La propuesta llega de la mano de Mag, quien nos conduce desde su blog. Pasar por allí para leer todos los relatos participantes.
EL CIRCO*
(Imágenes Love Never Die)
Ubicadas en el sitio
preferencial, cercanas a la pista central y separadas del resto del público
por un elegante acordonado bastante pretencioso, las mullidas butacas del
sector Vip (Very Important People) aguardan ser ocupadas. Mientras tanto el
resto de los espectadores, ansioso y entusiasmado, puja por a acomodarse en sus
lugares, estrechos escalones entablonados bastante incómodos y con evidentes
rastros de viejas representaciones: escritos obscenos, astillas levantadas y
chicles pegoteados. Inequívocos vestigios de otros públicos, de otras
funciones.
Cansada por la larga espera que
tuvo que soportar antes de pagar sus entradas, la gente llega con las manos cargadas
de pochoclo, salchichas y bebidas azucaradas. Apenas antes de comenzar el show
y sin haber tenido que pasar primero por la boletería, los ocupantes del sector
Vip van arribando y se acomodan sin complejos, haciendo gala de la ostentación que
acostumbran con fingidos aspavientos. Para la gente de las gradas populares,
vistos desde lejos, semejantes personajes resultan parte del espectáculo.
De improviso todo se queda a
oscuras y en silencio. Un potente reflector luego se enciende y el maestro de
ceremonias enfundado en lustroso frac anuncia con grandilocuencia que el gran espectáculo
está a punto de iniciarse. Un festival de luces irreales enmarca el comienzo
del desfile, cerrando por unas horas las puertas de la realidad que afuera angustia
y oprime.
Payasos y malabaristas versados hacen
su entrada triunfal desfilando en grupo y con aparatosas genuflexiones mientras
la música suena. Máscaras y pinturas ocultan sus verdaderos rostros, fingiendo,
en cambio, sólo las muecas de lo que pretenden ser. Todos se afanan por mostrar
empatía ante los embobados espectadores, quienes ansían que la magia circense
los transporte hacia ese edulcorado mundo de fantasía que se anuncia desde los
carteles.
Tragafuegos y acróbatas trasnochados intentan sostener su arte sin demasiado esfuerzo. Domadores sin
fieras se las ingenian azotando al aire sus látigos chispeantes. Saltimbanquis con
antifaces coloridos asombran con sus volteretas, dando tumbos de aquí para allá
sin que se les caigan sus ornamentos, mientras acompañan a los artistas
principales haciendo equilibrio sobre delgadas cuerdas extendidas sobre la
multitud que los contempla.
De vez en cuando un estallido de vaporosos
papeles de colores distrae nuevamente a la multitud, que aplaude con
insistencia. De veras esperan que aparezca el mago que saque de la galera algo
que les cambie el destino y los maraville.
A esas alturas se advierte que la
inocencia no es sólo de los más pequeños: cada vez que el telón se eleva y los
fuegos de artificio anuncian con estruendos un nuevo número, la expectativa de
la gente para dejarse llevar por la magia y la ilusión se renueva pese a lo
obsoleto de los trucos.
· *Cualquier similitud con el circo de la política
local NO es mera coincidencia.