Las instrucciones recomendaban
actuar con precaución. Evitar caer en la tentación de utilizar la máquina
irresponsablemente, curioseando en la historia sin ton ni son, de atrás para
adelante o viceversa, yendo y viniendo del futuro y retrocediendo luego hacia
el pasado para caer otra vez en un presente que dejaría así de resultar punto
esencial de la vivencia humana. Los riesgos podían ser muchos y los daños
variados e irreversibles.
Por el contrario, la consigna
para utilizar aquel preciado artilugio en el que magia y ciencia habían
convergido con tanta justeza era la de trazar cuidadosamente un rumbo hacia uno
de los lados de la recta histórica, definir un objetivo claro y conciso,
planificar la acción con la frialdad de quien no se guía por las emociones y
fijar de antemano un retorno sin posibilidad de ser manipulado a causa de un
eventual cambio de planes surgido por capricho,
irreflexión o curiosidad. El seguro regreso estaba garantizado. Sin importar
el tiempo que se recorriera virtualmente, el desplazamiento horario efectivo
siempre resultaría ser de una hora, ni un minuto más, ni un minuto menos. Una hora
de alejamiento de la realidad actual para dirigirse hacia un pasado añorado o
un futuro incierto, hacia un ayer desconocido o hacia un mañana jamás imaginado.
Su deseo de retornar hacia
aquellos felices momentos de su infancia pudo más que su afán de exploración
científica. Regresar hacia atrás para reencontrarse con los sitios en los que
fuera otrora tan feliz, tan querido, tan contenido. Volver a ver aquellas caras
amadas, sentir otra vez aquellos aromas, aquellos sonidos… volver a vivir en
definitiva lo que con tanta añoranza solía evocar como el sustrato fundacional
de su vida, su propia identidad forjada en medio de tanto amor y plenitud. Eso deseaba
sin dudas, eso ansiaba volver a revivir y hacia allí sería entonces su camino.
Justo en el momento de bajar la
palanca para activar el proceso, luego de haber fijado en el tablero de comando
las coordenadas de tiempo y lugar, tuvo un angustioso presentimiento a modo de
diabólica epifanía… ¿y si los filtros levantados en su sensibilidad luego de
tantas experiencias vividas habían tergiversado su capacidad de apreciar y
sentir? ¿y si por sus propios y naturales cambios la nueva percepción de
aquello que con tanto amor recordaba no llegaba a ser sentido como lo había
sido por primera vez? ¿y si el retorno hacia su infancia no resultaba tener la
magia que originalmente conmoviera a su alma? ¿y si la decepción mataba indefectiblemente
el tesoro de sus recuerdos?
La terrible duda traspasó su ser
en el momento preciso en que la cancelación del viaje resultaba ser imposible. Y
en ese segundo trascendente en que su hoy apenas se separaba de la re vivencia de
su pasado por un destello fugaz, dejó de lado sus certezas y sus soberbias de
adulto consumado y otra vez como niño, sintiéndose absolutamente vulnerable, se
echó a llorar.
Más relatos y viajes en el tiempo, en lo de Alberto.
Es un sueño eso de poder regresar al pasado, pero ¿y si el pasado no es como lo recordamos? Da miedo...
ResponderEliminarLo describes como si ya te hubieras subido a esa maquina, todos queremos probarla porque sabemos que no existe. Un abrazo
ResponderEliminarEs el momento de arriesgarse, a confrontarse con su propio pasado, no a llorar.
ResponderEliminarEl detalle es que si viera al pasado, tal vez no lo sería como lo recuerdo. Pero no lo vería como fue exactamente sino como lo perciben sus actuales filtros emocionales.
Con respecto al comentario anterior, ¿como estar seguros de que no existe?
Se trata de un viaje a la incertidumbre... o a la verdad, conocer a otro "yo". Saludos. Pablo.
ResponderEliminarEs verdad que a veces idealizamos los recuerdos porque tendemos a olvidad lo que no nos ha gustado. Es muy posible que si tuviéramos la oportunidad de volver a un momento feliz de nuestra infancia ya nos nos parecería tanto porque lo veríamos desde otra perspectiva....no sé, tu relato me ha hecho pensar mucho así que si me encuentro una máquina del tiempo por ahí ....seguramente pasaré de largo....
ResponderEliminarUn beso
Los niños tienden a magnificar momentos, lugares y personas. En efecto, volver a vivir algo que se magnificó de pequeñitos puede tener un efecto no deseado y rompernos un mito. Creo que será mejor que el pasado sea pasado, y vivir el presente.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo Mónica, y gracias por participar.
Me daría pánico por si se deshacía el hechizo con el que recuerdo mi infancia.
ResponderEliminarExcelente relato, no sólo por la envolvente descripción, también por un ritmo que te acelera creando cierta ansiedad. Magnífico final condensando todas las expecatativas en una sola línea.
ResponderEliminarBesos
¿Sabes? creo que has dado forma escrita a algo que alguna vez todos hemos pensado. Idealizamos los recuerdos hasta el punto que, si por casualidad volvieramos al momento recordado, nos daríamos cuenta que no era tal como lo soñábamos. Era, casi siempre, más pequeño, menos bello, menos importante.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Amedida que avanza el relato crece el sentimiento de angustia. Ese llanto final lo dice todo. Yo creo que no subiría a esa maquina de existir, lo pasado pasado, lo que venga ya llegará.
ResponderEliminarBesos Neo.