrió y deseó poder volar como aquel ser al que quiso nombrar Ave y por desear parecérsele pensó que nombrarse a sí misma Eva la haría elevarse como aquél animal volador lo hacía.

Continuó mirando con complacencia su propia figura reflejada en el Agua quieta; fue la primera vez que tuvo real conciencia de su aspecto. Sintió cómo Ella misma era parte de esa maravillosa Creación.

Esa noche no tardó en dormirse. Lo hizo complacida por haber encontrado un buen nombre para sí misma mientras se imaginaba volando entre las Estrellas que nunca dejaban de maravillarla.

Cuando cerró los ojos, otra vez, la misma sensación de que en esa inmensidad había Alguien más con conciencia de existir la volvió a conmover, lejos de inquietarla, la sola idea de que fuera cierto le bastó para hacerla sentir íntimamente ligada con la inmensidad.

Fue día otra vez, pero al despertarse, se sintió más vulnerable. No sabía cuál era el motivo, pero en lugar de dejarse llevar por la aventura cotidiana de explorar y descubrir, prefirió quedarse en un lugar que le brindó cobijo mientras la primera Lluvia que presenciaban sus ojos nuevos comenzaba a mojar el Suelo y todo a su alrededor.

Mientras contemplaba ese Agua caer lánguidamente sintió que en su costado algo la oprimía. No era una sensación externa, era más bien la necesidad íntima de hallar algo que la completara. Sintió que todo lo que la rodeaba no era suficiente para llenar ese angustioso hueco que adivinaba cerca del lugar desde donde provenían los latidos de su pecho. Se sintió como nunca antes se había sentido. Llamó Soledad a ese vacío creciente y Llanto al agua que caía de sus ojos acompañando la lluvia primera.

Esa noche no hubo Luna ni tampoco pudo ver las Estrellas. Buscó en vano la sensación de compañía que surgía cuando cerrabas sus ojos, pero no la sintió esa noche. Llamó Tristeza a lo que sintió cuando escuchó la caricia del viento rozándole su cara y otra vez volvió a llorar sin saber bien por qué.

Fue día otra vez y el Sol salió intenso como ya se había acostumbrado. Cuando se puso de pie vio que había quedado un resto de Agua de la que había caído del Cielo esa noche, y al descubrir allí otra vez la imagen de su rostro reflejada recordó el motivo por el que había decidido nombrar Eva a su propia identidad y así, contemplando una bandada de Aves que cruzaba el Cielo límpido supo que todo lo bueno que necesitaba estaba por venir; esa sensación la gratificó por dentro; emocionada y complacida, la llamó Esperanza.

Entrecerró los ojos y sintió la brisa fresca sobre su cara y sintió que se renovaba por dentro. Como si tuviera alas en sus pies dejó que la mañana le diera la bienvenida y con los brazos extendidos bajó corriendo una colina, pensando que así podía llegar a abarcar en ese momento la totalidad de la Creación que otra vez se le presentaba plena y exuberante. Simplemente se dejó llevar por ella y cuando abrió los ojos descubrió muy cerca de Ella a Uno que se le parecía, pero que a la vez era muy diferente.

La intrigó desde que lo vio. No quiso acercársele enseguida para reconocerlo, decidió mirarlo de lejos, tratando de esconderse detrás de unas hojas.

Algo de esa criatura la emocionaba en forma especial y si bien se sentía atraída, a la vez le complacía la idea de mostrarse algo esquiva. Lo notó torpe e inseguro y eso la hacía sonreír.

Se dio cuenta que Él la había descubierto y que desde ese momento no podía dejar de mirarla. La idea de desorientarlo le producía un sutil placer que nunca antes, en su corta vida, había experimentado. Decidió que sería divertido hacerle creer que lo ignoraba: simulando poner su atención en una hermosa Flor que crecía junto al lago, la cortó y se la colocó entre sus cabellos, mientras la brisa los hacía mecer suavemente y el Sol parecía quedarse en ellos. Se sintió seductora, bella, deseada y eso la complació. Comenzó a correr de improviso, alejándose de Él pero cuidando que no la perdiera de vista para que así se animara a seguirla.

