Esta semana el amigo Demiurgo nos invita a intentar desentrañar alguno de sus recurrentes sueños, utilizándolos como trampolín desde donde lanzarnos en nuestros relatos jueveros. Dejo entonces mi texto, surgido de una de las argumentaciones que ha esbozado en su convocatoria, la número 7 ..."Sin sorprenderse, el personaje encuentra en una mesa de su habitación unas pequeñas estatuas transparentes de mujeres. ¿Intentará darles vida?"
Las estatuas, diminutas,
transparentes, lo contemplaban desde la mesa del comedor como escrutándolo.
La admiración por la exquisita
belleza de las figuras fue aún mayor que la sorpresa por su inusitado hallazgo.
Finas en sus facciones, talladas
con una exquisitez capaz de despertar admiración aún en quien no suele verse
afectado por las sutilezas del arte, las esfinges reproducían las figuras de
siete mujeres de inconmensurable belleza.
Cada una, en sus diferentes
posturas –gráciles, sugestivas, insinuantes- resumía en su apariencia el ideal
femenino que desde siempre lo había desvelado. Pareciera que allí, sobre la
mesa del comedor, algún poder sobrenatural buscó cristalizar, para su goce,
todos los atributos de las mujeres de sus sueños, dejadas allí en exhibición sin
dudas para su personal deleite y consagrada contemplación.
Superando el impacto que anuló inicialmente
sus naturales reflejos, el aturdido admirador de aquellas gracias femeninas,
acercó tímidamente su mano a una de ellas con la imprecisión de quien teme
destruir involuntariamente algo inmensamente bello y frágil que aún duda percibir.
Antes de que sus dedos lograran
rozar siquiera aquella sutil figura, la delicada estatuilla se desmaterializó
inexplicablemente ante sus ojos, así como también lo hizo otra cuando intentó en
vano besarla; la tercera y la cuarta se diluyeron cuando se aproximó para intentar
absorber al menos su leve fragancia. La quinta se disolvió cuando una de su
lágrimas cayó involuntariamente sobre su superficie acristalada, y las dos
últimas al fin también lo hicieron cuando con impotencia lanzó a su alrededor amargos
suspiros de resignación y tristeza.
Solo un puñado de polvo
impalpable quedaba como rastro en donde segundos antes lucían, radiantes, cada una
de las esculturales beldades.
La imposibilidad de desbaratar lo
irremediable, estrujó el corazón de aquel sensible demiurgo poniéndolo ante la
inminencia de una terrible realidad: las féminas habían estado ante su vista
solo para su resignada contemplación, no para que sus otros sentidos pudieran
extasiarse en ellas.
Su inexorable destino de
vehemente contemplador de la perfección femenina confirmaba la tortura a la que
desde siempre venía siendo sometido, no pudiendo jamás concretar –como
fogosamente anhelaba en sus sueños- la ansiada fortuna de ser desbordado catador
de las bellezas que lo embelesaban.
Más relatos, en el blog del Demiurgo
He leído cuentos de los jueves en que habido terror, violencia. Pero este es en que los noto crueldad hacia un personaje. Tanta fascinación que eas pequeñas estatuas despiertan en ese demiurgo, para que no pueda tocarlas sin destruirlas. Aunque debió desistir después de la primera.
ResponderEliminar¿O fue puesto a prueba y falló?
Un relato magistral. Hasta es para publicar.
Su destino era contemplarlas, pobre, los sueños eran mucho más fuertes que la realidad.
ResponderEliminarMe gustó
Un abrazo
Un destino cruel que tuvo que soportar, vivir en un escaparate contemplar y no tocar. Un gran relato para aplaudirlo.
ResponderEliminarEl movimiento estático y la impotencia.
ResponderEliminarUn beso.
Buenos días, Mónica:
ResponderEliminarEs curioso cómo a muchas personas les atrae la belleza etérea, la fascinación por lo estético actúa como coraza de su miedo a sentir. Son muchas las personas que se apasionan por amores a los que su inoperancia convierte en imposibles, tratan a quienes los atraen como si fueran objetos de su atención, figuras frágiles a las que destrozarás con el menor roce si las intentas traerlas desde la ilusión del deseo a la pasión del goce.
Al igual que el personaje de tu cuento, hubo un tiempo en que deseé ser desbordado catador de las bellezas que me embelesaban. Ahora intento que entre mis deseos y mis actos, no medie nunca la barrera del quizá.
Felicidades por tu relato, Mónica.
gracias a todos por sus amables y detallados comentarios... Demiurgo jjeje, no tomes a mal esa aparente "crueldad" hacia el demiurgo de la historia... es puramente ficción!!!
ResponderEliminar=D
De verdad que es onírico tu relato, has cumplido la consigna que están buscando, en tu caso con amplísima belleza y una música de telón que ya lo decía todo.
ResponderEliminarUna abrazo, Neo.
Qué suplicio, pobre demiurgo! Hay que decir que el relato tiene una delicadeza tal que creo que las estatuillas de cristal quedan opacadas. Lo que puede el deseo... y lo que no. Triste condena. Genial como siempre Neo!
ResponderEliminarBesos!
Gaby*
Esas estatuillas son símbolo de la belleza como algo etéreo, que no siempre esta dispuesto para ser poseído, si no admirado.
ResponderEliminarImagino la desazón del pobre demiurgo al ver volatilizada la posibilidad de tomar lo que desea.
Me gustó tu relato!
Un beso!
Al final pienso que la belleza no es del todo real, sino que se esfuma. Buen relato Mónica. Un fuerte abrazo y buen fin de semana. @Pepe_Lasala
ResponderEliminarYa sé que es ficción, como es ficción el relato en que un demiurgo borraba a Mara Laira por celos.
ResponderEliminarY no me lo tomé a mal. Para nada. Es un relato magistral, te lo repito. Y para que eso suceda, algunos personajes tienen que tener sucesos adversos.
Lo que planteaba que ese demiurgo no entendió el suceso, lo que puede suceder. O que una fuerza oculta planeo que se sintiera frustrado.
Reitero que tu relato me gustó mucho.
Un relato muy bello,tanto como las figuritas que describes y que enamoraron al demiurgo...lástima que no pudiera consumar sus deseos.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho!
Un beso
Tener la belleza en todas sus facetas y no poder aprehenderla. ¿Acaso hay un suplicio mayor para aquel que ama lo bello?. A menudo la belleza sólo nos permite admirarla.
ResponderEliminarMagnífico relato, Mónica.
Un abrazo.
La belleza a la altura de tus manos sin poderla tan siquiera acariciar, eso debe ser terriblemente cruel para este demiurgo de ficción. Muy buen texto Neo y original.
ResponderEliminarBesos.