No había vuelto a entrar en un templo desde que era niño y asistía
a misa todos los domingos junto a sus padres. Apenas mantenía algunos frágiles
recuerdos de la liturgia y hasta el ambiente sobrecogedor se le había borrado
de su memoria. Sólo logró evocar con nitidez algunos momentos puntuales de su
lejana infancia a medida que con paso cansino y ojos apagados se iba
aproximando al altar.
Después de aquello años iniciales en que su personalidad
calculadora e insensible se había ido forjando de la mano de la férrea
disciplina paterna, sobrevinieron tortuosos pasajes que le acrecentaron la dureza de
corazón y la muy cuestionable manera de llevar adelante sus más implacables
objetivos. La vida le había resultado dura, pero más duro había resultado ser
él en su transcurso. De nada se arrepentía, sin embargo.
Pero un gran agujero interior había ido creciendo en su alma
desde que su único hijo se enfermara. Un agujero que no sabía de qué estaba
hecho…ni cómo llenar, ya que nunca –ni siquiera con él- había ejercitado lo que
otros llamaban ternura.
Ahora estaba allí sin saber bien por qué, intentando sin
demasiada convicción apelar a algún poder superior que pudiera intervenir a
favor de su hijo que ahora agonizaba. Dudaba –no pretendía negarlo- si aquel
ritual aprendido de su madre, tendría –en efecto- algún sentido
o algún significado trascendente, pero peleando incluso con su lado más
desenfadadamente racional, ahora se hallaba allí, en medio de aquella penumbra
irreal, intentando abrirse hacia algo que no alcanzaba a comprender ni a
visualizar claramente, mientras su mano temblorosa se arrimaba hacia el altar
de las promesas, disponiéndose para encender una vela.
Más relatos iluminados, en lo de Encarni
Gracias por ofrecernos esta entrada.
ResponderEliminarUn saludo.
Cuando algo muy grave ocurre cerca de ti, aunque dudes y no estés muy convencido de si sirve o no sirve para algo, te diriges a una fuerza superior en busca de ayuda. Tu raciocinio queda relegado a un segundo plano, manda el miedo y la esperanza.
ResponderEliminarUn beso.
Querida Neo,cuando nos quedamos sin salidas, cuando todo se vuelve oscuro y la esperanza nos abandona, solemos volver a los rituales que aprendimos en la infancia...Buscando algo a qué aferrarnos.
ResponderEliminarMe gusto leerte.
Besos querida amiga.
La vida es así, cuando nos encontramos metidos en el tunel y no encontramos salida, siempre nos acordamos y nos aferramos a lo que sea.
ResponderEliminarUn abrazo.
A la desesperada, hasta somos capaces de acordarnos de encender una vela a quien sea, comprensible.
ResponderEliminarMuy bien escrito este sentimiento doloroso al límite.
Besito.
Esa vela es muy significativa, es prender a la esperanza, es tener fe, es querer tener un hilo de luz para continuar, creas en lo que creas.
ResponderEliminarInteresante apuesta Neo.
Un abrazo :)
Se siente el dolor generado por la angustia de ese padre. Creo que en los momentos verdaderamente importantes, cuando ya no sabemos a que acogernos, rogamos a lo sobrenatural como un invisible asidero al que agarrarnos. Muchos lo llaman fe, otros muchos desesperación.
ResponderEliminarIncreible la sensación que emana de tu escrito.
Un abrazo
Hola, Neo.
ResponderEliminarTus letras han conseguido que el lector acompañe a ese padre en su desesperación y angustia. Esos agujeros negros, son muy difíciles de llenar y, por fortuna, a tu protagonista le ayudan vivencias infantiles que lo llevan hasta ese altar de las promesas. ¡Bendito el Dios que le reconforte! En estos casos, es cuando realmente se nos muestra nuestra pequeñez.
Un abrazo
Lupe
Entiendo perfectamente que haya gente que se comporte así. Aunque sea una defensa ante lo impotente que uno se puede sentir ante situaciones graves a las que nos enfrenta la vida.
ResponderEliminarUn beso
Salud y República
Fíjate que has tocado un tema importante por la carga emocional que suele llevar : lasa velas de la iglesia lo que suponían, recuerdos, deseos, cargas, y muchas cosa más.
ResponderEliminarMe ha gustado que derives por ahí las historias a la luz de una vela.
A veces las velas llegan demasiado tarde, sobre todo esas que están hechas de incredulidad y oportunismo.
