Ardiente. Implacable. El sol en
su cenit hace desaparecer la sombra de su persona, único atisbo de vida en
aquel desierto candente sin verde ni sombras. Su cabeza arde como una brasa,
haciendo que sus pensamientos se mezclen, indecisos y torpes, en su mente perturbada.
Sus pies, agotados de andar, van dejando surcos cada vez más serpenteantes
sobre la arena tórrida. Su sentido de la orientación ya ha caído vencido ante
la enormidad de un horizonte que se extiende sin confines, sin irregularidades,
sin puntos de referencia. Guarda en una botella el último sorbo de agua preservándolo
para cuando sienta la muerte como presencia inminente. Piensa, sin embargo, que
lo mismo da que lo beba ahora o espere hasta no dar más…es tan poco lo que
queda que no es suficiente más que para mojar un poco su garganta de yesca. Siente
cómo paulatinamente se le van secando los globos oculares, se le nubla la vista
mientras los granos de arena se le clavan como aguijones. Intenta en vano
alistar el resto de sus sentidos como último recurso para no caer rendido ante
lo inevitable. Agudiza el oído, el olfato, buscando percibir alguna señal que
lo guíe, que le dé esperanzas, pero nada perturba el inconmensurable infierno
en que se calcina... nada altera el aire
sofocante que lo envuelve al punto de quemarlo por dentro. Al fin, derrotado,
cae sobre sus rodillas que se despellejan lentamente por el fuego insoportable
de la arena en que se hunden. Ni fuerzas tiene para gritar. Ni saliva queda ya
en su boca. Presiente que será esa la caída de la que ya no podrá recuperarse y
se resigna al fin a beber, ávido, ese último trago que preservaba como postrero
tesoro. Lo apresura sin paladear. Ni siquiera alcanza para eso… Culmina, al rato,
rendido sin contemplaciones. Siente que el mundo se diluye a su alrededor sin
que él pueda hacer nada para evitarlo…se entrega a su fin mientras es consciente
que lo que fue su vida, se derrite con él poco a poco. Imprevistamente, cuando piensa
que ya está muerto, siente un fuerte tirón en uno de sus hombros mientras una
voz familiar le conmina a levantarse… -¡te lo dije!...¡te advertí que no salieras
a caminar por la playa al mediodía…¡y menos sin sombrero!-
más relatos caldeados en lo de María José.
Con estos días, fríos invernales, hasta yo me quitaría el sombrero.
ResponderEliminarUn abrazo
Estoy ausente en la propuesta (estoy poniéndome al día con otras cosas) pero no puedo dejar de comentar. Realmente, sentí el ambiente sofocante, el bochorno y eso que hace frío por estos lados. El final es brillante, me imagino al niño (¿es un niño, no?) tirado en la arena. Todo el comienzo es un engaño muy bien construido. Saludos
ResponderEliminarAnte el frío o el calor, la cabeza bien cubierta.
ResponderEliminarAisss niña!!!, que mal me lo has hecho pasar!!!, que me he ido corriendo a por un vaso de agua!!!, jajaja, fianl sorprendente y esperanzador, menos mal que ya lo veía yo al pobre en los huesitos blanquitos calcinados por el sol, miles de besosssssssssssss
ResponderEliminarBuenisimo! Me encanto el giro del final.
ResponderEliminarAl principio pense que estabas describiendo el verano aca en Texas jaaj!
muy bueno ese final inesperado.Has hecho que sienta lo del pobre protagonista.
ResponderEliminarUn abrazo
Seguro que la próxima vez lo primero que coge es el sombrero, si es que vuelve a aventurarse por esas arenas :)
ResponderEliminarSaludos!
Jajaja! exagerado el tipo ...
ResponderEliminarBueno, en realidad yo me siento mas o menos igual en febrero camino al laburo a las tres de la tarde ... que momento espantoso!
Muy bueno vecina
besos
Pero que angustia, pero que sed me dió. Si es que hay que cubrir esa cabeza. Del desierto a la playa, muy bueno.
ResponderEliminarUn abrazo.
Que espanto ese calor que te va desinflando hasta desfallecer, el tipo no pudo con su genio, menos mal que alguien lo despertó en la playa y no en el desierto que estaba vislumbrando.
ResponderEliminarLindo para calentar esta tarde fría.
Un abrazo.
en verdad que me has hecho reir a carcajadas, yo que ya había hasta imaginado los buitres girando por su cabeza en un desierto eterno, con la arena cubriendo huesos y calaveras, pues fue todo un bocado de emociones, como siempre nos sorprendes en cada escrito, somos afortunados de tenerte como escritora, somos afortunados de tenerte como amiga, en este mundo donde nada es cierto y donde todo es divertido, gracias por alegrarme el día con tu escrito...
ResponderEliminarbesos mil para ti!!!!!!
