Parte
3: PEQUEÑA HISTORIA SOBRE LAS ALAS DE CUPIDO (antes de leer este capítulo, leer los dos anteriores)
Cuando
su padre murió fueron él y su madre los encargados de salir a ganar el pan para
la familia.
Con
dieciséis años apenas, debió abandonar la escuela secundaria para trabajar en
lo que encontrara.
Comenzó
en una verdulería, luego pasó a ayudar en el bar del barrio gracias a que la
flamante esposa del dueño intercediera ante éste despejando la desconfianza que
sobre el muchacho tenía el viejo avaro desde siempre.
Allí
trabajó más de un año hasta que al morir el patrón, la joven viuda lo ascendió
a mozo. Le compró una chaqueta blanca y le regaló un par de buenos zapatos que
el difunto había dejado sin usar.
Desde
ese día trabajó llevando y trayendo pedidos entre la barra y las mesas,
atendiendo a los taxistas que suelen detenerse en su rutina de andar la ciudad
para tomarse en el bar un rato de descanso.
Poco
a poco se fue transformando en un hombre. Un hombre honesto que se terminó
enamorando de su benefactora: una bella mujer, bastante mayor que él, dueña de
los ojos azules más bellos que se hayan visto nunca.
La
quería en silencio, desde siempre, con sus virtudes y sus defectos, sin
pretender nada por ello; pensaba que sería capaz de cualquier cosa con tal de
verla feliz.
Ella
era la única mujer que ocupaba los sueños de sus días y sus noches. Sufría
cuando ella sufría y estaba alegre las pocas veces que ella dejaba volar una
sonrisa. Sabía que la vida se había ensañado con ambos en forma parecida,
arrancándolos a la niñez antes de tiempo.
Una
tarde como tantas, cuando estaba por terminar el invierno, un hombrecito muy
formal y de aspecto algo insignificante entró al bar y se sentó junto a una
ventana. El joven mozo tomó su pedido y al llevarle su café, olvidó acercarle
un servilletero.
Esa
fue la excusa que puso el Destino para conseguir que la mujer a quien amaba en
secreto se acercara a aquel desconocido que desde ese instante comenzó a caerle
molesto. Cuando vio cómo ambos se miraron, intensa y profundamente casi pudo
sentir como aquellas dos almas que recién se descubrían, luchaban contra tontos
pudores para que su emoción no fuera descubierta.
La
antipatía hacia aquel hombre delgaducho y casi sin presencia fue cediendo
cuando vio nacer en los ojos azules de la mujer, una luz extraña que nunca
antes le había visto.
A
la mirada le siguió una sonrisa, bella y hasta inocente, que hizo que su
adorada pareciera de pronto una chiquilla a quien habían sorprendido en una
travesura.
El
joven se enterneció. Su corazón brincó de felicidad al ver que su amor secreto
sonreía, por primera vez en mucho tiempo. Sus celos se fueron transformando en
esperanza; esperanza por ver que la vida dejara de hacerle trampas a aquella
dama de los tan amados ojos de cielo.
Esperó
con algo de desconfianza la actitud que el afortunado hombre de gris tomara, y
para su desconcierto, aquel extraño, lejos de cobrar vuelo y envalentonarse con
tan abierta aprobación, se intimidó de tal manera que hasta llegó a
sonrojarse.
-¿De qué estaba hecho aquel hombre?- pensó, sin
duda no era como los bravucones que solían adular y hasta molestar a su
patrona. No entendía cómo no decía algo, cómo no avanzaba disminuyendo la
distancia breve que lo separaba de aquellos ojos para él tan deseados. Sintió
hasta indignación por tanta falta de soltura para aquellos menesteres. ¿Sería
posible que aquel tonto no se decidiera?
Después
de una media hora de idas y vueltas de miradas casi a escondidas, vio con
alivio que el hombrecito lo llamó para pagar la cuenta. - Ahora lo hará - pensó
para sus adentros- buscará la oportunidad
de hablarla cuando pase delante de la barra- supuso.
La
sorpresa pasó a mayores cuando aquel torpe e indeciso, lejos de aprovechar el
regalo que le había hecho el Destino, se dirigió hacia la puerta.
