CADA JUEVES UN RELATO: VUELTA DE PÁGINA

 Con exceso de palabras - pido excusas, no lo pude acortar más- les dejo mi aporte a mi propia convocatoria. Para leer todos los textos participantes, pasar por la entrada anterior.

VUELTA DE PÁGINA

Aquella sesión sería la última. El broche de oro de su carrera como aclamado médium. Con aquella brillante despedida daría una vuelta de página y pondría cierre a sus famosas presentaciones como “psíquico experto en asuntos paranormales y facilitador de encuentros con los habitantes de lo oculto”.

Después de treinta años de una fructífera carrera recorriendo centros espiritistas, teatros y mansiones de ricos e incautos amantes de los fenómenos extrasensoriales, aquel farsante de charla locuaz y ademanes distinguidos se había cansado de representar su papel ante un público cada vez más demandante.

Gracias al reconocimiento que había alcanzado con sus dotes de ilusionista y el empeño puesto por sus admiradores en pagar por escuchar lo que querían oír, logró reunir una considerable fortuna que le permitía retirarse con pleno éxito.

Luego de la cena con la que sus fieles seguidores decidieron agasajarlo, se había preparado la que sería una última y exclusiva sesión espiritista. Sus discretos ayudantes, camuflando los artificios que solía utilizar en cada sesión, habían dispuesto todo para que la ilusión del ectoplasma fantasmal se diera con fluidez y “naturalidad”. Dada la escrupulosa lista de acaudalados asistentes, le resultaba sencillo prever los “espíritus” que sus generosos mecenas gustarían convocar: la joven novia muerta frente al altar justo antes de dar el sí, el amante conde fallecido durante un viaje a la India, el hijo agonizante en la mansión de verano… todas situaciones previsibles en las que las eventuales conversaciones entre deudos y difuntos podrían mantenerse sin dificultad gracias a su intervención, tan elaborada como ficticia.

Ya comenzada la sesión y luego que los primeros golpes de efecto pusieran en “ambiente” a los invitados, ciertas anomalías que se fueron dando durante la presentación desconcentraron hasta al propio médium, escéptico negador de todo lo que decía practicar.

Entre penumbras, todos los artilugios preparados para engañar se fueron evidenciando sin que hubiera una razón lógica: las velas trucadas dejaron de parpadear y se fundieron en segundos, el casto ulular fantasmal grabado se transformó en grititos payasescos que despertaron carcajadas, los cuidados efectos lumínicos dejaron de proyectarse y los falsos ectoplasmas se mostraron sin misterio tal como habían sido concebidos en la tienda de chascos: burdas espumas jabonosas dejando rastro pegajoso en muebles y dedos. 

Lejos de provocar temor y asombro, aquella última sesión resultó ser un fiasco, la prueba definitiva de que los poderes que el famoso médium decía tener no eran más que patrañas y que todos las señales del más allá que proclamaba recibir resultaban ser un mediocre montaje armado para los acólitos, que -a esas alturas- habían perdido tanto interés como misticismo. De no haber sido por el infarto que el estafador sufriera al verse desenmascarado, aquel evento podría haber sido catalogado como una ridícula fantochada, pero dada su muerte inesperada, se transformó en tragedia.

Paradójicamente, justo al atravesar el umbral que separa este mundo del otro, el farsante logró alcanzar la claridad de percepción que muchas veces simuló experimentar durante sus falsos trances. Sin problemas reconoció -entre otros- a la joven muerta frente al altar justo antes de dar el sí, al amante conde fallecido durante un viaje a la India, al hijo agonizante y otras tantas almas afligidas que intentaron –infructuosamente y en distintas oportunidades- contactarse con el otro lado mediante su fabulada intermediación.