Primera Parte: LOS PREPARATIVOS
Esa noche será Noche Buena. El niño está más que ansioso. El año pasado no recibió los regalos que había pedido, pero igual le habían gustado los que le dieron. Este año quizás tuviera más suerte y Papá Noel le trajera la Play Station con la que soñaba.
Mientras intenta en vano contener sus nervios se queda contemplando los ya ajados muñequitos del viejo pesebre. Su madre le ha pedido que los mude de lugar. Deberá colocarlos en el estante del rincón del comedor, ese que queda entre el sillón de la abuela y la ventana. Allí molestará menos. Deberá dejar de ocupar el lugar central junto al arbolito porque su hermano avisó que traerá a su novia para la cena.
Su madre está que explota. Sobre todo el trabajo que recae en estas fiestas sobre ella, además deberá ser buena anfitriona y poner cara de buenos amigos. No sólo a toda la parentela de su marido sino también a la flamante noviecita de su primogénito. Así nomás le avisa, como si fuera nada…ni pregunta si hay lugar para uno más en la mesa y la invita. Ese bueno para nada que se llevó cuatro materias a marzo. No tiene tiempo para estudiar, dice, pero para cambiar de novia cada tres meses sí. Para eso se basta y sobra, el atorrante.
El niño acomoda otra vez la Virgen y los pastores. El San José debió ubicarlo medio alejado de la cuna, de otro modo no hubiesen entrado el buey y el asno. Al ángel de alitas doradas debió quitarlo. Una lástima, porque siempre le gustó. Quizás podría colocarlo en la repisa de más arriba. Después de todo, los ángeles suelen estar entre las nubes y llegado el caso ese estante superior podría pasar muy bien por una, considerando la altura en que se encuentra.
Lo que pasa es que el espacio que dispone ahora para armar el pesebre es muy reducido. Antes estaba mucho más cómodo y a la vista, cerca de la puerta. Pero si hay que colocar más sillas alrededor de la mesa, ya no cabe. Por eso ha sido relegado a ese lugar secundario en el que el niño intenta acomodar todos los animalitos que puede, apiñados como espectadores impacientes por saludar al recién nacido. Ahora que lo mira bien, al pobrecito casi se le han desteñido todos los colores. La mantita que lo envuelve, alguna vez fue de un delicado azul pero ahora apenas ha quedado de un celeste apagado, casi gris, mimetizado con la tierra acumulada entre sus pliegues.
Por fin ha terminado. Ha debido resignar muchas piezas para poder colocar los tres reyes. Sin ellos el pesebre no hubiera estado completo.
Si bien es cierto que los invitados casi ni lo miran el niño sabe que de eso se trata el asunto. Al fin de cuentas es el aniversario de ese nacimiento, aunque muchos ya ni se acuerden.
La abuela ya se ha acomodado en su sillón. El padre se instaló frente al televisor y la madre le echa en cara que ni siquiera ayuda con las sillas.
Es demasiado para la mujer y la parentela está por caer. Apenas ha hecho tiempo para bañarse y arreglarse un poco y el cansancio acumulado en ese día de tanto ajetreo no logra disimularse si con el mejor corrector de ojeras… y seguro que su cuñada llegará radiante…fresca como una lechuga. Por supuesto!... si se las arregla siempre para no celebrar en su casa!
Un año fue que los albañiles no le habían terminado de arreglar la cocina. Al año siguiente resultó que se había doblado un pie.
Por favor!...si era evidente!...la cuestión es inventar siempre una excusa para no ser anfitriona...eso cae de maduro y ya nadie se lo traga!... Mientras tanto, en un rincón absorta en su música y sus insatisfacciones perpetuas la hija mayor se complace en mostrarse totalmente ajena a los preparativos de la reunión familiar. Son demasiado cursis para sus gustos y costumbres. Así lo siente y así se encarga de hacérselo saber a todo el que se sienta molesto por sus gestos de hastío e indiferencia.
El primero en llegar es el tío solterón. Como siempre. No sólo es el que vive más cerca sino además es el que menos cosas tiene que hacer. Es un vago. Siempre dice estar buscando trabajo pero la verdad es que la crisis no le ha afectado, al contrario, le ha dado el argumento para igualarse con los que de verdad han sufrido el infortunio de quedarse sin empleo.
