LA VALIJA
La vieja estación se alzaba en
medio de la llanura. Las vías paralelas señalaban un preciso punto de
referencia más allá del ocre de las espigas. Detrás de los muros de prolijos
ladrillos ingleses, se organizaba con ajustada cronometría el ir y venir de
trenes, cargas y pasajeros. Tres bancos y un señorial reloj constituían el escaso
mobiliario del andén. Junto a la oficina desde donde comandaba la aceitada
sincronización de aquel pequeño mundo, el meticuloso funcionario vivía junto a
su familia, compartiendo con ellos el orgullo de ser reconocido por su
corrección y decencia.
Un día, entre arribos y partidas,
alguien se dejó olvidada una valija sin identificación, por lo que el escrupuloso
jefe decidió preservar la maleta en su propia casa, mientras investigaba quién
podría haberla olvidado. Apenas cruzar el umbral dio instrucciones para que
nadie, por ninguna circunstancia, tocara aquel equipaje que decidió ubicar momentáneamente
detrás del sillón junto a la radio que presidía la estancia.
Aquella valija se transformó, desde
ese momento, en el foco de tentación de la circunspecta familia, habitualmente
desprovista de cualquier emoción fuera de su rutinaria armonía. Sin que nadie
se atreviera a confesarlo, cada quien a su manera fue sintiendo la picazón de
la curiosidad, comenzando a fantasear sobre lo que la maleta podía contener.
El jefe de estación no podía
dejar de pensar que quizás alguien la había abandonado por miedo a portar algo
ilegal o inconveniente: tal vez una entrega espuria interrumpida por un imprevisto
forzó al cómplice a no acudir a la cita y la carga comprometedora quedó allí en
su estación, a la deriva, a merced de quien buscara luego recuperarla. Esa idea
le inquietaba demasiado, por lo que su apuro por sacarse de encima aquel
problema era evidente.
Su esposa, totalmente ajena a
esas preocupaciones, aprovechó el evento para dejar volar su imaginación más
allá del incordio que la voluminosa maleta representaba dentro de su sala, fantaseando
que tal vez estuviera llena de glamorosos regalos que algún galán de la capital
le llevaba a su amada pueblerina, quedando por puro azar olvidados allí, en
medio de la nada.
El hijo, incansable lector de
novelas de misterio y detectives, forzaba cualquier ocasión para poder tantear
la maleta y estimar su posible contenido: demasiado pesado para ropa y muy
liviana para lingotes de oro robados, como relataban algunas de sus historias.
Tal vez documentos importantes trasladados por espías internacionales perdidos
en aquellas pampas gringas. Mil historias volaban ante su mente infantil, ansiosa
por divagar más allá de esos muros ferroviarios.
Para la abuela, de gran espíritu
práctico, las posibilidades de adivinar el contenido sin abrir la valija se
reducían a nada, por lo que era partidaria de destrabarla y darle una inocente
y rápida mirada, acabando de una vez con la incertidumbre que a todos perturbaba.
Pasaron varios días y la
curiosidad por averiguar algo sobre la maleta no decayó, por el contrario, se
consolidó como una inquietante tentación aguijoneando en silencio desde detrás
del sillón, poniendo a prueba sus voluntades vacilantes.
Una mañana, cuando el bulto
hallado casi se había asimilado al mobiliario de la casa, desde la oficina
central llegó la orden de despacharlo hacia nuevo destino: la valija fue
trasladada y con el ella el misterio de lo que contenía. Quizás una carga
ilegal, quizás encajes, quizás oro o pistas en clave sobre eventuales espionajes.
Jamás lo supieron, pero la excitación por descubrir lo que pudo contener quedó
por siempre latiendo en su imaginación con fuerza inquisidora.
Se justifica la extensión.
ResponderEliminarUna familia discreta, no se metió a ver lo que había en la valija.
Un abrazo.
Tengo pensada la posibilidad de ampliar el relato. Tal vez lo haga. Gracias por leer. Un abrazo
EliminarMe inclino a pensar que algo de algun espia si debia estar en aquella maleta, hizo bien en llevarla a la casa el encargado, pues dejandola en la estacion quizas algun otro empleado hubiese visto el contenido.
ResponderEliminarTe agradezco por leer y comentar José. Le decía Demi que tal vez continúe el relato con una segunda parte. Veremos. Un abrazo
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ResponderEliminarHola Neo, Un gran relato, me gustaría que lo ampliaras, sí. Te animo a ello.
Gracias por venir a mi blog.
Un abrazo.
Te agradezco. Quizás te haga caso 😉. Me divertí con tu historia. Un abrazo y muchas gracias por pasar y leer con atención
Eliminar¡Vaya! tus protagonistas se quedan sin saber que contiene la maleta y nosotros tampoco jaja, menos mal que no soy curiosa y me he divertido con las cabalas de cada personaje. Un abrazo
ResponderEliminarMe alegra haberlo conseguido Ester. Te agradezco por leer siempre con buena disposición. Un fuerte abrazo
EliminarQue bueno Neo, no supieron nunca que había en esa valija pero durante el tiempo que la tuvieron en casa sus mentes volaron cada uno aun lugar distinto pero fueron felices, les mantuvo vivos la curiosidad... Me ha gustado mucho.Te felicito.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo y hasta la semana que viene.
