lunes, 30 de agosto de 2010

EL PRODIGIO DE LAS ARTES - Segunda Parte


Segunda Parte: LA ÚNICA APRENDIZ

Lejos de asumir aquel extraordinario don que el destino le había otorgado como un regalo del cielo, digno y destinado para ser compartido con los demás, el hombre lo percibía como una tortuosa manera de expresar parte de la tormenta interior que experimentaba desde la pérdida de su amada esposa, un desafío perenne frente a sí mismo y quizás, una búsqueda infructuosa del éxtasis perdido.

Desde su viudez, jamás volvió a sentir su talento como una privilegiada manera de expresarse frente al resto del mundo. Tan sólo lo concebía como válido en relación a sí mismo, por lo que, según la enorme auto exigencia con la que dirigía sus pasos, luego de culminarlas, solía destruir cada una de sus obras por creerlas inútiles e imperfectas.

Lejos de escuchar las sugerencias de su hija que lo incentivaba a preservar semejantes maravillas, o de considerar los generosos ofrecimientos recibidos por parte de nobles y acaudalados personajes que intentaban adquirir su producción, en su locura ante el desencanto con la vida, destruir lo que quizás fuese bello a los ojos de los demás no se presentaba como un capricho de genio malhumorado, más bien como una pequeña revancha ante la ingratitud del destino que tan tempranamente le arrebatara, junto con su gran amor, el intrínseco entusiasmo por la vida.

Por motivos similares jamás quiso tomar aprendices. Tan sólo a su hija intentaba, desde muy pequeña, inculcarle algunos de sus secretos y técnicas. No por considerarla merecedora por talento y capacidad. Más bien aparentaba hacerlo por porfiada tozudez y egoísmo. La joven ambicionaba por todos los medios alcanzar parte de aquel inconmensurable talento paterno, no tanto por irrefrenable vocación, sino como desesperado intento de hija postergada que busca ser tenida en cuenta. Pese a los esfuerzos, pese a la pasión con la que se sometía día y noche a largas horas de contemplación, meditación y ejercitación supervisada por su padre-maestro, nunca llegó a romper la barrera de los talentos moderados, aquellos que sin ser mediocres, logran concretar una personalidad, pero no alcanzan siquiera a rozar la genialidad de los pocos elegidos. Esa nítida convicción sobre sus propios límites, esa íntima certeza de saber que nunca alcanzaría aquellos ansiados niveles de perfección que su padre pretendía, solía amedrentar su voluntad…su enorme pero insuficiente esfuerzo por conocer aquel extraordinario arrobamiento del que alguna vez su progenitor le hablara y que, paradójicamente, a ella siempre la perturbó.

En su cuarto, invocando apenas el descanso, lloraba amargamente en soledad, rogando a la vida y a lo más sagrado un poco de piedad para su pobre alma doblemente huérfana y angustiada.

Un día, impensado por lo crucial que el destino quiso que fuera, la joven conoció el amor. Un apuesto joven acaparó su atención de romántica adolescente sin siquiera habérselo propuesto. Simplemente su mirada se posó en la de ella en forma casual, cuando, encontrándolos en el pueblo, el muchacho intentó hacerle una petición al afamado artista. Ese gesto bastó para que el flechazo de Cupido atravesara el inexperimentado corazón de la solitaria muchachita y a partir de allí las estrellas reinaron en su cielo de románticos sueños. No provocó algo similar en el muchacho, quien sólo tenía puesto su interés en lograr ser aceptado como aprendiz del huraño padre de la joven, admirado por el imberbe por su fama y su genio incomparables. Lejos de conseguirlo, como era de esperar, dicha petición fue desestimada de plano por aquel hombre enemistado con el destino y el mundo. Y sin casi mediar palabra, tomó a su hija del brazo y se apresuró a alejarse de allí.

Esa noche, los dos jóvenes corazones quedaron entristecidos por distintas circunstancias: uno por no ser correspondido en el amor como hubiese deseado, el otro, por no lograr acaparar la atención de quien admiraba desde niño.


(continuará)



