BACKSTAGES (basada en la película All about Eve)
1 - LOS DESIGNIOS DEL AZAR. LA FUERZA DE LA PERSEVERANCIA (Broadway, década de los cincuenta)
Contemplando desde las sombras, una joven se refugia de la lluvia intentando guarecerse bajo el alero del teatro. Cada noche, desde el inicio de la temporada, se queda aguardando hasta que salgan los actores, soñando despierta con ser uno de ellos.
Su mirada inocente y extasiada por las luces del escenario delata sus sueños: ser actriz. Renacer cada noche sobre él. Crecer entre bambalinas. Aprender a ser cada vez un personaje diferente. Inventarse nuevas vidas que le hagan olvidar la mediocridad de la propia.
Vaya a saber por qué, otra mujer se ha fijado en ella. Desde hace varias noches advierte su presencia junto a la puerta del teatro, siempre estaba allí, con la misma timidez, siempre con la misma mirada abstraída colándose entre el público y los actores. Ella la entiende, porque se reconoce en esos ojos. Cuando era joven, casi de su misma edad, solía acercarse hasta la sala de ensayo de aquella vieja academia de pueblo, ávida por sentir un poco de la inigualable magia que se desprendía apenas subirse el telón. En aquel ambiente se sentía renacer, se sentía plena. Encontraba el empuje necesario para transitar esa vida que tantas veces se le presentaba esquiva y hostil.
Ahora, después de tantos años de esfuerzo y algo de suerte, se encontraba disfrutando de todo lo que había soñado. Sabía que era considerada una gran estrella. Quizás la más reconocida de los últimos tiempos. Saberlo la llenaba de orgullo y le hacía sentir una gran responsabilidad. Una carrera como la suya no es siempre un camino cuesta arriba, hay altibajos, a veces muy pronunciados y cada paso a seguir puede implicar grandes riesgos. Hay miles de inconvenientes, envidias, celos, grandes intereses en juego, ya que el teatro no sólo es arte, sino para muchos, fundamentalmente un gran negocio. Pero recordar sus inicios le hacía valorar aún más lo que había conseguido y eso la hacía enternecer sobremanera.
Quizás haya sido por eso que esa noche decidió bajarse de su pedestal de estrella y acercarse a la chatura de los que miran desde afuera, …o quizás haya sido por alguna razón algo más egoísta: desde siempre, y quizás a consecuencia de ser parte de la rara ”fauna” del espectáculo, fue supersticiosa. Estaba convencida que la suerte existe, puede ser invocada y hasta modificada según sea la fe y la perseverancia del creyente. Creía que los hilos del destino son movidos por algo que no alcanzamos a comprender, pero que nos determina y ese motivo que desconocemos debe ser respetado. Las cosas pasan por alguna razón, no porque sí y negarse a ello era invitar a que el azar se vuelva en contra de quien se resiste a su superior designio.
Sea cual fuese el motivo, y para sorpresa de quienes la conocían, la gran actriz dejó de lado su habitual rutina de salir raudamente del teatro apenas terminada la función, para detenerse unos minutos a conversar con aquella muchacha de aspecto humilde y desdichada que se aventuraba apenas y desde lejos a aquel mundo de fantasía y glamour.
Ambas mujeres en apariencia, tan opuestas, cruzaron algunas palabras y por unos minutos la actitud solícita de una logró encender verdaderas chispas de ilusión en la otra. Para aquella pobre muchacha que se asomaba sin esperanza al embrujo teatral desde su niñez, aquella inimaginable ocasión que la vida le brindaba, la hizo sentirse entre nubes, como si algún duende generoso decidiera premiar su constancia y devoción con la gloriosa proximidad de quien era su más inalcanzable ídolo.
A veces el azar nos hace un guiño en forma inesperada y el oscuro horizonte que hasta antes se mostraba inhóspito, en un segundo puede exponernos, de improviso, todos sus fulgores.
