sábado, 31 de octubre de 2009
viernes, 30 de octubre de 2009
ANTÍDOTO
jueves, 29 de octubre de 2009
SIN MUSAS NI RIMAS
miércoles, 28 de octubre de 2009
LIBERTAD CON LÍMITES
martes, 27 de octubre de 2009
CON CENTRO EN EL OMBLIGO
lunes, 26 de octubre de 2009
RECÍPROCA EXISTENCIA (tan sólo un delirio)
sábado, 24 de octubre de 2009
ESA MEZCLA DE FACTORES (a la que llamamos suerte)
jueves, 22 de octubre de 2009
COLMADA DE LUZ
miércoles, 21 de octubre de 2009
LOS ÚLTIMOS ROMÁNTICOS (actualización)
En mixtura complicada de fatalistas y nostálgicos en soledad los últimos románticos se deleitan y paladean sus cuitas, sus susurros, su oración al todopoderoso pidiendo intermediación para acabar de estar siempre solos. Nota aclaratoria: Si bien es cierto que en general los más puros románticos por naturaleza tienden a caer en pozos de nostalgia de los que les cuesta salir, creo que la realidad que corre, materialista y práctica suele hacer que la mayoría de ellos se sientan irremediablemente condenados a la soledad...eso no quiere decir (afortunadamente) que así sea siempre! Besos a todos!... especialmente al cúmulo de románticos incurables que suele pasar por acá!!! jejejeje |
martes, 20 de octubre de 2009
DEJAR HUELLA CRECIENDO
Hay una única Energía que forma el universo nombrada tal cual sea lo que en nuestra razón, conciencia o intuición de Ella interpretemos. Es Ella la que mana eterna, activa y libre equilibrada y perfecta atravesando cada ser, cada entidad, cada partícula… Nosotros sólo somos - apenas transitorios – continentes proyectuales de la parte que de Ella nos fluye y nos reclama. Hacernos responsables, ahondar en la sapiencia - por el rumbo que encontremos- de todo lo que somos - o la nada, que es lo mismo – será expresión primera de lo que asumamos en Ella: aceptarnos como parte del Ser y el compromiso de dejar huella creciendo. |
lunes, 19 de octubre de 2009
EL MENSAJERO DE LOS DIOSES - Parte Final
LA MISIÓN Tres días después de aquella primera experiencia trascendental en su nueva realidad chamánica, luego del descanso ritual que sucede a toda ceremonia y con la profunda convicción que aquella será la última vez que verá a su gente y a su pueblo, el que ya se asume como mensajero de los dioses parte, envuelto en la que es ahora su segunda piel, sin más armas que las que le da el conocimiento. Un collar de cuentas negras con plumas de quetzal que entretejiera su madre y un brazalete en forma de serpiente emplumada son los elementos destacados de su ajuar místico, ese que el viejo chamán usaba sólo en ocasiones especiales. Lleva algunas hierbas con grandes poderes alucinógenos, algo de pedernal, cinco piezas de piedra labrada para decidir ante alguna encrucijada y un trozo de cuero con inscripciones antiquísimas, oraciones a los dioses que su abuelo, en su infancia, le enseñó a invocar. Para orientarse y encontrar el paso para cruzar el murallón de rocas que encierra su mundo, confía en su instinto, en sus creencias y en la gran sabiduría ancestral que se encargará, sin duda, de abrir las puertas que haya que abrir, tender los puentes que haya que tender y tallar las escaleras que sean necesarias. Confía en su destino. Se dejará llevar, como ya aprendió a hacerlo, encomendándose a sus ancestros para que dispongan el rumbo. Su voluntad no deberá interferir en los designios instaurados, en las decisiones ya tomadas. Su cuerpo y su espíritu son instrumentos. La voluntad superior que unifica los seres y las cosas será la hacedora. Es hora que se transpongan las barreras hasta hoy establecidas y se abran los horizontes. Hacia todos los confines deberá ser llevada la verdad revelada, la intrínseca razón de toda existencia, la causa y el efecto del círculo permanente de la vida en el que todos los seres y las cosas participan. Inicia ya su misión, esa que todo hombre descubre cuando abre los ojos del alma y se encuentra en medio de un universo eterno e inabarcable. No debe mirar atrás. Esos lazos no son buenos para el camino. El alma se aligera cuando los recuerdos no nos atan al lugar que nos ha visto nacer, mientras se nos abren, en compensación, todas las fronteras. Las luces del alba van enrojeciendo el cielo y la negritud profunda de la noche que ya muere, cae, como manto de olvido, sobre su pasado, que desde ahora, será sólo un recodo en su memoria. Su condición de chamán se estrena a la claridad del día y su nueva circunstancia lo hace sentir íntimamente ligado a todo lo que lo rodea. Se adentra otra vez en su jungla, sintiendo cada ser vivo como