jueves, 3 de octubre de 2024

CADA JUEVES, UN RELATO: CUMPLEAÑOS

 Esta semana nos convoca Alma Leonor, desde su blog. Dar clic aqui para leer todos los relatos.

Mi aporte:



CUMPLEAÑOS

Abandonado en una iglesia, nada se sabía sobre sus progenitores, menos aún sobre el día preciso en el que había llegado a este mundo. De ahí que como una formalidad, los encargados del orfanato le asignaron la fecha de ingreso como la de su nacimiento, licencia sobre la que se había basado toda su identidad.

A partir de entonces, fue intentado construirse una vida, y dados los resultados obtenidos cincuenta años después, podría decirse que lo había logrado, pero no era feliz. Se sentía vacío. Solo. Sin raíces. Sin nada que le diera sustento positivo a sus emociones, por lo que la fecha adjudicada como cumpleaños nada representaba para él.

Frente al mar bravío, el conteo se le hacía particularmente pesado. 50. Sonaba a mucho. Arrugas y canas acumuladas, soledad sin ilusiones, silencios sin buena compañía.

Observando desde el acantilado, imaginó que podría desaparecer en esas aguas -tan negras como la noche- y nadie lo extrañaría. Acabó la botella junto con el último gramo de conciencia y saltó. Así, de improviso, ansiando precipitarse hacia un final tajante e inmediato. Lejos de lo previsto, no hubo estruendo de olas congraciándose en su despedida. Sólo el crujido seco de una de sus piernas sobre las rocas salientes -a medio camino entre la cumbre y el mar- alteró la placidez de su caída. 

Aulló de dolor clamando por ayuda, mientras en el horizonte la aurora se pintaba con sus mejores galas. Nadie respondió. Pasaron horas y horas de dura agonía. La idea de morir allí, herido y abandonado le resultó un castigo que no creía merecer, más allá de los lúgubres pensamientos con los que se había arrojado antes, por puro impulso irreflexivo.  

Recostado sobre la saliente sobre la que había quedado desgarrado, despojado ya de la insolencia que provoca el alcohol atado a viejas frustraciones, el hombre se sintió totalmente vulnerable… tanto como lo fuera cincuenta años atrás, recién nacido y abandonado en una iglesia.

Con la confianza ciega de quien se entrega a la voluntad divina sin reclamos ni venganzas, cerrando los ojos, otra vez se dejó caer.

Besado por las olas en la orilla, surgiendo ante la vida como en un nuevo despertar, el hombre se incorpora luego de la blanda caída. Contempla, azorado, todo a su alrededor con ojos nuevos, maravillado y agradeciendo al universo por ese inesperado renacer.