EL PRODIGIO DE LAS ARTES - Primera parte


Primera parte: UN ILUMINADO

Habitando lo que quizás alguna vez había sido una mansión, o una fortaleza, alejado de todo lo que la civilización había logrado construir, un hombre, maduro ya, huraño, solitario y por demás desconfiado, se entregaba, como siempre lo hacía, a las musas, las más quisquillosas, las más exigentes, esas que sólo los genios llegan a conocer personalmente y en intimidad.
Todo lo que tenía de hosco y receloso para con los demás mortales, lo poseía de talentoso y creativo.
En sus manos las artes lograban conquistar los cielos. Bajo sus hechizos, colores, formas y pinceles se conjugaban en maravillosos vuelos…las notas, multifacéticas, ornaban el aire fresco con sus delicados arpegios…los sustantivos, los verbos y los adjetivos se permitían alcanzar bajo su inspiración los más increíbles giros idiomáticos, las más expresivas volteretas, los más ingeniosos argumentos…hasta los mármoles y los granitos más reacios se volvían dúctiles bajo sus manos de artífice celestial, bendecido todo su ser con el privilegio que alcanzan sólo unos pocos. Sobresalía en talento y genio en toda la gama de las destrezas con que los dioses decidieron, desde el principio, honrar a sólo un puñado de grandes y multifacéticos artistas.
El grado de preciosismo que bajo sus manos alcanzaban cada una de las artes en que incursionaba, no lograba ser equiparado por ningún otro mortal; una gracia excelsa que alcanzara sin siquiera haber cursado jamás estudios o capacitaciones especiales. Simplemente su talento no tenía parangón y sus obras superaban en belleza, expresividad y armonía a todo lo que se conocía hasta ese momento. Semejante prodigio nacía sin que siquiera tuviese que esforzarse en demasía…sencillamente la inspiración le brotaba a borbotones y su dedicación y talento se combinaban en la maravillosa alquimia que hacía surgir, casi de la nada, las más altísimas manifestaciones artísticas.
Dejándose atrapar por el encanto de la inspiración del momento, el apesadumbrado virtuoso lograba liberarse, aunque sólo por breves momentos, de las pesadas cadenas que sujetaban su alma acongojada.
De esa manera sobrevivía, de esa forma su dolorosa existencia elegía prolongarse, pese a los recuerdos, un día más…apenas el tiempo justo como para dejarse caer, otra vez y cada noche en el oscuro hueco que le nacía a flor de piel y le taladraba el corazón.
Su único amor había muerto hacía ya casi dos décadas, lejanos tiempos en que el sol aún solía iluminarlo por dentro y por fuera, mientras su reflejo se dibujaba con nitidez en los ojos de su amada. Pero de aquellos días felices no le quedaba más que una hija en la que el amor se había coronado, y a la que, por desquite o inercia solía postergar y hasta ignorar.
La joven, en cambio lo amaba sin reticencias. No sólo toleraba con buen semblante el mal humor y constante pesimismo de su padre, sino que además buscaba confortarlo y agradarle en todo lo que hacía. Soportando la brusquedad con la que la trataba la mayoría de las veces, ella sabía que la limitada capacidad de amor con la que aquel hombre adusto había venido al mundo había desaparecido el día que su madre muriera…justamente por el hecho de haber ella nacido.


(continuará)

sábado, 28 de agosto de 2010

LUCES Y REFLEJOS




Bajo los juegos

de luces y reflejos

uno intenta,

mirándose

en el espejo

discernir

entre lo que

aparenta ser

y lo que,

en verdad

es cierto.


¿Qué hay de ti

en la imagen

que nos ve

y nos proyecta?



jueves, 26 de agosto de 2010

LA MAGIA




Según sea el color

del cristal virtual

con que se mire,

un cielo gris

bien puede ser, al fin

de puro oro.


No sólo es lluvia

o vano pesimismo

lo que implica.

Un bello añil

puede surgir, allí

maravilloso.


Tan solo basta

que invóquese

la magia

de quien insiste

en ver la vida, así

como tesoro.



martes, 24 de agosto de 2010

MUROS MULTIPROPÓSITO





Los muros sirven para

Separar

Escalar

Acoger

Encerrar

Proteger

Pintar

Guarecer

Guardar

Contemplar

Habitar

Restringir

Derribar

Exponer

Garabatear

Adornar

Descascarar

Excluir

Construir

Salvar

Organizar

Fusilar

Instaurar

Sostener

Proyectar

Construcciones temporales que sobreviven

según sea la intencionalidad de quien los imagine, los cimiente o los venza.



lunes, 23 de agosto de 2010

ENGAÑOS




Descreo de los que manipulan
el miedo para moldearnos,
los que crean enemigos
para gobernar con engaños

Descreo de los que pontifican
censurando debilidades
señalando con el dedo
lo que hacen con la otra mano.

Descreo de los aventureros
prometiendo facilidades
se empeñan en dejar vacía
la copa que se nos da colmada.




sábado, 21 de agosto de 2010

SALVATAJES





Uno intenta
como puede
conseguirse algunas redes,
salvatajes invaluables
para menguar sus dolores.
Contactos vanos o ciertos
que buscan contrarrestar
lo que apenas son ardores
o lo que busca matar.
Puede que sea uno un
gigante, pigmeo
o un simple mortal
pero aquel
que siente pena
en solitario...
no la ha de aliviar.



Nota 1:
salvataje: barbarismo por "salvamento"(muy usado por aquí)

Nota 2:
entiendo que la fe, la compañía, un hombro amigo, alguien que nos escuche (o nos lea)
son las redes en las que uno halla consuelo y deja fluir la pena. Cada quien tendrá la propia, por supuesto...y no es receta, es un simple poema...jejeje





jueves, 19 de agosto de 2010

ESTE JUEVES UN RELATO: HISTORIAS (O REFLEXIONES) PARA NO DORMIR




La especie humana es la única con capacidad para asumir su identidad frente a los demás y frente al cosmos, aunque no logra aceptar la responsabilidad que esto implica.

Es la única con la vanidad suficiente como para arrogarse el derecho de decidir por la suerte de toda la creación – a la que suele entender como de su propiedad-

La especie humana es la única con el potencial de destrucción suficiente como para acabar con todo el planeta si nuestro capricho o nuestra desidia así lo determinan.

Es la única especie capaz de justificar la muerte invocando la defensa de la vida.

La especie humana es la única que puede llegar a gozar con el dolor de un semejante u otro ser viviente.

La única que se esmera en innovar sus propias técnicas de exterminio, tortura y degradación.

Es la única que reincide una y otra vez en las aberraciones que jura desterrar y jamás volver a cometer.


(más historias en lo de Gustavo)




miércoles, 18 de agosto de 2010

UNA VIRTUD






Abrirse paso

en la orfandad

que dan los miedos

y fracasos.