Apenas entra pide una cerveza; para certificar su caradurez frente a su cuñado esta vez ni siquiera tuvo la delicadeza de traer un miserable budín…qué sinvergüenza!. Apenas le dedica un minuto de su tiempo a su vieja madre que sentada en el sillón tiende hacia él sus brazos esperando una caricia que no llega.
Son dos ahora los que se dejan llevar haciendo “zapping” frente al televisor, como autómatas, adueñándose del control remoto: los árboles navideños lucen sus atavíos de gala desde los rincones más remotos de la tierra; el frío del norte se alterna con el calor agobiante de este sur absorbido por los vaivenes confusos de otro gobierno. Como siempre, a la hora de hacer balance, las corruptelas y las promesas electorales incumplidas acaparan el corazón de los informes televisivos. El tema no da para más y amargarse las fiestas pensando en los entretelones políticos es de tontos, así lo entienden los dos hombres que continúan accionado el botón de los canales para diluir en el incesante flasheo de imágenes su manifiesta incapacidad para comunicarse abiertamente.
En medio de la vorágine de noticias se suceden entrevistas sin sustento armadas para pasar el rato, modelos despampanantes enfundadas en breves minifaldas sosteniendo una copa de champán deseando, sonrientes, feliz navidad; una voz en off habla sobre el cese el fuego acordado en la franja de Gaza - la Navidad suele hacer esos milagros-; algún astro de fútbol rememora las mejores jugadas de ese año que se acaba; algún que otro pantallazo sobre algún pobre chico de la calle pone el toque de desesperanza que tanto vende; sonríen huecos los rostros de la gente que se descubre en la pantalla gigante montada en algún shopping; cajas multicolores empaquetadas con primorosos moños se extienden bajo un árbol navideño espectacular montado en plena calle, mientras un descolocado Papá Noel abrigado para otras latitudes pone el “jojojo” tradicional infaltable para estas fiestas.
El mundo entero sigue girando allá afuera, mientras en la casa, la anfitriona termina de acomodar copas y servilletas, la hija se retoca por tercera vez el esmalte de uñas y el timbre suena, insistente, anunciando el comienzo de la rutilante noche.
(continuará)
BUENAS NOCHES NEO QUE LINDO L OQUE NOS CUENTAS HOY, LO IMPORTANTE ES ESTAR EN FAMILIA Y CON SALUD, PAZ Y AMOR, EL PESEBRE SE VE BELLO QUE TENGAS UNA SEMANA GENIAL ABRAZOS DE TU AMIGO CHRISSSSS
ResponderEliminarAuch que reunión deprimente! Empezando por la madre que tiene menos onda que un renglón, ninguno tiene mucho ánimo de festejo me parece, salvo el nene que se ocupa del pesebre y tiene la ilusión de que Papa Noel pase por alli y le deje la play. Y pensar que hay tantas reuniones como esa! que pena.
ResponderEliminarUn beso vecina, casi canto pri! me madrugó Chris jajajaj
Mmmm... que buena pinta tiene esto, jejeje
ResponderEliminarA ver como acaba la cosa, que con tus finales se puede esperar de todo¡¡ jajaja
Un abrazote Moni
Praesente! nos vemos al final del cuento.
ResponderEliminarBesos.
Mare mía, ya hay caos y aún no empezó la cena. Seguiré expectante la próxima entrega.
ResponderEliminarBesines cielo.
Por ahora estupuendo relato.
ResponderEliminarEspero la continuación para darte mi opinion definitiva.
Besos...!
Interesante y atrapante Neo, a esperar la proxima entrega.Besitos.
ResponderEliminarainsss tu relato como siempre con un sabor que no alcanza ni de lejos el mejor de los asados...pero como tienes siempre ingrediente especial espero impaciente el segundo plato y como no! el postre!!!!!!
ResponderEliminarUna bandeja de besotes recién hechos : )
Parece un cuadro de lo bien que has pintdo la escena de la familia, con cada personaje y el rol que ocupa.
ResponderEliminarCualquier semejanza con la realidad...
jeje
Besos, Noe.
Hola Neo
ResponderEliminarComienzo el relato, me toca las tres entregas seguidas, de momento diría que cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia :)