Nota 1
no he querido dejar de participar en esta convocatoria literaria aunque estoy absorbida por la confección del collage navideño que pronto acabaré de editar)
Nota 2
el siguiente texto debe ser considerado como un divague irónico que a nadie busca ofender o insultar! jejeje
El rumor era que se trataba de secuestros extorsivos o más bien, de venganzas personales, ya que los eventuales secuestradores nunca habían reclamado rescate ni siquiera habían intentado contactarse con los familiares de las víctimas.
Otras versiones más extremistas hablaban de rebrotes terroristas que estaban dedicados a atacar a ciertos leguleyos renombrados para pasar a ocupar las primeras planas de los diarios con sus golpes efectistas. Pero esta versión tampoco tenía mucho asidero ya que ningún grupo o banda armada se había adjudicado ningún hecho.
Lo cierto era que en las últimas semanas habían desaparecido, uno por uno y sin dejar rastros quince de los más destacados abogados de aquella ciudad, famosa, desde hacía ya décadas, por la notoria habilidad de sus letrados a la hora de liberar de sus sentencias aún a los delincuentes con peor prontuario. Coincidentemente todas las desapariciones habían acontecido dentro del propio Palacio de Tribunales y sin que ni los guardias ni las cámaras de seguridad hubiesen registrado nada fuera de lo habitual.
El caso había llegado a los oídos de los más altos funcionarios quienes, como era de esperar y sin más dilación, habían decidido concentrar en el asunto a los más destacados expertos detectives con que se contaba dentro de las fuerzas de seguridad, llegando incluso -como los resultados obtenidos en esa instancia fueron nulos- a contratar a un destacadísimo investigador privado que arribó desde el exterior (por temor a alguna represalia política impensada tampoco quisieron revelar cuál era su país de origen).
Apenas arribar, el experto detective se abocó de lleno a reunir todas las pruebas y las pocas pistas que existían sobre las misteriosas desapariciones y luego de un día y dos noches encerrado y aislado en la habitación de su hotel, decidió, como era lógico, continuar sus investigaciones en el lugar del hecho, o sea, dentro del Palacio Tribunalicio.
Como medida de seguridad primordial insistió en mantenerse de incógnito, buscándose una falsa identidad adecuada para pasar desapercibido en el submundo de expedientes, trámites y corrillos judiciales. De esa manera comenzó a observar cada movimiento dentro de los tribunales con minucioso detalle y ojo crítico, poniendo a prueba y con solvencia su merecida fama de lúcido detective científico.
Luego de muchas horas de análisis de cámaras de seguridad, calificación de datos y confrontación de prontuarios de sospechosos, el hombre llegó a la conclusión que todas las desapariciones habían sucedido en las inmediaciones de un hall secundario, o más bien, un lóbrego pasillo de servicio poco transitado donde no se desenvolvían el grueso de las actividades judiciales ni administrativas. El citado rincón solía ser escenario -según logró más tarde averiguar- de las más oscuras transacciones entre demandantes y demandados -abogados mediante- para las cuales era indispensable la más absoluta reserva y la menor cantidad de testigos y constancias escritas –es sabido que no todas las transacciones que allí suceden son absolutamente legales-
Desembocando en el mencionado hall un único ascensor -muy poco utilizado no sólo por su incómoda ubicación sino por su deplorable estado- se le presentaba al investigador como posible escenario puntual de los hechos que estaba investigando, por lo que decidió dedicarle a su interior una minuciosa inspección ocular. Apenas al entrar su ojo avizor logró detectar la extraña existencia de un botón extra en el tablero de los comandos. -el palacio de tribunales tenía tres pisos y dos subsuelos, convenientemente señalados dentro de la botonera del elevador- por lo que no se lograba advertir cuál era el objetivo de dicho adminículo. Descartado el freno, la alarma y demás comandos comunes a todo ascensor, aquella tecla no correspondía a ninguna función aparente que se lograra identificar.
Dadas las infructuosas respuestas obtenidas luego de sus sutiles inquisiciones destinadas a aclarar dicha extraña circunstancia, el investigador decidió -quizás por pura curiosidad científica- averiguar por su propia cuenta qué sucedía al accionar ese botón de injustificada existencia.
Agudizando sus sentidos y alistando en forma preventiva su disimulada arma y sus desarrollados reflejos defensivos, el detective oprimió con firmeza el botón en cuestión, y en forma inmediata comprobó que, a consecuencia de su acción- el viejo elevador comenzó a descender en forma vertiginosa.
No fue tanta la inquietud generada por la imprevista velocidad que el cubículo fuera alcanzando durante los primeros minutos, como la que le produjo lo prolongado del trayecto.
Dada su extrema habilidad adquirida en eso de comprobar y mensurar el aspecto fáctico de sus experiencias, inmediatamente decidió verificar cuantos minutos constaron -efectivamente- hasta concluir el inusual trayecto. Enorme fue su sorpresa al evidenciar que su reloj, lejos de avanzar, mantenía un errático curso de izquierda a derecha que lo desorientó por completo.