Tal vez no haya sido sólo la suerte, quizás el corazón conmovido de una mujer, haya podido conseguir con su intervención, torcer el rumbo de otra vida, que de no haber sido por ello, seguramente hubiera permanecido oculta entre las sombras.
Sea cual haya sido la razón del encuentro, lo cierto es que desde esa noche los rumbos de aquellas mujeres comenzaron a transitar juntos.
A partir de ese momento, la muchacha asumió el rol de asistente personal de la prestigiosa actriz. Comenzó a encargarse de todos los detalles de sus presentaciones, relaciones públicas, organización de sus horarios, y todos los demás asuntos que, por resultarle tediosos, la actriz solía llevar con bastante desprolijidad. Con la ayuda de la joven logró concentrarse mucho más en su trabajo y los placeres mundanos que solían ser parte cotidiana de su papel público de “estrella”.
La ajetreada agenda comenzó a estar mucho más ajustada y focalizada en los intereses de la carrera de la actriz, dando prioridad a los compromisos que repercutieran en beneficio de su trabajo.
Mientras tanto, la avispada muchacha iba aprendiendo a desempeñarse dentro de un medio en el que no es fácil desenvolverse, donde las relaciones adecuadas valen oro y las oportunidades suelen presentarse de improviso, si se está en el momento justo, junto con la persona apropiada.
Para ella no se trataba de un trabajo, le resultaba más bien un placer, la concreción de un sueño que llevaba tiempo intentando en vano construir. El hecho de ser íntima colaboradora de una de los personajes más destacados del mundillo artístico, hizo que la joven lograra introducirse por la puerta grande al contagioso vértigo del glamour, el espectáculo y el círculo más selecto de la cultura.
Codearse a diario con los más grandes empresarios, autores, músicos, directores y artistas teatrales fue algo que superaba en mucho las más atrevidas fantasías de sus elucubraciones de muchacha soñadora. Ella era la encargada de programar citas, realizar llamadas, coordinar entrevistas, informar a los medios, concretar las pruebas de vestuario y todos los caprichos que pudieran presentarse para ser resueltos en la vida de su benefactora.
La diplomacia, la buena disposición y la desenvoltura que acostumbraba a desplegar en cuanta oportunidad tuviera, hacía que ese papel de enlace le fuera de maravillas. No tardó mucho en lograr que su eficiencia fuera reconocida y premiada, no sólo por su empleadora y amiga, sino por todo su encumbrado entorno.
NACE UNA ESTRELLA
La excitación permanente, el lujo de las fiestas, el oropel que envuelve las rutinas de una estrella no era algo que le resultara agobiante o desmedido, más bien la nutría con nuevas energías, le hacía subir su adrenalina y le daba nuevas alas a sus sueños de antigua cenicienta que acaba de ser descubierta a la vida.
Más de una vez, cuando se encontraba a solas ordenando el fastuoso vestuario de su empleadora, había sucumbido ante la tentación de probarse algún vestido o alguna de las famosas elegantes chalinas que desde siempre distinguían a la ya madura actriz, quien, por otra parte, solía tener bruscos episodios de depresión, (mucho más frecuentes en los últimos tiempos) fundados en el miedo atroz a la impiedad de la vejez que ya se le venia encima.
El brillo, los encajes y las pieles seducían a la muchacha en forma casi hipnótica. Acariciar aquellas maravillas era para ella como estar tocando el cielo con las manos, tan mágico como imaginarse sobre un escenario, actuando como propios cada uno de los papeles que interpretaba su benefactora.
Sabía que también en ella corría la sangre de los grandes actores, tenía el talento, tenía las dotes, tenía las relaciones…pero no había tenido aún la oportunidad.
Por días y días estuvo concibiendo la manera más apropiada para lograr que alguien le diera la ocasión de probarse sobre las tablas. Era tan grande su ego y su seguridad que, daba por hecho que obtendría un papel estelar en forma inmediata si lograba que alguien le diera una audición. Aprenderse los textos no era problema, de tanto observar los ensayos y las actuaciones de la compañía, ya sabía con justeza todos los parlamentos del papel principal. Su pasión por ser actriz era tan grande como su facilidad para memorizar e interpretar.