extensión de su propio cuerpo. Se dirige hacia el naciente. El punto en el que sol se asoma cada mañana. Es un buen comienzo para su peregrinaje. La mejor guía para su camino. Atraviesa claros y ríos, praderas y nuevos bosques. Llega hasta donde nunca antes había llegado, y no se detiene. Sabe que está apunto de atravesar los confines de los territorios que su gente ha tenido como propios desde que así lo dispusieron los dioses. Llegará hasta los pies mismos de las barreras de rocas. Las murallas infranqueables que desde el inicio de los tiempos han sido los límites de su universo, pero en su interior tiene la certeza que más allá sigue habiendo otros territorios, mundos desconocidos en los que seguramente hallará nuevos desafíos, nuevos acertijos, nuevas respuestas. La imponencia de esos muros pétreos y verticales lo asombra sin mesura, pero no se deja amedrentar por la inexpugnabilidad que aparenta. Sabe que si los dioses quieren que las atraviese, esas paredes lograrán ser por él escaladas. Antes que la noche revele sus estrellas, el joven enciende fuego junto a las rocas. Come apenas algunas frutas que recogió en el camino y se deja caer en el encantamiento que las llamas le tienden desde su bailoteo. El silencio se intuye como una presencia más. Nada lo quiebra. Apenas su respiración se atreve a dejarse oír en esa quietud que todo lo invade. El magnífico cielo se va poblando lentamente de estrellas titilantes. Desde las alturas quizás, sus ancestros lo contemplen y a la distancia, que sólo es aparente en la conciencia y el espíritu del universo, ellos le inspirarán las fuerzas y la templanza que necesita. El cansancio lo va venciendo y lentamente el sueño lo acerca a esos espíritus que antes invocaba. Ellos le reafirman su misión. Su vocación de enviado está revalidada y la importancia de su mensaje logrará atravesar los muros que ahora lo separan de un mundo que urgentemente necesita reconectarse con sus raíces. No sin espanto y con mucho dolor logra avizorar la realidad que le espera más allá de los desfiladeros. Logra ver un mundo donde los hombres han dañado a la tierra que los alimenta. La han saqueado, abusado, destruido. El aire, el suelo, el agua, las plantas y animales vienen siendo maltratados e irrespetados. La insensatez de esos hombres les ha hecho perder el contacto primordial que alguna vez tuvieron con la naturaleza. Su creciente soberbia los ha enceguecido. Sus ansias de poder los han perturbado al punto de olvidarse del valor de la vida en cualquiera de sus formas. Se sienten absurdamente superiores, dueños de la tierra, ignorando que en realidad son ellos los que a ella pertenecen. Su desprecio por lo que la naturaleza les brinda ha hecho que presuman de ser autosuficientes, desconociendo por completo la íntima relación que existe entre todos los seres, aún con los aparentemente más insignificantes. Esos hombres tan ciegos han envenado el agua que beben, la tierra que los sustenta, el aire que respiran, el mañana que sus hijos sueñan. Llorando en silenciosa tristeza el joven chaman sufre en su carne el dolor de la tierra que espera, ansiosa, para que su mensaje llegue a tiempo. Con la luz del nuevo día y la convicción que su misión es imperiosa, el mensajero de los dioses emprende con decisión y fortaleza la última etapa de su peregrinaje. Antes de decidir por qué ladera comenzar el ascenso, extiende el cuero de las invocaciones y sobre él arroja las piedras labradas. Sabe que serán sus ancestros los que lo guíen en sus decisiones y para ello deberá interpretar los signos de las piedras. Así lo hace y encomendándose a los dioses inicia la travesía. Haciéndose uno con la identidad del jaguar que lo confirmara en su vocación, se abre camino entre las rocas que hieren sus manos y sus pies. Logra con titánico esfuerzo ascender por la muralla vertical asiéndose como puede del filo de las rocas. No hay casi vegetación que le brinde sustento pero implorando no decaer en fortaleza y tenacidad, lentamente va alcanzando la cima. Ningún otro miembro de su estirpe llegó alguna vez hasta aquellas alturas. Solamente las águilas sobrevuelan en su cercanía. La imponencia del paisaje del que fue su mundo lo sobrecoge, pero a la vez le renueva las fuerzas. Debe continuar. Al mirar hacia delante sobre los picos más altos, por primera vez, logra ver el nuevo mundo, la tierra nunca antes explorada. Su idea de lo que es inmensidad cobró una nueva dimensión. Ante él, por fin, el nuevo horizonte. Un descomunal desafío. Todo un universo por salvar… (fin) |