En el escenario de las trascendencias (re edición)
Desde el punto de vista de la
verdadera trascendencia, lo que llamamos
realidad resultaría ser tan sólo una ilusión. Un breve paréntesis de apariencia
transitoria en el que nuestras conciencias pierden la noción fundamental de la
naturaleza real de su propia existencia, dejándose llevar por las
contraposiciones constantes que nuestra mente interpreta dentro de este mundo
material en el que aprendemos a movernos.
La vida, en definitiva, sería ese
constante transitar hacia nuestro punto inicial de conciencia que dejamos de
reconocer, y en ese mismo proceso de valoración interior vamos encarando –a lo
largo de los años- lo que sería el camino hacia el profundo conocimiento de
nuestro yo y sus enlaces sustanciales, en relación a nosotros mismos, nuestro
pasado, nuestro futuro, nuestros congéneres, nuestro entorno, la naturaleza, el
mundo que vamos modificando, el sentido de las cosas…
En ese contexto de descubrimiento
nos sentimos vulnerables. Nuestras identidades se despiertan frente a los demás
y nuestro ego cae en la tentación de asumirse en forma desproporcionada. Por
miedo o por obligación, por sobrevaloración o indefinición, vamos
construyéndonos máscaras. Insustanciales roles que interpretamos como
definitorios, inconsistentes apariencias que ejercitamos según las pautas
aprendidas como instrumento de integración dentro de una sociedad que tantas
veces contribuye a aumentar nuestro desconcierto natural ante la incertidumbre
que dibujan nuestros miedos.
La noción de nuestra propia caducidad
va resaltando entre la telaraña de construcciones intelectuales que vamos
tendiendo como red de salvación a medida que maduramos nuestra experiencia y
lejos de dar por cierta una pretendida respuesta, presentimos que la búsqueda
constante hacia algo más certero, trascendente e incontrastable se halla allí, en nuestro
interior, esperando que nos hagamos tiempo para salir a buscarlo fuera del
teatro de representaciones que nos contiene.
No resulta entonces ser la muerte
la escena final de nuestra existencia. Resultaría ser tan solo la caída de
nuestras máscaras aparentes –ya desgastadas e inútiles- permitiendo resurgir al
fin nuestro verdadero ser renacido. No llega el final tras la bajada
irreversible del telón de nuestros días. Sería más bien el retorno hacia ese
otro estadio más sutil de nuestra conciencia, donde el tiempo y el espacio no
hacen valer su lógica ni sus reglas y donde el sentido primordial de lo que aún
no comprendemos se abre allí, absoluto y permanente, para cobijarnos otra vez
dentro de su trascendencia.
Coincido en que la supuesta realidad puede ser una ilusión.
ResponderEliminarLo de las máscaras no necesariamente un engaño, tal sean también una construcción de la identidad, de la cultura, de los deseos. Tal vez algunas máscaras se conviertan en los verdaderos rostros.
¿Es la muerte algo inevitable? Tal vez la respuesta que suele darse usualmente sea una de esas ilusiones.
Uuuuuuuuuy qué profundos nos ha puesto la tarde, Demiurgo! gracias por acompañarme
ResponderEliminar=D
Esa seguridad de caducidad no la tenemos presente en cada traspaso, nos dejamos mecer por la certidumbre de que es un transito. Al fin esa es la realidad. La muerte dicen empieza el mismo día de nuestro nacimiento por lo que las mascaras tienen una importancia efímera. Un abrazo
ResponderEliminarUna magnífica exposición trascendental con la que estoy de acuerdo hasta llegar al punto de la muerte personal que siento como el final del individuo, si bien porque una personalidad desvanezca como antes lo hicieron sus actos, pensamientos y emociones no impide que otros tantos aún encarnados porten sus mismos estandartes. La casuistica personal no la valoro como la religión judeocristiana se empeña en recalcar.
ResponderEliminarMe ha costado un enorme esfuerzo emocional nihilizarme y al mismo tiempo tener que mantener una vida física coherente y "racional".
Este último pensamiento quizás se halla influenciado por mis conocimientos astrológicos, antes, hace más de 25 años pensaba como tu al respecto.
Qué interesantes resultan sus personales interpretaciones sobre el tema, chicas. Muchas gracias por compartirlas.
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