De todos los artilugios que cruzaron por su mente, el que más la entusiasmó fue el de hacerse considerar como eventual suplente del rol central, ocupado por aquella que la había rescatado en una ya lejana noche de frío y soledad.
Para llevarlo a cabo, supo cómo y cuándo hablar con el director de la obra que se estaba ensayando. Era amigo personal de la actriz desde hacía años y dados los avances que la joven había logrado como su asistente, era acertado pensar que ahora, también lo era de ella.
Nada más certero que una palabra justa dicha del modo adecuado y en el momento oportuno para abrir la más difícil de las puertas.
Con la liviandad y delicadeza de quien se desliza entre sedas, la aspirante logró su cometido y luego de ser escuchada en una audición especial (en apariencia improvisada) en medio de sinceros elogios y aplausos merecidos obtuvo el puesto de suplente de la estrella principal.
Si bien la experimentada diva recibió en forma intempestiva la novedad de la inconsulta designación de la joven como su suplente, una parte de ella (que hasta ese momento intentó acallar) supo que ese era el comienzo de una escalada de golpes bajos que se sucederían en su contra.
A partir de ese momento la relación entre ambas mujeres dejó de ser lo que venia aparentando. Las suspicaces indirectas de la mayor eran lanzadas como dardos envenenados hacia su otrora protegida, alentada por los celos que crecían a la par de su inseguridad; la más joven, en cambio, manejaba con maestría la hipocresía de quienes se sienten indestructibles disponiendo a su antojo los hilos que mueven los destinos de las que ya son sus víctimas: la fingida inocencia de sus intenciones era manipulada frente a todos quienes la habían adoptado como “mimada” dentro del círculo de “selectos” al que, paradójicamente, la había introducido quien ahora se veía por ella invadida y sojuzgada.
Los acontecimientos siguieron su curso y el aire enrarecido que se generaba entre ambas mujeres terminó siendo intolerable.
La más joven optó un buen día por alejarse, en ”beneficio de lo que fue una gran amistad” y que, de repente, a causa del cambiante humor de la diva, se vio trastocado en una “injustificada rivalidad”. La otra, en cambio, mordiéndose para no mostrarse frente a todos humillada y manipulada por una arribista, decidió refugiarse en la actitud de estrella caprichosa que decide, por su cuenta, arrancar de su entorno a quien ya no responde a sus antojos. Nada más lejano a la realidad. Ambas se habían quitado frente a frente sus caretas y sus odios habían surgido sin misericordia, cortando de cuajo lo que antes, en apariencia, las había unido.
A partir de allí, lo peor de ambas mujeres afloró de donde había permanecido guardado hasta ahora y las empujó a silenciosa guerra sin escrúpulos.
La más joven, decidida a hacer suyo lo que ya tanteaba como gran posibilidad, se enteró que su antigua empleadora pasaría unos días de descanso en una cabaña en las afueras de la ciudad. Bastaron unos pocos dólares y lo mejor de sus encantos para enredar con sus ardides al chofer de la estrella quien, (vaya uno a saber cómo!) olvidó ese día cargar con combustible el tanque del automóvil, haciendo que la diva llegara al teatro con más de una hora de retraso.
Esa era la ocasión (forzada, desde luego) que la ambiciosa joven estaba esperando. Por supuesto debió ser ella quien interpretara el rol principal en la función de esa noche, a la que, no casualmente, habían acudido los más destacados comentaristas de espectáculos. El vestuario parecía pensado a su medida, el parlamento, escrito para ella, la fuerza, el talento, surgieron con la naturalidad y contundencia de quien lleva en sus venas la pasión por el escenario…y el público le retribuyó de pie y gratamente sorprendido por aquella magnífica función que el azar y los dioses de las tablas habían determinado conjugar.