En eso consta

la virtud

de andar sin culpas

ni colapsos.



lunes, 16 de agosto de 2010

SIESTA



(Imagen: Laura Leibson)



Casas patios y ladrillos

echados en la misma sombra…

sobre el musgo somnoliento

reina nuevo, el sol que estalla.


Calles piedras y polvillo

brillando como oro de estampa.

Nacen sueños, y el vestigio,

de un viejo amor se desangra.


Nardos fresias y tomillo

perfuman el aire que pasa

mientras, clara en su destino

surca el cielo una esperanza.



viernes, 13 de agosto de 2010

VERSOS MACERADOS




A veces

como hoy,

-como en esta noche silenciosa-

releo al azar

los caprichos

que alguna vez las musas

sin querer, me dejaron

-en palabras y rimas-

como tesoros guardados.

Releo y me sorprendo

con muchos de sus juegos

-reflejos espontáneos-

de la inspiración guardada

de todo lo que me habita.

De los más, es mucho

lo que en verdad

me llega y disfruto.

Descubro, para mi sorpresa,

la versada precisión

y el encanto

de lo que quiso nacer, diciendo

y en jugoso sortilegio

se quedó macerando.



ENTRE MOLINOS Y CENIZAS


(imagen: Stratisk)


Contra molinos gigantes

uno a veces se dirige

blandiendo capa y espada

luchando contra espejismos.


No siempre es grata la aurora

si es que el cielo va de grises

mientras braman los gigantes

carga el aire de cenizas


por el vuelo de algún ave

el augur nos profetiza:

hay amigos siempre fieles…

más si hay dudas, no persistas.


Entre molinos, entonces,

y consultando augures

uno intenta simplemente

vivir sin ahogarse en ceniza.


miércoles, 11 de agosto de 2010

PREMONICIÓN - Parte final

Parte final: LA REVANCHA (O INTENTO DE REDENCIÓN)

Se despertó sobresaltado y mareado. Su corazón parecía querer salírsele del pecho

Aún con un insoportable gusto amargo en la boca, (ese que se prolonga por largo rato cuando uno se despierta después de una fuerte resaca) consiguió, obnubilado, sentarse en la cama. Supo que era viernes y el reloj marcaba las ocho. Logró incorporarse lentamente, cuidando de no mover muchos sus huesos, que le dolían sin piedad. Llegó con esfuerzo y confusión hasta el baño.

Contempló aquel rostro en el espejo. No se reconoció. Parecía que otro le devolvía su mirada perdida en un mar de jaqueca. Pero esforzándose un poco, abriéndose camino entre los residuos de alcohol de la noche anterior, allí se vio, frente a frente, en la nubosidad de esa mirada propia que casi le resultaba ajena…allí estaba, aunque sin saber bien por qué, sentía que no debería ser así.

A pesar del aturdimiento y la acidez que lo destruía por dentro, comprobar que su existencia se prolongaba un día más, fue una inigualable satisfacción.

Tenía la certeza que lo que se disimulaba como un mal sueño había sido una excepcional premonición, un alerta que la vida había decidido darle y que estaba dispuesto a agradecer asumiéndolo como una verdadera redención personal: desde ese día, sería una mejor persona.

Resolvió que de allí en más daría un giro total a su existencia: hasta el ritual diario de ducha-cepillado- vestido y preparativos sería ahora una fiesta.

Joven, soltero, alto ejecutivo, muy buen pasar económico, apetecible para las mujeres, su vida no podía ser más exitosa…por lo que se comprometió a hacer todo lo necesario para sentirse realmente feliz…no sólo orgulloso por lo que había conseguido. Utilizaría esa buena posición lograda a base de esfuerzo y dura competencia, para brindar lo mejor de sí mismo hacia los demás y hacia su propio crecimiento personal.

Cuando apenas comenzaba a estrenar su nueva actitud mental, casi se cae al enredarse en una prenda femenina que había quedado olvidada entre los almohadones tirados sobre el piso, alrededor del sofá.

Quién era su dueña era un dato que, inusualmente, había recordado y se prometió que más tarde trataría de ubicarla…y hasta le mandaría flores…sería un buen gesto caballeresco que comenzaría a poner en práctica.

Un sonido muy agudo le hirió los tímpanos. Algún vendedor ambulante buscando llamar la atención, seguramente.

Logró vencer su tendencia primaria de querer hacerle tragar el silbato. A pesar de sentir una fuerte jaqueca, se esmeraba en ser tolerante y optimista.

Ya era hora de ir hacia su despacho y no quería demorarse más.

No tenía tiempo para un café, así que decidió que lo tomaría en la oficina. Le indicaría claramente a su secretaria cómo le gustaba: ni demasiado cargado ni muy liviano, seguro que con un poco de atención ella lograría prepararlo bien. Sin duda no era tan complicado.

Sabía que aparte de tener un físico fuera de serie era una chica bien dispuesta y despierta que quería esmerarse en su trabajo, aunque por el mal temperamento suyo, seguro era muy difícil que la pobre pudiera lograrlo. De ahora en más se propuso no sólo verla como atractiva distracción. Trataría de ser más considerado, aún cuando cometiera algún error involuntario.

Quizás esa actitud limara un poco las asperezas que solían darse entre sus empleados y eso mejorara la convivencia general, repercutiendo hasta en una mayor eficiencia. Tal vez el secreto del éxito no estaba sólo en dar un paso antes que el enemigo, sino que también implicaba crear lazos más sólidos entre quienes se encontraban en su propio bando: “crear un espíritu de equipo”...tal vez debiera ensayar con entusiasmo esa nueva filosofía.