Gracias Campi. Se trata de un relato basado en un hecho que alguien me contó... y me lo imaginé así. Me alegra que te gustara. Un abrazo y muchas gracias
EliminarPienso que tus lectores que creo somos muchos y yo me cuento entre ellos, nos has dado un buen motivo para volvernos curiosos por si lo éramos poco. La Incertidumbre con la que has adornado tu historia ha sido tu jugada maestra. Genial Neo!!! has estado magnífica.
ResponderEliminarBesos.
Muchísimas gracias Montse! No estaba segura si dejar un final abierto sería algo soso. Celebro que no se así. Un beso
EliminarTambién ha quedado la curiosidad flotando entre tus lectores, al menos en mí y eso que de curiosidad tengo la justa, así es que has conseguido tenernos en vilo, para luego no saber lo que contenía. Te felicito.
ResponderEliminarMi intención fue mostrar lo que el picor de la curiosidad puede producir, más allá del asunto que se descubra. Convengamos que probablemente la valija en cuestión no contendría más que ropa, y de saberlo, habría perdido toda su magia 😉 un abrazo y muchas gracias por pasar y leer Tracy
EliminarHola Neo , tu has puesto el punto y final de mi relato o mejor dicho
ResponderEliminarhas hecho la segunda parte de mi relato , por así decirlo , yo te diré
lo que contenía la maleta , el gato muerto y Tomas descuartizado , ya que cuando
se metió a navegar en internet , antes de meterse en la tienda online , vio algo que no debía
y la dirección de su ubicación o dirección IP lo delato ,y así acabo.
Te deseo una feliz noche , besos de flor.
jaja qué ingeniosa manera de unificar relatos, Flor! bien podría ser, aunque creo que ene se caso y por el tiempo transcurrido, la maleta habría apestado jajaja. un abrazo y gracias por leer con buena onda.
ResponderEliminarEn Israel sería extremadamente peligroso,
ResponderEliminarllamaríamos al escuadrón antibombas de la policía
y nos apartaríamos rápidamente de ahí, sin tocarla.
Besos
Me imagino! Pero esta historia está ambientada en la pampa gringa de los años 50, cuando sucedió realmente y el padre de mi marido era jefe de estación 😉 la realidad era otra 😊 un beso Myriam. Que sigas bien!
EliminarEvidentemente, la realidad era otra bien distinta. Otro beso 😘 para ti.
EliminarMagnifico, se me ocurre que alguien pudiera tener esa estrategia, dejar la maleta, la misma, cada mes en un estación y ver luego cuánto tardaron en cada lugar en abrirla. Sería curisos saberlo :-). Perfecto de ejecución.
ResponderEliminarUn abrazo
Seguro sería muy interesante de hacer como experimento! Recuerdo haber leído que lo hacían con una billetera en la calle. Un abrazo y muchas gracias por leer con atención Albada
EliminarNeo, la extensión del texto era necesaria.
ResponderEliminarSiempre estamos a la busca de encontrar nuestros propios deseos...Lo que nos conduce a incentivar la curiosidad...
Muy bien llevado.
Un abrazo y feliz fin de semana.🌼🌷
Te agradezco Berta. Me alegra saber que no molestará la extensión. Un abrazo y muchas gracias por leer
EliminarCon tu prosa precisa y preciosa nos has llevado de la mano, empujados por tu imaginación, hasta un final que está pidiendo a gritos una continuación.
ResponderEliminarDe lo contrario nos dejarás con el arduo trabajo de que cada uno de tus lectores busque un final que, seguro, tu resolverías mejor.
Besos.
Jeje tal vez me animé y busque una continuación Juan! Muchas gracias por tu amabilidad y atenta lectura. Abrazos 🤗
EliminarNos dejas con la curiosidad por saber que demonios había en la maleta!!! jajajja. Propongo que doten a esa estación de tren de un escáner para cotillear interiores de maletas abandonadas :))
ResponderEliminarBss.
Jaja Hola Mar! Te diré que la historia corresponde a una anécdota ducedida x la década del 50 en una prqueña estación del interior de mi provincia. Más allá de lo que contenía, la valija sirvió para poner a prueba la voluntad de la familia para no caer en la tentación de abrirla 😉😁. Un abrazo y muchas gracias por tu comentario
EliminarYo quiero que la abras!! Dichosa curiosidad ahora me estoy mortiendo las uñas...Muy bueno, gracias por participar, besos.
ResponderEliminarFue un placer poder hacerlo Moli. Me alegra que te gustara el relato. Un fuerte abrazo
EliminarY cómo vamos a aguantar la curiosidad que nos has creado en el relato?? Tendrás que hacernos una segunda parte :)
ResponderEliminarBss
Parece que son muchos los curiosos por aquí jeje. Gracias Sylvia por pasar y leer con atención. Hasta cada rato 😉
EliminarAaaaggghhh... no me digas que aguantaron sin abrirla. al segundo dia, ya tenian excusa... estos ingleses y sus estrictas noemas y educacion.
ResponderEliminarun maravilloso MCgufffin, naravillosamente relatado y teniendonos en tension hasta el final. me ha encantado Monica
besossss
Muchísimas gracias Gabiliante! Me halaga t estimula tu amable comentario. Un abrazo! Que tengas una linda semana!
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