En el rincón de los latidos de su pecho, sintió que el ritmo se aceleraba, tuvo la seguridad que no era sólo por el hecho de correr, y eso la excitaba más. No entendía qué era aquello que sentía, pero supo que era bueno y que le hacía olvidar la Soledad.

Para su sorpresa, la criatura no se animó a seguirla, y eso la desorientó. Hubiera preferido que Él entendiese sin más aquel juego, pero se dio cuenta que no era su culpa no comprender las sutilezas de esa travesura de seducción, por lo que supo que debería enseñarle.

Fue ella quien lo siguió sin que Él se diera cuenta. Ayudada por la Noche que vino en su ayuda para ocultarla mejor, lo siguió hasta su refugio. No pensó en otra cosa que en descubrir sus secretos, quería adivinar qué sentía y ver qué hacía. y mientras los ojos de ambos, aunque distantes, se quedaban extasiados en la Luna, supo que el hueco que había sentido en el rincón de su pecho ya no estaba vacío. Se sentía completa.

Cuando vio que estaba dormido, tratando de no despertarlo, se acercó y lo recorrió pausadamente con sus ojos; a la luz de la Luna aquel ser parecía más indefenso, eso la conmovió y sintió el fuerte impulso de tocarlo. Así lo hizo: apenas le rozó una mejilla con sus dedos y ese breve contacto bastó para saber que debería quedarse junto a Él. Se durmió a su costado, sin que Él lo sospechara.

Al amanecer del nuevo día ella ya estaba despierta. Quiso tener en su pelo toda la belleza de las flores para estar segura de agradarle a aquél que recién despertaba y mientras lo miraba con algo a lo que después nombró Ternura, tomó con gran dulzura el más pequeño de sus adornos florales y extendió la mano para que Él lo tomara. Aquel gesto le hizo entender sin duda lo que Ella sentía, y a partir de ese momento no se separaron nunca.

La mayor parte del día compartían caminatas recorriendo y explorando, maravillándose frente a cada sorpresa que les brindaba la Creación. Eva notó que Él también nombraba, las cosas que le interesaban, pero observó que lo hacían en forma distinta: Ella, como era su costumbre, entrecerraba los ojos buscando en el rincón de sus latidos la palabra que fuera más adecuada, Él en cambio las buscaba relacionándolas con las cosas que ya habían sido descubiertas, buscaba los nombres en su cabeza y no en su costado.

Supo que había sido la Luz la primera cosa a que Él dio nombre, y pensó que era muy adecuado, por lo que Ella también así comenzó a nombrarla.

Ella le enseñó otras cosas a las que había puesto descubierto y Él a su vez le mostró cuáles eran sus preferidas.

Le enseñó también cómo había intuido su propio nombre, por lo que a partir de ese momento Él comenzó a llamarla Eva. Cuando supo cómo Él se nombraba y por qué lo había decidido así, sintió otra vez lo que ya había llamado Ternura y con gran suavidad lo llamó Adán por primera vez. Saboreó el nombre y desde ese momento pasó a ser su palabra preferida.

Se pusieron de acuerdo para poder entenderse mejor y así, con sonidos y gestos comenzaron juntos a tejer un idioma que les permitió con el tiempo interpretar lo que el otro sentía y pensaba. Compartían el Tiempo, el Asombro, la Inquietud, la Alegría, los Juegos, la Contemplación, la Tranquilidad, el Bienestar, la Esperanza, la Dulzura…aprendieron a sentir que ya no eran Uno sino que se habían transformado en Dos que estaban unidos.