Atando cabos y agudizando su instinto detectivesco llegó a la conclusión que -sin lugar a dudas- era por allí donde se produjeron las extrañas desapariciones de los leguleyos y fue por esa inexplicable disolución espacio temporal en que se encontraba que -como era lógico- nadie había logrado imaginar semejante opción de escape.
Por fin el ascensor culminó su viaje posándose en lo que parecía ser un muelle amortiguador que impidió que la vieja carcasa se destrozara por el impulso con el que descendía. Apenas el hombre alcanzó -mecánicamente- a componer un poco su porte de profesional eximio, cuando una nueva sorpresa logró hacer tambalear su sentido de la lógica y la realidad.
Un poco amable sujeto con cuernos, cola bifurcada y espantoso mal gusto en el vestir le increpó casi con violencia al verlo invadir sus dominios en forma imprevista.
Sin darle oportunidad a articular palabras o formular preguntas para hilvanar su investigación, el susodicho personaje fue directo al grano y regañó al investigador sin miramientos, aclarándole que, efectivamente, todos los abogados y letrados que habían desaparecido estaban allí, abajo, en ese lugar al que se suele llamar infierno, averno, o reino de tinieblas…y que si eso era así era porque -después de ciertas reformas en la cadena de mandos de la organización a la que pertenecía, se había decidido eficientizar los trámites y acelerar -en definitiva- la recepción inmediata de aquellos que -a ciencia cierta- ya se sabe de antemano, en qué lado del “ascensor” habrán de culminar.
más historias de ascensores en lo de Gus
La verdad es que los ascensores son todo un mundo...
ResponderEliminarAh, os invito a la V Edición de Suspiro de El Trastero:
http://eltrasterodelaimaginacion.blogspot.com/2010/12/el-tiempo-vuela-y-aqui-estamos-otra-vez.html
Absolutamente magistral, Monica, este descenso a las calderas de Pedro Botero, al Hades o Infierno.
ResponderEliminarTe has lucido con el estilo, con el ritmo, con la história, el florido vocabulario, me has dejado pasmada, aplaudiendo ensimismada. !Ave! adorable y pícara demonia.
¿¿¿¿Fina ironía????
ResponderEliminarEsto...querida Mónica, has estado genial, cosa no excepcional por cierto, has verbalizado lo que todos llevamos en nuestro interior, pero no nos atrevemos a decir..
Me ha encantado.
Un besito
Recuerdo un ascensor lleno de besos.
ResponderEliminarVerdaderamente, entrar en un ascensor cerrado herméticamente, siempre me sube el pulso. Me temo que desde ahora utilizaré más las escaleras.
ResponderEliminarBuen relato, Mónica. Me ha gustado.
Salud y República
Madre mía del amor hermoso!!!! Compañera, me quito el gorro de lana mejor que el sombrero!
ResponderEliminarSi hubieses nacido en Roma hace unos 2000 años, serías la maestra cum laude de la retórica!
Enhorabuena por el ejercicio!
Aplausos y besos de turrón y mazapán!
Seguro que uno que yo conozco también es un descensor a los infiernos (está en el Palacio de Justicia)
ResponderEliminar¡Vaya ascensor!, directo al infierno, ¡que horror!. No sabemos si este investigador volvería arriba o se que quedaría allí para siempre.
ResponderEliminarUn abrazo
clap!clap!clap! Te pasaste!!! un dsfrute su ironía, si señor!!
ResponderEliminarabrazos dobles (estoy ansiosa por esa foto, jaja. me voy con mis palabras claves de verficación e palabra: viviabu)
besitos
La idea es muy buena, y el relato muy bien escrito.
ResponderEliminarrealmente bueno.
Un abrazo.
jajaja! por defender a los que no hay que defender! y bueno, son decisiones erradas, pero no por eso merecen el infierno... hay tantos otros que por tomar decisiones peores estan en un cielo o fabrican amnistias, o les hacen monumentos! jejej... esos sí tienen infierno! hay infierno para los malos!
ResponderEliminarbesos! espero la fotito con ansias!
vale que todos tengamos derechos a ser defendidos
ResponderEliminarhasta los más asquerosos asesinos multiples
pero...lo dramático es que un buen abogado pueda llegar a poner en libertad a uno de estos personajes.
Hasta dónde llega la praxis de un abogado, que ayuda a dejar en libertad un mosntruo...tan sólo por el dinero de sus honorarios?
La JUSTICIA así con mayuscula, esta para aplicarse.
Al infierno con ellos !!!
muy buen relato Mónica
PD Impaciente espero esa composición fotográfica. En cuanto la tenga, voy a llenar las paredes de mi barrio con pasquines de ella,y posiblemente contrate una avioneta que se pasee con el cartel de la famosa cibercomposición
y....Si, Almodovar, al cuál tengo acceso, hiciera una pelicula sobre los personajes alli plasmados..? mmmm
me muero por ver esa foto
beso
Hola mi Amiga querida, los ascensores a mi particularmente me causan mucho miedo, susto de todo, siempre procuro no embarcarme sola en esa aventura. Feliz Fin de semana.