Las arenas son peligrosas en verano, sin sombrero, más.
ResponderEliminarMarca el tiempo el paso de la arena y quizá, arena eres y en arena te convertirás.
Un saludo
Me hacía al protagonista en una agonía espantosa en medio de pleno desierto! Caramba! Casi le ofrezco de mi jugo de manzanas a ver si podía palear la situación... y vaya final nos has preparado! jaja! Para darle un buen tirón de orejas! Y, es que el sol no se anda con pavaditas, andar así como si nada, y mira el susto que nos ha dado! Muy bueno Neo, me has hecho transpirar la gota gorda con tu relato!
ResponderEliminarBesitos al vuelo:
Gaby*
Olé, olé, olé la insolación final!!! :))) Muy bueno ese personaje indefinido, bravo.
ResponderEliminarUn beso y un café.
aplausos por esa descripción tan dramática y detallada y por ese final tan divertido!
ResponderEliminarMe tranquiliza pensar que casi siempre encuentras una mano que te sujeta o te da un tirón de hombros, sacándote del foso o de la mina o del bache en que te encuentras.
ResponderEliminarUn buen texto con un final inesperado.
un abrazo
Qué bueno!!! jajaja me ha encantado, ese giro al final con lo que nos has hecho sufrir... me he reido mucho, Neo
ResponderEliminarBesitos.
¡Qué calor, por favor! Me sudó la espalda contra el sofá mientras lo leía. Muy bueno el final, lo del sombrero fue una nota de humor acertadísima.
ResponderEliminarFelicidades.
jajaja... muy buena historia y genial final y yo que me imaginaba a alguien caminando en el desierto solitario sin ningún atisbo de ayuda jaja... realmente me encanto !!!
ResponderEliminarLa infinitud de las arenas convoca una muerte anunciada, culpa de dejarse la gorra, tan cerca estaba la mar refrescante.
ResponderEliminarPerderse en un desierto es un sueño pesadilla de veranos sin sombrilla.
Muy buenísima esa sensación de agonía y ese despertar salvador, creí que sería un beduino, tan metida estaba bajo el sol ardiente.
Besito con espumita fresca marina.
Cómo me has engañado!, yo que veía el desierto, sus dunas, ese sol implacable derritiendo los sesos del pobre hombre, esa última gota de agua, y el quedar vencido sobre el suelo caliente en espera de la muerte. Hasta vi el caballo del beduino que le cogía por el hombro. Me ha divertido el final sorpresivo que has dado al relato.
ResponderEliminarUn beso, Leonor
Te ha quedado de lujo, Neo, y nos has hecho sufrir... y no es justo, con el calor que estamos pasando :)
ResponderEliminarUn abrazo.
aun en sueños morir en soledad asusta
ResponderEliminarPues fíjate yo lo hacía atravesando el desierto y tal cual estaba yo con la boca seca y con ganas de dar ese ultimo sorbo y resulta que era en la playa. Y el problema fue el sombrero. Muy bueno.
ResponderEliminarGracias por participar.
Un beso
Estoy a punto de ahogarme, le he sumado la angustia de tu personaje, al calor que nos azota aqui en el sur y me ha sabido a poco ese trago de agua y me he quemado los pies con la arena, y me ha despertado con un manotazo mi madre y me reido a carcajadas... la culpa la tiene el sombrero.
ResponderEliminarUn beso
Nos has llevado a vivir casi en primera persona todas las sensaciones que se supone experimenta una persona perdida en el más árido desierto. esa última gota que siempre se guarda para el final. Yo he sentido en propias carnes esa garganta hecha estropajo en una excursión de senderismo con mis hijos sin agua y con un calor aplastante durante más de siete horas. No me ha vuelto a ocurrir.
ResponderEliminarUn abrazo.
qué bien cumplió con su consigna.
ResponderEliminarleyó "las hojas del ciprés" (?) si lo hace después cuénteme porque justo se me ocurrió preguntarle eso.
Abrazo, Neo!
Qué tremendo giro le das a la historia, ese final es impredecible, menos mal que era solamente eso lo que le había ocurrido, para la insolación un vaso de agua en la cabeza como decía mi abuela y te saca todo jajaja
ResponderEliminarBesotesssssssss
Muy bueno, me trajo recuerdos de un relato sobre gaviotas, que no estoy segura si lo publiqué, me encanta ese giro al final.
ResponderEliminarTe advierto que con la ola de calor que hemos pasado, la boca ya la sentía seca. Besitos.
¡Ay! qué sensación tan angustiosa, de soledad de destino inevitable, cuanto sufrimiento y al final...estupendo giro, sorpresivo, no le resta a la grandilocuencia del relato y la emoción que tramite
ResponderEliminarTe mando un beso Neo, muy buenas las fotos del NOA