Érase una vez
que había
que había
-en un sitio muy lejano-
un espantapájaros
de paja
y madera moldeado
con descarnado
rostro desbastado
y apenas envuelto
en prendas
desechadas.
A solitario pretil
en sendas bifurcadas
con sorna y burla
fue confinado.
Y en lastimoso trono
encaramado,
se lamentaba
por la suerte
-no buscada-
de su imprecisa alcurnia
impostada.
Desde su alzado
puesto de vigía
desterrado
no resignaba aún
hacerse digno
de un destino
más solemne
y destacado
que el de asustar
a las aves bulliciosas
que, por ventura,
en tierra
descansaran.
Pero bien quiso
la suerte y su alma limpia,
hacer de él
un puerto más fecundo
que un triste ogro
aterrador
que en alto espanta
teniendo solo
por justicia y triste pago
saberse un mero
poste remendado.
Con ansias de soñar
y ojos muy mansos
hacia lo alto y
con fina galanura
iba ofreciendo
sus brazos con ternura
a las avecillas
que el cielo coronaban:
las invitaba
a aquietarse en sus desvelos,
a descansar sus alas laceradas.
Unas bandadas
de alados
trashumantes
desde las nubes
del cielo
comprendieron
aquel, su gesto noble
y decidieron
al fin entre sus brazos
aposentarse y tal vez,
dormir por unas horas.
Las aves
-en principio vacilantes-
hicieron posta al fin
entre sus brazos
y venciendo
lo que daban por
supuesto
lograron comprender
después de tanto
que al final, el monstruo aquel
era bien manso.
La buena nueva
se extendió
entre los aires
y respondieron
con ansias los viajeros
que arribaban
desde cinco continentes
en busca del refugio
y compañía
brindados
por el novel diletante.
Y a cambio
de otorgarles su cobijo
oyendo las historias que los pájaros
compartían generosos
de sus viajes, logró así
el otrora espantajo
despegar y soñar despierto.
Y es que en su fortuna,
el espanta-pájaros
solitario, mutó un día
a confidente de ellos.
A veces, caminando entre los arrozales panameños me sorprendía la figura de un espantapájaros. La soledad de la extensión me hacia entablar una breve conversación con el encontrado. Unos me siguen diciendo que la locura no tiene solución. Yo sigo añorando esos encuentros.
ResponderEliminarUn abrazo Neo.
Pasó de solitario palo vestido a amigo y confidente. El que quiere estar solo lo está solo por su elección.
ResponderEliminarAbrirse y extender los brazos.
Besos.
Ohhh pobrecito! estaba solo, triste y aburrido. Las historias de los pájaros fueron como una puerta a la libertad.
ResponderEliminarOiga, tuve que buscar un par de palabras ... de donde saca ese vocabulario??? jajajajja!
Me encantó el cuento.
un beso de lunes
no todo es lo que parece, nunca se sabe donde puede latir un corazón de oro. Te felicito por ese dominio del verso, puff.
ResponderEliminarUna bandada de besotes
la vida se complementa cuando eres útil a los demás, los anacoretas no tienen sentido para el hombre,
ResponderEliminarLos espantapájaros de estas tierras apenas son una lata de conservas oxidada...
ResponderEliminarPreciosa histora, preciosa conversión de un espantapájaros inteligente, que prefiere el oficio de confidente al de vigilante.
ResponderEliminarBesos
Salud y República
Hay mucho espantapájaros por ahí, muy solos, con muchas ganas de encontrar amigos y de compartir muchas cosas.
ResponderEliminarUn bonito y sugerente cuento.
Abrazos.
Mira qué precioso y tierno poema! Nos deja varias moralejas, y nos sugiere darle una nueva oportunidad a la “suerte” siempre cambiante! Gracias por esta sonrisa! Besos Amiga!
ResponderEliminarQue lindo Noe, si supieras lo que desde pequeña me gustan, bueno es posible que recuerdes uno de mis cuentos, se llamaba El espantapájaros, y como el nombre de la protagonista era Valeria, a ella se lo dediqué. De chica, en vez de miedo, siempre me inspiraron ternura, veo que a ti también. Besitos.
ResponderEliminarA mi me llaman la atención, porque en realidad me caen simpáticos y siempre creo que a las aves también. Así que de espanta, nada.
ResponderEliminarMuy tierno Noe.
Un abrazo
jajaja coincido sin dudas!!! que hermoso relato....a veces uno encuentra una oreja en donde menos lo espera no? besos!
ResponderEliminarEstupendo como siempre amiga.
ResponderEliminarSaludos y un abrazo.
Más que solitario lo que veo en los pájaros es el temor a lo desconocido, pues esa soledad del espantapajaros no es querida, es obligada, han de venir hasta él.
ResponderEliminarUn besote muy gordo.
Un cuento hecho poema precioso y tierno. Desde ahora miraré a los espantapájaros con otros ojos, mi mirada será más cordial y comprensiva.
ResponderEliminarUn abrazo Mónica.