UN MANOJO DE PLUMAS Los días pasaban y los pájaros seguían muriendo. No había un patrón. A veces era uno, luego de dos o tres días sin novedades aparecían varios cadáveres tendidos en el fondo de la jaula y el desagrado de ver lo que no sabía enfrentar terminó por hacer que la mujer se sintiera casi anestesiada frente a aquel enigma de las aves muertas. La respuesta ante lo que ya se consideraba inevitable era mecanizada: la criada se limitaba a retirar los cuerpecitos sin vida del jaulón, reprimiendo el rechazo que esos restos le producían. Más tarde se dirigía hacia la nueva veterinaria en la que eligieron surtirse luego de que el negocio del antiguo proveedor fuera destruido. Desde allí, le enviaban puntualmente las aves que reemplazarían a las muertas, de tal manera que las pérdidas no se notaran y la jaula continuara regalando a sus propietarios colores y trinos que alegraran su vida acomodada. La dueña de casa se limitaba a recibir el parte casi cotidiano de las bajas y aprobaba casi sin atención al pago por los nuevos animales recibidos. Nunca quiso pensar cuál sería el destino de los cuerpecitos que se retiraban de las jaulas. Ese tema era demasiado desagradable para saberlo y nunca quiso preguntar. ¿Para qué? si no quería siquiera pensar en el asunto, además el esperado viaje pronto se realizaría y eran muchos los temas aún pendientes. Ni siquiera había comprado las botas que le aconsejaron llevar para andar en esos senderos incivilizados. Las molestias que debían tomarse eran tantas que casi estaba reconsiderando el beneficio de realizar esa exótica travesía. Esa tarde se decidió y llamó a su hermana para que la acompañara a comprar el calzado y de paso, charlarían un rato compartiendo una taza de té en alguna confitería. Lejos de resultar un paseo agradable, el trayecto desde su casa hasta el centro estuvo plagado de malos presagios. Primeramente su hermana, quien tenía el mal hábito de lanzarle las malas noticias apenas cruzar la puerta, la notificó del clima peligroso e inseguro que se estaba viviendo en las calles. Habían habido varias manifestaciones en los barrios bajos y otra vez cientos de negocios fueron atacados a pedradas durante la noche. Parecía ser que los grupos nacionalistas a los que estaba enrolado su marido se iban haciendo cada vez más fuertes y llegarían a controlar totalmente el gobierno. La violencia de las calles no estaba muy identificada, pero sin duda las autoridades no permitirían que los ataques llegaran a mayores. Apenas cruzaron el puente, vieron a varias personas obviamente golpeadas, alejándose hacia las afueras. Mientras las mujeres comentaban el hecho, inexplicablemente una paloma mal herida, quizás por algún disparo perdido, cayó sobre el parabrisas del automóvil en que se desplazaban, provocando que el chofer debiera maniobrar peligrosamente para no salirse del camino. El extraño accidente no tuvo consecuencias, pero logró alterar visiblemente el ánimo de las damas. Recorriendo apenas las vidrieras de la zona más exclusiva las mujeres pudieron darse cuenta que la agitación no se circunscribía a las afueras. La tensión había llegado hasta el centro comercial, por lo que ambas decidieron hacer pronto sus compras y regresar a la mansión. Apenas llegaron, las dos hermanas estaban todavía muy nerviosas por el clima que advirtieron en las calles, por lo que sobraban los motivos para refugiarse frente a una taza de té. Mientras esperaban el servicio, la dueña de casa, se dirigió distraídamente hasta la gran pajarera que reinaba en el patio, frente a la galería. Casi sin verlo pudo adivinar que otra muerte se había producido entre sus aves, tan inexplicable y súbita como las otras. Esta vez, sus ojos no pudieron alejarse de aquel triste espectáculo y lejos de buscar huir de esa escena tan desoladora, abrió la jaula, extendió su mano y sostuvo el pequeño cadáver frente a sí. Extrañamente atemorizada sintió que ese insignificante manojo de plumas representaba algo muy cercano a su propia vida, quizás hasta fuera una grotesca metáfora de ella misma. Y sin poder evitarlo, comenzó a llorar…
(continúa) |
Las historias continuan muy lindas, estoy leyendo todas las partes.
ResponderEliminarMónica, pasa por mi blog para retirar un merecido premio.
Un abrazo.
Sill
Esto de que sea por partes me altera como los programas que van de martes a viernes en el televisor, sabado domingo y lunes me la paso suponiendo....y ahora que ??? a ver decime que pasa con las aves qye van cayendo sin sentido????...vosssss no me podes dejar asi nanananan =(....fea actitud kerida !!!!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarPero va muy buena avisameeee kiero la tercera parte yaaaaaaaaaa
Neo, el premio es para ti jajaja ... desculpa por mi malo portuñol. :)))
ResponderEliminarPara mí??????, Sill! muchísimas gracias, es un honor!..ya mismo lo agrego a mi "vitrina" jejeje
ResponderEliminarBesitos!
NEO..ME DA QUE ESAS MUERTES ESTAN RELACIONADAS CON EL CLIMA DE CAOS Y MUERTE..O QUIZAS REPRESENTEN SU SENTIR...MUY INTERESANTE.
ResponderEliminarBESOS.MJ
Muy bueno. La historia va tomando cuerpo. Nos sumerges en el mundo de las sensaciones, es muy intersante. Me ha enganchado. Espero el final.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ayyy vengo leyendo desde la primera parte mientras tomo el primer café de la mañana.
ResponderEliminarEl clima se va poniendo denso, me gustó el suspenso que tiene y que te provoca un cierto malestar, porque uno ya sabe hacia donde va la historia :(
Muy bueno como siempre Neo
besitos. Espero la 3era parte!
Me recuerda mucho a la novela "El niño con el pijama de rayas".
ResponderEliminarY ya no digo más, para que tus lectores disfruten.
:P
Un beso
Lala
Hola Neo
ResponderEliminarVoy atrasada, hoy he tenido que leer la entrega 1 y 2.
De momento te diré que el relato va muy interesante, me gusta tu forma de escribir es amena y atrapa.
Continuará....
Abrazos.
Me dejaste intrigado... Tengo que esperar a la segunda parte.
ResponderEliminarBien por estas letras. Te felicito.
¿Metáfora de su propia vida? Caray... Que interesante se está poniendo esto.
ResponderEliminarEspero el desenlace.
Besos de martes, cenando en horas raras.