viernes, 27 de septiembre de 2019

ESTE JUEVES (VIERNES) UN RELATO: TE PERDONO

Con algo de demora, me sumo a la convocatoria juevera de esta semana, que conduce Gustavo. Para leer todos los textos participantes, pasar por su blog.

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TE PERDONO

Claro, por supuesto. Si no fue tu intención. Sólo no pudiste controlarte. Eres apasionado, todo el que te conoce ya lo sabe. No logras dominar tus impulsos y muchas veces haces cosas sin pensar bien las consecuencias. ¡Si lo sabré yo, que te he querido y acompañado desde siempre, pese a lo que todos me decían! Sabía bien que, luego de tus arranques violentos, tratarías de disculparte a tu manera. A veces, como si nada hubiera pasado, retomabas la rutina sin darle importancia a lo pasado, intentando disimular tu pena hablando de cualquier cosa menos de la discusión que antes habíamos tenido. Es que yo, muy a mi pesar, siempre olvidaba lo que te ponía agresivo y volvía a machacar con lo mismo, haciéndote estallar pese a no quererlo. Es que siempre fui una tonta, porque una y otra vez caía en lo mismo, diciendo alguna bobada sin darme cuenta que te iba a hacer irritar, y así todo empezaba nuevamente. Gritos, golpes, insultos, humillaciones… y después tus disculpas.

¡Claro que te perdono! ¡Lamento no estar allí para decírtelo personalmente! ¡Sí sé que no fue tu verdadera intención matarme! ¡Ha sido un desgraciado accidente! ¡Si fui yo misma quien corrió antes la mesita de lugar, mientras limpiaba para preparar la casa para tu fiesta! ¡Cómo ibas a saber que la había puesto justo allí, en el medio del camino mientras trastabillaba por el empujón que me diste, cayendo escalera abajo mientras tú estallabas de bronca porque la cerveza no estaba ya en la heladera como me habías pedido!

jueves, 19 de septiembre de 2019

ESTE JUEVES, UN RELATO: Zapatos

Sumándome a la propuesta que desde su blog nos hace Dorotea. Pasar por aquí para leer todos los relatos participantes.


ZAPATOS

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Taconeando nerviosismo
dos sandalias se entretienen
por debajo de la mesa
remarcando en su impaciencia
el vago ritmo sostenido
que les llega desde el piano.

Disimulan con reparo
la inquietud que les deviene
al saber que ya es la hora
y no han llegado -hasta el momento-
los zapatos convocados
a esa cita a escondidas
que han propuesto con descaro.

Repasando con prudencia
el  fulgor de sus hebillas
con la punta del mantel que
acaricia sus tobillos,
las sandalias se complacen
por el dejo acharolado
que remarca la figura
de unos pies que en su lisura
hoy sacuden la modorra
de mujer siempre calzada
con zapatos distendidos.

Esta vez son los tacones
-tan agudos como agujas-
los que anuncian que está lista
la mujer, para aventuras.

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Tan ansiosos como ellos
dos zapatos masculinos
de impecable contundencia
y elegante pespunteado
se aproximan a la mesa
sosteniendo una disculpa
por el rato que ha pasado
más allá de lo acordado.

Por debajo de la mesa
de aquel bar de enamorados
toqueteándose las puntas
ahora juegan a los besos
cuatro pies que han hallado
-bajo influjo de la luna-
ese par que les faltaba.

jueves, 12 de septiembre de 2019

ESTE JUEVES UN RELATO: AMAZONIA

Esta semana nos convoca Cecilia, desde su blog. Para leer todos los relatos, dar clic aquí.

Nota: mi historia se inspiró en una nota periodística que leí hace poco y que enlazo dentro del texto. 