Aturdido aún por el malestar de la resaca que se mezclaba con la inquietud de aquella extraña premonición que lo sacudió hasta sus raíces, ajustándose por última vez la corbata antes bajar por el ascensor, el espejo lo terminó de convencer que la vida le daba una segunda oportunidad, y estaba sinceramente dispuesto a replantearse su actitud frente a su realidad y a la de los demás.

Esta mañana se sentía tan agradecido con el destino que hasta estaba dispuesto a mostrarse más atento con sus eventuales acompañantes del ascensor, esos seres anónimos destinados a transitar por siempre en la uniforme masa de la que la sociedad se alimenta.

Quizás esos pequeños gestos pesaran a la hora de congraciarse con la suerte que le acababa de hacer un guiño tan inusual.

Esa imagen pulcra y perfumada de sí mismo que le daba los buenos días en el espejo debía trasuntar ese cambio real que se estaba dando dentro de él.

Las miradas que, sentía, despertaba en su entorno, sin duda habían dado cuenta de la alegría que surgía de su interior frente a esa maravillosa oportunidad de hacer las cosas mejor de lo que las había estado haciendo.

Supo que hizo un bien cuando, con fina delicadeza, saludó mirando a los ojos al pobre gordito del quinto, que, como cada mañana, arrastraba su oscura persona hacia su trabajo como pidiendo disculpas por estar vivo.

También sintió que su saludo y sonrisa animó al doctorcito del décimo que todavía andaba a tientas en su rol de flamante profesional; poco a poco la falta de confianza en sí mismo iría desapareciendo de su mirada, y la costumbre haría que dejara de temer el asumir responsabilidades.

El aire fresco terminó de confortarlo y eso lo animó en sus pensamientos positivos. Dejó abierta la ventanilla de su convertible mientras se dispuso a emprender el rumbo hacia su oficina.

A media mañana, con el cielo radiante y renovado por la complacencia del destino, nada le parecía imposible.

Se sentía reconciliado con la vida y esa sensación de bienestar y libertad lo llenaba de bríos.

Se sorprendió a sí mismo cuando comprobó que ya no sentía el mismo rechazo de antes, cuando en cada semáforo, se encontraba con los sucios muchachos que se acercaban para intentar lavar el parabrisa de su auto.

Esta vez supo lo que era la compasión cuando miró esas manos mugrientas haciendo gestos para convencerlo de que aceptase lavar su ya refulgente convertible...se sintió conmovido porque, al menos, esos pobres intentaban ganarse algunas monedas.

Por esa razón decidió no acelerar antes que la luz se pusiera en verde, como era habitual, para sacárselos de encima…y en un gesto que casi contrarió sus principios, extendió su mano hacia ellos con un billete. Qué bien se sintió! No le costó tanto ser generoso!... y eso lo hizo poner aún más satisfecho con sí mismo.

Se dio cuenta que la vida puede deparar a cualquiera una sorpresa a la vuelta de cada esquina, como le acababa de suceder, por su intermedio, a ese muchacho que se quedó complacido contemplando el billete que sin duda nunca pensó recibir.

Mientras arrancaba con el verde del semáforo, se deleitó contemplando los rincones de esos barrios donde solía transitar, a los que no solía prestarles demasiada atención y que esa mañana encontró realmente muy cuidados y atractivos.

Descartó totalmente su vieja opción de mudarse a un country privado: el colorido de esas calles no se podía encontrar en aquellos lugares apartados donde el excesivo orden impedía la espontaneidad y la vitalidad que allí abundaban…

Mirando a su alrededor, contemplando otra vez lo que ya había vivido, buscaba redescubrir todo con otros ojos, con la nueva perspectiva que le daba el haberse librado de ese fin que había presentido con tanta nitidez e intensidad y del que el destino lo había querido preservar.

La alegría de saberse vivo y reconfortado le hizo reconciliarse con el optimismo que hacía mucho se había alejado de su vida y que ya creía olvidado para siempre.

No entendía bien por qué, pero tenía la certeza que se le había dado esa segunda oportunidad por algún motivo muy especial y eso hacía que se sintiera mucho más directamente enlazado con todo lo que le rodeaba…y se disponía a disfrutarlo y merecerlo.

Por fin la autopista. Ahora se podría sumergir de lleno en la música con que se solía acompañar durante el trayecto hacia su trabajo. Algo intenso, que lo hiciera sentir conectado con el mundo que lo rodeaba, mientras por la alta velocidad el tiempo y la distancia parecían disgregarse frente a su rostro.

Uno a uno fue sobrepasando los automóviles más lentos, que pasaban a ser bultos que apenas veía.

Pronto logró llegar a ese clímax que lo excita tanto y le infundía ese vigor que siempre lo estimulaba.

La carretera y el cielo parecían fundirse en una sola continuidad y el horizonte lo invitaba a abalanzarse sobre él con el vértigo que le encendía las entrañas.

Cuando estaba por llegar al puente desde donde se había visto precipitarse en aquella premonición que había cambiado su vida, tomó conciencia que todos los elementos se confluían de idéntica manera a lo que recordaba había sucedido en esa espantosa visión.

De improviso, un oscuro pensamiento lo aterrorizó…¿y si se repetía también la culminación de su deja vu? ¿Si el destino no le hubiese dado una segunda oportunidad y estaba solamente jugando con él en forma maquiavélica?