Un día, llegaron a un lugar a donde nunca antes habían estado. Se trataba de un inquietante bosque poblado de árboles de gran belleza y profusa vegetación. Como era su costumbre en sus frecuentes exploraciones se detenían a ver en detalle cada uno de los pájaros, animales y plantas con los que se topaban, palpaban las texturas, olían los perfumes, probaban los sabores, decidían cómo llamarlos…

Estaba Eva tratando de encontrar el nombre más adecuado para un pájaro que recién descubría y mientras entrecerraba los ojos para encontrar cuál sería el mejor, sintió que algo frío se deslizaba entre sus pies. Aquel contacto la hizo estremecer de pies a cabeza y a pesar que tuvo un extraño presentimiento, su curiosidad pudo más y comenzó a seguirlo. Como la mayoría de las veces era Ella quien tomaba la iniciativa en aquellos asuntos y Adán quien la secundaba, aún cuando cuestionaba sus decisiones.

Un árbol de una extraña belleza se encontraba en el medio de un claro. La Luz se filtraba entre sus hojas haciendo que sus frutos brillaran tentadores. Eran grandes y rojos y por algún motivo que no comprendía parecían ser más apetecibles que los de las otras plantas. A pesar de ello, ninguno de los Dos se decidió a tomar uno y probarlo. Algo les decía que era riesgoso, que no eran como los demás frutos de los que disponían libremente.

La Serpiente, que fue quien rozó con un frío intenso la calidez de sus pies, se deslizó sigilosa trepando por el tronco hacia las ramas más gruesas de aquél árbol desconocido y empujando con su cuerpo el más maduro de los frutos; hizo que éste se desprendiera de la rama y cayera al Suelo. Tuvo la impresión que se trataba de una invitación que les hacía la Serpiente; guiada por una fuerte tentación lo tomó y como siempre, quiso compartir con Adán aquella experiencia.
Tomando el fruto por su cabo, lo sostuvo frente a su boca y los dos lo mordieron al mismo tiempo. El jugo era dulce y gustosa su pulpa. Se sintieron muy complacidos y satisfechos, y mientras permanecían frente afrente, se miró uno en los ojos del otro y aún con el sabor delicioso de aquél fruto entre los labios, se fundieron en lo que juntos luego, nombraron como Beso.

Luego Eva sintió que todo era diferente. Tuvo la certeza de que estaban en ese lugar por alguna determinada razón aunque aún no la descubriera. Comprendió con claridad que no todo es lo que aparenta, no perdiendo nunca la inquietud por averiguar el por qué de las cosas.

Descubrió que los sentimientos se pueden expresar de mil maneras diferentes.. Supo que podían lastimarse con algunas de sus decisiones y también que sin querer podían dañar al otro a veces hasta simplemente con un gesto o una palabra. Descubrió junto a Adán la voluptuosidad de sus cuerpos y el sinfín de sensaciones que con ellos podían experimentar. Notó con sorpresa que Adán solía experimentar una extraña mezcla de Deseo y Culpa que lo trastornaba hasta llevarlo a pensar que eso que antes había sido tan natural, era en realidad una debilidad despertada por aquel fruto al que comenzaron a llamar Prohibido.

Por influencia de Adán su Razón pretendía pasar a dominar su Emoción y desde entonces los sentidos de las cosas no resultaron tan claros y sencillos como en un principio. Lo que antes era una existencia etérea, perceptiva y sin complicaciones pasó a ser una subsistencia concreta, pasional y reflexiva repleta de desafíos que muchas veces la inquietaban y le hacían resurgir aquella noción de fragilidad frente al mundo: se sabía vulnerable, pero al estar con su Adán su seguridad y sus fuerzas volvían a renacer.

En algunas ocasiones su vanidad de mujer le hacía creer que podía jugar con Adán como quisiera o que podía lograr que Él fuera como Ella deseara, pero cuando pensaba que al fin lo había logrado, volvía a experimentar esa sensación que la enterneció desde un principio y que le hizo querer estar siempre a su lado aceptándolo tal como era.

Descubrió que cada vez su vida se hallaría frente a vitales encrucijadas ante las cuales debería decidir, y que por muchos motivos caería sumida en una profunda congoja, añorando aquel pasado idílico del que habían surgido y al que siempre soñaba recuperar.

