jueves, 1 de noviembre de 2018

ESTE JUEVES UN RELATO, Seres malignos

Esta semana, coincidiendo con Halloween, nuestro anfitrión juevero, Juan Carlos, nos propone hablar de seres malignos en cualquiera de sus acepciones. Por falta de tiempo para escribir un nuevo relato, recurro a uno que alguno vez publiqué y creo se ajusta al tema. 
Para leer todos los aportes, pasar por aquí
Les dejo a tod@s un abrazo.


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Al filo de lo que intuye y casi imagina, el miedo surge y crece a la par de los truenos que hacen estremecer antepasados y ventanas.

La antigua casona, cuna de su rancio linaje a veces lo contiene, otras, se empeña en querer empujarlo hacia nuevos confines. No sabe, cuál será de ahora en más su destino. Tiene la certeza que algo sucederá, pero no logra definir en qué ni en cuánto.

Bullen en su memoria, como eco de develados misterios, aquellas últimas palabras de su abuelo en su lecho de muerte…”cuídate de los que conoces y están cerca, porque de ellos vendrá tu perdición”…y rematado por un prolongado suspiro postrero -como de alivio- el viejo expiró, sumido en la soledad que supo cultivar en vida.

Sólo él logró quebrar desde su infancia, con su presencia de huérfano infortunado, las barreras que por incomprensión, venganza o mero capricho, el viejo conde fuera levantando a su alrededor desde que su segunda esposa muriera en extrañas circunstancias, allí mismo, entre los muros de la vieja mansión.

Por propia convicción o por impuesta voluntad –no sabe definir cuáles fueron en realidad las causas- también él, único heredero del noble en título y fortuna, había vivido hasta ese momento en forma más que austera y solitaria, ahogando sus muchas inquietudes tan solo con letras, vinos añejos y la escueta compañía de su abuelo y tutor.

Jamás osó traspasar los límites de las indicaciones de su inapelable mentor, nunca lo contradijo, aún a costa de cercenar su propia voluntad y sus impúberes sueños de aventuras y lejanías. Siempre respetó sus palabras como la auténtica verdad a la hora de elegir camino y modo de vida. No sospechó siquiera que hubiese otro punto de vista válido frente a la realidad. Jamás se le cruzó esa herejía por la mente. Por eso, apenas enterrado su abuelo y maestro, meditó desolado junto a la chimenea del viejo salón, intentando interpretar con justeza y propiedad la última de sus sabias advertencias. En ella estaba, sin dudas, la clave del que sería su propio final, si no actuaba en consecuencia para evitar que la advertencia de su abuelo se transformara, en definitiva, en ineludible sentencia.

Echó a los pocos sirvientes que aún quedaban en la inmensa casona. Aún a los más fieles, los que habían cuidado de él desde pequeño, aquellos con los que compartió las breves sonrisas de sus días de infancia, también a ellos despidió en consideración de esa última frase moribunda en labios de su abuelo, sin dudas, oráculo iluminado de su oscuro futuro. Si la perdición vendría de manos de quienes estaban cerca, debería entonces aislarse aún más del resto de los mortales, resguardándose de eventuales perfidias y traiciones. Huiría de todo tipo de relaciones, se apartaría del roce de la gente, desconfiaría incluso de los aparentes bienintencionados, se recluiría, al fin, tal como le quiso advertir su abuelo con sus últimas palabras.

Pasados ya los años, su soledad se compara con la de su antecesor. Más cruel aún, ya que él no tuvo siquiera alguien en quien volcar su experiencia, sus letras aprendidas o su compañía. La ancianidad llegó con la decrepitud propia de quien ha vivido sus días solo, entre húmedas paredes, frugales cenas, solitarias noches e inexistentes alegrías, todo en función de evitar al máximo la posibilidad de que aquella lapidaria frase final se hiciera manifiesta en su destino.

Mientras la tormenta arrecia allá afuera, dentro de la vieja casona el silencio es tan cerrado que sólo lo interrumpe el crepitar de los leños encendidos y el de sus latidos acelerados que insisten en augurarle malos presagios. La mirada implacable de su abuelo lo observa, autoritaria como en vida, omnipresente desde el retrato que corona la chimenea. Al observarlo, cae en la cuenta que pese a tener ya tantas arrugas como él, su misma calva despoblada, su misma nariz, similares sienes encanecidas, el mismo color de ojos, pese a todo, en nada se parecen sus miradas: la de su predecesor, implacable y segura, impone de inmediato autoridad sobre quien la percibe, la suya, sometida y apagada, no habla más que de tristeza, desencanto y pesadumbre.

Llega a la conclusión que, a pesar de intentarlo toda su vida, jamás logró ser como él, jamás consiguió vencer sus propios miedos y complejos, jamás se animó a ser desafiante con su destino, todo lo contrario, optó por esconderse dentro de su propio escudo interior, buscando escapar de la perdición que le augurara en su lecho de muerte su venerado protector.