La sólo idea de tener que revivir lo que fue esa interminable caída lo espantó y un sudor frío le recorrió por la espalda…encontrarse otra vez cara a cara con la muerte y con sus propias miserias…terrible castigo para alguien que sólo quiso siempre hacer lo que creía correcto…porque al fin de cuentas él era sólo un producto de sus circunstancias. La responsabilidad por lo que había resultado su vida no era exclusivamente suya…lo que le tocó sufrir y la manera en cómo lo educaron lo fueron condicionando a ser como era ahora…y no era justo que quien maneja los hilos de los destinos humanos lo hiciera sufrir así…!

Y entonces, de repente, vio todo mucho más claro: burlar al destino se le presentó muy simple. Quitó el pie del acelerador, concentró toda su atención en el manejo, dejando de lado música, pensamientos y aspiraciones. Eludió con cuidado a los otros autos y buscó la primera salida. Enseguida la vio: hacia el puerto. Por allí salió de la autopista.

Todavía seguía temblando por la terrible sensación que por un momento lo había invadido: la seguridad que el destino había estado jugando con él anunciándole un desenlace fatal que, lejos de poder cambiarse, iba a repetirse exactamente otra vez para su castigo.

Estacionó en un rincón sombreado, cerca del río, a los pies del puente funesto por donde venía circulando.

Su pecho, agitadísimo, no lograba aún sobreponerse del terror que lo atrapó ante la casi certeza de lo que le esperaba.

Allí, en la tranquilidad de aquel reparo de sombra y quietud reconfortante sintió que lo había logrado: había deshecho la maraña extraña e injusta que la vida le había tendido para que pereciera en ese puente, no una, sino dos veces.

Quitándose los lentes para el sol, restregándose los ojos que todavía le dolían por la resaca de la noche anterior, sintió que de ellos caían algunas lágrimas de alivio.

Sentado aún en su auto, mientras respiraba más sereno y feliz por haber logrado cortar la sucesión de hechos ya previstos, sin tiempo para reaccionar, apenas logró ver caer hacia el vacío a aquel otro convertible flamante (casi igual al suyo), que atravesando la protección del puente por el que segundos antes él mismo transitaba, se estrellaba ahora, como impiadosa broma mortal, sobre el suyo.

(…hay tipejos tan necios que no merecen segundas oportunidades! Jejeje)

fin

martes, 10 de agosto de 2010

PREMONICIÓN - Segunda Parte

Segunda Parte: LA CAIDA

Por fin la autopista. Desde allí no los vería más. Con tranquilidad se pudo sumergir de lleno en la música con la que solía acompañarse durante el trayecto hacia su trabajo: algo intenso, que lo despegara de la chatura del mundo que lo rodeaba, que lo hiciera sentir que no tenía límites… mientras por la alta velocidad, el tiempo y la distancia parecían disgregarse frente a su rostro.

Uno a uno sobrepasó a los automóviles más lentos. Eran como bultos que apenas veía. Pronto logró llegar a ese clímax que lo excitaba tanto y le infundía ese vigor increíble de sentir que podía hacer lo que quisiera con su vida.

La carretera y el cielo parecían fundirse en una sola continuidad y el horizonte lo invitaba a precipitarse sobre él con el vértigo que le encendía las entrañas.

Pero el destino a veces conspira hasta contra los más diestros y una mínima imprecisión en la maniobra desequilibra lo que prácticamente es perfecto.

Casi sin advertirlo, el volante giró unos grados de más, el auto cruzó hacia el carril contrario logrando, apenas, esquivar un par de coches. La maniobra fue brusca, los reflejos no actuaron tan rápido como deberían haberlo hecho y sin tiempo para reaccionar, se vio atravesando la protección del puente por el que, segundos antes, transitaba con la cadencia de los elegidos.

En el preciso instante en que su flamante convertible caía hacia el vacío, surgió ante sí un destello.

El tiempo se detuvo y lejos de sentir pánico, experimentó la certeza de haber atravesado el umbral que separa lo real de lo imaginado.

Alguna vez escuchó que en los momentos previos a morir uno ve transcurrir ante sí toda su vida. No fue así. Sólo revivió sus últimas horas.

Entre flashes de imágenes y sonidos recién olvidados, vio el rostro de la desconocida con la que había compartido la noche anterior. Se reencontró con las botellas vacías, los ojos cansados, la boca pintarrajeada. Sintió otra vez el asco en su boca, la piel sudorosa, el temblor en sus piernas. Contempló nuevamente las luces diluidas en el vaho del humo y del alcohol, las miradas impiadosas de la gente, las pupilas llorosas de la mujer que se reía sin ganas. Sintió otra vez su saliva espesa, el dolor agudo dentro de su cabeza, las náuseas contenidas en los intentos de besos, la furia animal despertándole desde adentro, la angustia antigua que le perforaba el estómago. Se supo nuevamente fatuo, vacío, lastimoso, impotente. Se sintió por milésima vez miserable, destruido, decrépito, gastado.

Otra vez se vio frente al espejo, espantándose de su propia imagen. Se vio nuevamente hastiado de esa perpetua contienda en la que su vida se había convertido y que siempre se esmeraba en disimular.

Se contempló a sí mismo mezquinando la aprobación hacia todos los que le rodeaban buscando cubrir sus espaldas ante eventuales traiciones.

Sintió la mirada rencorosa de sus subalternos, la hipocresía de sus socios, la falsedad de los que debían disimular, para complacerlo, lo que en realidad sentían.