Merecido éxito el de esa noche…merecido también los aplausos, las entrevistas, las felicitaciones…inmerecida sin duda, la trampa tendida hacia quien le había brindado una mano cuando más lo necesitaba.
“Ha nacido una estrella” titulaban al otro día las publicaciones especializadas. Las flores, las propuestas, las felicitaciones…todo era tal como alguna vez lo había soñado. Sólo un detalle se le había escapado: las consecuencias terribles del despecho de quien se siente engañada, traicionada y usada como si de un trapo viejo se tratara.
EPÍLOGO Y DESPEDIDA
Si bien el papel central de la obra recién estrenada lo siguió representando la afamada diva, la novel actriz comenzó una ascendente y rápida carrera, aprovechando el rotundo éxito de su debut, los numerosos contactos que tejiera en su pasada etapa de asistente de relaciones públicas y la no menos despreciable buena estrella personal que parecía acompañarla en todo momento.
Los celos, el resentimiento, la creciente inseguridad y la inminencia de la vejez que la angustiaba, hicieron que toda la energía de la famosa estrella de teatro se desviara de su propia carrera y se enfocara en la de quien, de repente, había pasado a ser su única rival.
Esa desconcentración logró afectar su desempeño sobre el escenario, mella que los entendidos adjudicaron al desgaste lógico producido por la acumulación de estrés de de tantas temporadas de éxito ininterrumpido.
Lejos de buscar descanso su cabeza parecía bullir pergeñando la manera de desenmascarar en público a la traidora que se había aprovechado de su generosidad y amistad, usándola para catapultarse al estrellato desde donde sin dudas, pretendía desbancarla. Lo que más la mortificaba era comprobar que la hipócrita en verdad tenía talento, una buena dosis de belleza y sobre todo, la juventud que ella añoraba poseer. A simple vista era fácil concluir que ante ese cuadro, ella estaba en desventaja y el tormento se acrecentaba a medida que todos, hasta sus propios amigos, se desvivían en alabanzas hacia su rival.
Quizás había llegado la hora de asumir que había pasado el momento cumbre de su carrera. Tal vez fuera el momento de aceptar que como en todo, la madurez impone ciertos cambios: la construcción de la vida desde otra perspectiva. Con todo el dolor de su alma logró entender que ya no estaba para representar papeles de heroínas en la plenitud de su juventud. Comprendió que persistir en su intento de negar el paso del tiempo no era algo propio de una actriz de su talla y decidió afrontar con entereza que su carrera debía tomar un nuevo rumbo. Quizás debería quitar algo del brillo y la frivolidad de su imagen y asumirse como lo que ya era: una mujer que había hecho historia sobre el escenario y que debía envejecer con la dignidad de los grandes.
La temporada teatral culminó como era previsible. Los críticos y los empresarios requerían de una nueva estrella en el firmamento de la farándula, el juego de luces debía continuar brillando para todos. La magia de las tablas seguía viva y era hora que se coronara una nueva reina.
Como todos los años, al culminar el ciclo de presentaciones teatrales, lo más granado del mundo del espectáculo se reunía para otorgar los más importantes premios a los más destacados, los más exitosos y a las nuevas revelaciones.
La noche de la premiación fue espectacular. El universo entero parecía haberse confabulado para que todo y todos coincidieran en que era hora de que una nueva diva surgiera y se consagrara. Así fue que en el momento culminante de la noche, el nombre de quien fuera recientemente descubierta resonara como merecedora del premio mayor…el más esperado, el más deseado galardón para la gente del teatro.
La sala entera tronó de aplausos y los reflectores acompañaron hasta el centro del escenario a la figura grácil y elegante de quien fuera, hasta hacía poco, una oscura desconocida.
Mientras la novel actriz disfrutaba de su más inolvidable momento de gloria, en uno de los sitios preferenciales, tragándose las lágrimas de dolor, la otrora diva masticaba sus penas, más indignada aún al comprobar que la trepadora la emulaba hasta en el detalle de llevar, con desenfado, una chalina de seda similar a las que ella impusiera, desde siempre, como sello personal.