Juan Flores, el chamán de la comunidad de Mayantuyacu, le dio la pista para hallar el Río hirviente. Crédito Sofía Ruzo.
foto: Sofía Ruzo

Siente que su cabeza va a explotar por la conmoción. El zumbido en sus oídos es tan intenso que hasta intentar andar le provoca náuseas. Las ideas y recuerdos parecen flotar en su cabeza de forma caprichosa, sin orden ni estructura lógica y poco es lo que puede hacer para tratar de comprender lo que pasó. Sólo sabe por instinto que tiene que alejarse de aquellos restos humeantes lo antes posible. El intenso olor a combustible lo invade todo, incluso los jirones que le quedan de su ropa. El chisporroteo de lo que fuera el tablero de control se intensifica alrededor del cuerpo del piloto que yace inerme sobre él. Se llamaba Joao, o así creyó entenderle cuando salieron de Iquitos, cuando lo contrató para la misión.  Una misión absurda y peligrosa, le habían dicho sus colegas, pero su testarudez fue algo que la caracterizó desde pequeña e intentar hallar el mítico río hirviente fue una meta que se impuso desde el comienzo de su carrera.

En el mismo momento en que advierte la profunda herida en su pierna derecha, otro cuchillazo de dolor le llega sobre su hombro: lo que quedaba del avión acaba de reventar a sus espaldas lanzando los restos del fuselaje muy lejos y un trozo de metal candente la atraviesa como metralla. Con el estallido se fueron también los registros de su ansiado descubrimiento, la ubicación exacta del río legendario y los detalles del chamán que guarda, fiel y sabio, sus secretos.

Sumamente débil y totalmente aturdida por la fiebre, siente que sus sentidos alcanzan otra dimensión, descubriendo en todo lo que le rodea mucho más de lo aparente.

Se deja caer sobre un mullido colchón de hojas podridas y hormigas gigantescas que no detienen su faena ante su presencia, mientras con la mirada acompaña a algunos guacamayos que se alzan hacia el cielo brumoso. Sería bueno poder volar con ellos. Sobrevolar la espesura y remontar el río serpenteante que se abre paso entre la selva intrincada que alimenta. Agua y jungla, cielo y vida, todo en equilibrada armonía infinita.

Cuando llega la noche también se apagan sus esperanzas. Piensa que quizás es mejor así, morir en lo profundo de la espesura sin revelar al mundo su descubrimiento. Preservar de la insensata avidez de la civilización aquella maravilla que la Amazonia y su gente han sabido mantener protegidos por tanto tiempo. Después de todo, morir habiendo podido cumplir un sueño no es morir en vano. Es haber logrado darle un sentido trascendente a su vida y haberlo alcanzado en el corazón verde del planeta representa para ella aún mucho más.


jueves, 5 de septiembre de 2019

ESTE JUEVES UN RELATO: AROMAS DE SEPTIEMBRE

Sumándome a la propuesta de Moli, dejo mi aporte personal.


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Los septiembres de mi infancia olían a azahar de limoneros, a promesas de naranja y a dulzor de primavera. Solían traer la brisa del río, el sol hasta el patio y –seductor- el perfume de blancas fresias nuevas.

Más tarde, soplidos rebeldes de mi adolescencia despuntaban en plenitud en otros septiembres, cargados de floridas revoluciones con cuestionamientos irreverentes, disipando así el aroma de mi candidez.

Por el rumbo del camino compartido descubrí nuevas delicias con primaveras soñadas, estrenando soles y techos propios con nuevas flores sembradas.

Proseguí otros septiembres estrenando fragancias en mi camino de iniciadas maternidades, descubriendo nuevos aromas a través de las esencias de dos risas inocentes.

Pero hubo una primavera que la brisa del río dejó de ser perceptible, que el sol del patio se cubrió de nubes y las fresias del jardín nacieron marchitas. Esa vez el aire trajo aroma a llanto. Sentí que el mundo se hundía bajo mis pies y que los perfumes amados se volvían insulsos cuando de repente, casi sin aviso, aquel septiembre amargo… moría mi madre.