Se entrevió a sí mismo vendiendo su alma al diablo a cambio de prestigio, escala social y privilegio. Recibió como cachetazos las miradas de desprecio de los que no tenían nada. Supo que le dolía la resignación de principios y sueños ya olvidados.

Tuvo vergüenza de sí mismo al verse desde afuera, negando una miserable moneda hasta al chico que sobrevivía abriendo puertas en la salida del supermercado.

El destino quiso que paladeara minucioso cada detalle del ultraje generado por sus miserias y tras esa ráfaga cruel de certidumbre previa a lo inevitable, sintió revivir lo que desde hacía siglos llevaba muerto en sus entrañas: un atisbo de conciencia y conmiseración ante el dolor ajeno que creía ya inexistentes.

De improviso, el tiempo retomó a su ritmo habitual y mientras se partía en dos por la fuerza del impacto, se prometía a sí mismo que, de haber tenido otra oportunidad, hubieran sido otras sus prioridades.


(continuará)

PREMONICIÓN - Primera parte (re edición)

Antes que nada, mis disculpas para quienes ya leyeron esta historia. Últimamente no andan las musas tan inspiradas como se las requiere! jejeje


Primera parte: LA RESACA

Aún con un insoportable gusto amargo en la boca, (ese que se prolonga por largo rato cuando uno se despierta después de una fuerte resaca) intentó, una y otra vez, sentarse en la cama.

Supo que era viernes y el reloj marcaba las ocho. Logró incorporarse lentamente, cuidando de no mover muchos sus huesos, que le dolían sin piedad. Llegó con esfuerzo hasta el baño. Contempló aquel rostro en el espejo. No se reconoció. Parecía que otro le devolvía su mirada perdida en un mar de jaqueca. Pero esforzándose un poco, abriéndose camino entre los residuos de alcohol de la noche anterior, allí se vio, frente a frente, dentro de la nubosidad de esa mirada propia que casi le resultaba ajena:…allí estaba.

A pesar del aturdimiento y la acidez que lo destruía por dentro, comprobar que se prolongaba su existencia un día más no dejaba de ser una satisfacción. Si bien se caracterizaba por su apatía innata, el reencontrarse en el espejo cada mañana le abría una ventanita de esperanza. Esa relativa buena expectativa matinal que a veces sentía, solía resultar ser un buen prolegómeno, un pequeño incentivo para aceptar y continuar con el ritual diario de ducha-cepillado- vestido y preparativos que seguía sin chistar, a pesar de su natural rechazo hacia lo previsible y aburrido.

Joven, soltero, alto ejecutivo, muy buen pasar económico, apetecible para las mujeres, su vida no podía ser más exitosa…y sin embargo no podía decirse que se sintiera feliz…sólo orgulloso de lo que había conseguido y esa misma buena posición lograda a base de esfuerzo, dura competencia, sobre exigencia y gran dosis de cinismo, tampoco le brindaba tranquilidad. Más bien lo tenía siempre sobre ascuas, porque sabía que quienes habían quedado detrás en el escalafón estaban atentos a cualquier equivocación que él pudiera cometer. Quizás fuera esa una de las razones por las que solía ahogarse en bullicio y alcohol y así lograr lo que creía un escape momentáneo.

Cuando estaba comenzando a estrenar algo de lucidez matinal, casi se cae al enredarse en una prenda femenina que había quedado olvidada entre los almohadones tirados sobre el piso alrededor del sofá. Quién sería su dueña era un dato que no recordaba, ni tampoco le preocupaba. Era algo que solía pasar.

Sus eventuales acompañantes nunca le duraban más de una noche. Sólo lo necesario para descargar en ellas sus necesidades básicas. Sin nombres, sin reincidencia, sin compromiso. Eso quedaba siempre claro, por lo menos para él, que se esmeraba en hacer que su vida amorosa fuera lo menos complicada posible.

Un sonido muy agudo le hirió los tímpanos. Algún vendedor ambulante buscando llamar la atención, seguramente. Si hubiese podido moverse normalmente le hubiera hecho tragar el silbato sin contemplaciones. Pero ya era hora de ir hacia su despacho y no debía demorarse más.

Ni tiempo tenía para un café. Lo tomaría en la oficina. Aunque la inútil de su secretaria ni eso sabía hacer bien: cuando no lo cargaba demasiado lo preparaba insípido y sin cuerpo. Era un desastre. Si no fuera porque su físico fuera de serie le servía para su distracción y la de sus clientes ya la hubiera despedido hacía rato.

Muchachas vistosas que supieran manejar un teclado y atender el teléfono eran lo que sobraba, así que cualquier mañana que se levantara más cruzado que de costumbre le daba el adiós y se libraba de ella.

Nadie es imprescindible, eso lo sabía y había sido su política desde siempre. Tampoco había que dejar que pasara demasiado tiempo sin renovar el personal, no era bueno acostumbrarse a ver siempre las mismas caras, era contraproducente. Podían surgir vínculos amistosos y en caso de necesitar achicar costos uno se volvía dubitativo a la hora de decidir quién iba a seguir y quien no. Por eso siempre fue enemigo de intimar más de la cuenta con sus subalternos. Las relaciones laborales más estrechas se deberían limitar a sus superiores. Nada más. Estar más que atento con las cotizaciones que sus potenciales adversarios lograran imponer entre los socios de la empresa y hacer lo imposible para que sus proyectos superaran a los de los demás. Eso era todo.

