Me sumo con este texto a la propuesta juevera de esta semana que nos deja Marifé desde su blog. Les invito a leer todos los relatos.
Te cuentan que
pese a haber sido mujer, tras el primer enfrentamiento se convirtió en leyenda.
Joven y vigorosa,
trabajadora tenaz, madre adolescente y entusiasta revolucionaria.
Ágil en el campo
de entrenamiento, de excepcional puntería y valiente en su virtud de certera francotiradora.
Sobreviviente y mal
herida se sobrepuso a las batallas y fue premiada como modelo femenino a emular
dentro y fuera de su patria.
Terminada la
guerra fue reconocida como heroína, embajadora internacional de una revolución
que se agigantaba más allá de las fronteras. Exportaron con honor su
patriotismo y coraje.
¿Cómo, entonces después
de tanta gloria, tan insigne y destacado personaje -aún joven y con prometedor
futuro- sucumbe a la depresión y el estrés, perdiendo esa batalla?
De la mano del
alcohol que diluye su templanza, por los traumas y el dolor que siempre causan
las guerras, no consigue apaciguar ni los gritos ni el terror de los muertos a
su cargo.
309 almas que
ayer perecieron por su mano, seguro, clamaron rencor como avatares de muertos.
Nada bueno
pudo al final rescatar aquella mujer que
luchó de igual a igual en un infierno de hombres. ¿Qué de bueno puede florecer
tras transitarse una guerra?
Sea hombre o sea mujer, quien las haya padecido sabrá que sólo queda el dolor, la impotencia y el rencor como epitafio de muerte.
309 almas que tal vez la habrían matado, de haber podido. En esas circunstancias, se puede terminar de un lado o del otro, en lo de matar o morir.
ResponderEliminarEn ese contexto, ella tuvo motivos para sentir que estaba haciendo lo correcto.
Un abrazo.
Tal vez esa perspectiva puede calmar conciencias, aunque no siempre. Un abrazo
EliminarHola Neo!
ResponderEliminarUn personaje muy interesante el que has escogido para tu relato. Una profesión la de francotirador nada gratificante, pese a las condecoraciones. Uno al finalizar la guerra vuelve a la vida cotidiana sin poder quitarse de la cabeza todo lo ocurrido y entonces es cuando vuelven los fantasmas y debe cargar con ellos por siempre. Sin duda la guerra deja huella a cualquiera que tenga la mala suerte de vivirla. Un abrazote y muchas gracias por participar en la propuesta juevera!
No me resultó un tema fácil y creo que no logré soltarme más que en lo evidente. Me alegra haber podido sumarme. Un abrazo y muchas gracias por consucirnos, Marifé
EliminarQuerida amiga Mônica, mulheres guerreiras com uma força descomunal a socorrer homens no final da vida sofrendo horrores.
ResponderEliminarUm texto muito próximo do real, contando com veracidade todo o vivido pela mulher.
Excelente participação!
Tenha um final de dia abençoado!
Beijinhos fraternos de paz e bem
La guerra dana açun después de culminada, eso es algo que nadie puede evitar. Y pese a todo, no aprendemos. Un abrazo y gracias por leer, Roselia
EliminarEntre el auge y la caída, llegó el conocimiento. O quizás nació la conciencia.
ResponderEliminarAbrazooo
Un poco y un poco, creo, aunque el reconocimiento por ser la francotiradora más prolífica no me parezca un logro que enorgullezca si lo miramos desde el punto de vista humanitario. Un abrazo y muchas gracias por leer, Gabi
EliminarSe dio cuenta de lo vivido, de su protagonismo, las heridas en caliente glorifican cuando se enfrían duelen. Un abrazo
ResponderEliminarCreo que mucho de eso hubo. La conciencia a veces tarda pero llega, y pasa factura. Un abrazo, Ester.
EliminarVivir una guerra y más participar en ella , después de la conteniendo no me extraña que la cabeza de vueltas y entes en una depresión de lo que has vivido .
ResponderEliminarUn buen texto Neo. Un beso.
Muy difícil tema para tratarlo si caer en condescendencias, al menos para mí. Un abrazo y muchas gracias, Campi
EliminarExcelente relato Mónica, deja bien en claro que la batalla más difícil de librar es la interior, la psicológica, las secuelas que deja el campo de batalla, esa es la más dura y como en este caso se pierde aunque haya ganado la guerra.
ResponderEliminarUn abrazo.
PATRICIA F.
Creo que sí, la guerra mata aún cuando no se cae en el campo de batalla. Debiéramos aprenderlo. Un abrazo Patri. Muchas gracias
EliminarEn la guerra, los gobernantes transforman a su juventud en maquinas de muerte y en muertos tambien.
ResponderEliminarPasan a ser números, ya sean bajas como disponibilidades. Un abrazo, José. Gracias por tu visita
ResponderEliminarCada vez que veo imágenes de mujeres combatientes del Tzáhal -el Ejército israelí- participando de las masacres y el genocidio contra los otros semitas, los palestinos me avergüenzo por vergüenza ajena que ellas no demuestran.
ResponderEliminarEn forma genérica, creo que, sin diferencia de género, la guerra destruye todo. Nadie puede salir indemne después de atravesar semejante atrocidad. Gracias por leer y comentar, Fackel. Un abrazo
EliminarTodas las batallas son duras y difíciles, pero las que se sostiene con una misma son las peores. Muy buena aportación Mónica. Un abrazo!
ResponderEliminarMe alegra que te gustara, lady, un abrazo y muchas gracias
EliminarHola Mónica, sin duda por muy condecorada las imágenes de los destinatarios de sus disparos te persiguen en cuanto cierras los ojos, fueron muchos los que quedaron marcados durante años por no poder olvidarlo, que peor batalla que la interior.
ResponderEliminarUn excelente aporte.
Un abrazo
Te agradezco tu comentario. Nuria. Me alegra que coincidamos. Un abrazo
EliminarImposible finalmente admitir o convalidar que hayamos tenido que empuñar el horror para resolver una situación que el tiempo termina demostrando que no ocurrió...
ResponderEliminarAbrazo hasta vos!!
Gracias por tu visita. Carlos. Un abrazo y buen fin de semana
EliminarA la guerra mandamos personas, seres humanos, y lo que vuelve rara vez vuelve entero, vuelve otra cosa, un cáscara vacía que casi parece humana.
ResponderEliminarCoincido Beauseant. Las sociedades siguen empantanadas en conflictos bélicos autodestrucción. Muchas gracias por tu visita. Un abrazo
EliminarY así otros murieron sin homenajes , sin reconocimientos ni títulos ni medallas... muchos encerrados en un manicomio como este... viviendo la guerra día tras día sin consuelo ni olvido.
ResponderEliminarBien vale también tenerlos presentes. Buena acotación, Gustab. Un abrazo
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