De
repente adivinó que se daría vuelta. Esperó a ver cuál sería la excusa que pondría
para iniciar la charla, pero para rematar su asombro, luego de un instante de
duda, se retiró saludando sin decir palabras, con apenas un insípido gesto
cortés dedicado a su dama.
Aunque
sin que sus celos contenidos desaparecieran, llegó a compadecerse de aquel
pobre cobarde. Adivinó que tan baja era la confianza en sí mismo, que prefería
quedarse sólo con el feliz recuerdo, antes que correr el riesgo de ser
rechazado. - Pobre infeliz – pensó indignado contra el Destino – si hubiera
sido yo quien recibiera aquellas miradas no hubiese dudado ni un instante y
hubiese sacado coraje de donde no tuviera para corresponder aquel regalo de la
vida-
El
joven vio en el rostro de su amada otra vez la desilusión que la habitaba desde
siempre y el corazón se le estrujó de pena.
Mientras
limpiaba la mesa ahora vacía, la que hace unos minutos había ocupado aquel
infeliz del traje gris, vio que el Destino quería darles a aquellos solitarios
una última oportunidad: el estuche de los anteojos del hombrecito había quedado
olvidado junto al servilletero.
Sin
dudarlo y sin dar casi explicación a su patrona, salió a la calle detrás de los
pasos del desgraciado. Sería él, entonces, quien poniéndose las alas de Cupido
buscaría completar lo que no había podido hacer el Destino.
Corrió
hasta la esquina y allí lo encontró. Lo llamó para detenerlo y le entregó el
estuche – la señora me ha pedido que lo alcance para entregárselo, se lo dejó
olvidado – dijo haciendo hincapié en “la señora” - Ella ha insistido en que
saliera a buscarlo para devolvérselo – agregó, tratando de forzar al hombre
para que regresara al bar.
Mientras
improvisaba una excusa, se preguntaba qué le habría visto su dama a ese pobre
tipo que casi tartamudeando, se mostraba sorprendido por su inusual olvido y
por el hecho de que “la señora” hubiese insistido en que el muchacho lo
corriera.
-
Le agradezco mucho por la atención- dijo el hombre de gris – y a la señora por
su gentileza- agregó, mientras recordaba, todavía extasiado, aquellos ojos de
puro azul.
Una
vez más intervino la suerte cuando, frente a los dos hombres enamorados de una
misma mirada, se cruzó una pequeña vendiendo rosas.
-
A la señora le encantan las rosas… – dijo el muchacho, sin creer él mismo que
aquella desubicada frase hubiese salido de su boca – mientras, en su espalda,
dos alas invisibles de Cupido iban ocupando el espacio entre sus
omóplatos.
El
indeciso hombrecito, totalmente falto de experiencia en el arte del galanteo,
tuvo que tratar de interpretar más de dos veces aquellas palabras que a primera
intención sonaban fuera de lugar.
Pero
el Destino y Cupido combinados pueden más que la torpeza de un pobre hombre
gris que apenas se atreve a soñar; y así, de repente, sorprendiéndose él mismo
por escuchar aquella réplica contestó: - Entonces le agradará que le lleve una,
devolviéndole gentileza por gentileza – se apuró a suavizar.
-
Seguramente que sí – contestó el muchacho, combinando en esa frase extrañamente satisfacción y
celos.
La
noche casi primaveral se anunciaba. El
sol teñía ya de rojo el horizonte, mientras un tembloroso y formal hombre de
gris cruzaba la puerta de uno de los tantos bares de un barrio cualquiera.
Allí
en silencio, detrás de la barra, soñando como siempre con ser amada, una bella
mujer de ojos azules estaba a punto de recibir una rosa.
(imagen tomada de la red)
Repito, que buena historia. Interesante el potencial final feliz, gracias a un tercer personaje, un ayudante inesperado. Un potencial rival que ayuda al hombre de gris y a la rubia de ojos azules, que se deslumbron mutuamente. Tal vez Cupido, o Afrodita, actuó a partir de él.
ResponderEliminarAy, caray, si tengo una amiga literaria!
ResponderEliminarMuy bien argumentado y entramado. Bravo.
Lo de tontos pudores me ha chiflado!