El secreto del éxito estaba en dar un paso siempre antes que el enemigo, así se ganaba, y eso era lo único importante. Como en la jungla, sobreviven los más fuertes y el resto, son alimento para los más aptos; cualquiera lo sabe y negarlo es ocultar lo evidente.

En ese sentido él siempre fue afortunado. El remordimiento era algo que nunca tuvo en su haber y eso le hacía el camino más llano.

Dudar no era su estilo. Seguía su intuición y hasta ahora nunca le había fallado. Ella era su mejor aliada: ese instinto innato que le decía cómo y dónde operar, qué medidas tomar, cuándo vender, cómo convencer…en ese rubro nadie le ganaba y eso lo hacía más fuerte. Tenía varios competidores que quizás fuesen más ordenados y dedicados en sus informes, quizás, hasta más honestos, pero en su habilidad para saber cuándo y cómo dar el salto nadie lo igualaba y en eso se basaba la confianza que le brindaban en el estudio. Allí radicaba su mayor poder y ese instinto no se adquiere, sino que se nace con él, así que poseerlo era una garantía de ser convenientemente valorado.

Aturdido aún por el malestar de la resaca, ajustándose por última vez la corbata antes bajar por el ascensor, el espejo lo terminaba de convencer de que el portador de esa imagen era un ganador.

Su impecable presencia hacía reducir a sus eventuales acompañantes del elevador a simples seres anónimos destinados a transitar en la uniforme masa de la mediocridad de la que la sociedad se alimenta. Nada más que eso. Seres grises, sin personalidad, sin elemento distintivo, sólo algunos más dentro de la muchedumbre que no se queja ni se aprovecha, sólo se limita a transcurrir en una mera sobrevivencia. Y eso era bueno, porque sin ellos, la reducida elite de los más aptos no tendría razón de ser. De otra manera, los talentos y argucias individuales no marcarían la diferencia y nadie sobresaldría del resto. No habría quien se asomara por sobre los otros, quienes determinaran las tendencias, quienes impusieran las directivas, las normas, las decisiones.

La sola idea de pasar desapercibido en ese mar de mortales anónimos lo inquietaba y angustiaba. Por eso, el verse más que atildado en el espejo del ascensor cada mañana le recordaba que él era distinto, especial, destinado a sobresalir debido a sus innegables capacidades y cualidades. Esa imagen pulcra y perfumada de sí mismo que le daba los buenos días en las mañanas le confirmaba que no estaba equivocado: su papel en el mundo no era intrascendente y su alto puesto jerárquico era su merecida recompensa.

No era como el pobre gordito del quinto que cada mañana arrastraba su oscura persona hacia su trabajo como pidiendo disculpas por estar vivo. Ni como el doctorcito del décimo que no se ubicaba en su rol de flamante profesional: su falta de confianza en sí mismo se le notaba en la mirada y aunque se empeñara en lo contrario, no lograba engañar a nadie, tenía miedo de asumir sus responsabilidades y eso siempre le iba a resultar una piedra en el camino de sus intentos vanos de ascenso social. Nunca lo lograría, estaba escrito en su mirada insegura. Nada que ver con la suya, decidida y bien dispuesta para lo que sea, en el momento que sea, disimulando con soltura hasta la jaqueca más persistente, si la hubiera…eso era prestancia, clase, desenvoltura.

El aire frío lo estremeció con displicencia y eso lo distrajo de sus pensamientos. Cerró por eso la ventanilla de su convertible y se dispuso a emprender el rumbo hacia su oficina.

A media mañana, con el cielo radiante y renovado por la frescura de la ducha que todavía persistía con sus efluvios, nada le parecía imposible. No encontraba razón para imponerse límites y esa sensación de poder y libertad absoluta lo llenaba de bríos.

En cada semáforo se esforzaba por no prestar atención a los sucios muchachos que se acercaban para intentar lavar el parabrisa de su auto. ¡Como si estuviera dispuesto a que alguna de esas manos mugrientas tocaran su refulgente convertible!...¿pero es que pueden ser tan imbéciles???...¿no se dan cuenta que su auto está impecable????---por qué no se dedican a molestar a los que les dan cabida?

Por esa razón siempre tenía que acelerar antes que la luz se ponga en verde, para sacárselos de encima…pero era imposible. A la vuelta de cada esquina siempre había algún vago tirado por las calles, a veces hasta mujeres con chicos a cuestas…- pero, si no pueden mantenerlos, ¿para qué tienen críos???...son una lacra que se extiende y va invadiendo día a día hasta los barrios más distinguidos.-

Tendría que mudarse a un country privado, no le quedaba otra!...pero su agitada vida nocturna se vería afectada por las largas distancias hasta los lugares que suele frecuentar y por esa razón se tiene que aguantar y acomodarse a sobrevivir en ese mar de mugre e inseguridad en el que se han vuelto las calles.

Hacía apenas unos años, (él lo recordaba) se podía caminar tranquilo, sin el peligro que implica ahora caminar unas calles hasta llegar a destino. Sentía que era imposible vivir así. Uno se daba vuelta y veía mendigos por todas partes. Marginales que no conocen lo que es el trabajo ni les importa aprender. Chicos criados en las calles acostumbrados a que se les de unas monedas por abrir una puerta. Sucios, malolientes, ignorantes, dispuestos a aprovechar cualquier descuido para robar lo que sea. Así se han criado y así morirán. No tienen otro destino.

Siempre pensó conveniente que de una vez por todas debiera venir alguna “mano dura” que le pusiera punto final a todo eso y así las personas decentes podrían vivir tranquilos y sin complicaciones.