Luego del cierre de aquella noche triunfal, el destino otra vez quiso que ambas mujeres coincidieran en tiempo y lugar, encontrándose sin proponérselo, frente a frente y a solas en el tocador de aquel salón de galas.
Las miradas dijeron todo lo que cada una pensaba de la otra. Sin motivos ya para disimular sus verdaderas intenciones, el desprecio de la joven y el resentimiento de la desplazada hicieron que la tensión fuera tal que se hubiera podido cortar con cuchillo.
En un rapto de soberbia la recién premiada insultó a quien fuera su mentora tratándola de vieja patética, sabiendo de antemano que eso le dolería sobremanera.
La cólera de la mujer fue tal, que tomando fuertemente los extremos de la chalina, comenzó a apretar aquel odiado cuello, obligando a su víctima a retroceder torpemente hacia el pasillo. Mientras descargaba con sus manos toda la furia y el resentimiento acumulado, miraba con chispas de ira los ojos ya casi desorbitados de quien, alguna vez, había sido su protegida. Ciego a las consecuencias, su ego de diva destronada quería acabar de una vez por todas con la impertinencia de quien la engañara con falsa modestia y esos aires de niña abandonada que en otro tiempo, la habían conmovido.
De repente, la poca cordura que quedaba en aquella angustiada mujer despechada, hizo que tomara conciencia de lo que estaba haciendo. Espantada de comprobar hasta dónde había podido llegar su cólera y arrepentida de semejante descontrol, soltó por fin el cuello de la joven, que estaba ya casi sin aliento.
Apenas hubo logrando recomponerse, todavía afectada por la sofocación, y desencajada por el espanto, la novel actriz se alejó como pudo hacia el ascensor, mientras continuaba insultando a su agresora con tanto odio y resentimiento que costaba reconocer en aquel rostro a quien, alguna vez, se destacara por su cordialidad y diplomacia.
Con el premio recién obtenido entre sus manos, maldiciendo y jurando vengarse, la rutilante nueva estrella no se percató que los extremos de la larga chalina que llevaba atada a su cuello quedaban fatalmente aprisionados entre las puertas herméticas del ascensor que ya bajaba.
Un sonido seco fue el indicador que lo peor se había consumado.
Sin duda fue esa la dramática escena final que el destino urdió como epílogo, en la noche de su brillante consagración… e impensada despedida.
Fue un alfa y un omega demasiado juntos. El triunfo no lo es si no se disfruta.
ResponderEliminarCuántas historias así: un relámpago.
ResponderEliminarHas hecho bien en reeditarlo. Yo no lo había leído.
Besos.
Con un buen café se degusta mucho mejor tu entrada.
ResponderEliminarUn abrazo
Pues yo tampoco habia leido esta entrada y si aquí comienza a hacer fresquito y sentadita al calor del braserito me ha enganchado.
ResponderEliminarDisfrutar el éxito, sino ¿para que?
Muy bueno Neo.
un abrazo.
Yo tampoco lo conocía, así que fue nuevo para mí. Me alegro de estas reediciones que nos permiten disfrutar de textos que no habríamos conocido.
ResponderEliminarUn cariño.
HD
la tarde en Madrid está apagada, ligeramente fría, y con la melancolía del otoño. No había leído esta entrada, y me ha parecido adecuada
ResponderEliminarA veces se desea tanto el éxito que cuando se consigue ya no queda nada más.
ResponderEliminarMagnífico análisis de caracteres y comportamientos. Y que buen cine. Me dan ganas de decir que ya no se hacen películas como ésta, pero creo que no sería cierto. Hablando de otra cosa,¿que pasa con Lady Dark que está paralizada? o puede que no me funcione bien el ordenador. Besos
ResponderEliminarHola Moni!!
ResponderEliminarMágicamente, me sentí transportado a los años 50...
El texto, un verdadero guión cinematográfico...
Beso grande!
RoB