Para sumarme a esta convocatoria juevera de la mano del querido Pepe, traigo la última parte de un cuento escrito hace ya bastante en forma de trilogía, en el que el personaje se despide de su existencia en una forma muy particular.
Imagen de mi autoría
(EL ÚLTIMO AMANECER)
Siempre creyó que la
dependencia hacia otro ser le otorgaba un punto débil que no era bueno mostrar.
A lo largo de los siglos, intentó más de una vez asirse de una compañera.
Hermosas mujeres pasaron por sus colmillos convirtiéndolas con ese perverso
ritual en seductoras criaturas de la noche.
Voluptuosas, inquietantes,
bellas… pero en aquella transformación de mortal a vampiro, invariablemente la
naturaleza humana se diluía y con ella el encanto que le había enamorado.
Con todas, al poco tiempo,
se sentía decepcionado y sin ningún tipo de Piedad, volcando en ellas todo el
rencor que sentía por su Desgracia, terminaba matándolas, atravesando con
estacas sus corazones envenenados.
Sólo algunas noches lograba
cierta tranquilidad, sobrevolando la inmensidad de un mundo que ya le era
ajeno, sintiendo que su Existencia sobrehumana había logrado romper todos los
Límites posibles, surcando los aires con lacónica melancolía intentaba en vano,
recordar. Y en esos intentos, muy pocas veces, conseguía atraer a su memoria
algunos fragmentos nimios de su vida pasada.
De improviso llegaban, como
relámpagos, algunas imágenes de añoranza: un río, ciertos colores, el perfume
de los jazmines en primavera, paseos en bote, el sonido de una risa contagiosa,
la tranquilidad de las siestas de verano, la tibieza de una mano maternal sobre
su frente, el azul de alguna mariposa, una enigmática melodía…
Solamente en aquellas
contadas ocasiones el vampiro podía decir que se sentía cercano a la felicidad.
O por lo menos, a algo muy parecido.
Esa sensación de dulce
nostalgia que conseguía contadas veces durante aquellos vuelos nocturnos
lograban emocionarlo, y por algunos momentos hasta –casi- se sentía
reconciliado con el Universo. Era en esos momentos cuando en su interior, entre
las telarañas de lo que albergara alguna vez su Alma, lograba entrever el fuego
de su antigua poesía. Esos breves instantes de inspiración lograban henchir su
corazón envilecido de algo muy cercano a la sensibilidad que, paradójicamente, desde
siempre intentó aplastar.
Pero aquellos chispazos no
alcanzaban para encender sus musas. Nunca lograba conseguir escribir una rima
contundente, o arrancar de un instrumento una nota emotiva. Y eso lo frustraba,
pobre Ser eternizado y marchito, desolado dentro de su esencia envilecida.
Entre sus pocos recuerdos a
veces lograba rescatar la sensación de un amanecer. Allá lejos, perdido entre
sus días de humanidad interrumpida, alguna vez había sido Feliz contemplando
extasiado la luz de una aurora especial.
No sabía exactamente las
circunstancias, no lograba establecer el por qué o el cuándo, pero intuía que
aquellas luces que despertaban de entre las sombras, aquel renacer del nuevo
día, alguna vez lo habían emocionado al punto de haberlo marcado profundamente,
persistiendo aquella huella hasta en la que era, ahora, su inmortal identidad
de vampiro.
Hundido en la sinrazón de lo
que ya sentía como una vida inmortal insostenible, sin sentido y vacía, decidió
al fin, acabar con su penuria.
Mirando hacia el naciente,
esperando que el sol despuntara en el horizonte, a sabiendas que esa sería su
hora postrera, contempló otra vez extasiado, aquel majestuoso espectáculo del
amanecer entre el mar y la montaña.
Uno a uno, los colores
fueron surgiendo, encendiendo la oscuridad de mil sensaciones reencontradas… con
la magia de quien ve caer la noche como un gran velo, el vampiro retornó en ese
instante, como si fuera en sueños, al rincón más amado de su infancia: Frente
al mar, junto a la magnitud apabullante de las montañas, de la mano de sus
padres y sus hermanos, revivió intensamente aquella vez en que viendo amanecer
como nunca antes, aquel infante maravillado, supo que desde ese momento y para
siempre sería, por sobre todas las cosas, poeta.