(continuará)

domingo, 8 de agosto de 2010

POBRES BORREGOS




Nos quieren mansos

cándidos, blandos

como borregos

pobres mortales

siempre incapaces

de cuestionar

(o más aún),

de proponer.


Nos quieren quietos

más bien iguales,

bien presumibles,

masificados,

impersonales

sin la virtud

de cuestionar

ni responder.


Nos quieren laxos,

siempre imprecisos.

Sólo un recurso,

(bien renovable)

superficiales,

bien consumistas,

obnubilados

por trascender.


Nos quieren fatuos,

cáscara hueca,

sin contenido.

No responsables,

mecanizados,

siempre inconstantes,

sin opinión

ni parecer.



viernes, 6 de agosto de 2010

6 DE AGOSTO DE 1945 –Hiroshima y Nagasaki




(Foto de una víctima mortal tomada en Hiroshima el 7 de agosto de 1945,

este joven se encontraba en una isla

a 3000 metros del hipocentro de la explosión.)


Fuente: Hiroshima Peace Memorial Museum


Recordar el horror,

tenerlo en cuenta,

condolernos otra vez

-rememorarlo-


no es vana morbosidad

inhumana perversión

o absurda negación

por cerrar viejas heridas.


Es luchar por la verdad

la memoria y la virtud,

apelando a lo mejor

-la piedad y la razón-

para que no se repita.



miércoles, 4 de agosto de 2010

ESTE JUEVES UN RELATO: PALABRAS MÁGICAS



Aviso a quienes pasan por aquí:

este post es todo un divague absurdo...sepan tolerarlo! jejeje



Dentro de la corriente de los escépticos menos ortodoxos de las comunidades científicas hay quienes reconocen, aunque se trate de un tema no mensurable, la existencia de un excepcional poder esencial en algunas palabras adecuadamente conjugadas.

Se trata de las denominadas “palabras mágicas”, que poco y nada tienen que ver con las afamadas “abracadabra” o “ábrete sésamo” (a modo de ejemplo), que han ganado a lo largo de la historia, el inmerecido papel de ser ellas a las que inmediatamente se recurre cuando algún mago ignoto decide montar su espectáculo de trucos e ilusiones.

No se trata de esas repetidas y huecas expresiones archiconocidas las que portan un caudal verdadero de magia y asombro. No son ellas las que aún no han podido ser dilucidado en cuanto a su resonancia y origen.

Lo que sí se ha llegado a establecer es que dicho poder no radica en una u otra palabra aislada y dicha al azar, más bien es en el enlace especial que surge entre algunas de ellas el que otorga el prodigioso alcance hacia el deseo así invocado.

La aludida asociación de vocablos no sólo funciona cuando se las pronuncia oralmente. Según consta en antiguos registros (hallados en forma fortuita en profundas cavernas a orillas del Mar Muerto), el poder exhortativo de dicha conjunción de palabras aún persiste cuando se las expresa en forma escrita sobre determinado tipo de pergamino previamente tratado con un elaborado jugo de algas y sales marinas que sólo se hallan en las profundidades de mares tropicales. (*1)

Tan extraordinario llega a ser el poder de las palabras así conjuradas que -sin que la mayoría de los mortales tengan el privilegio de conocer en detalle su significado íntimo- expresiones pertenecientes a este reducido listado de sortilegios fonéticos han pasado a ser utilizados en forma corriente luego de haberse decantado en la cultura de nuestras sociedades desde épocas remotas.

No es el objetivo de este texto enumerar abiertamente dicho conjunto de fonemas, ya que descubrir sin oportunas precauciones su magno poder benéfico, al fin de cuentas iría en desmedro de su maravillosa magia intrínseca.

Esta disertación, en cambio, sólo busca alertar sobre la corroboración efectiva de la existencia concreta de estos conjuros ancestrales reducidos ilusoriamente bajo la denominación escasa de “palabras mágicas” con la que hasta nuestros días han llegado a ser presentidas camuflando su insospechado esplendor.

Sólo cabe evidenciar, a modo de prueba palpable de su aludida existencia, los resultados imprevistos que muchas veces, sin proponérnoslo, obtenemos luego de enunciar ciertas precisas palabras que, sorprendentemente, nos abren puertas, allanan caminos, tienden puentes, relajan tiranteces, distienden tensiones…

Expresiones gramaticales que encierran poderes, ocultos a simple vista, pero que, bajo la aparente superficialidad de las formas, atesoran un portentoso plus de infalibilidad.

Palabras corteses, palabras afables, palabras cristalinas…vocablos con extraordinarios poderes mágicos capaces de hacer realidad más de un sueño, alcanzar lo imposible o concretar hazañas impensadas. Todos, de alguna u otra manera las conocemos, intuimos su poderío, sólo nos falta confiar en ellas para que nos brinden, sin reparos ni remilgos, su incalculable caudal de convicciones.


nota del autor (*1) Afortunadamente y gracias a recientes tecnologías desarrolladas por un grupo de científicos japoneses -que han preferido permanecer en el anonimato por obvias razones- se ha logrado reemplazar la aludida infusión por una sencilla combinación de agua potable y sal iodada expuesta a determinada temperatura. De esta manera muy pronto se podrá contar con un asequible sustituto del tan costoso ungüento para preparar los pergaminos y así invocar en forma escrita y efectiva las ya aludidas “palabras mágicas”.


más palabras mágicas, en el blog de Gustavo