Al tiempo que un relámpago inusitado atraviesa la densidad de la noche, mirando obsesivamente aquel vetusto retrato, vuelve a recordar las lapidarias palabras que marcaron su vida desde su juventud –quizás enterrada en ese mismo acto- y de repente, como en una fulgurante revelación comprende todo: nadie más cercano y conocido que su abuelo -tiránico, arrogante, huraño y mal predispuesto hacia todo y hacia todos- nadie tan influyente en su vida como él, nadie con más poder como para dominarlo y manejar su destino aún no estando vivo… nadie como él para llevarlo, al fin, por arbitrio e imposición, hacia la nulidad de sus días y su persona… hacia lo que inequívocamente resultó ser su propia perdición.

26 comentarios:

  1. Estupendo post. Creí que el ser terrorífico sería el mismo protagonista, azuzado pro el abuelo a que se previniera de seres cercanos, pero sin duda, el abuelo es quien lleva el infortunio al protagonista, incitándole a ser un ser asocial y miedoso.

    Muy bueno. Narración con ritmo muy bien llevado. Felicidades por este texto de terror. Un abrazo

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    1. Un comentario puntilloso y religioso que me enorgullece mucho recibir, Albada. Te agradezco mucho por pasar y leer con atención. Un abrazo

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  2. Impresionante , has enganchado al lector desde la primera frase , el abuelo le crucifico desde antes de morir , pobre muchacho nunca logrará conocer la dicha ...a veces aquellos que creemos que nos quieren son los que más daño nos hacen ..
    Me encanto Neo muy bueno .
    Abrazos y te deseo un buen día.

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    1. Muchísimas gracias Campi, me alegra saber que te ha gustado la historia. Un abrazo y muchas gracias por pasar y leer.

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  3. Es la primera vez, después de leerte, que me he alegrado de no haber conocido a mis abuelos.
    Besos.

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  4. Un relato envolvente y descriptivo, que te lleva a analizar y escudriñar entre líneas, los motivos de esa pesadumbre que lo invade, hasta dar con el verdadero responsable de tal manipulación, aun después de la muerte…

    Muy bueno, Mónica.

    Abrazo enorme, y feliz finde 😘

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  5. Me ha encantado. Una historia que se saborea tanto por su significado como por el modo en que lentamente entras en el personaje y en su gran tragedia interior.
    Un abrazo

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  6. y es que la vida sorpren de muchas veces a la imaginación. :-)

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    1. La realidad a veces supera a la ficción, si Rodolfo, para bien o para mal. Gracias x pasar comentar, un abrazo

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  7. Hay mandatos como esos, que no son de ficción. O figuras paternalistas que en realidad disfrazan algo peor que el autoritarismo.
    Me encantó.
    Besos

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  8. Hlas palabras demsu abuelo,resultaron una profecia auto cumplidda. Seguirlas,lo llevóma,la,soledad.
    Un abrazo

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    1. Seguir la sentencia de su abuelo fue su perdición, pese a su intención de evitarla, muchas gracias Demiurgo por pasar y leer. Un abrazo

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  9. Que relato más escalofriante. Menos mal que tu protagonista no heredó la tiranía de su abuelo tóxico. Sin embargo, debió crecer infeliz, luchando en su interior por no dejarse llevar de toda la influencia negativa y manipulativa del que fue víctima durante todos esos años. Muy bien planteado!
    Abrazo

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    1. Muchísimas gracias Yessy, me pone contenta saber que te pareció un planteo bien argumentado. Un abrazo

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  10. Impresiona la oscuridad de este relato tuyo donde el amor está ausente en todo momento, donde solo vive la voluntad anulada de un esclavo porque eso es lo que ha hecho el abuelo durante toda su vida y, ahora, durante toda la eternidad hasta el fin de los días del muchacho. Espero que después la luz que anida en el interior del chico sí tenga la fuera para deshacerse de esa prerrogativa del hombre que, contempla, como un santo oscuro, la vida de quien se supone debía proteger y no destruir.
    Es duro pero hay personas así que desean cumplir la voluntad de alguien sin darse cuenta del precio que por ello pagan solo por el mero hecho de no defraudarlos, de seguir admirándolos...

    Un beso muy grande.

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    1. Sé que el planteo es muy novelesco,Mag, pero me pareció valedero y de alguna manera siempre vigente. Muchísimas gracias por tu amable y detallado comentario. Me alegra que te haya gustado. Un abrazo

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  11. Es buenísimo, buenísimo, que manera tienes de contar, envuelves con tus palabras. He estado muy, muy a gusto entre tus letras. Sí, él realmente sería del que se tenía que cuidar...

    Muchos besos.

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    1. Jeje, muchísimas gracias sakkarah! Me halaga tu comentario. Te agradezco por pasar y leer con atención. Un abrazo

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    1. Tal cual, Fabián, una herencia nada deseable. Muchas gracias por tu visita. Un abrazo

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  13. Un tremendo relato, muy bien escrito, que hace pensar en como esas absurdas tradiciones, prejuicios, arruinan una vida que no puede desarrollarse con libertad.
    Gracias por participar, amiga. Un fuerte abrazo.

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    1. Fue un placer participar, Juan Carlos, aunque haya tenido que recurrir a un texto ya publicado. Muchísimas gracias por toda tu dedicación. Un abrazo

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