A veces culpó a la Serpiente por aquel fruto desconocido que le hizo probar, sabía que fue a partir de ese momento que le nació la necesidad profunda del conocimiento, de buscar la raíz de las cosas, tanto afuera como dentro de Ella, y a veces eso le pesaba y la hacía desear que aquel encuentro no hubiera sucedido. Pero después, inevitablemente, comprendía que algún motivo poderoso había querido que así fuera, que ese cambio era un crecimiento aunque implicara dolor.

El día que nació su primer hijo confirmó aquella convicción primordial que tuvo en un principio y que la hizo sentir plenamente reconfortada: se sintió parte esencial de la maravilla de la Creación; supo que Ella y Adán eran porciones vitales del Todo y que aunque las cosas aparentaran no estar unidas, todas sin duda, estaban conectadas entre sí por un hilo invisible que las mantenía en equilibrio, y para descubrir aquella magia, siempre y por fortuna, le bastaba cerrar los ojos, y echarse a volar.

12 comentarios:

  1. ES DE UNA DULZURA TOTAL ESTE RELATO, MAGICO EL MOMENTO DE SU ENCUENTRO¡¡
    ME GUSTO MUCHISIMO, TENES MIS APLAUSOS NEO REALMENTE , MAGNIFICO¡¡¡
    UN BESOTE¡¡

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  2. Más bonito si cabe que el anterior..es precioso Neo y en cuanto a tu comentario en mi entrada te lo agradezco de veras,pero cada uno ha de saber llevar con alegría lo que le tocó.
    Besos guapa.
    Shere

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  3. O primeiro amor... da história da humanidade... e um amor como todos os outros... com a descoberta do "outro", as dúvidas, a ternura..

    Lindo!

    Beijo!!!

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  4. Así me siento como un ave sin alas... un relato con el cual me identifico. Así está mi vida emocional ...revuelta ....y no saber qué hacer con la fruta prohibida entre mis manos. Te mando un fuerte abrazo.

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  5. Jopetas, buena táctica la tuya. Me gustan estos relatos en los que se cuentan los hechos desde los diferentes puntos de vista. Ahora espero con ansia la visión global del asunto. :)
    Hay que ver lo que dio de sí la dichosa manzanita, y ahora nos las comemos sin el menor remordimiento,jeje

    Genial tu relato, por el momento, los dos capítulos son memorables.

    Besos

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  6. Me has dejado sin palabras, Neo, con el ambiente tan bien creado, ese ritmo tan dulce y suave, tan sugerente...
    Y me gusta cómo han ido descubriendo el mundo, pero como todo cambia desde el momento que la razón y el conocimiento entran en escena en detrimento de la emoción.
    Es con emoción que esperaré la siguiente parte!!
    Un beso

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  7. Adán, Eva y Dios, ¿que mas se puede pedir?. Como dices en la entrada anterior, no estaría mal contarlo desde el punto de vista de la serpiente, tan denostada ella. Alguna palabra en su defensa no iría mal.

    Saludos

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  8. Reitero mi agradecimiento a todos los que se han tomado el timpo para leer los relatos. Sé que son extensos y eso desanima. Ahora espero que les guste la tercera y última parte...que es un poquitín más corta1 jejeje

    Gracias otra vez...
    Besos a todos!!!

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  9. A pesar de ser una historia conocida, esta forma de relatarla me despierta ese suspenso que siempre encuentro en tus escritos.
    Me voy al final, tecito en mano.

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  10. Jajajaja esta Eva me encanta, si que venimos de ella definitivamente, tiene esa dulzura, la picardia y el sexto sentido que nos caracteriza a todas las mujeres.
    Excelente relato Neo!!!

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  11. Si bien conocemos todos la historia, vos la contas tan romantica que me atrapo, espero el proximo y ultimo...a ver como fundis todo esto jajajaja!
    Un abrazo.
    Tere.

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  12. Pues sí, lo has conseguido...me ha encantado ese pájaro al revés...Eso era el paraíso sí, sentir, simplemente, lo bueno y lo malo sin buscar siempre tres pies al gato, a la serpiente o a la manzana. Delicioso, simplemente Neo...

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