Esa mañana llamaron a su puerta. Nada fuera de lo usual, porque las señoras para las que cosía solían llegar a esas horas.
Para su sorpresa, no se trataba de alguien conocido: una mujer muy alta y esbelta, vestida en forma extravagante pero con notable elegancia, la miraba sonriente desde el umbral de su puerta. Tardó un poco en darse cuenta que se trataba de una de las artistas del cabaret, y su sorpresa aumentó cuando le contó para qué requería sus servicios: no se trataba de algún arreglo menor o la hechura de algún vestido de calle, el encargo abarcaba la confección íntegra de un nuevo vestuario. La habían contratado para una gira en el exterior y eso implicaba una importante inversión y renovación.
Al comprobar la importancia del trabajo, doña Resignación no se dejó amilanar por la poca experiencia que tenía en confeccionar ese tipo de ropa, además, la curiosidad fue determinante cuando la desconocida le propuso que la acompañara a su camerino para conversar más en detalle sobre el guardarropa que requería.
Con miedo porque su marido se enterara o que alguna vecina chismosa la viera, esa tarde la mujer marchó hacia el cabaret envuelta en un chal que le ocultaba bastante su cara. Sus manos temblaban inquietas y sus ojos curiosos no pudieron dejar de mirar hacia el escenario, que aunque a oscuras, delataba el tipo de espectáculos que habitualmente se desarrollaban sobre él.
La charla con la que fue dejando de ser una desconocida para pasar a ser desde ese momento Tatiana, fue muy amena, acompañada amablemente por un buen té y mejores tortas. Las dos mujeres se pusieron pronto de acuerdo sobre los detalles, el trabajo debía hacerse rápidamente porque en unos días la artista debía tomar el tren que la llevaría a la capital.
Esa misma noche, cuando su marido se dirigió hacia el trabajo, Resignación comenzó a cortar las telas que la artista había escogido.
En nada se parecían a los géneros que estaba acostumbrada a cortar: estos eran vaporosos, delicados, algunos de vivos colores y otros, de satinados negros que se volvían tornasolados bajo la quieta luz de la lámpara. Brillantes mostacillas se fueron entrelazando con cintas de raso y encajes filigranados. Las puntillas y las transparencias se fundieron con los sueños de la costurera, quien, aunque sólo por un momento, se imaginó vestida con ellos. Mientras la noche avanzaba y la música del cabaret acompasaba las puntadas, doña Resignación se transportó a un mundo de fantasías, colores, luces y ensoñaciones que nunca antes había imaginado. El trabajo se fue convirtiendo en placer y por unas horas se olvidó de su monótona vida y de la segura reprobación que su marido le dedicaría si llegaba a saber lo ocurrido.
Esa madrugada se levantó con cierto aire de tranquilidad que hacía mucho no experimentaba. No le dijo a nadie la novedad, pero en su interior sabía que no muchos la comprenderían.
A partir de ese día aprovechaba las noches para trabajar en aquel vestuario de brillos, transparencias y erotismo que surgía casi mágicamente de sus manos, inspirada por el rumor de la música desenfadada del cabaret que se había transformado en el único foco de trasgresión de aquel lugar.
Tanto el cura como las damas de beneficencia más encumbradas y toda la gente de bien se alejaban espantados de los alrededores de aquella casa, apenas caían las sombras de la noche sin escrúpulos. Ella, en cambio, en varias ocasiones debió traspasar aquella puerta, mostrando el avance de su trabajo que pronto fue muy elogiado.
Además del placer que Resignación experimentaba con aquella actividad, la incentivaba también saber que no iba a ser poca la retribución que recibiría por sus creaciones.
Desde antes de cobrarlas ya estaba pensando en el destino que le daría. La reservaría para ciertos lujos que no podían nunca darse ni ella ni los niños. Alguna diversión o alguna compra a las que su marido siempre censuraría calificándolas de superfluas.
No sabía bien cómo justificaría esos gastos sin tener que confesar el origen de aquel encargo, pero no quería angustiarse con aquellas cuestiones y sólo se limitaba a soñar y planear.
