jueves, 27 de julio de 2017

ESTE JUEVES, UN RELATO: OLVIDAR

Esta semana María José nos propone escribir sobre el acto de olvidar. Por falta de inspiración fresca, recurro a un texto ya publicado.  En él, aludo a ese olvido elegido, buscado por necesidad y escape, cuando se ansía empezar de nuevo.
Para leer a todos los participantes, pasar por su blog.




EL OLVIDO

El día que decidió marcharse quiso hacerlo llevándose solo lo esencial, nada pesado atado a la promesa de su nuevo futuro ni nada superfluo aferrando su conciencia al pasado. Sólo dos o tres íntimas convicciones sobreviviendo luego de décadas de postergaciones. Nada más ni nada menos.

No quiso conservar cartas, ni fotos añejas, ni consejos, ni responsabilidades, ni cuentas pendientes, ni contadas alegrías. Nada de desgastadas evocaciones guardadas entre lazos primorosos junto a tres expectativas jamás cumplidas. Desterró sin dudar su antigua ropa, sus últimos versos, sus amados libros. No le pesaron las pérdidas. No las concibió como derrota.

Y es que al fin, de lo que alguna vez creyó tener, nada valía la pena. Solo su humanidad. Su poca fe. Su sincera intención de ser mejor. Más mujer. Menos indigna.

Se distanció para siempre de lo que fue. Borró su fragilidad. Su candidez. Su resignación y su martirio. Partió al amanecer tiritando más por ansiedad que por frío. Sin mirar para atrás, sin reconsiderar en ningún momento su trascendental e intencional olvido.

jueves, 20 de julio de 2017

ESTE JUEVES UN RELATO: YO Y MIS MIEDOS

Esta semana Pepe nos propone escribir sobre el miedo y la forma en que nos condiciona. Si bien no estoy demasiado conforme con el texto que aporto, no quise dejar de sumarme a la convocatoria juevera. Me permití obviar la primera persona en la redacción. No quise que se interpretara que se trata de algo autobiográfico.

Para leer todos los textos jueveros, pasar por el blog de Pepe




ÉL Y SUS MIEDOS

Los de él solían ser gigantes, oscuros, pesados, inverosímiles, funestos, impredecibles en sus consecuencias. Buscaba armarse de valor, enfrentarlos, resguardarse tras alguna cábala, pero nunca lograba ganarles la batalla.

Aparecían cuando algo inesperado amenazaba con romper el capullo de protección que se había construido con rutina y previsibilidad, pero la vida es más que acomodaticia planificación del resguardo y tarde o temprano ellos se dejaban ver.

Se daba cuanta que su mente, más allá de los razonamientos lógicos que quisiera esgrimir en un primer momento, llegaba a intentar justificarse con excusas indignas. Recurría a la mentira, a la postergación, a la autocomplacencia, al desprecio, a la simulación, a la hipocresía… a cualquier cosa en la que refugiarse con tal de no enfrentar el monstruo de los miedos que devastaba su vida.

Llegó a creer que sólo él padecía aquellos tormentos a la hora de salir a la calle, de tener que tomar decisiones, de disponerse a viajar o a atravesar situaciones inusuales. Sentía pánico frente a los lugares abiertos, a las alturas, a las aglomeraciones, a la velocidad, al agua profunda, a las tormentas, a quedarse solo, a cruzar un puente, a las entrevistas, a sufrir un robo, un ataque al corazón, una situación violenta, nada sentía seguro a su alrededor, nada más allá de aquel pozo que crecía en su interior y que amenazaba con tragarlo.

Un buen día pensó que quizás escribir le ayudaría a poner frente a sí todo lo que le atemorizaba y que eso ayudaría a exorcizar sus demonios. Sin demasiada convicción se lanzó ante el desafío de una hoja en blanco y sin comprender bien por qué, lo primero que nació fue una trama de terror muy bien estructurada escrita de un tirón, y que al releerla, satisfizo con creces sus expectativas literarias. La prueba de fuego fue dársela a leer a otros, logrando vencer sus pudores de escritor novato. Las respuestas fueron elogiosas y muy positivas. Eso lo alentó para seguir explorando y una tras otra fueron surgiendo originales historias en donde el misterio y el suspenso eran los principales protagonistas. Comprendió que por tanto tiempo padeciéndolo, había llegado a ser un experto en el tema de los miedos, reconociendo los detalles que brotan en quien se reconoce vulnerable y no encuentra cómo vencer lo que entiende como indestructible.

Hoy no puede decir que los ha vencido completamente, pero de alguna manera se han vuelto socios. Ha hallado la forma de distraerse frente a ellos cuando se presentan, buscando argumentos ingeniosos para hacerles frente dentro y fuera de sus propias novelas.

jueves, 13 de julio de 2017

ESTE JUEVES, ESTADO DE CONCIENCIA

De la mano de Alfredo e inspirada a su vez en las imágenes de Gaby Herbstein que nos propone, mis musas me han llevado a elaborar este texto que nada tiene de sueño autobiográfico y todo de fantasía literaria. 





«Tranquilo, tengo en mis manos tus sueños de esta noche y te aseguro que son inspiradores y reconfortantes. ¡Por fin algo me distancia de la muerte!
Te cuento...»