ResponderEliminarBesos…..
¡|i¹i|¡, ,¡|i¹i|¡, ,¡|i¹i|¡,
¹i|¡,¡|i¹ ¹i|¡,¡|i¹ ¹i|¡,¡|i¹
De Tu amiga
(¯`v´¯)
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En este mes tan hermoso te deseo mucho amor
Y abundante paz muy dentro de tu corazón.
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Recuerdo un chiste que cuenta Denzel Washington en la película Philadelphia al entrar en un ascensor: ¿Cómo llamarías a 1.000 abogados atados juntos en el fondo del mar?... -Un buen comienzo.-
ResponderEliminarSerían estos los mismos picapleitos del chiste, jaja.
Bueno Mónica, más que un relato casi te sale una novela de misterio, sólo le falta la música...
Besos
No me extraña ni un poquito, era previsible el destino de ese ascensor ...
ResponderEliminarDigo yo, ahora que no nos escucha nadie, no me podrá decir donde está ubicado exactamente el ascensor? un empujoncito a mi jefe alli dentro y adiosssss, lo vería desaparecer mientras lo saludo pañuelo en alto.
Soñar no cuesta nada.
Me recontra encantó su relato, y ya buscaré ese ascensor!
besos
Adhiero al comentario de Alfredo aqui arriba!
ja,ja,ja,ja, si es que hay que coger menos los ascensores y hacer más piernas, !con lo bueno que es pa tó, incluido el colesterol, subir por las escaleritas planta va planta viene! ja,ja,ja... y, ¿que pasó con el investigador, subió pa´rriba o se quedó allí con los abogados y el Pedro Botero?... muy bueno Neo, además, con una evidente moraleja: ni se te ocurra ir al infierno que es de lo más aburridísimo, mira, entre el olor a azufre, el fuego eterno, y llenito como está de abogados día y noche recitando leyes y latinajos, vamos, es como pa salir corriendo...escaleras arriba ja,ja,ja,ja
ResponderEliminarMil besitos mu gordísimos, reina
Jajaja excelente relato, cuento, película...Me ha encantado Mónica un ascensor... ¿no hay ascensores de esos aquí en el congreso de los diputados para que hagan una visita a las calderas? No, no es por nada, pero no debe haber porque no ha desaparecido ninguno por arte de magia y seguro que hay alguien esperándolos ahí abajo. Bueno ironías a parte te ha salido un relato magnífico en el que se deja claramente ver tu elocuencia, poniéndonos en situación y ambientándonos, paso a paso en los lugares descritos y transmitiéndonos las sensaciones de tu protagonista detective.¡¡Aplausos!!y un beso graaaaaande
ResponderEliminarMIS COMENTARIOS SUELEN SER DE LO MÁS VARIOPINTO. DEPENDE DEL MOMENTO EN QUE ME PILLE LA LECTURA,RAMBIÉN DE LA LECTURA, CLARO ESTÁ,MÓNICA. Y ASÍ HE DE DECIRTE QUE LA IDEA QUE HAS PERGEÑADO ME ENCANTA...PERO TAMBIÉN QUIERO DECIRTE QUE DESTCO POR ENCIMA DE TODO TU FORMA...ESE CASTELLANO BIEN, MUY BIEN ARTICULADO, ENSAMBLADO QUE UTILIZAS...ME HA ENCANTADO SU CLARIDAD...SU EFICIENCIA...!
ResponderEliminarME QUEDO CON LA FORMA DEL RELATO, AUN GUSTÁNDOME SOBREMANERA LA IDEA, EL CONTENIDO...A VECES, UN CONTENIDO, UNA IDEA, DEPENDE MUCHO DE CÓMO ES EXPRESADA...Y ESTA VEZ, MÓNICA, LA FORMA, ME REITERO, ME HA ENCANTADOOO¡¡¡
MIL BESOS...
AHHH, AL LÑEER EL COMENTARIO DE ALFREDO HE RECORDADO ALGO QUE PENSÉ MIENTRAS TE LEÍA, MÓNICA..¿TE HAS CUESTIONADO ALGUNA VEZ ALARGAR UNO DE ESTOS TEXTOS, PERO MÁS ALLÁ DE TRES CAPÍTULOS,HASTA LLEGAR A UNA MEDIANA NOVELA O HASTA LLEGAR A UNA NOVELA MÁS QUE MEDIANA EN SUS DIMENSIONES?
ResponderEliminarBESOS DE NUEVO.
Monica!!! soy nueva por los jueves! Muy buena historia, atrapante hasta el final!!! Me ha gustado mucho!!! Besotes!!!
ResponderEliminar¡Desde luego!!!!! Pero qué imaginación que cabecita la tuya... Excelente uso del lenguaje como te comentan otros compañeros más arriba... Pero a mí, lo que me impresiona es tu creatividad y tu ironía.
ResponderEliminarUn aplauso bella y, por supuesto un besazo
Espero que al menos para el pobre detective el botón le llevara de nuevo arriba. El pobre no tiene culpa. (sonrío)
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