Un beso y un café.
Cupido disfrazado de mozo. Me encanta :)
ResponderEliminarBien por el mozo,de no seer por él el hombre gris hubiese seguido siendo gris, ahora se vestirá con el azul de unos ojos y el rojo de un corazón enamorado.
ResponderEliminarUna historia perfectamente entrelazada Neo, que gusto que la trajeras de no haberlo hecho no la habria disfrutado.
Un abrazo.
Me gusta. Como la mayaoría de tus historias.
ResponderEliminarHas entrelazado magistralmente una amalgama de sentimiento, empatizas con los personajes y nos los haces entrañables, !bravo!
ResponderEliminarNo existen hombres grises del todo, tienen cada cual su color escondido, existen los tímidos con su encanto que desconocen, los callados y elegantes que pueden vestir de gris pero sus ojos centellean.
A esa mujer de ojos azules, le espera la rosa inesperada, esperó demasiado pero existe Cupido, generoso, dulce enamorado, mensajero del amor.
Ha merecido la pena esperar el final, poético, tierno y hermoso.
Felicitaciones amiga Mónica, disfruto siempre de tus intensos relatos. Besitos contentos.
Precioso relato, querida. Me ha gustado mucho. Una combinación a tres, perfecta. Una trama exacta y un ritmo adecuado.
ResponderEliminarBesos
Salud y República
Que bonito, Mónica. No te he hecho caso y he leido primero, lo último y luego, lo primero, y me ha encantado. Una misma escena contada desde lso sentimientos de protagonistas distintos. Precioso. Un placer leerte
ResponderEliminarUn abrazo
Lola
Nos cruzamos Lola! jejeje..mientras leìas yo te dejaba comentario en tu blog! casualidades de la blogósfera!
ResponderEliminarMe alegra mucho que te haya gustado el triple relato!
=)
debiste dejar el cálculo de estructuras y el estudio de materiales de tu carrera y haber sido escritora: Aún es pronto...Animo Neo
ResponderEliminarel final, certero para el cierre del relato, trae una sensación esperanzadora, cálida
ResponderEliminarsaludos
Neo, gracias por el empuje.
ResponderEliminarUna historia preciosa, historias así nunca nos agotan.
Abrazos.
me pareció algo forzado, hubiese preferido que el mozo al ver que la dama de ojos azules, había tenido interes en ese hombre que no conocía, que le había hecho suspirar y hacerla sentir como una niña ilusionada, al verlo cruzar la puerta sin el menor interes en buscarla ni cortejarla, al ver su tristesa, su desilución, me hubiese gustado que el mozo tomara valor para declararle su amor y admiración a su patrona, estoy más que seguro que era él, el que se merecía una oportunidad para con la dama que siempre quiso a escondidas, no sól el hombre de gris le faltaba valor para dar el primer paso, también le faltaba valor a él, y creo que esta era la oportunidad, empujado por los celos, empujado por las ganas de perderse en aquellos ojos que para él eran perfectos, quién mejor que él para comprenderla, para saber quererla como ella tanto necesitaba, quién mejor que él que la conocía desde hace muchos años, en vez de aquel tipo que sólo le impresionó su timidez, pero que no sabemos si sus intenciones, al final de cuentas, es lo que ella hasta ese momento había estado soñado...
ResponderEliminarPodría haber sido otro final Luis, seguramente que tendría mucho potencial.
ResponderEliminarEn éste, quizás el amor del mozo sea aún más desinteresado, buscando al felicidad de su enamorada más que la propia. Eso sí, nadie puede -ni aquí ni en la vida real- garantizar resultados!
Muchas gracias a tod@s por leer la historia con tanta atención
La vida y sus vueltas, las oportunidades, el destino, y la propia voluntad y decisión de cada uno, por alcanzar sus metas (en este caso el amor). Un bella historia, contada de un modo ameno y desde la perspectiva de cada personaje, cada cual, cumpliendo un rol. Un solo detalle puesto de manera distinta, podría haber dado un cambio total a la vida de cualquiera de los tres...
ResponderEliminarpero... Neo lo quiso así! :D y a mí me encantó!
Un besito al vuelo:
Gaby*