Una mañana como tantas, mientras hacía la limpieza del pequeño depósito que su marido usaba a modo de escritorio, sin darse cuenta tropezó con una madera que sobresalía del piso. Nunca antes la había visto en ese estado y pensó que el entablonado se debería haber aflojado con el paso del tiempo y la falta de cuidados. Cuando se agachó para comprobarlo, descubrió con sorpresa que en realidad se trataba de tres tablas totalmente sueltas que, estando bien colocadas, disimulaban un escondite en el que se alcanzaba a ver un cofre bastante grande.
Intrigada por el hallazgo, sabiendo que estaba sola en la casa, se animó a abrir aquella caja que intuyó sospechosa.
Enorme fue su sorpresa cuando al voltear la vieja tapa metálica tuvo ante sus ojos una enorme cantidad de billetes ordenados cuidadosamente por valor y atados por fajos. Bajo aquella fortuna que acababa de descubrir había una serie de papeles, títulos de dos propiedades cercanas al pueblo y varias comprobantes de depósitos bancarios…todo a nombre de su esposo.
La realidad con la que sin querer había tropezado la desorientó de tal manera que cayó sentada torpemente sobre el desvencijado piso de aquel cuarto. No encontraba explicación para aquella fortuna incompatible con los años de privaciones y el estado de necesidad que venía viviendo desde siempre junto a aquel hombre que ahora le parecía un desconocido.
Revisando con más cuidado los viejos papeles descubrió que su marido había sido promovido en su trabajo dos veces en los últimos diez años, pasando a ocupar un cargo de mayor jerarquía que sin duda implicaba mejor sueldo.
Fue atando cabos y comprobó que gracias a la estrechez en que habían vivido y a lo que ella aportaba con su trabajo de costurera, el hombre había conseguido ahorrar e invertir la casi totalidad del dinero extra que había cobrado por muchos años.
El sorpresivo descubrimiento la había atontado de tal forma que no supo si reír o echarse a llorar.
Siempre supo que su marido no era generoso, por el contrario, su extrema moderación con los gastos se justificaba por el constante desequilibrio entre las urgencias y el magro sueldo que decía tener, pero ahora con aquella fortuna ante sus ojos, no sabía qué pensar.
Quizás, atormentado por la posibilidad de pasar nuevos años de extrema necesidad como los del comienzo, el hombre había querido mantener en secreto aquel asunto hasta que considerara conveniente contárselo a ella. Pero por qué aquella desconfianza?...por qué la hizo pasar por tantas angustias innecesariamente?...
Luego de estimar varias hipótesis pensó que tal vez el hombre se sabía enfermo y quiso preservar para el futuro de su familia esa fortuna que les aseguraría un buen pasar cuando él ya no estuviera…esa fue la excusa que creyó más convincente y al pensarlo dejó caer más de una lágrima.
Luego de dejar todo tal como estaba y sin poder descargarse más que con su trabajo, tragando su dolor, decidió esperar sin decir nada hasta que, sin dudas, supiera qué pasaba.
(continuará)
MONI, ESTA BUENISIMAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA, POR FAVOR, RECIEN TERMINO DE LAVAR PLATOS, Y ME SENTE A LEERTE POR DIOS¡¡¡ HERMOSA HISTORIA, AHORA ESTOY MAS ANSIOSA JAJAJAJAJ
ResponderEliminarBUENO, ESPERO EL FINAL POR FAVOR¡¡¡
SI PODES , TE DOY TRABAJITO EXTRA POR SI ACASO AVISAME , CUANDO AGREGUES LA CONTINUACION ¡¡
BESOTESSSSSSS
Muy buena segunda parte. Ya quedo a la espera del ansiado final...!
ResponderEliminarGracias por tu visita a mi blog y por seguirme. Nos leemos pronto. Saludos
FELICES PASCUAS NEO...
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Y BUEN FIN DE SEMANA PARA TI
... TE DESEAMOS TUS AMIG@S ESTRELLA Y CHRISTIAN...... MUCHAS GRACIAS POR LA COMPAÑIA EN MUNDO ANIMAL..
Hola Neo despierta todavía? Ahjajaj yo también.
ResponderEliminarChe me leí de un tirón las dos partes del cuento, está buenísimo!
Ya tengo como tres hipótesis diferentes sobre el final de Resignación y sobre ese encanto de marido que tenía.
Pero para no meter la pata, espero (ansiosamente) el desenlace,
Guau! Que intriga!
besos