La trama onírica se inicia dentro de un cielo de nubes iridiscentes. Una brisa ligera va despejando poco a poco los sutiles nubarrones que mantienen fuera de mi vista algo que tardo en comprender. A medida que intento visualizar los detalles de aquello que resulta ser una multitud de pájaros negros golpeteándose entre sí sin causa aparente, tomo conciencia de que dentro de ese firmamento de irrealidad, apenas estoy sujeta por unas cuantas cuerdas a punto de deshilacharse por completo. A pesar de ello, no me asusto ni me preocupo. Intuyo que en ese mundo de levedades las consecuencias de una caída como la que supongo va a producirse no deben de ser muy graves y dispuesta a disfrutar lo que se anuncia como una muy interesante experiencia, agudizo todos mis sentidos para no perderme detalle. La inminente sensación de vértigo me resulta tan placentera como divertida y la certeza de saber que estoy próxima a caer me despierta mariposas en el vientre de las que ya adivino sus colores. La última hilacha de las cuerdas se desliza entre mis dedos con suma delicadeza en el justo momento en el que las nubes rosadas se disipan totalmente dejándome ver con nitidez el paisaje paradisíaco hacia el que la gravedad me conduce.

Como sospechaba, la caída se asemeja más a un regocijante vuelo voluntario que a una indeseable precipitación hacia la nada. Me dejo llevar sin oposición mientras el aire se entretiene ensortijándome los cabellos y desenrollándome el ropaje, que a estas alturas resulta ser una especie de túnica muy ligera y transparente. Mientras me deslizo hacia abajo disfrutando el vértigo sin complejos ni preocupaciones, noto que aquellos pájaros negros del inicio me acompañan desde lejos, ya sin apretujarse ni golpeándose como lo hacían antes. Parecería que la serenidad de mi propio vuelo los ha hecho concentrarse otra vez en lo que sin dudas dominan: un armónico arte alado que ahora despliegan a mi alrededor buscando mantener la sincronía con mis propios movimientos. La gracia de su aleteo me anima a imitarlos. Extiendo mis brazos pretendiendo convertirlos en alas. Por un momento logramos alcanzar la armonía máxima. Fuimos UNO sólo, en plenitud y libertad.

Mientras el sol se va ocultando en ese cielo infinito de difusos horizontes, veo que llega la hora de tocar suelo y retomar otro nivel de realidad. Mis pies se hunden en la hierba fresca mientras los pájaros negros vuelven a ese fragor de aleteos que mostraban al comienzo, ahora apenas por encima de mi cabeza. De repente las alas se disuelven pasando a ser frondosa cabellera de alguien que se yergue ahora a mi costado, que me observa y me mira y sin dudas me comprende y con sonrisa cómplice espera compartir desde esa noche y para siempre todos mis vuelos. 

Para leer más narraciones de los jueveros participantes, pasar por La Plaza del Diamante

jueves, 6 de julio de 2017

ESTE JUEVES UN RELATO, DE JUEGOS Y JUGUETES

Esta semana la inspiración se tornó medio tristona. Me disculpo. Tal vez sea a causa de la lluvia, aunque sospecho que más bien se debe a la acumulación de calendarios sobre mis hombros...

Para leer más textos jueveros, pasar por el blog de Molí 




ENTRE JUEGOS Y JUGUETES

A veces siento ganas de cerrar los ojos, dejarme llevar hacia atrás en el tiempo y ponerme a jugar sin culpas ni remordimientos. Llegan de inmediato imágenes, detalles, voces, fragancias… pequeños tesoros de los que logro asirme apenas por una delgada hilacha de memoria evocando tardes y mañanas en las que mi infancia era presente y mi mayor preocupación era decidirme por qué juego optar para pasar las horas.

Los distintos rincones de mi casa eran el escenario perfecto para construir un barco, una carpa, una escuela, una tienda, una selva, una montaña o un castillo de fantasía en donde habitar con mis muñecas o divertirme junto con mi hermano sin pausa ni prisas. La imaginación se soltaba y me izaba como un barrilete por ese cielo inocente de colores impensados y horizontes extensibles. Sé que por ese entonces también sentía miedos y complejos e inseguridades múltiples, pero vistos a la distancia hoy se disipa la cuota de imperfecciones que por ese tiempo me habitaba y filtradas por el recuerdo, las cosas siempre me parecen más idílicas. Saberlo no le quita encanto a la evocación y la melancolía de aquellos juegos alivia en gran parte las tristezas hoy provocadas por tantos vacíos impuestos. Las ausencias duelen y dejarme llevar por la ilusión calma en parte la opresión que me da la certeza de saber que todo tiene un término, un final que nos da sentido a lo vivido… aunque cuesta terriblemente aceptarlo.

Me brota entonces un ataque cruel de realidad y pienso que no puede ser que nada quede ya de aquella que fui. No puede ser cierto que se esfumó todo lo que fue mi infancia. ¿Quedará hoy algún vestigio de alguno de mis viejos juguetes? ¿Alguien conservará alguno de los que di, como feliz recuerdo? Supongo que no. Sólo trozos descartados en algún basural bajo toneladas de rastros añejos de un mundo que pasó y pocos, quizás, aún evocan con cariño.