En este jueves tan especial, de pandemias y reclusiones, la querida Mag nos propone un tema casi surrealista al que me he lanzado -sólo las musas caprichosas saben por qué- en modo versado. La fuente de inspiración ha sido la obra de un pintor argentino que invito a conocer: Ricardo Celma.
Para leer todos los textos participantes pasar por el blog de Mag, La trastienda del pecado.
Les dejo un abrazo a la distancia. Que sigan bien.
Para leer todos los textos participantes pasar por el blog de Mag, La trastienda del pecado.
Les dejo un abrazo a la distancia. Que sigan bien.
HABITACIÓN CON CUADRO, UN SUEÑO
De algún modo allí he llegado.
Tan blancas las cuatro paredes
como intensos los rojos y el verde
de la extraña ventana supuesta
donde atacan, seducen y turban.
Frente a un marco dibujado
otro marco, más real,
más concreto, más cercano,
-quizás, por lo habitual-
me habla desde un cielo
y un aire y una realidad
pedestres -que, por propios-
no estallan frente a mí
tan intensos, como aquella
sinfonía magistral que deslumbra.
Ante el cuadro, al fin, me dejo llevar
hacia su universo irreal que, reclama
me inmiscuya y me descubra.
……………………………………….
(Irupé, Ricardo Celma)
VERDE Y ROJO DE IRUPÉ
Al modo del Narciso, está Irupé.
Contempla su reflejo, ida,
sobre aguas de mentira.
Resulta vidrio fatuo, oscuro
eso, donde las hojas verdes
flotan, con pena de ser mojadas.
No importa nada, para Irupé.
No ve lo incierto, no ve lo verde.
Sólo el reflejo de lo que es
y cree saber de su reflejo,
imagen quieta que la cautiva.
En pose y con seda roja está Irupé.
Reposa en su tersura, ileso
el temor por ser manchada.
Sobre un absurdo suelo
de barros improbables
ella se inclina, imprecisa
absorta en su reflejo vano
que la contiene y la seduce.
Veo entonces con tristeza a Irupé
temo que sea tonta su hermosura.
…………………………………………………….
De algún modo, de allí he salido.
No advierto ya paredes blancas
ni vanidades fatuas
ni apariencias improbables
de verdes ilusorios y rojos sublimados.
Son ahora ciertos los verdes
y reales, los rojos destellantes.
No es de un cuadro cifrado
la naturaleza que aquí veo.
No son engañosos los suelos
ni espejadas las verdades
de este lado real de la ventana
desde dónde contemplo,
como Irupé, en el agua sosegada
-y sin
extasiarme- mi figura.