Lamentablemente, en esta sociedad,
la agresión cotidiana resulta ser un arma de supervivencia.
Nos hemos acostumbrado a hacer
valer nuestro parecer a fuerza de gritos, insultos y prepotencia. En todos los
niveles lo vemos a diario. El simple hecho de transitar por la calle implica
estar siempre exaltados, atentos a las malas maniobras de los conductores, al
descuido de los peatones, a los bocinazos, al apuro permanente, al
incumplimiento de las normas de tránsito y de convivencia urbana.
Hemos llegado al punto de tener
que imponernos por sobre la agresión ajena para no ser ignorados en nuestros propios
derechos: si no protestás, te pasan por arriba, y aún si lo hacés no existe
garantía de que te respeten. Nos hemos dejado envolver por un sistema perverso
de agresiones mutuas que se retroalimenta en forma permanente, disolviendo cada
vez más el poco sentido de urbanidad que nos queda.
Nos limitamos a criticar al de al
lado, al de afuera, al de arriba, y mientras tanto nos olvidamos de analizar
nuestra propia conducta desde una visión de sana convivencia.
Todos nos quejamos de los abusos
a los que somos sometidos. Todos nos indignamos cuando pretenden manipularnos. Todos
nos quejamos cuando nos mienten, cuando pisotean nuestros derechos, cuando
vemos que la indignidad de quienes nos representan llega al colmo de la
impunidad. Todo influye. Todo suma. Todo se transforma en una mezcolanza de
violencia latente que nada tiene que ver con el concepto original de vivir en
sociedad (facilitar la comunicación, el intercambio, generar un sistema
ordenado de convivencia…) el contrato social de respeto entre las partes se pulveriza,
transformándose en un desesperado “sálvese quien pueda”. Pero ¿qué hacemos para
dejar ese círculo vicioso? ¿qué hacemos para transformar de raíz esa
incontinencia social que nos agrede y espanta?
Para escapar de esa espiral de violencia que nos hunde cada vez más, sólo nos preocupamos por guarecernos entre cuatro paredes buscando en vano alguna protección, que por lógica consecuencia, nos separa y divide cada vez más. Y mientras los de a pie levantamos muros, los de arriba se construyen pedestales para remarcar las diferencias y aumentar su impunidad.
Para escapar de esa espiral de violencia que nos hunde cada vez más, sólo nos preocupamos por guarecernos entre cuatro paredes buscando en vano alguna protección, que por lógica consecuencia, nos separa y divide cada vez más. Y mientras los de a pie levantamos muros, los de arriba se construyen pedestales para remarcar las diferencias y aumentar su impunidad.
Y ni siquiera es una garantía estar en cuatro paredes, porque también puede surgir la discordia.
ResponderEliminar¿Cómo evitar ser parte del problema?
Llevas toda la razón.
ResponderEliminar¡Qué que hacemos! Cada cual ha de seguir su instinto, algunos escribimos en un blog, otros intentan hacer el amor desesperadamente, otros se alejan, son inumerables los caminos a la evasión, la principal la evasión de la propia mismidad, muchas veces un verdadero alivio en medio del mundanal cataclismo más o menos "organizado". Bss.
ResponderEliminarvivimos un calvario,
ResponderEliminarbien expresado en tu relato
saludos
Hay gente que se levanta enojada, trabajan enojada y se acuesta enojada.
ResponderEliminarA veces ser cortes, para algunos es una debilidad.
Besos en las mejillas.
Así nos va Neogéminis, así nos va. Dicen que respirando profundamente... no sé.
ResponderEliminarUn abrazo.
me has hecho recordar a un tío, que cuando llegaban los cobradores a tocarles la puerta, él enviaba a su hijo, mi primo, a que preguntara quién era, y si era un cobrador le enseñaba a decirle que él no estaba en casa, luego cuando mi primo rompía una ventana con su pelota, su padre le preguntaba quién lo había roto y él respondía que no lo sabía, entonces el padre lo castigaba con un azote preguntándole a gritos quién le había enseñado a mentir.... vivir en sociedad es difícil, y nos vamos acostumbrando a crear una especie de coraza protectora y mostrar los dientes como si fuéramos fieras salvajes en plena selva para que el mundo que nos rodea simplemente ni se atreva a hacernos daño, es lo que aprendemos desde damos un paso fuera de casa, y creo que para eso no existe solución, porque el humano no cambiará ni con la segunda llegada de cristo.... besos!!!
ResponderEliminarNo podría estar más de acuerdo, Moni; es el eterno "ver la viga en el ojo ajeno pero no en el propio". Cada vez más enfrentados en un mundo donde la empatía es tan solo una palabra... Construir "muros" o aislarnos no nos ayuda en lo más mínimo.
ResponderEliminarUn besito.
Hola mi querida Neo, pasé a dejarte un besito. Pareciera que escribiste esto directo a mi País jeje
ResponderEliminarUn abrazo desde Venezuela.
(¯`v´¯)
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(¸.•´ (¸.•´ .•´¸¸.•´¯`•-> SOYPKS♥♥♥
Llevas razón en que todos generamos algo de violencia evitable. Todos podemos hacer más --sobre todo evitando la violencia cotidiana--, pero la responsabilidad no es la misma. Los poderosos pueden ser más violentos --de hecho lo son-- y también podrían ser más generoso --y no lo son--. No soy violento, pero confieso que ante la violencia estructural del poder no puedo evitar defenderme, aunque mi violencia sea defensiva e inocua comparado con la suya.
ResponderEliminarBesos
Salud y República
Realmente es desagradable y violento el ambiente, que respiramos. Es tal cual lo describes. Ni un punto ni una coma le sobran.
ResponderEliminarPero permíteme, una contrarréplica. Mira el poderoso vive también, con el miedo metido en el cuerpo, pero si se descubren sus artimañas o se sabe lo que ha defraudado a Hacienda, si le hacen escrache y si alguien tira de la manta y se descubre el enorme pastel, Este descrédito personal, no me negarás que es peor que no tener nada. Por ejemplo: el caso Urdangarín. Yo no quisiera estar en su pellejo.
No digo con esto que sea merecedor de perdón, que yo desde luego no le otorgo. Pero ir a la cárcel para èl,va a ser mas traumático, que uno que haya matado a alguien en una reyerta
son tiempos malos para todos, por una cosa u otra, y se respira no solo en la calle, se vive por doquier.
Diculpa que me he enrollado demasiado. Espero que no me interpretes mal.
Un fuerte abrazo.
Un beso.
Por supuesto que no, Monse!Se entiende perfectamente tu acotación!
ResponderEliminarUn abrazo y gracias por comentar.
=)
Esto que describes se ve muy bien en los debates televisados donde el que grita más parece demostrar que tiene más razón que el otro y lo peor es que algunos oídos se lo creen, no es bastante con encerrarnos en nuestro propio castillo y luchar pero sin emplear sus mismas armas, el peligro está en no decir nada porque el que "grita" al final impone su criterio.
ResponderEliminarUn beso y feliz finde.