Mientras dos lágrimas, casi
humanas, resbalaban por sus ojos enternecidos mientras recordaba, aquel Ser del
submundo y de las sombras, ofrecía su Inmortalidad al Sol que se asomaba.
Desde el punto más alto de
la montaña, mientras sentía que su esencia de vampiro se calcinaba, apenas con
las fuerzas que le quedaban, recitó con arte sus últimos versos y extendiendo
sus brazos como alas, dando un salto, se lanzó a volar…
La imagen es precioso y el relato sorprendente. Un abrazo
ResponderEliminarAhora hace falta que no vuele demasiado alto, no se le vayan a quemar las alas como a Ícaro.
ResponderEliminarBuenos días, Mónica:
ResponderEliminarRedoble de felicitaciones por tu relato y la imagen.
Me atrapa el rítmo que le has dado al relato, semejante a la manera pausada en que llega el amanecer hasta sorprendernos con su brillo. Y aplaudo ese final en libertad.
Un abrazo.
Una hermosa forma de decir adiós.
ResponderEliminarBesos.
Me encantan los relatos de vampiros, y éste es excelente.
ResponderEliminarFelicitaciones!
El amanecer a la vida...o a la muerte, puerta flanqueada por unos versos. Eternidad de poeta.
ResponderEliminarUn beso
Un vampiro poeta, qué maravilla !
ResponderEliminarAl fin fué libre de volar hacia donde ansiaba.
Precioso relato Neo.
Disculpa la ausencia que se prolongó más de lo que yo deseaba.
Abrazos
Te quedo genial. Un vampiro poetico, y con un final muy dramatico!
ResponderEliminarMuy buena la elaboracion.
Beso
Un final precioso, justo y poético, para una vida de salvajismo y maldad que lo dejó tan vacío, a pesar de la inmensidad de sus días.
ResponderEliminarLa inmolación de su esencia, y de su destino.
Es perfecto Moni, te felicito!
Un beso enorme.
Cuantos humanos se pareceran al vampiro, por perder motivación, por no poder disfrutar del placer.
ResponderEliminarEn este caso es acentuado lo del vampiro, por no poder disfrutar de la compañía de las bellas mujeres. Creo que es más un defecto en él que una perdida de encanto de la mujeres.
No está bien darse por vencido.
Buen relato.
Divino!! Es una historia bella, tierna, profunda...
ResponderEliminarBuenísimo tu relato, me encanta la humanidad de tu vampiro.
Muchos besos
Que buen relato... sobre todo con un gran final... bonita historia.... La imagen que lo acompaña es preciosa....
ResponderEliminarMuchos besinos!!
La despedida de si mismo y de su esencia.
ResponderEliminarRealmente siempre he pensado que lo trágico del vampiro es saber que despedirá a todos sus seres queridos... y no queridos en aras de su inmortalidad.
Gran decisión la del vampiro de tu relato e inmejorable despedida como un canto al Sol naciente.
un beso
Me encantó este vampiro poeta. Has llevado este relato hasta un verdadero climax, con una gran riqueza de vocabulario, que respira poesía por todos sus poros.
ResponderEliminarUn abrazo
Desconozco si adquirió conscientemente su estado vampírico, pero sí que usó de su voluntad, de sus recuerdos, de sus anhelos de sentirse nuevamente poeta, para prescindir del mismo. Una despedida valiente.
ResponderEliminarMe ha encantado.
Para ser de vampiros ha sido una historia muy dulce Neogéminis... ¡me gustó!
ResponderEliminar¡Qué bueno! No creo que tenga nada que decir, tu relato es perfecto, precioso.
ResponderEliminarBesos.
Hola; me acordé mucho de la mejor saga de vampiros que he leído, que es la de Anne Rice.
ResponderEliminarY me ha gustado el texto porque no es un personaje sensiblero, sino una demostración que, más allá del estereotipo, hay color, más bien hubo vida. Algo que el vampiro quizás quiere decir...
Eso sí, también noto algo de condena en sus acciones asesinas.
Saludos. Pablo.
Redondo ese final Neo, para un texto pausado en el que dibujas cada escena mostrandola con suma claridad. Me gustó mucho.
ResponderEliminarUn abrazo.
La eternidad también tiene sus inconvenientes. Me ha parecido genial la imagen de que, precisamente, sea un amanecer el que ponga fin a su vida...parece maravillosamente contradictorio...aunque bien mirado pudiera ser el nacimiento no de un día, sino de una nueva vida...
ResponderEliminarBesos