ResponderEliminarCurioso relato, pero tan frecuente como como que el mundo está lleno de gente que sólo se acuerda de santa Barbará cuando llueve.
Besos
Perder, poco perdería.
ResponderEliminarCuando lo racional o lo científico han llegado a su fin, o dejas que la naturaleza siga su curso o realizas cualquier práctica a la desesperada.
ResponderEliminarUn beso y un cafelito, compi!
Las velas de algunas religiones, sitios donde se encienden esperanzas, a veces grandes gracias.
ResponderEliminarUn beso.
Hola Mónica,
ResponderEliminarPrecioso texto.
Creo soy uno de los que pueden entender esa actitud de quien, movido por la razón que fuere, acaba por confiar de nuevo en esos milagros que sabemos que no existen. pero en los que necesitamos creer o nos gustaría ver transformados en realidad.
Fe carbonera, fe ciega e irracional, pero, con o sin vela, existente...
Muac.
Al final siempre volvemos al Dios de nuestra niñez, el siempre reconforta porque nace de lo más puro de nuestro corazón la ingenuidad, el lado más irracional siempre se perderá ante sucesos que a nuestro juicio también son irracionales e incomprensibles ...en ese momentos sabemos lo vulnerables que somos , buscamos la luz que despiden las velas y alumbran la penumbra de los recintos sagrados donde los angustias se convierten sombras de esperanza . Abrazos Neo
ResponderEliminarpuedo hacerte un comentario vía la creencia o la descrencia. puedo hacerte un comentario vía la estructura o la forma con la que has compuesto la historia. puedo hacerte un comentario a cerca de cómo se empieza a descreer. puedo hacerte un comentario a cerca de cómo crear un texto poniendo la palabra clave al final. puedo hacer eso y más. al final, decido destacar con esos "puedos", aspectos de tu jueves...
ResponderEliminarmedio beso.
Siempre es buen momento para ablandar el corazón y dejar que la ternura rompa la dureza.
ResponderEliminarLo de la fe ya es personal; yo pediría porque creo y porque el acto mismo de pedir es ya un consuelo.
Cada uno encuentra la forma de sostenerse en los momentos duros.
Un beso
Ese rincón irracional es el que abre las puertas de lo imposible. Sea en la tradición que sea, siempre viene bien una vela, luz que rasga la oscuridad como si de un velo se tratara.
ResponderEliminarUn beso
A veces la vida da esos empujones, que hasta al más duro e insensible, lo llevan a buscar una luz en donde sea, para encontrar un destello de fe, esperanza, salvación... lo que sea que movilice bien adentro y entibie el aliento. Me gustó muchísimo como fuiste llevando la narración hasta ese momento clave, en que el cirio sirve de demostración de que no se puede ser tan fuerte o tan duro siempre.
ResponderEliminarBesitos!
Gaby*
una vez me habló una vieja, como si fuera una especie de maldición, que en el día menos esperado yo me inclinaría frente al altar y le rogaría a dios por la vida de algún ser amado, o por el contrario, cuando viniese algún gran terremoto que abriera la tierra en dos, yo me inclinaría frente a dios para rogar por mi vida o mi alma, entonces le dije que no y me reí de ella a carcajadas, le dije, yo soy ateo, no por payaso, soy ateo por convicción, he nacido ateo y no podré creer en ese tonto dios porque me parece el peor de los dioses que se haya inventado la humanidad, hasta hoy, puedo decir que su maldición aún no me ha golpeado, porque hasta hoy, he llorado por un ser querido que ha enfermado o se ha muerto, pero nunca he rogado a este dios por su salud, no porque sea terco, simplemente no puedo creer en él aunque he tratado, no lo he logrado, muchos me han dicho que es porque no lo he buscado, y sí, no lo niego, lo he buscado, pero no lo he encontrado, y seguir buscándolo y seguir orabdo hacia un ser que no existe para mi, es como mentirme, me tocó vivir un terremoto, donde mis fieles amigos ateos se rindieron frente a su dios y con lágrimas en los ojos pidieron que la tierra se detenga, yo los miré completamente anonadado, malditos falsos ateos, existen muchos y es por esa razón que los creyentes no creen en los ateos, y para colmo hace algunos años mi madre tuvo complicaciones con su corazón, tenían que operarla, me negué a vender la casa para la operación, y les dije a mis hermanos que simplemente hay que dejarla ir, verder su casa para operarla, sería como quitarle todo por lo que ella ha luchado tanto en la vida, cuando despierte y sepa que la vendimos, le daría un ataque que nadie la salvaría, mis hermanos me miraron con odio, en mi rostro no existía una lágrima, la muerte llega para todos pero no por eso, voy a rogar por mi madre frente a un altar de un dios que me es imposible de creer.... te escribo todo esto porque se me hace dificil de entender a tu personaje....
ResponderEliminarPues yo de alguna manera sí entiendo a tu personaje. No soy creyente, sin embargo me gusta encerder una vela cuando hay cosas a mi alrededor que me impiden ver con claridad. Llamálo espiritualidad, o como quieras, yo no pido a dios, tan solo quiero alumbrar el camino, el que sea que haya que seguir.
ResponderEliminarUn abrazo
Cuando la desesperación nos asalta acudimos a cualquier cosa que nos dé una pequeña luz de esperanza. Ojalá la luz de esa vela que enciende tu protagonista le conceda el deseo.
ResponderEliminarMuy buen relato, un besote.
Neo, a veces se sigue el camino contrario al recorrido por tu protagonista. Hartos ya de confiar en lo irreal, en lo inexistente, con la certeza de que esa trascendencia no es sino un refugio para nuestra limitación y desamparo, nos alejamos definitivamente de cualquier fe religiosa, de cualquier creencia en fuerzas sobrenaturales y aceptamos nuestra finitud.
ResponderEliminarMe ha encantado tu descripción de ese camino desde el descreimiento, hacia el altar y la vela.
Un fuerte abrazo.
Yo si entiendo a tu personaje, aunque también entiendo a tu amigo Luis de Burg.
ResponderEliminarSí por increíble que parezca porque soy cristiana, cristiana practicante pero entiendo las dos posturas, será porque soy una cristiana que no le pide a su Dios milagros.
Me encantó tu relato, querida.
Un beso y buen fin de semana.
Tu relato tiene una cuota importante de realidad, de una realidad próxima y posible...
ResponderEliminarHe sentido esa atmósfera en que uno se refugia, cuando ya nada ofrece la esperanza que se necesita, y encendí una vela yo también, para que lo parece que no puede ser, sea posible.
un beso
Me pongo en la piel de tu personaje y seguramente haría lo mismo, aunque en el fondo supiera que no sirviera de nada.
ResponderEliminarUn abrazo
Lola
Cuando todo nos abandona y la desesperanza llega, uno se agarra allí donde le enseñaron que lo imposible era posible.
ResponderEliminarEs más que entendible la forma de actuar de este protagonista tuyo.
Un abrazo Neo.
Yo no creo en este tipo de velas, todo lo que no arreglen los médicos... en fin que cada palo aguante su vela.
ResponderEliminarUN BESITO.
Uuuufff!!!
ResponderEliminaramiga que relato me has dejado impresionada y casi sin palabras me has emocionado aaayyyss!!! que increible... no se que decir...
EXCELENTE RELATO MIL FELICITACIONES
Esa vela que nos hace entrar en lo trascendente, y que más trascendencia que todas aquellas velas que están en las capillas de las igelsias. Al final, en los momentos duros, uno acude a lo que le enseñaron de pequeño, a pedir al altísimo y a llorar conél. Eso es lo que le pasó a tu protagonista.
ResponderEliminarConmovedor relato
Un abrazo
Vengo de leer al Sr. Flin y hablas de frases hechas. Hay una que me gusta y viene al pelo, lo de ese personaje es acordarse de Santa Bárbara cuando truena. No sé si la utilizáis por allá.
ResponderEliminarAbrazos.
Cuando estamos deseperados nos aferramos a lo que sea buscando ayuda y en una situación tan desesperada tenemos que encender esa vela de la esperanza.
ResponderEliminarMuy bueno, Neo.
Un beso.
Muy linda la historia... Me encanta. Llego tarde a comentar... Pero mejor tarde que nunca. No? Un beso.
ResponderEliminarMuy buena historia. Aunque la fe lo llama a uno, en realidad, no se busca. Incluso en situaciones como estas desesperante, si no se abre el corazón de forma sincera de nada sirve o lo que inexorablemente puede pasar se lo termina adjudicando, erróneamente, a una no respuesta a algo superior que en realidad nunca se pidió.
ResponderEliminarEn fin, que esto es parte de las charlas que tengo con mi suegra, que es una mujer con mucha fe y nuestros diálogos son encantadores